PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

TERREMOTERO -Reconocimiento, enero 2018-

Apasionantes laberintos con inspiraciones intentan hallar rutas y permiten ubicarnos en medio de inagotables cascadas, son fuentes formadas por sudores de ancestros. Seguimos las huellas, buscamos encontrar cimientos para enarbolar desprevenidos reconocimientos en los tiempos. Siempre el ayer aparece incrustado en profundos sentimientos.

Corría finales del año 2008, Gastón Bermúdez sin advertir y sin proponerlo, inicia por designios del destino la creación del portal CRONICAS DE CUCUTA. Parecen haberse alineado inspiraciones surgidas por nostalgias. Gran cúmulo de vivencias, anécdotas, costumbres y añoranzas, fueron plasmadas en lecturas distintas.

Ya jubilado de la industria petrolera venezolana, recibió mensaje que expresaba una reunión de amigos en Cúcuta. Tenía más de cuatro décadas ya establecido de forma permanente, primero en la ciudad del puente sobre el Lago y después en la cuna del Libertador. Viajó ilusionado, acudió puntual a la cita desde Caracas. Encontró un grupo contemporáneo, conformado por amigos ex-jugadores de baloncesto y ex-alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús.

La tierra cucuteña levantada desde primeras raíces plantadas, siempre acompañó todos los hijos ausentes. Cuando encontramos distantes los afectos, creemos separarnos de recuerdos. Nos llevamos al hombro baúles de abuelos, cargamos con amigos del ayer, empacamos en maleta la infancia y juventud. Muchas veces una fotografía antigua, atrapa y confirma que nunca pudimos alzar vuelo.

Entonces por aquellos días apareció publicado ´La ciudad de antaño´, parido desde generosa pluma con sentido de identidad comprometida, fue el mártir periodista Eustorgio Colmenares Baptista dejando plasmados recuerdos de finales de los 50 y años 60. Sin querer, esas letras fueron presentación inaugural de CRONICAS DE CUCUTA. Los Inolvidables sentires viajaron al modesto grupo de amigos y abrieron compuertas para afianzar arraigos de infancia. Don Eustorgio culmina la crónica con frases retumbando las memorias: “Había muchos menos avances tecnológicos a disposición de la comunidad, pero vivíamos como si nada nos faltara. Nos bastaba con vivir en Cúcuta”.

Sentires intactos, ahora plasman recuerdos en calles transitadas por niños que fuimos. Nuevamente los arraigos hacen despejar las avenidas a los rieles del antiguo ferrocarril. Nos bastaba con vivir en Cúcuta. Asoman madrugadas entre indetenibles remembranzas y añoranzas.

Sin planificar nada, Gastón compartía vía internet las crónicas del Diario La Opinión aparecidas cada ocho días en lecturas dominicales. Sin saber, creció el portal CRONICAS DE CUCUTA. Cada acontecimiento recopilado se convertía en homenaje In Memoriam para hombres y mujeres que dejaron muy alto el Valle de Guasimales. Igualmente, exalta la dignidad con reconocimiento a grandes glorias del ámbito artístico, cívico, periodístico, religioso, deportivo, cultural, social y político.

Oficialmente se convierte en PORTAL WEB el 7 de octubre 2010. En forma admirable acumula ya 1.329 recopilaciones tipo crónicas, casi todas extractadas de periódicos y publicaciones locales, libros populares, escritos nacidos de historiadores, periodistas, inéditos autores y muchos escritores del Norte de Santander. El portal permite hallar el original ADN ancestral y ubica el sentido innato de pertenencia cucuteña. Llegó un día a la vida de todos los internautas, igual como aparecen las buenas nuevas, sin avisar, sigilosamente introduciéndose en las cortezas que somos y las venas que siempre fuimos. Su creador, nunca imaginó un buscador que tocara el alma y menos tallar imborrables despertares en ávidos ojos de lectura.

Aparece ahora como paso determinante para navegar en referencias de Cúcuta. Asegura a nuevas generaciones herramientas para afianzar valores jamás perdidos. La perspectiva futura para ámbitos históricos, culturales, sociales y deportivos, harán necesario considerar el Portal como insigne buscador de consulta e informativo. Importante archivo tecnológico para infantes en colegios y escuelas. Podrá acceder directamente cualquiera a profundos arraigos allí recopilados. Casi imperativo considerarlo como salvaguarda del sentido de identidad y pertenencia.

CRONICAS DE CUCUTA se convirtió en sugestivo repaso de acontecer histórico, recopilado en 19 capítulos o clasificaciones. Portal libre, siempre abierto a todo aquel deseoso por descubrir datos históricos, biografías, nombres de grandes personajes, fechas emblemáticas, sucesos de vida social, cultural, deportiva, religiosa, artística y política. Formidable vía adentrándose en acontecimientos del siglo XVIII hasta nuestros días. Todo expedicionario oriundo se encontrará representado en cada letra, apellido, dato, foto y fecha. Todos volverán a observar las luces de la gran ciudad en medio de rutas por hallar orígenes.

CRONICAS DE CUCUTA no debe tener como destino el olvido, deberá asegurar a nietos de nuestros nietos, inquebrantables lazos surgidos de nostalgias, recuerdos y añoranzas. CRONICAS DE CUCUTA es herramienta tecnológica para demarcar el hilo conductor entre hoy y ayer. Parece luz encontrada en días oscuros, nos abre el entendimiento. Pulsar la tecla nos lleva a destinos con encuentros pasados. Valiosa información contenida en páginas adornadas con sentimientos profundos.

CRONICAS DE CUCUTA garantiza el resurgir de valores originarios que parecían adormecidos por culpa del avasallante mundo moderno. CRONICAS DE CUCUTA llegó para quedarse, igual que mares inundados por recuerdos. CRONICAS DE CUCUTA confirmó la premisa donde las nostalgias se convierten en vehículos para transportar la historia. Una enciclopedia virtual presentada por nuestras gentes con sencillo lenguaje.

Anclados quedarán por siempre nuestros sentires, intactos los arraigos, despiertas las añoranzas y vivas las costumbres intactas. Ahora aseguramos el reguardo de raíces que retoñan desde cenizas del ayer. Dios jamás declaró desértico el Valle Arcilloso, siempre fue bendecido, tampoco declarado deshabitado para la vida del hombre.

Fueron creciendo raíces en medio de cenizas y milagrosamente reverdecieron los gigantescos árboles frondosos. CRONICAS DE CUCUTA reafirma lo que somos. Seguiremos siendo aquello que siempre fuimos, nada cambió, solo algunos pañetes y varios techos distintos.

Todo estará por volver, todo por crecer y todo por llegar. Nunca estaremos solos. Cada generación hará brotar nostalgias por siempre convertidas en historias llenas de arraigos.

Nos bastaba con vivir en Cúcuta…

domingo, 30 de junio de 2013

401.- NOTAS SOCIALES DEL AÑO 64


Gerardo Raynaud

 Esta fotografía fue tomada en el Club del Comercio con motivo de la despedida a Elsa Suárez antes de viajar a Europa y es una de las pocas fotos sociales donde aparece la única Señorita Colombia que ha tenido Norte de Santander. Entre otras recordamos a: Gladys Suárez, Beatriz Serrano, Raquel Villalta, Elsa Suárez, Leonor Duplat Sanjuan (Miss Colombia), Martha Barrera, Susana Duplat, Martha Vargas, Aleida Mazuera, Bertha Cote, María Cristina Gómez, Maruja Morelli, Elvia Leonor González, Raquel Clavijo, María Cristina Llack, María Margarita Díaz y Nhora Elvira Bustos.



Decíamos que durante ciertos años se presentaban acontecimientos de mayor trascendencia que otros o simplemente, se comentaban con más asiduidad algunos eventos. Por esa época, era frecuente que los bachilleres se desplazaran a otras ciudades, a seguir sus estudios universitarios, así que, buena parte de las notas sociales de los primeros meses del año estuvieran orientadas a registrar las despedidas y los festejos que les brindaban a quienes se ausentaban, aunque fuera transitoriamente, así sólo fuera a las ciudades más cercanas. De la misma manera, la observación de los grados y títulos obtenidos por los nuevos profesionales era una noticia que no podía dejar de publicarse, sobre todo cuando el nuevo profesional se radicaría a ejercer su labor en su propia ciudad. Mariela Fossi, era quien redactaba las notas sociales del único diario que por entonces circulaba en la ciudad, se deleitaba escribiendo, casi una página entera con esas reseñas sociales. Veamos quienes viajaban en ese año, bien a continuar sus estudios o simplemente regresaban cargados, por lo general, de honores y galardones.

Comencemos por indicar que un grupo de jóvenes cadetes de la Armada Nacional, candidatos a oficiales de la Marina, regresaban a la Base Naval de Cartagena, después de unas cortas pero merecidas vacaciones; eran los adolescentes del momento, Luis Fernando Llach, Antonio McCormick y Jorge Trujillo, por ello, un grupo de familiares y amigos se reunieron con el ánimo de organizarles una emotiva fiesta de despedida, con lágrimas incluidas.

Algunos estudiantes universitarios de diferentes ramas del saber estaban en iguales circunstancias y se aprestaban a abandonar la ciudad para continuar con sus estudios; entre los destacados, podemos citar a la señorita Paulina Durán Martínez quien estudiaba Odontología; toda la familia se reunió para despedirla pero especialmente su hermano Virgilio, quien por ese tiempo acababa de graduarse de Ingeniero Electricista en la Universidad Industrial de Santander, por lo cual, le dedicó de manera especial, la velada de despedida. Otros, que también estaban en trance de continuar estudiando, eran los muchachos que recién habían terminado su bachillerato y viajaban a iniciar su carrera profesional, como Nicolás Rangel. Se había graduado de bachiller en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús el año anterior y recuerdo muy bien que guardaba ciertos resentimientos con algunos de sus profesores, Hermanos Cristianos que le habían hecho muy dura su transición por la institución, sin embargo, comenzaría en la Universidad Libre de la capital, sus estudios de Derecho, con los cuales se destacaría posteriormente, en su vida profesional. De igual manera, el joven Mario Villamizar, se dirigía a Bogotá a terminar sus estudios de Economía y otro jovencito que estaba a punto de culminar las asignaturas de Medicina era Germán Álvarez Entrena a quien habían despedido sus conocidos y familiares, recién comenzaba el año.

Por lo general, las despedidas dejaban tristes, tanto a quienes se iban como a quienes se quedaban; mientras unos viajaban por vía aérea, en esos viejos aviones de pistón de la época, los menos favorecidos tenían que hacerlo por carretera, en buses o taxis y para llegar a su destino debían pasar muchas horas e incomodidades, además de los constantes riesgos de accidente, que las carreteras de ese tiempo presentaban. Ese año, en particular, se presentó un desafortunado percance que involucró a unos estudiantes muy conocidos, hijos de don Luis A. Medina, quienes afortunadamente resultaron con lesiones menores al volcarse el autobús de Berlinas del Fonce, en el sitio El Picacho de la carretera a Bucaramanga, al parecer por exceso de velocidad e impericia del conductor. Humberto y Marilú Medina, fueron traslados al hospital de Bucaramanga para los chequeos y curaciones de rigor, después de los cuales pudieron continuar con su viaje y sus estudios.

Otros viajeros, éstos no tan académicos, eran protagonistas de las notas sociales de entonces; Giovanni Martín, quien fungía como gerente de los Almacenes Severini y Martín & Cía. comenzaba un periplo de orden empresarial para visitar clientes y proveedores por la Capital de la República y Medellín de donde se surtía de la más variada mercancía. Para rematar su ardua tarea, visitaba a sus otros proveedores de la Costa Atlántica y para no regresar tan cansado, aprovechaba para darse sus bañitos de agua salada en las soleadas playas de ese litoral.

Otros o más bien otras, aprovechaban las festividades del Carnaval de Barranquilla, para darse su paseo y gozar de las carnestolendas, que entonces no eran tan afamadas como hoy. Este es el caso de la Señorita Colombia de ese año de reinado, nuestra Leonor Duplat Sanjuán, quien fue invitada de honor y viajaría en compañía de su señora madre doña Virginia.

Ahora bien, mientras unos emprendían el camino de la vida e iniciaban el duro trasegar de la cotidianidad estudiantil, otros regresaban, también a comenzar un nuevo lapso de su existencia, la del ejercicio de su profesión. Vamos a mencionar solamente algunos que se asomaron a la ventaja de ese tiempo, solicitando me excusen el olvido o la omisión, aquellos que también fueron protagonistas, disculpa que debo atribuir a la falta de información o al desinterés de quienes no aparecen en las notas sociales de la época.

Con gran jolgorio acababan de recibir en el seno de la familia Méndez Contreras, el Grado de profesional en Química Farmacéutica otorgado por la Universidad de Antioquia a su hija Finlandia, situación que aprovecharon para celebrarle el cumpleaños y a la vez, ponerla al frente del negocio familiar, la Botica Táchira, de tanta tradición en la ciudad. De otra parte y de otro lugar, esta vez desde los Estados Unidos y procedente de la Universidad Notre Dame en el estado de Indiana, el gerente de la oficina local del Banco de la República, don Hermes García Baldó, se congratulaba por la obtención del Título de Ingeniero Civil que esa universidad le había conferido a su hijo Germán García Durán, quien además obtuvo las más altas calificaciones de su promoción. Su señora madre doña Francisca Durán, visiblemente emocionada el día de su arribo, le obsequió, además de su calurosa bienvenida, una cena de honor con invitación de sus más cercanas amistades.

 Buena parte de las noticias de mediados del año 64 tenían que ver con la agitación estudiantil que se venía desarrollando en la Universidad Industrial de Santander, toda vez que los alumnos que allí asistían a sus clases regulares se mantenían en constante incertidumbre por el futuro que les deparaba esta desagradable situación. El choque entre los estudiantes liderados por Jaime Arenas, en contra de las decisiones adoptadas por las directivas de la U.I.S. generó dos escenarios. Uno pasajero, que derivó en una marcha que realizó un grupo de estudiantes de esa universidad, a la capital de la República, para que se tomaran medidas que resolvieran el problema del claustro y otro, de mayor trascendencia y el cual subsisten aún hoy rezagos, que fue en nacimiento del grupo guerrillero que más adelante se autodenominó Ejército de Liberación Nacional, pues sus principales promotores fueron estudiantes de esa casa de estudios, quienes desilusionados de las políticas gubernamentales optaron por la peor de las decisiones.

Escribo esta introducción pues, por esos días, el joven Alfredo Yáñez Carvajal  se aprontaba a retomar sus estudios de Ingeniería Química, después de hacer sus años iniciales en la Universidad de los Andes, que en esa época, solamente tenía los dos primeros años autorizados y quienes querían seguir las carreras de ingeniería o bien se transferían a otra universidad de reconocido prestigio en el país o lo hacía en alguna de las universidades de la Estados Unidos con las cuales tenían convenios de intercambio. Su familia le celebró tanto la llegada como la despedida en su residencia de la calle catorce con avenida tercera. Claro que esta vez, su regreso se precipitó con la entrada en paro de sus compañeros estudiantes, pues el reinicio de clases, ese año se prolongó hasta después del mes de julio, toda vez que el alboroto se propagó por otras universidades de Bogotá, en especial en la Universidad Distrital y en Medellín, las dos universidades públicas se sumaron al paro, la de Antioquia y la de Medellín, lo cual propició en cierre indefinido de la Universidad Industrial. Pasado un tiempo prudencial, como ocurre siempre en las universidades, y habiendo mermado la temperatura del conflicto, se reanudaron las actividades académicas, el 27 de julio, dentro del más tranquilo de los ambientes hasta el próximo inconveniente, académico o social, que caldeara nuevamente los ánimos, tal como sucedería unos cuatro años más tarde.

Quienes sí venían muertos de la dicha por encontrarse nuevamente con sus familiares y amigos eran los jóvenes estudiantes Gustavo Carrillo Álvarez, alumno destacado de la Universidad Nacional en la carrera de Ingeniería Civil y el entonces presidente del Comité Estudiantil de la Universidad  INCCA de Colombia, Alberto Camilo Suárez Duarte. Se encontraron en el aeropuerto de la Capital y ambos se embarcaron en el avión de Avianca que los traería de regreso a su ciudad natal. La recepción que les hicieron en el aeropuerto Cazadero reflejaba el cariño que sus familiares les prodigaban y la alegría que les producía tenerlos de vuelta en el seno del hogar.

Dos acontecimientos que marcaron un hito en el campo de la medicina local, el primero fue la incorporación a la vida profesional del doctor Ciro Alfonso Jurado Guerrero, bachiller del Sagrado Corazón y quien había obtenido su título de Médico Cirujano en la Universidad Nacional y a quien sus padres, Abel y Rafaela, no cabían de la emoción, al ver realizado sus sueños. El segundo, una de las noticias de mayor trascendencia para el cuerpo médico, fue la apertura de su consultorio especializado en cardiología, del doctor Eduardo Leiva quien había obtenido su título de médico general en Argentina y ahora regresaba, después de cursar su especialidad en México y Francia a establecerse en la ciudad, tal como lo hizo en la Avenida segunda No. 8-30. Atendía las citas médicas en el teléfono 34-54.

Mientras esto sucedía, a otros les celebraban sus fechas notables, bien fueran éstas, cumpleaños, despedidas, bautizos, primeras comuniones o  las menos agradables, las defunciones. De estas últimas me quiero referir para registrar unas que fueron muy recordadas y que aún ahora nos llenan de tristeza. Me refiero en primer lugar, a la desaparición prematura de don José Joaquín Faillace Ch. comerciante y ganadero, miembro de una de las más tradicionales familias de la ciudad, casado con Carmenza Mejía y quien fuera trasladado de urgencia a la ciudad de Bogotá para un tratamiento que procurara corregir una alteración de su sistema circulatorio. Las honras fúnebres se realizaron en la catedral con la presencia de su viuda y sus pequeños hijos Aldo, Javier y Franco, así como la presencia de las más altas personalidades de la sociedad regional y las autoridades, quienes le ofrecieron sus sinceras condolencias. Días más tarde, el dos de junio, se registró otro fallecimiento; esta vez se trataba de don Chafik Adib, comerciante propietario del Almacén Divina, de amplia tradición en el comercio local y uno de los locales más renombrados de esta zona de frontera. Don Chafik murió de un fulminante ataque al miocardio, sin que los médicos pudieran intervenirlo. El gremio de comerciantes representados por la Fenalco, acompañaron a sus familiares, en especial a sus dos hijos, en los servicios fúnebres y el posterior traslado a su morada definitiva. Por último, en esta reseña luctuosa, se registra el fallecimiento de don Bernardino Sosa, en la ciudad de Duitama. El gremio de trasportadores urbanos de pasajeros manifestaron su tristeza y expresaron sus sentimientos de pesar, adosando al frente de sus autobuses una cinta morada como expresión de duelo, particularmente en las buses de la empresa Transurbanos Cúcuta, en razón del parentesco que el finado tenía con don Policarpo Sosa, gerente de la empresa; era su hermano.

Ya para terminar esta crónica, una despedida de gran resonancia que le hicieran a una joven universitaria, quien por esos días viajaría a terminar sus estudios en la capital de la República.  Las hermanas Rubio, Myriam y Norma, reunieron en la casa de su padre, el doctor José Antonio Rubio, en la avenida cero, a un grupo de sus más selectas amigas para agasajar a la hoy doctora Margarita Silva, quien acompañada de sus amigas Isabelita y Margarita Rosa Cabrera viajarían a reanudar sus carreras universitarias. Lágrimas y abrazos se intercambiaron al final de la jornada y cada quien con su tristeza retomó sus habituales ocupaciones.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.


viernes, 28 de junio de 2013

400.- MUERE EL GOBERNADOR, 1964


Gerardo Raynaud
 
 

Aunque no tengo plena certeza del hecho, creo que sólo ha habido un caso de fallecimiento de un gobernador en ejercicio, desde la ya larga creación del departamento, hace más de cien años. La crónica de hoy, se remonta a la época del Frente Nacional, cuando los gobernadores y alcaldes eran nombrados por sus superiores inmediatos. Recuerdo el alboroto que se formó el día de la noticia del accidente del gobernador, en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, que por ser una institución del orden departamental se veía seriamente comprometida en demostrar sus expresiones de dolor y pesadumbre. Afortunadamente, todos los protocolos señalaban que los actos serían realizados en la ciudad de Pamplona, por expresa decisión del propio gobernador, que dicho sea de paso, hubiera querido, también, trasladar la sede de la gobernación a esa, su ciudad.

Dice la Ley de Murphy “Si algo puede salir mal, saldrá mal”; Eduardo Cote Lamus, quien había sido nombrado Gobernador de Norte de Santander por el entonces presidente Guillermo León Valencia, según decreto 2492 de 1962 y posesionado de su cargo el 21 de septiembre, en la ciudad de Pamplona, había presentado renuncia protocolaria de su cargo el 22 de marzo del año 1963, sin saber qué ocurriría algunos meses más tarde. Posiblemente si esta circunstancia hubiese sido diferente y se le hubiera aceptado la dimisión, la situación, tal vez, sería otra. Pero como el destino es inalterable, el rumbo de los acontecimientos siguió su triste camino hacia los sucesos que pasaré a narrarles.

El dos de agosto, en compañía de su Secretaria de Educación, Cecilia García Bautista y otros funcionarios de la Gobernación, se habían desplazado a la Ciudad Mitrada con el objeto de asistir a unos actos de carácter oficial.

Después de los compromisos, el gobernador y su comitiva acudió a la ceremonia de bautizo de uno de los hijos de la familia Rincón Ramírez, parientes cercanos de Silvio Ramírez, su Inspector de Obras Públicas, con quien había viajado a Pamplona para efectuar algunas tareas de inspección de obras y aprovechando la oportunidad lo invitó al festejo infantil. Terminada la reunión social, decidieron regresar a la capital del departamento y a eso de las dos de la mañana, emprendieron el viaje en el carro oficial de la gobernación. El viaje transcurrió dentro de la normalidad acostumbrada; en el asiento delantero, acompañando al chofer Ramiro Acevedo, venían Silvio Ramírez y su esposa Cecilia Ayala, quien se encontraba en estado de embarazo. En el asiento trasero, tal como correspondía a su investidura, venía el gobernador en solitario, rememorando momentos de felicidad que acababa de pasar en su querida ciudad y con sus amigos de toda la vida; venía entonando las canciones que le recordaban las épocas radiantes de antaño y recitando los versos que le había dedicado a la memoria de su colega de letras y paisano, Jorge Gaitán Durán, hasta que se quedó dormido vencido por el cansancio. Posteriormente se concluiría que esa fue la circunstancia que causó su deceso, pues no había entonces, la obligación reglamentaria del uso del cinturón de seguridad, que lo hubiera protegido de tan fatídico desenlace. Atrás venían los demás carros de la comitiva y no se sabe exactamente qué sucedió cuando el primer vehículo pasaba por el corregimiento de La Garita, resultó estrellándose aparatosamente contra un árbol situado al borde de la carretera y frente al negocio La Granadina, de don Dionisio Fuentes, un personaje de gratos recuerdos en la comarca. Ante el estruendo, los habitantes del lugar se aprestaron a socorrer a los pasajeros, con la ayuda de algunos efectivos de la Policía Nacional al mando del dragoneante Eufrasio Ortega. El gobernador aún mostraba signos vitales cuando fue sacado del carro, de manera que el vehículo que venía siguiéndolo, el de la Secretaría de Educación, lo trasladó de inmediato a la Clínica de Urgencias del Hospital San Juan de Dios para proceder a las intervenciones a que hubiera lugar pero desafortunadamente los médicos de turno y las enfermeras que lo atendieron constataron que había dejado de existir al momento de su ingreso.

No obstante las circunstancias de fecha y hora, la noticia se regó como pólvora a pesar de lo precaria que eran las comunicaciones de esa época y desde las primeras horas de la mañana el cuerpo fue colocado en Cámara Ardiente en las instalaciones del Palacio de Cúpula Chata, sólo unas horas, pues sería trasladado a Pamplona cumpliéndose la voluntad expresa del finado quien había dicho de manera reiterada “Cuando yo me muera, quiero que me entierren en Pamplona”. La verdad es que a muchos tomó por sorpresa la inesperada partida del gobernante; su esposa Alicia Baraibar se encontraba de viaje, así como el obispo de la ciudad, Pablo Correa León quien tuvo que interrumpir su estancia en Bogotá para regresar y apersonarse de la situación. A las siete de la mañana el Secretario de Gobierno, Álvaro Niño Duarte, informó al pueblo el deceso del gobernador a través de la emisora Radio Internacional y el gabinete en pleno expidió los decretos de honores correspondientes. El Gobierno Nacional designó al doctor Niño como gobernador encargado, mientras se cumplían los trámites de rigor para la escogencia de quien remplazaría al fallecido.

El presidente Valencia envió un conmovedor mensaje a su viuda y sus hijos en el que hizo un alto elogio de su persona y especialmente a su gestión como gobernante. Se excusó de asistir a sus funerales, por problemas de agenda y porque entonces era bastante complicado desplazarse con facilidad a la provincia, pero delegó en sus principales ministros su representación.

Los actos fúnebres se celebraron en la iglesia catedral a partir de las once y media de la mañana y duraron varias horas mientras su pronunciaban los discursos de los principales representantes de los gobiernos nacional y departamental, así como las autoridades civiles, militares y eclesiásticas. En representación del Presidente asistieron los ministros de Gobierno y Trabajo, Aurelio Camacho Rueda y Cástor Jaramillo Arrubla; Monseñor Rafael Sarmiento Peralta fue el encargado de los oficios religiosos y finalmente una breve oración de despedida fue pronunciada por el R.P. Rafael Faría, rector de la universidad de esa ciudad. El cortejo más multitudinario que jamás se haya visto, recorrió las calles de la ciudad, hasta el cementerio del Humilladero, donde hoy descansan sus restos.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

miércoles, 26 de junio de 2013

399.- UNA MEMORIA DE LA CIUDAD…


Mario E. Mejìa Dìaz



Un pequeño esfuerzo en el archivo memorial, que nos situará en los años de la década de 1930, nos permitiría un recuerdo emotivo y agradable. Para la época Cúcuta era una ciudad que escasamente llegaba a los 60.000 habitantes y se extendía prácticamente desde la Estación Norte del Ferrocarril que daba la salida del tren a Puerto Santander, y la calle 18, en donde quedaba el Aire Libre, famosa tienda de comestibles que complementaba su comercio con una peluquería de suficiente clientela. De aquí hacia el norte, seguía un camellón que arrancaba en Puente Barco y terminaba en la Estación Sur del Ferrocarril, para dar la salida al tren que iba a La Donjuana, Totumo, en Bochalema, y llegaba hasta El Diamante. Este Camellón era el recorrido normal del tranvía que de norte a sur atravesaba la ciudad. Nuestro tren fue el primero en el país. Su gerente lo fue don Alfredo Azuero Arenas, su vicepresidente el Dr. Alberto Camilo Suárez y como secretario actuó don Jorge Enrique Barco Maldonado muy conocido por sus anteojos de un espesor tipo botella, que ocultaban su falta del ojo izquierdo, por lo cual le llamaban ‘El Tuerto’; fue el padre del ex presidente doctor Virgilio Barco Vargas.

De oriente a occidente, el poblado cubría desde Puente Espuma hasta lo que hoy es la avenida primera, pues de ahí hacia el oriente la calle l0 empalmaba con una amplia zona, mitad potrero y mitad edificios, llamado “La Pesa” o “Matadero”, en donde todas las tardes se presenciaba el espectáculo, por cierto muy concurrido, de ver la llegada de los novillos o reses que enlazados y capoteados entraban a los potreros para ser sacrificados al siguiente día, y cuya carne se vendía allí mismo. Hoy está ahí el moderno edificio de la Lotería de Cúcuta. Después del Matadero, a una prudente distancia quedaba El Rosetal, hoy Hotel Tonchalá, Estación Oriental del Ferrocarril que daba salida al tren que partía hacia el puente internacional antiguo, el construido por los notables ingenieros, Ángel Domingo Veroes y Fabio González Tavera a quien conocí muchos años después, como Profesor en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional, ya en la ciudad universitaria.

De él se cuenta que una tarde le informaron que el río Táchira había crecido en forma descomunal y sus aguas estaban pasando sobre la plataforma del recién construido puente, aún sin inaugurar, y que cuando esto supo, tomó un carro pequeño, con motor propio, que tenía en el Ferrocarril para transporte especial de sus altos empleados o para las emergencias y salió veloz para el puente. Efectivamente las aguas no dejaban ver tal plataforma y amenazaban con su furor arrastrarlo, ya que según los vecinos, estaba flaqueando por alguna de sus bases. El doctor se bajó presuroso y dijo: “si las aguas arrastran mi puente, que arrastre también a quien no supo hacerlo”, y sin pensarlo más, se adentró caminando como Moisés, sobre las aguas, a pesar de la oposición de quienes lo acompañaban, la que resultó inútil. Dizque llegó hasta cerca de la mitad y allí permaneció varias horas; empapó sus zapatos, calzones y calzoncillos, perdió sus anteojos, pero quedó como una efigie endurecida y clavada sobre el puente, hasta cuando las aguas debilitadas resolvieron perder la pelea y el ingeniero y el puente quedaron en su sitio.

Era una Cúcuta, tranquila, apacible, hermosa, fraternal, laboriosa, casi ejemplar y honrada hasta la médula. Cómo sería, que sobre el frente de una gran cantidad de casas, en plena calle se abrían como abanicos las llamadas “glorietas” que eran los sitios de descanso crepuscular de las familias que antes de comer salían a reposar, saludar y recibir el saludo de los transeúntes, generalmente conocidos, para pasar un rato más tarde a la mesa de las vitaminas, lo que al suceder ocasionaba dejar los muebles o asientos en la tal glorieta sin pensar, ni por ocurrencia ligera, que pudieran perderse. Y era cierto. Jamás alguien intentaba coger lo ajeno; antes bien, cuando llovía, el primero que pasaba no tenía ninguna dificultad en entrar al zaguán los muebles olvidados para que no se mojaran. Más o menos lo mismo que sucede ahora, con la diferencia que en nuestros tiempos se los llevan tres días antes de que llueva dizque en señal de protección.



Era la Cúcuta del tranvía, el tren que también atravesaba la ciudad y que tenía vagones llamados “mesas” en los cuales se hacían “trasteos”; de las calles empedradas y marcadas con las paralelas líneas de acero y sus correspondientes traviesas; de las alpargatas de suela y de fique; de las “pajillas” y sombreros jipijapa, cuellos de “pajarilla”, ventiladores de aspas de madera traídos de Europa, todavía hay algunos de ellos en servicio; máquinas de hacer helados con recipiente de barril de madera y con manivela, barriles de sifón a alta presión, para paseos al Zulia, al Peralonso y al Pamplonita, a la Quinta Bosch y a Corral de Piedra, gramófonos Víctor y Hudson, con discos que parecían adobes; ventas de “papelones”, “tirulies”, “lechecabras”, “arrastrados”, “cocadas de la cabrera”, mereyes, nísperos maracaiberos, chicha y pastelitos de Doña María (arriba de la Gobernación): helados la Siberia y el famoso “manjarete” que se anunciaba a viva voz por la calle, con el estribillo: “manjarete, manjarete, a centavo el tolete”; zapatos de los maestros, Pelayo, cuya propaganda de “Calzado Pelayo, el placer hecho a mano”, fue censurada y prohibida; Calzado Sánchez y otros de igual fama; baños al Pozo de El Soldado, de la Piedra, de El Ahogado, La Laja, el de San Luís, en el cual los muchachos se tiraban desde la parte más alta de la armadura de acero del puente y que a la usanza de Acapulco, repetían este espectáculo cuando les regalaban un centavo.

El Cúcuta de las tiendas El Circo y la Rosa Blanca, La Estrella, los Telares de Pedro Felipe Lara, la Flecha Roja, la tienda y dulcería el Triángulo Rojo, de Doña María de Galvis (esquina calle 10 con avenida 4) sitio de tertuliadero muy concurrido por distinguidos caballeros, la Relojería El Sol, El Canario, La Cita; de la Pensión Inglesa, el más lujoso hotel de la época, situado en la Avenida 4ª entre calles 11 y 12 donde hoy hay un aparcamiento y desde cuyos balcones hablaron ante gruesas multitudes los ‘Leopardos’, José Camacho Carreño y Silvio Villegas, integrantes de un famoso quinteto de la elocuencia oratoria junto con los doctores Augusto Ramírez Moreno, Eliseo Arango y Joaquín Hidalgo Hermida, el Hotel Europa, el Hotel Palacé, Hotel Real, Hotel Internacional, Hotel Central; los teatros Santander y Guzmán Berti cuyas veladas cinematográficas con películas mudas eran animadas sentimentalmente por las orquestas de los Maestros Fausto Pérez, Rafuchas, Eusebio y Corcito (Corzo) con melodías que hacían desgranar lágrimas sobre las mejillas sudorosas de las asistentes. La llegada del cine parlante y Sonoro, cuya primera película fue “Rey de Reyes y la segunda “Volando hacia Río de Janeiro” dio el gran “mazazo” a las orquestas de los Maestros Pérez, Rafuchas, Eusebio y Corcito y acabó con ellas. La destrucción del Teatro Guzmán Berti, fue realmente un atentado a la historia de Cúcuta pos-terremoto. En este teatro, entre otros artistas más, que en él se presentaron, actuó Libertad Lamarque. Y en el Teatro Santander dio un Concierto el mundialmente famoso Coro Ruso de los Cosacos del Don.

Tiempos de la Cúcuta de la iglesia San José, de la iglesia San Antonio, de la Capilla del Hospital, de la Capilla del Asilo, en cada una de las cuales, el Jueves Santo, se celebraba la ceremonia religiosa católica de los Monumentos; del reloj de La Torre de la Compañía del Alumbrado, hoy la Casa de la Cultura (calle 13 Avenidas 3 y 4) y que al mediodía y al caer la tarde dejaba escuchar, por medio de su complicado mecanismo de campanas, el Himno Nacional y el Ave María, en los días festivos, acontecimiento musical único en Colombia.



La Cúcuta de los paseos de los enamorados en las horas del ocaso, por la carretera y línea del ferrocarril Cúcuta -San Luís, cuyo puente en su primera mitad parecía un viaducto que las gentes transitaban con maestría de equilibrio saltando de traviesa en traviesa. Estos paseos que fueron clásicos en la ciudad, se llamaban “Lunadas”, y reunían notables grupos de la sociedad que los verificaban con frecuencia; del fútbol, de las paradas militares y de las tardes de toreo, en la plazuela de El Libertador, la cual era cercada y construida con balcones o palcos, para el efecto. Hoy es la plaza del Edificio Nacional inaugurada por el doctor Eduardo Santos, quien vestido con un espectacular sacoleva y cubilete grises, nunca antes visto en la etiqueta regional, trajo de estreno un lujoso convertible Oldsmovile rojo. La colonia italiana, encabezada por el capitán Gaetano Severini, regaló la Fuente Luminosa de forma esférica que adorna dicha plaza.

De los periódicos El Trabajo, El Combate, El Heraldito Católico, la Hojita Parroquial, Hoy y Sagitario; de los parques Mercedes Ábrego, Antonia Santos, Colón, cuya estatua de La Libertad fue obra del notable escultor de recuerdo no suficientemente agradecido, Don Olinto Marcucci, inaugurado en 1917; y el parque Santander, el más grande y hermoso, muy arborizado, iluminado al comienzo por sólo dos bombillas de 2.500 bujías, cada una de las cuales yo conservo desde hace más de 25 años, y que estaba cerrado por una verja metálica muy bella, traída de Alemania. Tenía, también, este parque una glorieta especial para las retretas que daba la Banda Municipal todos los domingos por la noche y que eran muy concurridas por gentes de todas las clases sociales, que daban la vuelta continuamente por los andenes de sus cuatro costados. Esta Banda daba cada semana en noche determinada, una Retreta en casa del gobernador de turno.

El centro de la ciudad estaba ocupado por la Casa Beckman, Casa Van Dissel, El Louvre de don Simón Meléndez, El Conde Luxemburgo de don Cayetano Hernández, el almacén de don Agustín Berti, La Casa Tito Abbo, el Café Rialto, Almacén Useche, Botica Ayala, (con su famoso Purgante Inca), Botica Estrada, Botica Alemana, Botica Ruiz, en la que fue empleado Juan Vicente Gómez, posteriormente Generalísimo y Presidente de Venezuela, la cual sigue en su sitio, la Droguería Eslava, la Casa Browell Moller, la tienda de Don Pancho Hevia, la Bomba de gasolina de Roque Abel González y Cañizares, donde hoy está Mara-Maracay y Maracaibo, y la bomba de la Avenida Segunda; la sastrería de don Julio Sánchez, y la sastrería de don Avelino Ramos. La Casa Víctor, la Heladería la Siberia. El Club del Comercio, la Casa Cural, la Imprenta Parroquial, el Cine parroquial, la tienda Benhur, la tienda el Circo, de Marcelino Véjar, el Club Deportista, la Cárcel Municipal, Mutuo Auxilio, Asilo Andressen, colegio Gremios Unidos, Templo Evangélico, Gran Logia Masónica, el Cuartel o Batallón Santander. Y hubo un hipódromo donde los caballeros de Cúcuta se daban cita para exhibir sus destrezas de equitadores y entre los cuales era notable el doctor Manuel José Cabrera, ingeniero calificado, lingüista, escritor, políglota y gran caballero. El Rialto, El Delka, la Cervecería de Cúcuta, la Casa de Mercado, con techo metálico y la cual era muy ordenada y abundante, y ocupaba toda la manzana que hoy tienen las oficinas de las Empresas Municipales, que desapareció en pavorosa conflagración en 1949. De los colegios Sagrado Corazón, de los Hermanos Cristianos, San José, de don León García-Herreros, distinguido historiador, pedagogo, escritor, lingüista, académico y gran señor; otro de un notable educador de nombre don Luís Salas.

Existía desde luego el “desnucadero” (“desnuquin room”), en lenguaje privado que lo era el barrio La Magdalena, años después trasladado a La Ínsula; su “sucursal era el bailadero King Kong, hoy Convento de Monjas de Clausura. El Cementerio Central. El Cúcuta de la aduana de la avenida Séptima cuya estructura metálica, famosa por su tamaño y belleza llegó equivocadamente a la ciudad y sirvió como símbolo de arquitectura moderna; se dice que su destino era para Calcuta, en la India; hace apenas pocos años (Administración del Alcalde Don Pauselino Camargo) desapareció y no se sabe quién la tiene. Las librerías de don Alfonso Rojas, don Luís Gabriel Castro, don Luís Uribe Acevedo, don Manuel V. Hernández. También cabe recordar la Botica Alemana, la Botica Americana de don Numa Pompilio Guerrero, primer químico farmacéutico graduado en la Universidad Nacional. La farmacia de don Roque Peñaranda, quien jugaba ajedrez en la puerta de su establecimiento, 7 de las 8 horas de trabajo diario y cuando alguien preguntaba por un medicamento le decía: “entre, fíjese si lo encuentra”.

Las inundaciones eran conocidas y temidas y hubo ocasiones en las cuales el agua del río Pamplonita llegó hasta el parque Colón. Las casas de todo este sector tenían unos parapetos o protecciones a la entrada de sus puertas para evitar la inundación por las aguas. El acueducto era sencillamente la “toma pública” y sus tanques principales estaban en la calle 17 entre 4 y 5, donde hoy está La Opinión. El agua era en el 80% de los casos, una verdadera mazamorra y había oportunidades en las cuales salían lombrices por los grifos. Las enfermedades parasitarias en niños y adultos eran el fuerte de la consulta de los médicos de la época, que eran los doctores José María Forero Cote, Jesús Mendoza Contreras, Luis E. López, Alberto Durán Durán, Félix Patiño Camargo, Rafael Lamus Girón, Miguel Roberto Gelvis, Félix Enrique Villamizar, Rodolfo Luzardo, Luis Felipe Herrera, Miguel Isaza Restrepo, Carlos Ardua Ordoñez, Pablo E. Casas, Santiago Uribe Franco, Luis U. Lozano, Roberto Gómez Parra, Epaminondas Sánchez, Agustín Becerra, Luis E. Moncada, Wilfrido Ramírez, Carlos Vera Villamizar, Gabriel Gómez, Darío Hernández Bautista, Fructuoso Calderón, Fernando Troconis, Alfonso Meisel y los bacteriólogos universitarios Luís Humberto Duplat y Jesús Cortes Velandia y también don José A. Urdaneta, quien fue el primer laboratorista “práctico”, en Cúcuta. Había dos puentes principales: El puente de San Rafael, cuya primera mitad era colgante y en la cual había que pagar, por pasar, 1 centavo por persona, 2 por animal cargado y 5 por vehículo; el otro era el puente de San Luis, ya referido.

Era esa Cúcuta hermosa y tranquila, trabajadora y honesta y en la cual circulaba como moneda colombiana el Peso llamado “fuerte’, el centavo, los 2 centavos, los 5, los 10 y los 20, hoy prácticamente desaparecidos y circulaba, también la “puya”, la ‘locha”, el “medio”, el “real” y el “fuerte” venezolano, a un precio muy por debajo del Peso colombiano. Cuando las consignaciones en los pocos bancos que había en la ciudad, se hacían casi a la “tapada” y bajo la palabra del depositante. El cajero preguntaba simplemente: “cuanto viene acá”, y la respuesta debía ser exacta a lo entregado, pues el depositante se “exponía” a que al otro día le buscaran y le llamaran la atención. Eran sólo dos Bancos: el Banco Bogotá, cuyo gerente don Jorge Soto Franco dejaba gran parte de su oficio en manos de don Carmelo Díaz Acevedo, secretario ejecutivo. El otro era el Banco Colombia, gerenciado por don Luciano Jaramillo, General de la Guerra de los Mil Días, su secretario era don Marco Antonio Muñoz Delgado.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.


martes, 25 de junio de 2013

398.- AL GANAR LA BATALLA DE CUCUTA, BOLÍVAR FUE ASCENDIDO A GENERAL


Eduardo Rozo



Batalla de Cúcuta, 199 años de historia.

La Batalla de Cúcuta es la máxima fiesta patria de los cucuteños y guarda un significado especial en la vida de Simón Bolívar y en todos los que habitamos estas tierras, liberadas del yugo español. Fue una confrontación en la que no hubo muchos muertos, hecho por el que han querido minimizarla, pero las batallas no se miden por el número de soldados caídos en combate, ni por el armamento decomisado al enemigo; se miden por la estrategia utilizada para derrotar y las consecuencias que de allí se desprenden”.

Así narró el historiador Gustavo Gómez Ardila, y secretario de la Academia de Historia de Norte de Santander, la importancia que guarda este hecho en el devenir de Cúcuta, la nación y el pueblo venezolano.

Hace 199 años se libró en la tierra fundada por Juana Rangel de Cuellar, la batalla que le abrió a Simón Bolívar el camino para liberar a Venezuela, su tierra natal.

En la confrontación participaron 500 combatientes al mando del coronel Bolívar, denominados el ejército criollo; contra 800 soldados españoles comandados por el general Ramón Correa.

Cuenta el historiador que la gesta comenzó cuando Bolívar venía realizando su campaña por el bajo Magdalena, desalojando a los españoles que pernoctaban en los pueblos.

Estando en Gamarra -Cesar-, se enteró de la presencia de tropas españolas en Ocaña.

“Desvío su curso a esta región nortesantandereana y allí organizó su ejército, afianzando el movimiento patriota. Eso ocurrió a finales de 1812 y principios de 1813. Estando en Ocaña y por medio de los correos que enviaba Mercedes Abrego, informante de los ejércitos granadinos, se enteró que el general Correa se había apoderado de Cúcuta y estaba haciendo estragos”, manifestó Gustavo Gómez Ardila.

En ese momento Bolívar partió hacia Cúcuta y el 27 de febrero de 1813 posó cerca de San Cayetano. Al día siguiente, un domingo, sorprendió  a los españoles y desplegó a sus tropas en los cerros occidentales de Cúcuta.

Cuando los invasores europeos se dieron cuenta de la presencia de las fuerzas libertadoras, poco pudieron hacer porque geográfica y estratégicamente tenían las de perder.

Los españoles fueron desplazados, y la ciudad quedó en poder de los patriotas.


Importancia de la victoria

El triunfo de Bolívar significó el principio de la libertad colombiana y venezolana y la caída del ejército español. Cúcuta era una ciudad estratégica y servía de corredor entre las tropas acantonadas en Caracas, para comunicarse con los militares que permanecían en Bogotá, con la expulsión de los soldados al mando del general Correa se perdió todo contacto y la resistencia criolla tomó auge.

El periodista Rafael Ibarra, estudioso de la vida de Bolívar, cuenta que el Libertador vivió dos meses y medio en Cúcuta luego de la victoria, en el lapso comprendido entre el 28 de febrero  y el 14 de mayo de 1813.

En ese tiempo planeó la estrategia para invadir a Venezuela y sus tropas acamparon inicialmente en el sitio conocido como plazoleta el cují, ubicada en la manzana de las calles 14 y 15 entre avenidas 4 y 5.

Cuando abandona el valle de Cúcuta, ingresa a Venezuela por San Antonio del Táchira y pasa a San Cristóbal, de ahí, va a Mérida y a Trujillo, donde dictó su decreto a muerte contra los opresores.

De esa zona parte a Valencia, y a Maracaibo, y el 6 de agosto de 1813, hace su entrada triunfal a Caracas, donde es recibido con honores y es proclamado como capitán general de los ejércitos venezolanos y recibe el título de Libertador.

“Sus palabras en ese momento fueron: Soy el hombre más glorioso de todos los imperios del mundo”, manifestó Rafael Ibarra.

Curiosidades



"La estrategia de Simón Bolívar le permitió ganar la batalla y ese fue un hecho trascendental en la vida del Libertador": Rafael Ibarra.

Durante la Batalla de Cúcuta y la estadía de Simón Bolívar en la ciudad, se dieron hechos de interés que con el paso del tiempo, han quedado en el olvido.

“La conmemoración es una oportunidad para conocer la historia de la independencia, a la que se le ha dado un tratamiento de segunda. Más, cuando se modificó el pensum en los colegios y sólo se enseña sociales, pero no se profundiza”, indicó el historiador Gustavo Gómez Ardila.

De los planteamientos expuestos por él y la investigación del periodista Rafael Ibarra, surgió la siguiente recopilación de hechos:

Cuando Bolívar partió hacia Cúcuta venía de ser derrotado en el fuerte de Puerto Cabello, como consecuencia de la traición de un soldado patriota.

De la presencia del general Ramón Correa en Cúcuta, se enteró por un correo que envió Mercedes Reyes Abrego, una costurera que vivía en el corregimiento de Urimaco y era informante del ejército granadino.

La batalla duró cuatro horas, de 9:00 de la mañana a 1:00 de la tarde. Era un día caluroso y un poblador llamado Eugenio Sosa, cargó agua desde la toma del centro de Cúcuta, para calmar la sed de las tropas patriotas.

Pese a que en las placas conmemorativas que permanecen en el monumento dicen que fueron 400 soldados al mando de Bolívar, los historiadores reseñan a 500 hombres.

Una vez el coronel Simón Bolívar ganó la batalla, fue ascendido a general y Mercedes Reyes Abrego le obsequió una casaca en hilos de oro, que portaba cada vez que entraba a un pueblo.

El general Correa y Bolívar ‘eran parientes’. Ambos, descendientes de españoles, fueron amamantados por la misma nodriza, una negra que fue buscada por los padres de cada uno, ante las dolencias físicas de sus progenitoras. Cuando crecieron se separaron porque Bolívar se fue a Europa y juró liberar a la tierra donde nació (Venezuela -1783) y Correa decidió luchar por España.

A la edad de 3 años Bolívar quedó huérfano de padre. A los 9 años, murió su mamá. A los 18 años decidió casarse con María Teresa Rodríguez y 10 meses después enviudó y juró ante el cadáver de su esposa no volverse a casar. Sin embargo, le prometió matrimonio a AnneLenoit, una francesa. Ella lo siguió hasta Mompox, donde el Libertador dijo: “Si Caracas me dio la vida, Mompox me dio la gloria”.

El matrimonio no se dio por la muerte de Bolívar, en Santa Marta.

En el monumento la Columna de Bolívar, permanece un cañón proveniente de Turbo -Antioquia-, y que fue donado como homenaje a Virgilio Barco Vargas. El cañón no fue utilizado en la batalla, puesto que solo se emplearon fusiles que eran tacados con pólvora, tiro a tiro.

Monumento en deterioro

La Columna de Bolívar, monumento que conmemora La Batalla de Cúcuta y que fue erigido en los barrios 28 de Febrero y Loma de Bolívar, al occidente de la ciudad, acusa en la actualidad estado de deterioro y según los habitantes de esas zonas de la comuna 9, las autoridades locales sólo se acuerdan que existe cuando se recuerda la fecha.

“Los materiales con que se construyó cumplieron el ciclo y se están volviendo harina. Si Simón Bolívar estuviera vivo estaría llorando de tristeza por ver como permanece el monumento”, indicó Jorge Enrique Grimaldo Suárez, líder del barrio Loma de Bolívar.

Al hacer un recorrido por el monumento, se aprecia la desidia del gobierno local y la falta de sentido de pertenencia de la ciudadanía. El panorama es de pisos y muros que se desmoronan, bancas cuyas partes metálicas son hurtadas y zonas verdes que perdieron el encanto del prado. Y cual si fuera poco, mensajes estampados sobre el espiral de ladrillo en limpio y las paredes de los alrededores.

Al consultar el secretario de cultura municipal, David Castillo, manifestó que se está trabajando con el área de infraestructura de Planeación para la recuperación.

Es de recordar que la obra fue construida por el arquitecto Juan José Yáñez Rey. El pedestal de la columna es de la autoría de Gabriel Villamizar Gómez, y la columna de piedra fue creada por artesanos de Barichara.

La Columna de Bolívar, es ícono de los barrios; y de Cúcuta como cuna de la independencia nacional.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.