PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

TERREMOTERO -Reconocimiento, enero 2018-

Apasionantes laberintos con inspiraciones intentan hallar rutas y permiten ubicarnos en medio de inagotables cascadas, son fuentes formadas por sudores de ancestros. Seguimos las huellas, buscamos encontrar cimientos para enarbolar desprevenidos reconocimientos en los tiempos. Siempre el ayer aparece incrustado en profundos sentimientos.

Corría finales del año 2008, Gastón Bermúdez sin advertir y sin proponerlo, inicia por designios del destino la creación del portal CRONICAS DE CUCUTA. Parecen haberse alineado inspiraciones surgidas por nostalgias. Gran cúmulo de vivencias, anécdotas, costumbres y añoranzas, fueron plasmadas en lecturas distintas.

Ya jubilado de la industria petrolera venezolana, recibió mensaje que expresaba una reunión de amigos en Cúcuta. Tenía más de cuatro décadas ya establecido de forma permanente, primero en la ciudad del puente sobre el Lago y después en la cuna del Libertador. Viajó ilusionado, acudió puntual a la cita desde Caracas. Encontró un grupo contemporáneo, conformado por amigos ex-jugadores de baloncesto y ex-alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús.

La tierra cucuteña levantada desde primeras raíces plantadas, siempre acompañó todos los hijos ausentes. Cuando encontramos distantes los afectos, creemos separarnos de recuerdos. Nos llevamos al hombro baúles de abuelos, cargamos con amigos del ayer, empacamos en maleta la infancia y juventud. Muchas veces una fotografía antigua, atrapa y confirma que nunca pudimos alzar vuelo.

Entonces por aquellos días apareció publicado ´La ciudad de antaño´, parido desde generosa pluma con sentido de identidad comprometida, fue el mártir periodista Eustorgio Colmenares Baptista dejando plasmados recuerdos de finales de los 50 y años 60. Sin querer, esas letras fueron presentación inaugural de CRONICAS DE CUCUTA. Los Inolvidables sentires viajaron al modesto grupo de amigos y abrieron compuertas para afianzar arraigos de infancia. Don Eustorgio culmina la crónica con frases retumbando las memorias: “Había muchos menos avances tecnológicos a disposición de la comunidad, pero vivíamos como si nada nos faltara. Nos bastaba con vivir en Cúcuta”.

Sentires intactos, ahora plasman recuerdos en calles transitadas por niños que fuimos. Nuevamente los arraigos hacen despejar las avenidas a los rieles del antiguo ferrocarril. Nos bastaba con vivir en Cúcuta. Asoman madrugadas entre indetenibles remembranzas y añoranzas.

Sin planificar nada, Gastón compartía vía internet las crónicas del Diario La Opinión aparecidas cada ocho días en lecturas dominicales. Sin saber, creció el portal CRONICAS DE CUCUTA. Cada acontecimiento recopilado se convertía en homenaje In Memoriam para hombres y mujeres que dejaron muy alto el Valle de Guasimales. Igualmente, exalta la dignidad con reconocimiento a grandes glorias del ámbito artístico, cívico, periodístico, religioso, deportivo, cultural, social y político.

Oficialmente se convierte en PORTAL WEB el 7 de octubre 2010. En forma admirable acumula ya 1.329 recopilaciones tipo crónicas, casi todas extractadas de periódicos y publicaciones locales, libros populares, escritos nacidos de historiadores, periodistas, inéditos autores y muchos escritores del Norte de Santander. El portal permite hallar el original ADN ancestral y ubica el sentido innato de pertenencia cucuteña. Llegó un día a la vida de todos los internautas, igual como aparecen las buenas nuevas, sin avisar, sigilosamente introduciéndose en las cortezas que somos y las venas que siempre fuimos. Su creador, nunca imaginó un buscador que tocara el alma y menos tallar imborrables despertares en ávidos ojos de lectura.

Aparece ahora como paso determinante para navegar en referencias de Cúcuta. Asegura a nuevas generaciones herramientas para afianzar valores jamás perdidos. La perspectiva futura para ámbitos históricos, culturales, sociales y deportivos, harán necesario considerar el Portal como insigne buscador de consulta e informativo. Importante archivo tecnológico para infantes en colegios y escuelas. Podrá acceder directamente cualquiera a profundos arraigos allí recopilados. Casi imperativo considerarlo como salvaguarda del sentido de identidad y pertenencia.

CRONICAS DE CUCUTA se convirtió en sugestivo repaso de acontecer histórico, recopilado en 19 capítulos o clasificaciones. Portal libre, siempre abierto a todo aquel deseoso por descubrir datos históricos, biografías, nombres de grandes personajes, fechas emblemáticas, sucesos de vida social, cultural, deportiva, religiosa, artística y política. Formidable vía adentrándose en acontecimientos del siglo XVIII hasta nuestros días. Todo expedicionario oriundo se encontrará representado en cada letra, apellido, dato, foto y fecha. Todos volverán a observar las luces de la gran ciudad en medio de rutas por hallar orígenes.

CRONICAS DE CUCUTA no debe tener como destino el olvido, deberá asegurar a nietos de nuestros nietos, inquebrantables lazos surgidos de nostalgias, recuerdos y añoranzas. CRONICAS DE CUCUTA es herramienta tecnológica para demarcar el hilo conductor entre hoy y ayer. Parece luz encontrada en días oscuros, nos abre el entendimiento. Pulsar la tecla nos lleva a destinos con encuentros pasados. Valiosa información contenida en páginas adornadas con sentimientos profundos.

CRONICAS DE CUCUTA garantiza el resurgir de valores originarios que parecían adormecidos por culpa del avasallante mundo moderno. CRONICAS DE CUCUTA llegó para quedarse, igual que mares inundados por recuerdos. CRONICAS DE CUCUTA confirmó la premisa donde las nostalgias se convierten en vehículos para transportar la historia. Una enciclopedia virtual presentada por nuestras gentes con sencillo lenguaje.

Anclados quedarán por siempre nuestros sentires, intactos los arraigos, despiertas las añoranzas y vivas las costumbres intactas. Ahora aseguramos el reguardo de raíces que retoñan desde cenizas del ayer. Dios jamás declaró desértico el Valle Arcilloso, siempre fue bendecido, tampoco declarado deshabitado para la vida del hombre.

Fueron creciendo raíces en medio de cenizas y milagrosamente reverdecieron los gigantescos árboles frondosos. CRONICAS DE CUCUTA reafirma lo que somos. Seguiremos siendo aquello que siempre fuimos, nada cambió, solo algunos pañetes y varios techos distintos.

Todo estará por volver, todo por crecer y todo por llegar. Nunca estaremos solos. Cada generación hará brotar nostalgias por siempre convertidas en historias llenas de arraigos.

Nos bastaba con vivir en Cúcuta…

viernes, 4 de julio de 2014

595.- CUANDO HABIA ALCALDE MILITAR EN CUCUTA



Gerardo Raynaud D. 

En las postrimerías de la República Liberal y capoteada la intentona de cuartelazo al presidente López en la ciudad de Pasto, el gobierno central tuvo que extremar los controles de gobernabilidad para evitar que la situación se le saliera de las manos, razón por la cual, apeló al nombramiento de mandatarios locales, gobernadores y alcaldes militares a quienes le era más fácil controlar,  en algunas localidades, especialmente en aquellas susceptibles de violencia, pues el ejército ha sido siempre, por lo menos en Colombia y en los últimos años, garante de las libertades democráticas y por su estructura lineal, mucho más fácil de dirigir.

A mediados de la década de los cuarenta, siendo gobernador el doctor Manuel José Vargas y su secretario de gobierno Pedro Entrena, fue nombrado alcalde de la ciudad un militar que detentaba el grado de mayor. Debo agregar que entonces, la potestad de nombrar gobernadores y alcaldes recaía en hombros del gobierno central; el presidente nombraba los gobernadores y éstos a su vez, hacían lo mismo con los alcaldes municipales, pero siempre con la anuencia o el visto bueno del gobierno de la nación. Ya para el mes de agosto y después de los lamentables hechos ocurridos en la ciudad, durante los cuales una turba de energúmenos dirigidos por unos importantes líderes liberales, decidieron por su cuenta, lanzarse a la calle, cerrar negocios y detener a unos cuantos ciudadanos que se identificaban como afectos al partido de la oposición, llevarlos al Palacio de la Gobernación y retenerlos durante varias horas sin otra justificación que su afiliación política. Ante circunstancias como esta, el gobierno nacional nombró, entonces al mayor Gonzalo Neira Díaz, alcalde militar de la ciudad de Cúcuta y de esa manera restaurar el orden, que aunque no había logrado subvertirse por completo, sí alcanzó a deteriorarse y sus gobernantes locales a perder credibilidad, toda vez que no hicieron nada para ponerle orden a la anarquía que algunos quisieron imponer.

Desde el mismo día de su posesión, el mayor Neira recibió el apoyo de la ciudadanía y en especial de los medios, a quienes en primer lugar, les dirigió una nota de agradecimiento por la forma entusiasta como lo habían recibido y el respaldo que de entrada le habían prometido. En esa misiva expresa su voluntad de colaboración, eso sí con mucho tacto, pues indica que lo hará “hasta donde las circunstancias lo permitan”. Prometió que impulsará “las obras de ornamentación que tiendan al mejoramiento y progreso de la ciudad” y recalca que todo ello lo merece debido, no solamente, a su importancia como capital y por su situación limítrofe y su actividad comercial y además por su grandeza histórica, sino porque es culta y hermosa. Dio su palabra que generaría información y propaganda que “tienda a informar y mantener al día a toda la población sobre las cuestiones y trabajos que se ejecuten y que se piensan ejecutar”; hizo énfasis en que todo lo anterior “lo haría el suscrito con oportunidad dando sus puntos de vista por escrito”. Para rematar y consecuentemente con lo anterior les envía a cada uno de los periódicos y emisoras de la época, la primera información “en favor del engrandecimiento de Cúcuta”. Solicita que informen a la ciudadanía en general que, en la alcaldía, se encuentran los formularios de solicitud para la adjudicación de casas del barrio Popular, así como también “los cuadros de liquidación general, a fin de que los interesados, acudan dentro del menor tiempo posible, a gestionar los asuntos, que tanto los gobiernos nacional, departamental y municipal han dispuesto con vivo interés, en favor de la masa trabajadora”.

La nota del alcalde militar fue recibida con entusiasmo, pero a la vez, con escepticismo pues la experiencia les mostraba “un largo desfile de alcaldes que no han dejado sino la prueba latente de que en Cúcuta son muchas las resistencias que es preciso vencer aún para lograr que las calles se mantengan limpias, como las de todo centro mediamente culto”. Pero le agregaban, al alcalde, una extensa lista particularidades con las que tendría que lidiar, si quería desarrollar una labor como la que había prometido el día de su posesión; lo primero fue argumentar que había quienes se “oponen sistemáticamente a elementales obligaciones de civismo”; que todavía había vestigios, en las calles, consecuencia del “sitio” a la ciudad ocurrido hace más de cuarenta y que ninguna autoridad municipal había hecho nada para remediar, que todavía había solares en pleno Parque de Santander y para rematar, comentaban que “aquí no se ha registrado el primer caso de una junta pro alguna obra” y añoraban la presencia de personas como sus antepasados que hicieron las grandes tareas como “las amplias avenidas sembradas de almendros y matarratones así como los espléndidos parques y lo peor, terminaban diciendo que “aquí hay ricos que niegan un granito de arena”.

De todas formas el alcalde militar fue lentamente generando la confianza necesaria entre los desconfiados ciudadanos, así pues que para tranquilidad suya y de sus gobernados, comenzó a expedir una serie de decretos que procuraban el bienestar de todos sus habitantes. Aunque en esos tiempos los periodos de los mandatarios no eran largos, claro, dependiendo del grado de cercanía y amistad que tuviera con los mandos nacionales, al mayor Neira, en resumidas cuentas no le fue mal, así solo haya estado al mando de la administración municipal unos meses. Atendía con diligencia las inquietudes de los cucuteños y luego de un detenido análisis tomaba las decisiones pertinentes. De ello dan fe, algunos decretos que me permitiré mostrar junto con sus apartes más importantes, que fueron en su momento, motivo tanto de controversia como de felicitación. El primero de ellos y considerado el más importante fue aquel que procuraba poner fin a la ola de robos, hurtos, atracos y estafas. Basado en la ley vigente entonces, la 48 de 1936, en la cual se dictaban medidas para acabar con el problema de los vagos, maleantes y rateros, dictó el decreto 259 de septiembre 7 de 1944, en el que explicaba que aunque la vagancia no es un delito propiamente dicho, sino un estado antisocial de máxima gravedad y que se requiere mayor severidad para acabar con dicho estado toda vez que en la mayor parte de los casos sucedidos media la causa del considerable número de vagos y demás que merodean por los barrios de la ciudad, decretó que procederán a recoger a cuanto individuo que ande por las calles o parques no teniendo medios de trabajo lícitos o comprobados y que esté catalogado como vagos, serán llevados al Permanente y reseñados y prontuariados por la sección penal de la alcaldía y establecían procedimientos para los casos primarios y de reincidencia, que eran básicamente, amonestación, multa convertible en arresto con obligación de trabajar en obras públicas municipales para tener derecho a la alimentación y por último el traslado a la Colonia Penal Agrícola, en los casos más graves y previo juicio. En el segundo caso se establecía una excepción y era que quienes tuvieran cómo sustentarse, solamente trabajarían tres horas en obras públicas.

El decreto siguiente, el 260, era de tipo ‘social’, toda vez que se trataba de emprender una campaña para garantizar la tranquilidad social debido a los innumerables escándalos que incomodan a los ciudadanos, por tal razón, se prohibían los siguientes ruidos: el canto en las calles, avenidas, parques y establecimientos públicos. Los aparatos de música o radio recepción instalados o que se instalen en casas, tiendas, bares o cantinas solo podrán funcionar con volumen reducido de las 8 p.m. hasta las 12 de la noche. Estaban prohibidos los pitos, sirenas o gritos para llamar pasajeros durante la noche y las sirenas y pitos de los automóviles no podían sonar a partir de la 8 de la noche, entre otros. Los demás artículos establecían las sanciones y fijaban horarios a los teatros y demás actividades. Igualmente se fijaba en un peso ($1) el precio que tenía que pagar quien fuese trasladado al Permanente, en el carro-patrulla.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

miércoles, 2 de julio de 2014

594.- DICIEMBRE Y EL RECUERDO DE ESAS NAVIDADES EN CUCUTA



Ciro A. Ramírez Dávila

Pesebre en casa de doña Ramona Hernández de Bermúdez, diciembre de 1960

Alegría... pólvora... luces... congestión... llegó DICIEMBRE… con amaneceres fríos... ofertas múltiples... oropeles sugestivos... música popular… regalos… parrandas… bebetas y comilonas… todo porque ahora es… NAVIDAD.

La Navidad es un acontecimiento universal, todos los pueblos del mundo creyentes o no, se concitan para estas celebraciones, puesto que se despide un año y comienza otro, creando muchas esperanzas, ilusiones, expectativas, anhelos, siempre consideradas con optimismo; esperando que el cambio de calendario, produzca situaciones positivas.

Por estas calendas hay regocijo, boato, abundancia; llegan parientes, familiares y amigos de otras partes; se intercambian regalos; en fin se siente un ambiente positivo en todas las gentes.

Ah… ¡la Navidad... la Navidad… cómo no recordar, esta tradición, que nos hace quiméricamente, añorar y evocar, todas las vivencias habidas y vividas por estas épocas, tan significativas en nuestra Cúcuta, sobre todo con la intensidad como se participaba en los jolgorios tradicionales, celebrados en esta bella y alegre temporada, en nuestras barriadas.

Primeramente, hay que decirlo, de la Navidad no se hacía mención y expresión pública, hasta el primero de diciembre, hasta entonces no se desplegaba toda la algarabía comercial, religiosa y festiva; por eso, a diferencia de estos tiempos, llegábamos a ella con ímpetu… entusiasmo… fervor…

Era tradicional quemarle pólvora (voladores y morteros) a la Inmaculada Concepción. Por tanto, como ahora, la primera fiesta era el ocho de diciembre, fecha en la cual seguramente la mayoría de los cucuteños, hicimos “la primera comunión”, porque era el día programado para tal acontecimiento. 

Cuando esto acontecía en cualquier hogar, se madrugaba a misa, se reunían familiares y amigos en honor del consagrado, se echaba la casa por la ventana... con tremenda fiesta.

Después de la Purísima, se comenzaban los preparativos para la confección del pesebre casero y los comisionados del barrio, el pesebre comunitario, que sería el centro de todas las actividades decembrinas programadas en el vecindario. 

En esta labor, jugaba el ingenio de las gentes, para presentar lo mejor animado, el retablo. 

Se programaban salidas a los cerros circundantes, en búsqueda de un “chamizo”, el cual se revestiría de pinturas y escarchas, que semejaran nieve y se iluminaba con múltiples luces y bolitas de colores, resaltando en su pináculo la estrella del oriente: este fue nuestro arbolito navideño. 

Se recogían guichos, palmas y otras plantas parásitas, que con el musgo comprado en el mercado, se adornaba el escenario, donde simbólicamente nacería el Niño Dios.

El dieciséis comenzaban otras tradiciones: primeramente la “Apuesta de los Aguinaldos”, un juego costumbrista muy popular, entre parejas. 

¿Cómo no recordar todas las peripecias y argucias empeñadas por ellos y ellas, para ganarse unos aguinaldos? ¿Quién los inventaría? Se acuerdan? Pajita en Boca… al Tiento… al Dar y no Recibir… al Mudo… al Sí y al No… y el que más gustaba a los “picarones”… al Beso Robado… este pasatiempo constituía todo un entretenimiento en la barriada y originaba en todas sus gentes una animación inusitada, puesto que involucraba a jóvenes y a viejos; claro, muchas pero muchas veces, produjo resultados inesperados: disgustos... sustos... sobresaltos... noviazgos... matrimonios… hasta separaciones.

Cabe anotar, que quien perdía el aguinaldo, debía cumplir con el regalo pactado; si no lo hacía nunca más lo tendrían en cuenta los vecinos para nada. 

También ese día empezaba el rezo de la novena; se hacía en la parroquia, con la feligresía; la misa de madrugada, el revuelo de campanas, el canto de villancicos. 

En el pesebre comunitario, con los vecinos y en los hogares, con familiares y amigos; cada noche, culminaba con despliegue y alborozo de las gentes, pues aparecían… las comparsas con disfrazados... el toro de candela... las bolas de trapo encendidas... voladores... morteros... recámaras... trique-traques... buscaniguas... bengalas... salta-pericos... totes… y mata-suegras. 

Todo esto era animado con música interpretada por bandas o conjuntos populares y los olvidados… picots... que hacían sonar a todo volumen, el disco prensado de moda.

Se consumía toda clase de bebidas espirituosas: brandy... whisky… rones... aguardientes... mistelas... cerveza... chichas caseras de todos los temples… las damas tomaban ron con Coca-Cola y limón… es decir la famosa “cuba libre”… vinos diversos y el infaltable ponche-crema… Cada noche terminaba con baile, organizado en una cuadra diferente del barrio.

Los clubes sociales, durante la novena, tenían orquesta de planta o traían alguna de renombre para la temporada, por allí desfilaron las mejores colombo-venezolanas: Billo’s… Melódicos… Orlando y su Combo… Pacho Galán… Lucho Bermúdez… Corraleros… Hispanos… Graduados... quienes alternaban con las nuestras, también muy buenas: Manuel Alvarado… Víctor Suárez…Edmundo Villamizar… entre otras. 

Qué tiempos aquellos… sólo para tener en cuenta que… también tuvimos veinte años.

No podemos dejar de referenciar la variedad de viandas o platos navideños, con que exquisitamente nos deleitamos; para lo cual nuestras mamás y abuelas, fueron todas unas expertas en su confección: los buñuelos de yuca, papa o harina, nadando en la miel de la conserva de lechosa verde y panela… la natilla, entre nosotros conocida como “majarete”…la chicha espumosa y deliciosa... el masato de arroz, con clavitos o canela… las morcillas caseras picanticas, con cominos y pimienta… las empanadas de yuca o los pasteles garbanzo, acompañados de un buen “pichaque”… tortas, colaciones… y muchas más golosinas, repartidas después de rezar la novena… caramelos, chocolates, galleticas, confites, posicles, sorbetes…

Estos platillos, eran los genéricos, porque los fuertes estaban reservados para la cena de Nochebuena y de Año Nuevo, donde los perniles o jamones... el pavo horneado… y las inigualables hayacas cucuteñas... tienen una incomparable predilección y en cuya elaboración, participa toda la familia encabezada por la mamá, responsable de su exquisitez y sazón, quien distribuye las actividades: cocinar la masa, picar las carnes, soasar las hojas de “biao”, armar el fogón, alistar la leña, amarrar el tamal o escurrir la tremenda olla, una vez terminada las tres horas de cocción. 

Por eso se nos vuelve la boca agua y le hacemos custodia a la olla, para ser los primeros en saborearlas, una vez cocinadas.

Para rematar el año, tenemos que referirnos a otro pasatiempo, popular y contagioso en la comunidad, durante la Navidad, como lo es el día de los Santos Inocentes, fecha en la cual, es necesario estar muy prevenido, ante cualquier engaño, picardía, chasco, trastada o travesura, proveniente de cualquier amigo, vecino o familiar, quienes se inventan toda una serie de tretas, para hacernos caer en la ridiculez o en el error, provocando burlas y mamaderas de gallo. 

¿A quién no le han dado “cafecito con sal”, un día de inocentes?

El veintinueve de diciembre, Día de los Locos, no es una actividad muy popular, en algunos clubes sociales, hacen un baile de disfraces y premian la mejor comparsa; hay trago, cena y baile hasta el amanecer.

El fin y comienzo de año, ya es costumbre, reuniones un tanto más privadas entre familiares y amigos muy allegados, con la cena tradicional de media noche, el brindis con champaña y uvas; los innumerables agüeros, para la salud, el amor y la fortuna. 

En algunas barriadas se quema el año viejo, como para olvidar algo que no volverá; se representa por un muñeco relleno de trapos viejos, taqueado de pólvora, el cual se prende las doce en punto. 

Estos son los momentos, de los buenos propósitos y de buenos augurios, entre la alegría de unos y la tristeza de otros.

Seguramente alguien, con mejor retentiva, pueda para el bien de nuestra cotidianidad, mejorar este deshilvanado recuento, que sólo ha querido retrotraer vivencias, que afloran  coloquialmente en la memoria, por estas temporadas… ”Paz en la tierra, a los hombres y mujeres, de buena voluntad”… ALELUYA!



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

593.- DE MARACAIBO VIENE UN BARCO CARGADO DE...A CUCUTA



Leopoldo Vera Cristo



Grupo de alemanes residentes en Cúcuta, quienes tuvieron una decidida influencia en el desarrollo empresarial, durante la primera mitad del siglo XX. A la izquierda Federico Halterman quien fue el primer presidente de la Cámara de Comercio de Cúcuta en 1915, le acompañan los comerciantes Otto Moil y H. Meiwal durante una celebración organizada por la Colonia Alemana.


Corrían los años veinte del siglo veinte. Los jóvenes de la vieja Europa, donde acababa de terminar con miseria la Gran Guerra, soñaban con cruzar el océano para buscar fortuna en las tierras nuevas y selváticas de Sudamérica. Eran contratos sencillos que comprometían la lealtad del trabajador, generalmente para ayudantías mercantiles, a cambio de unos tres mil bolívares, pasajes, manutención y vivienda libres. La rica Venezuela era el más popular destino inicial y a ella se llegaba en vapores que se “tragaban” seis toneladas de petróleo al día. Saliendo de Hamburgo, bordeaban las costas de Los Países Bajos, las Azores y, más de veinte días después, Puerto España Trinidad, para terminar en Wilhelmstadt. Curazao era puerto obligatorio para el comercio del Caribe además de refinar el petróleo venezolano; colonia típicamente holandesa, contaba con un excelente sanatorio en el tope de una colina que por estar mejor suplido recibía todos los enfermos del litoral.

Cerquita, La Guaira y Macuto daban inicio a hora y media de  subida por una fina carretera que llevaba a Caracas, mil metros arriba del mar.  Allí, en El Paraíso, zona de ricos, aparecían calles angostas con quintas blancas casi todas de un piso y de aspecto llamado colonial, con visos romano y morisco en su interior. En las mansiones de dos pisos las habitaciones con  balcón rodeaban un hermoso patio con fuente incluida. Impresionaba el número de carros y edificios públicos. Una habitación con buen desayuno costaba 5.60 marcos y una comida fina cinco.  Los inmigrantes eran prolíficos en el nuevo mundo; en puerto España los Stollmeyer eran siete varones y tres niñas, en Caracas los Gillmeyer eran doce niñas y dos varones.

Pero la meta era Maracaibo que con San Cristóbal, Cúcuta y Barranquilla constituían el eje comercial del norte sudamericano, donde las más importantes casas comerciales tenían sus bien establecidas sucursales. La angosta entrada al lago de Maracaibo mostraba a un lado una especie de castillo derruido que asustaba a los extranjeros a quienes habían hablado del “infierno” de Maracaibo. Pero rápidamente la idea del infierno daba paso una gran bahía llena de barcos y velas, donde las casas se regaban  por  kilómetros hacia arriba, adivinándose  cúpulas y torres bordeadas de palmeras.

Casa comercial de Jorge Cristo, 1916. Avenida 6 entre calles 11 y 12.  Este fue uno de los más importantes comerciantes de origen libanés de la ciudad a principios del siglo XX. 

Casas como  Breuer Moller y Co. Sucs. vendían desde una bacinilla hasta un barco. Pero en realidad lo que más rendía y dominaba en el intercambio comercial no eran las bacinillas sino el café que en su mayoría se orientaba hacia Nueva York, aunque cada día aumentaba el flujo a Europa. El negocio giraba entonces alrededor de las buenas o malas cosechas del café cuyos departamentos eran los más grandes a pesar de que solo se movía según la época y las condiciones del mercado.  Y café  era lo que teníamos en el borde oriental de Colombia en uno de cuyos hermosos pueblos, Salazar de Las Palmas, nació el café colombiano cuando un buen cura ordenó sembrar maticas como penitencia de los muchos pecados de los pobladores de una región en franca bonanza.

Maracaibo tenía más o menos cien mil habitantes. Ciudad petrolera, se daba el lujo de ser habitada por  negros, blancos y otros matices, incluyendo indios de cara pintada.  Una importante corriente inmigratoria formada sobre todo por alemanes y americanos, que justificaban la existencia de una buena cervecería, contribuyó al engrandecimiento del primer centro comercial de Venezuela. En el centro un gran mercado que bullía noche y día, agrupaba a su alrededor las sedes comerciales más importantes hasta que se incendió en 1927, dejando en la ruina a muchos. Si señores, también había tranvía como en Europa, heladerías y todo eso que trae la luz eléctrica, aunque teniendo que acostumbrase a las impertinentes interrupciones. No había acueducto y se filtraba el agua recogida de los techos de las casas.  Los postigos de madera remplazaban los vidrios haciendo más románticas las serenatas, y el saludo, excepto para las señoras, no era de mano sino con palmaditas en la espalda. Pero los extranjeros vivían como reyes: en 1925, el Sr. Larsen, jefe máximo de la Breuer, había construido una casita frente al lago con cancha de tenis y embarcadero que costó Bs. 250.000 (unos 200.000 marcos de la época) la cual en Alemania prácticamente nadie podía poseer.

No era muy calurosa Maracaibo, con promedio de 33ºC  en el día y bien fresca de noche. Se bebía con entusiasmo; en muchas casas había un letrero que decía “Detal de Licores”, además de que el billar parecía ser el deporte municipal. No se veía a nadie corriendo y la gente de cierto nivel toda manejaba. El dinero resultaba hermoso, casi todo era plata y oro, cualquier empleado montado en mula podía transportar sin custodia algunos cientos de miles de bolívares en oro a las casas comerciales de la ciudad, todo un acontecimiento para los europeos. Sin embargo, el soborno y el “engrase” de los empleados públicos ya eran cosa común que sorprendía a los trabajadores extranjeros.

La rutina de las grandes casas comerciales en Maracaibo era muy parecida. Los más jóvenes abrían el negocio a las seis de la mañana para recibir los obreros. El resto de ejecutivos empezaba el día a las siete. Ya se hacían sentir los peones con intermitentes huelgas  que ayudaron a subir sus salarios a Bs. 16,50 diarios. Todos tenían que hacer de todo: correspondencia, encargar, expedir, calcular, preparar muestras, recibir mercancía y sobre todo atender a los clientes. Difícil tarea porque venían venezolanos, ingleses, alemanes, judíos de Polonia y galicianos (quienes no gozaban de mucha simpatía), cada uno deseando ser atendido en su propio idioma.  Se vendía de todo como ya dijimos, telas, cobijas, sombreros, medias, pañuelos, hilos, ropa, cosméticos, víveres, etc. Tenían vendedores viajeros que llevaban y traían pedidos, parte novelesca y aventurera del trabajo, que merecerá mención detallada más adelante. Cada una de ellas tenía más  de diez camiones Benz para transportar mercancía y los depósitos individuales de café tenían capacidad para más de 4.000 sacos. En general la jornada se terminaba a las cinco de la tarde, una hora antes de que empezara a caer el sol.

Interior casa comercial de Jorge Cristo la cual exportaba café vía Maracaibo. 1916.

Cruzando el lago, el gran ferrocarril de la Ceiba con mucho esfuerzo llevaba los vendedores viajeros  a Motatán desde donde una peligrosa carretera terminaba en Valera. Allí competían las grandes casas en precios para vender su mercancía en uno de los desplazamientos más cercanos de su sede. Desde Valera, pasando por Timotes y subiendo por la carretera de mayor altura del mundo entonces (4.018 metros) se alcanzaba el Páramo de Mérida, para bajar a esa hermosa ciudad a 1.600 metros sobre el nivel del mar. Mérida, saludada por la “Corona” y la Columna” majestuosos picos de la Sierra Nevada, empezaba entonces a mover un interesante comercio atraído por la muy nueva carretera del páramo. Los viajeros bajaban de Mérida al Táchira en más o menos 10 días, sorteando derrumbes; cubrían Tovar, Colón y se asentaban en Rubio, centro cafetero  y vividero de ricos cafetaleros. Pero era en la capital San Cristóbal donde los viajeros de Breuer, de Blohm y Cía. y de muchas otras casas hacían sus mejores negocios.  Tal vez por la vecindad colombiana de Cúcuta, donde el Sr. Müller manejaba la Breuer y se acomodaban multitud de representaciones comerciales cuyos propietarios formaban la más pura expresión del civismo y  la honestidad.

La Cúcuta comercial de principios del siglo XX merece un escrito aparte. Florecía desde el siglo anterior, mucho antes de que en 1915 el Presidente Concha y su Ministro de Agricultura y Comercio, Benjamín Herrera, casado con la pamplonesa Josefina Villamizar Peralta, crearan su primera Cámara de Comercio. Más de 35 instituciones comerciales exportadoras e importadoras, Breuer Moller, Riboli y Cía., Jorge Cristo y Cía., Cogollo y Cía., A. Berti y Cía., Van Dissel, Rode, Morelli Hermanos, Duplat y Cía., Miguel Merjech, Beckman y Cía., Mutis Daza y Soto, y tantas otras, pusieron a Cúcuta en el mapa de la economía mundial.  

Apenas pasado el terremoto, en 1876, una junta de notables gestó el ferrocarril para la región, primero en Colombia, que inauguró sin aporte oficial en 1888 los 55 kilómetros hasta Puerto Villamizar. Luego, al empalmar con el Ferrocarril del Táchira, Cúcuta se convirtió en el primer puerto terrestre del país. Me hubiera gustado ser testigo de esa época de grandiosidad, liderazgo y civismo que nunca se volvió a repetir.

La actividad de las casas comerciales  era muy parecida. Como no pude vivirla me remito a lo que me contó y escribió Don Luis Medina sobre mi abuelo, Jorge Cristo, con quien trabajó Luis por muchos años: “Respetable señor Don Jorge, fundador de la casa comercial Almacén Damasco en 1.893. Exportaba café por la vía del Ferrocarril de Cúcuta a Encontrados, buscando el lago de Maracaibo en su ruta a Nueva York y Europa. Un libanés tesoro de pulcritud, de caballerosidad, de honestidad y honradez, crisol donde se purifica el oro y se desecha la escoria”. Compraba la mayor parte de las cosechas de las regiones cafeteras del departamento.

Llegaban los arrieros con sus mulas cargadas de café a la avenida sexta entre once y doce, muy al frente del Edificio Los aliados, su casa de habitación. El café pasaba a las bodegas para el pesaje que efectuaba don Lino Durán sin la presencia del vendedor; Don Jorge recibía el dato y liquidaba a razón de veinte mil pesos la carga.

 Curiosamente los vendedores sacaban para los gastos y dejaban el resto guardado en la caja de hierro, donde Don Jorge, en talegas de lona marcadas, les guardaba el dinero para la próxima “limpia” de los cafetales, sin recibo alguno y prestándoles sin intereses si no les alcanzaba. “Eso no se puede hacer ya hoy, porque Don Jorge Cristo murió el 7 de noviembre de 1.947”, escribía Luis Medina.

Más tarde Don Luis, con la autorización de los Cristo Abrajim, quienes le hicieron un préstamo y le suministraron su primer mostrador, fundó su sastrería con el mismo nombre de Damasco que por muchos años atendió a los cucuteños.

Y así mismo tantos benefactores cívicos, laboriosos y honestos, escribieron de su puño y letra el capítulo más importante de nuestra historia comercial.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.