Antonio García-Herreros (Sabatinas N° 14 y
N°16)
Cañaguate
Con
la concurrencia admirable de Miguel Méndez Camacho, de Fernando Villa Quintero
y de Hugo Espinosa Dávila, será presentada Cúcuta a través de sus árboles.
El
libro que será bellamente editado, rememorará la importancia del árbol en la
historia de la ciudad y en la vida de sus habitantes.
Guasimales
fue el nombre originario de la ciudad que se deriva del ´guasimo´ y que servía
para la construcción; los albañiles extraían de ese árbol una substancia
pegajosa que mezclaban con la cal y daba a los muros gran consistencia.
Las
tropas del Libertador después de la batalla de Cúcuta, el 28 de febrero de
1813, acamparon en la ´Plazuela del Cují´ y desde allí el padre Vicente Salas, coadjutor
de la Parroquia, confortó a los despavoridos emigrantes que se refugiaron en La
Vega, después de la catástrofe de 1875.
En el
parque Mercedes Abrego existió, venerado por los vecinos durante una centuria,
´el chipio del jardín Abrego´, a que se refieren los historiadores y la
´plazuela del Samán´, se llamaba el sitio donde hoy se levanta el edificio
Nacional.
Los
cujíes, hurapos, clemones, acasios, perales, almendros, palmeras, dan frescura
a la ciudad que, sigue siendo la más arborizada de Colombia; y los cañaguates
dan colorido a los alrededores de Cúcuta; aquí es costumbre antes de clavar las
chambas para construir su casa, se siembran los árboles de la calle.
¿Pero
habrá flor más bella que la ´flor del baile? Más bella y más caprichosa que
crece en los rincones de los solares, en los canales del tejado y florece solo
una vez al año y por solo una noche; pero ese rato que alumbra, en ese rato de
esplendor y de éxtasis, muestra todo lo que la naturaleza puede ofrecer en
fantasía y ensueño.
Escribe
Manuel Montagú Blanco:
Anuncia
SABATINA – y de esto hace ya varios meses – la publicación de un libro sobre
los árboles de Cúcuta, y a través de ello la historia de la ciudad. Sus autores
serían los doctores Miguel Méndez Camacho, Fernando Villa Quintero y Hugo
Espinosa Dávila. Las gentes cultas y aquellas que simplemente se interesan por la
historia anecdótica local, continúan esperando, ansiosas, la aparición de tan
importante obra.
Hay
razón para estas expectativas lugareñas. El doctor Méndez Camacho además de
poeta y ameno cronista, es abogado.
A su
cargo, mejor, a su numen, nos ha informado el doctor Villa Quintero, está el
relato poético. Fácil le será rimar, con los nombres de nuestros conocidos
árboles: ´Cují ´ con ají, ´cañaguate´ con aguacate, ´almendro´ con Pedro y
´samán´ con Germán. Hará la apología de la madera, desde la cuna del recién
nacido hasta la caja mortuoria, y revelará virtudes desconocidas de la
clorofila y su influencia en la vida de los políticos cucuteños.
Dirá
en maravillosa síntesis ecológica que Cúcuta sufrió, como sufrió las
consecuencias del terremoto, por escasez de árboles, y demostrará que no se ha
registrado hasta ahora, ningún terremoto en la selva amazónica, ni en la
africana, que derrumbe edificios.
Es que,
afirmará, las raíces de los árboles, apuntalan la tierra y, paradójicamente, le
impiden hacer un alto, en su carrera discal.
El planteamiento es fruto de sencilla observación: ¿A dónde iríamos a
parar si a alguien se le ocurriera, con una palanca su rotación?
Todo
esto y mucho más, será expuesto en el anunciado libro, no en vulgar prosa, sino
en verso de ´resonante cola´.
A
cargo del doctor Villa Quintero está la tarea, igualmente artística, de
ilustrar sus páginas de fotografías de cada una de las especies arbóreas
criollas. Villa Quintero ha logrado con su lente fotográfico, colocar en sitio
de importancia bichos para la mayoría de las gentes detestables.
Una
foto suya de nuestros cañaguales, no es tan bella por el oropel de sus flores,
ni tan natural por las gotitas de rocío que, como en sus pétalos, también
tiemblan en el papel revelado, sino por los marrones y negros abejorros que en
sus cálices beben.
Estos
detalles que, según el doctor Méndez Camacho, son los que les dan vida,
alegría, arte, maestría y belleza a sus fotografías, le han acarreado
sinsabores. Y nos da un ejemplo:
Los
ocañeros lo elogiaban hasta el delirio, poniendo su arte fotográfico por encima
de su sapiencia jurídica, por las postales en color de La Torcoroma, de la casa
de la Convención, los barbatuscas, los patinados patios de las antañonas
residencias de los Quintero y los Jácome y los paisajes del Algodonal, hasta
cuando retrató a fogoso y decisorio líder político de La Piñuela y alguien, en
busca del detalle artístico, descubrió en su rizada cabellera unos animalitos
que no eran los abejorros del cañaguate, ni las hormigas del cují.
Este
hallazgo gracias al lente maravilloso del doctor Villa Quintero y a su secreto
enfoque, puso fin a sus anhelos de diputación por la Provincia. Y es que los
detalles, en la fotografía como en la vida amorosa, hay que dosificarlos
insinceramente.
La
tercera y última parte del libro, cuyo título aún es misterio, inclusive para
el padre Atienza, fue encomendada al doctor Hugo Espinosa Dávila, ingeniero
forestal, experto en el arte Bonsai y otras mañas del culto oriental.
Hugo
después de exponer la historia de nuestros cujíes, hurapos, samanes, cañaguates
y almendros, da a la luz pública sus experimentos de muchos años, de alguno de
los cuales se apropió el padre José Bernal, como el injerto de papa-yuca, con
el cual obtuvo –el reverendo- ´un híbrido con gusto a papa inglesa, semejante
en apariencia a yuca, pero sin fibra´.
El
doctor Espinosa Dávila es un joven inquieto, siempre en busca de lo
desconocido. Ingresó a la francmasonería para demostrarle al H:. Daw que,
Salomón no construyó su templo con maderos de cedro del Líbano, sino con leños
de cují, que por entonces cubrían las pedregosas lomas de Judea. Resultado de
la tesis histórico-religiosa-ecológico-botánica: Expulsión de la Orden.
Recién
posesionado de la gerencia del aeropuerto Camilo Daza, según confesión secreta
de Villa Quintero, propuso a la Aeronáutica Civil arborizar las pistas.
Aeronáutica le respondió en oficio N° AC-2.300/79: ´nuestras felicitaciones por
su iniciativa, pero esta entidad dispuso que es más urgente la arborización del
aeropuerto de Palonegro y a dicha obra se destinaron los fondos respectivos´.
Resultado: Renunció al cargo.
La
ecología, la genética y la botánica lo obsesionan. Basta ir a su ´granja´ para
quedar maravillado de sus inquietudes. Granja llama él, el solar de su casa.
Allí vemos un cocotero cruzado con tagua. Los cocos, tal y como él lo perseguía
científicamente, los produce la palma a flor de tierra. Vemos también un
aguacate-totuma, con frutos de sabor aceite y color natural del primero, pero
grandes y redondos, como cuadril de dama pintada por Botero.
Y,
para no seguir el relato, que sería largo, una variedad de platanal que produce
tres y más racimos de exquisito banano en la mitad del vástago, racimos que se
producen en seis meses y ocho días después de cada corte.
Hay
motivo, repetimos, para esperar vehemente este maravilloso libro, en el que
habrá poesía, historia, ciencia, arte y hasta mamagallismo. Además, sabremos
cuál es el árbol criollo, auténtico, pues hasta ahora el que conocemos como tal,
es el genealógico de Juanita Turbay.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.