Son referencias a sucesos, personajes, sitios, historias, etc. traen recuerdos o dan enseñanzas del terruño. Transportan al pasado en forma agradable y entretenida. Se trata de actualizar el escrito original y/o adicionar párrafos o fotografías de otros autores o personales para complementar la narración. La intención es entretenernos con el pasado. RECORDAR ES VIVIR!... Nota- En artículos las fotos son ilustraciones colgadas por RECOPILADOR.
PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…
PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…
TERREMOTERO -Reconocimiento, enero 2018-
Apasionantes laberintos con inspiraciones intentan hallar rutas y permiten ubicarnos en medio de inagotables cascadas, son fuentes formadas por sudores de ancestros. Seguimos las huellas, buscamos encontrar cimientos para enarbolar desprevenidos reconocimientos en los tiempos. Siempre el ayer aparece incrustado en profundos sentimientos.
Corría finales del año 2008, Gastón Bermúdez sin advertir y sin proponerlo, inicia por designios del destino la creación del portal CRONICAS DE CUCUTA. Parecen haberse alineado inspiraciones surgidas por nostalgias. Gran cúmulo de vivencias, anécdotas, costumbres y añoranzas, fueron plasmadas en lecturas distintas.
Ya jubilado de la industria petrolera venezolana, recibió mensaje que expresaba una reunión de amigos en Cúcuta. Tenía más de cuatro décadas ya establecido de forma permanente, primero en la ciudad del puente sobre el Lago y después en la cuna del Libertador. Viajó ilusionado, acudió puntual a la cita desde Caracas. Encontró un grupo contemporáneo, conformado por amigos ex-jugadores de baloncesto y ex-alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús.
La tierra cucuteña levantada desde primeras raíces plantadas, siempre acompañó todos los hijos ausentes. Cuando encontramos distantes los afectos, creemos separarnos de recuerdos. Nos llevamos al hombro baúles de abuelos, cargamos con amigos del ayer, empacamos en maleta la infancia y juventud. Muchas veces una fotografía antigua, atrapa y confirma que nunca pudimos alzar vuelo.
Entonces por aquellos días apareció publicado ´La ciudad de antaño´, parido desde generosa pluma con sentido de identidad comprometida, fue el mártir periodista Eustorgio Colmenares Baptista dejando plasmados recuerdos de finales de los 50 y años 60. Sin querer, esas letras fueron presentación inaugural de CRONICAS DE CUCUTA. Los Inolvidables sentires viajaron al modesto grupo de amigos y abrieron compuertas para afianzar arraigos de infancia. Don Eustorgio culmina la crónica con frases retumbando las memorias: “Había muchos menos avances tecnológicos a disposición de la comunidad, pero vivíamos como si nada nos faltara. Nos bastaba con vivir en Cúcuta”.
Sentires intactos, ahora plasman recuerdos en calles transitadas por niños que fuimos. Nuevamente los arraigos hacen despejar las avenidas a los rieles del antiguo ferrocarril. Nos bastaba con vivir en Cúcuta. Asoman madrugadas entre indetenibles remembranzas y añoranzas.
Sin planificar nada, Gastón compartía vía internet las crónicas del Diario La Opinión aparecidas cada ocho días en lecturas dominicales. Sin saber, creció el portal CRONICAS DE CUCUTA. Cada acontecimiento recopilado se convertía en homenaje In Memoriam para hombres y mujeres que dejaron muy alto el Valle de Guasimales. Igualmente, exalta la dignidad con reconocimiento a grandes glorias del ámbito artístico, cívico, periodístico, religioso, deportivo, cultural, social y político.
Oficialmente se convierte en PORTAL WEB el 7 de octubre 2010. En forma admirable acumula ya 1.329 recopilaciones tipo crónicas, casi todas extractadas de periódicos y publicaciones locales, libros populares, escritos nacidos de historiadores, periodistas, inéditos autores y muchos escritores del Norte de Santander. El portal permite hallar el original ADN ancestral y ubica el sentido innato de pertenencia cucuteña. Llegó un día a la vida de todos los internautas, igual como aparecen las buenas nuevas, sin avisar, sigilosamente introduciéndose en las cortezas que somos y las venas que siempre fuimos. Su creador, nunca imaginó un buscador que tocara el alma y menos tallar imborrables despertares en ávidos ojos de lectura.
Aparece ahora como paso determinante para navegar en referencias de Cúcuta. Asegura a nuevas generaciones herramientas para afianzar valores jamás perdidos. La perspectiva futura para ámbitos históricos, culturales, sociales y deportivos, harán necesario considerar el Portal como insigne buscador de consulta e informativo. Importante archivo tecnológico para infantes en colegios y escuelas. Podrá acceder directamente cualquiera a profundos arraigos allí recopilados. Casi imperativo considerarlo como salvaguarda del sentido de identidad y pertenencia.
CRONICAS DE CUCUTA se convirtió en sugestivo repaso de acontecer histórico, recopilado en 19 capítulos o clasificaciones. Portal libre, siempre abierto a todo aquel deseoso por descubrir datos históricos, biografías, nombres de grandes personajes, fechas emblemáticas, sucesos de vida social, cultural, deportiva, religiosa, artística y política. Formidable vía adentrándose en acontecimientos del siglo XVIII hasta nuestros días. Todo expedicionario oriundo se encontrará representado en cada letra, apellido, dato, foto y fecha. Todos volverán a observar las luces de la gran ciudad en medio de rutas por hallar orígenes.
CRONICAS DE CUCUTA no debe tener como destino el olvido, deberá asegurar a nietos de nuestros nietos, inquebrantables lazos surgidos de nostalgias, recuerdos y añoranzas. CRONICAS DE CUCUTA es herramienta tecnológica para demarcar el hilo conductor entre hoy y ayer. Parece luz encontrada en días oscuros, nos abre el entendimiento. Pulsar la tecla nos lleva a destinos con encuentros pasados. Valiosa información contenida en páginas adornadas con sentimientos profundos.
CRONICAS DE CUCUTA garantiza el resurgir de valores originarios que parecían adormecidos por culpa del avasallante mundo moderno. CRONICAS DE CUCUTA llegó para quedarse, igual que mares inundados por recuerdos. CRONICAS DE CUCUTA confirmó la premisa donde las nostalgias se convierten en vehículos para transportar la historia. Una enciclopedia virtual presentada por nuestras gentes con sencillo lenguaje.
Anclados quedarán por siempre nuestros sentires, intactos los arraigos, despiertas las añoranzas y vivas las costumbres intactas. Ahora aseguramos el reguardo de raíces que retoñan desde cenizas del ayer. Dios jamás declaró desértico el Valle Arcilloso, siempre fue bendecido, tampoco declarado deshabitado para la vida del hombre.
Fueron creciendo raíces en medio de cenizas y milagrosamente reverdecieron los gigantescos árboles frondosos. CRONICAS DE CUCUTA reafirma lo que somos. Seguiremos siendo aquello que siempre fuimos, nada cambió, solo algunos pañetes y varios techos distintos.
Todo estará por volver, todo por crecer y todo por llegar. Nunca estaremos solos. Cada generación hará brotar nostalgias por siempre convertidas en historias llenas de arraigos.
Nos bastaba con vivir en Cúcuta…
lunes, 23 de enero de 2012
123.- DOCTOR ERASMO MEOZ
jueves, 19 de enero de 2012
122.- RESEÑA HISTORICA DEL HOSPITAL UNIVERSITARIO ERASMO MEOZ
121.- PARQUE COLON O DE LA VICTORIA
Ubicado en el importante sector de La Playa, calles 12 y 13, avenidas 2ª y 3ª. Monumento a la Victoria. Este monumento, es uno de los más importantes de la ciudad rodeado por un frondoso bosque.
Antes del terremoto, frente al Hospital de Caridad por el lado occidental, existía una plazuela llamada “San Juan de Dios”, que luego del terremoto y por motivo del nuevo trazado de la ciudad se desplazó de su sitio original, quedando ubicada sobre terrenos de propiedad de las familias de Milcíades Caballero, Alcibíades González, Mario Fernández, los hermanos Villasmil (José Mª, Pedro Antonio, Marcos, Inés, Roberto, Eleuterio y Mª Trinidad), Santiago Bocaranda, los hermanos García-Herreros (Eduardo, Mario y Gustavo) y, Victoria y Augusto Duplat.
Años mas tardes , bajo el acuerdo 12 del 15 de julio de 1892, se dispuso la compra de varios solares, ubicados frente al hospital San Juan de Dios. Estos terrenos fueron adquiridos por el municipio mediante escrituras números 1892, 1893, 1897 de la Notaría Primera de Cúcuta, autorizada por medio del acuerdo.
Esta plazuela luego del terremoto debió llamarse “La Pola”, en honor de la mártir de la Independencia Policarpa Salavarrieta. Pero por medio del mismo acuerdo número 12 de 1892 cambió su nombre por el de Cristóbal Colón debido a que “se acerca el 12 de octubre, cuarto centenario del descubrimiento de América y que esta ciudad no le ha dedicado ninguna obra pública al ilustre varón que después de ofrendar sus desvelos a la magna obra del descubrimiento de América, sacó avante su colosal inspiración a costa de grandes sacrificios”.
A finales del siglo XIX esta plazuela solo era un lugar cubierto de cujies y maleza.
En varias ocasiones y alternando con el parque Santander, la plazuela del Libertador y el parque de El Llano, se celebraban en él las famosas corridas de toros con motivo de las fiestas julianas, que religiosamente programaba el honorable Concejo para festejar el Grito de la Independencia.
El 9 de noviembre de 1895, el General Virgilio Barco, Prefecto de la Provincia de Cúcuta en compañía de un grupo de integrantes del Batallón 21, inició los trabajos de nivelación y arborización del terreno, adecuándolo como un gran parque.
Sus árboles fueron sembrados en el año 1899 por el comandante de ese entonces Batallón Bomboná No. 15 acantonado en Cúcuta, A. R. Díaz, según se desprende de la nota enviada al honorable Concejo, en mayo 12 de 1899, donde solicita permiso para su siembra y se compromete a su mantenimiento.
El 20 de julio de 1910, al posesionarse como primer gobernador de Norte de Santander Víctor Julio Cote Bautista, se conoció el anuncio de que los comerciantes sirios establecidos en Cúcuta, encabezados por Habid Babur, Jorge Chedraui y Julio Chavela, construirían un quiosco en el parque Colón. La obra fue diseñada y realizada por el arquitecto español Clemente Palau Bergés.
Con la ayuda prestada por la ciudadanía y con aportes de la municipalidad pudo terminarse y fue inaugurado en el año 1910 siendo alcalde de la ciudad de Cúcuta Don Pedro L. Jordán.
Acercándose el 7 de agosto de 1919, primer centenario de la Batalla de Boyacá, el alcalde Ricardo Jordán y el secretario Andrés B. Fernández, dispusieron la erección de un monumento en el centro del parque para conmemorar esa efemérides.
Inicialmente contrataron con el maestro José Crisanto Ramírez la construcción de un pedestal y una columna de 13 metros de alta, de estilo corintio, coronada con un hermoso capitel, las cuales tuvieron un costo de $1012, 75.
Después le compraron al artista cucuteño Olinto Marcucci Ramírez la obra escultórica La Victoria; estatua que representa una joven con vestidura suelta al viento, con una corona de laurel en la mano izquierda y una espada en la mano derecha como exponente de la victoria, a un costo de $4175.
En el año 1919 la Gobernación del Departamento cambió el nombre de Cristóbal Colón por el Parque “La Victoria”, por medio de la ordenanza No. 19 de ese mismo año, para la “conmemoración del primer centenario de la Batalla de Boyacá, que aseguró la libertad de América del Sur”.
Inaugurado el 7 de agosto de 1919 por el gobernador del Norte de Santander en esa época, el doctor Fructuoso V. Calderón, fue construido en honor a Francisco de Paula Santander quien fue el organizador de este enfrentamiento con que se selló la Independencia de Colombia.
Lilia Forero Torrado cuya familia fue residente del Barrio La Playa en los años cincuenta y sesenta, en su niñez iba con frecuencia al parque y rememora la hermosura del Parque Colón, sembrado de abundantes árboles frutales especialmente mangos, muy buscados por los niños por lo dulce y exquisitos.
Era sitio de esparcimiento y recreo de los cucuteños, la banda municipal tocaba retretas una vez a la semana o cada quince días.
Evoca que en las tardes había un personaje muy popular, un funcionario de la Policía Nacional de apellido Torres, que cuidaba el parque y entretenía a los niños con cantos, juegos, adivinanzas y hasta payaseaba en la glorieta central.
También el policía se encargaba de bajar mangos y los repartía entre los niños con la condición de que no se treparan en los árboles ni les lanzaran piedras. ¡ Recuerdos de niñez !
Este parque queda en pleno centro académico, histórico y cultural de la ciudad. Hoy día es lugar de encuentro de artistas, ferias artesanales, festivales musicales y celebraciones especiales.
domingo, 15 de enero de 2012
120.- ESAS TOCHADAS DE AYER
En los últimos días de cada año parece como una costumbre inveterada hacer reflexiones y hasta formular promesas para el futuro. Llegadas las festividades de fin de año, nos asalta la nostalgia del pasado un tanto remoto, que en definitiva creemos fue mejor.
Y fue mejor porque tal parece que somos el resto de una generación que verdaderamente disfruto con las fiestas navideñas, gozó la alegría de la Navidad, vivió el fervor de la semana Santa, se zarandeó con los atropellos de los gobiernos de turno, gozó, oyó, cantó y bailó la buena música, estudió los clásicos antiguos, aprendió geografía e historia universal, participó con ardor en contiendas electorales de toda índole, sufrió con el amor, el candor y la feminidad de las damas, amó con pasión inocente a las inocentes nenas, le llevó románticas serenatas y les escribió poemas de amor.
Es una verdadera lástima, para mí una tragedia, que todo haya acabado: las buenas fiestas navideñas en casa, que se prolongaban hasta el otro día, con música de Guillermo Buitrago, tamales, buñuelos, pasteles, chicha, masato, chirrincho y tapetusa.
Y aquellas apuestas de aguinaldos, que se hacían con la amiga, la amigovia o con la novia o con la chica pretendida, a la pajita en boca, al si y al no, al dar y no recibir, al tiento con el grito de alerta "! Pao-pao!"; o, cuando la paloma ya caía, al beso robado y a que comiera más cabuya.
La puesta de aguinaldos era un juego navideño entre dos, en el que se apostaba un regalo.
Por ejemplo, a la Pajita en Boca consistía en tener una pajita en la boca cuando se apareciera por sorpresa el contendor y la solicitara.
Al Si y al No era una apuesta en que el contendor escogía el "si" y al otro el "no". El juego consistía en responder siempre "si" o "no", respectivamente, a cualquier cosa que preguntara la contraparte.
Al Dar y No Recibir consistía en no recibir nada al contendor.
Al Tiento era una apuesta que consistía en sorprender y darle una palmada al contendor por la espalda, al grito de "! Pao-pao!".
Al Beso Robado era o una apuesta que consistía en sorprender y besar en la cara o, si se dejaba o si se podía, en la boca a la contendora, que casi siempre se hacía la sorprendida. Juzguen ustedes quién ganaba y quien perdía.
Al que Coma Más Cabuya era una apuesta que se hacía con la novia o pretendida. Cada uno tomaba una punta de un hilo y empezaba a "comer" hasta quedar boca con boca y! zuaz!, el beso. En la práctica ganaba los dos porque era un motivo para besarse, en aquel mundo un tanto mojigato. Pero en la apuesta ganaba el que "comiera" más cabuya. Adivinen quien se esmeraba en comer más.
Ya nadie recuerda las novenas bailables en las casas de familia, que muchas veces se prolongaban hasta el amanecer para empatar con la misa de aguinaldos.
Ya no hay pesebres con musgo y lama traídos de la montaña, en un paseo que se organizaba para el 15 de diciembre, en el que no podía faltar la traída del chamizo de Navidad, que luego se adornaba con envoltorios de algodón, juguetitos de plástico recogidos en la piñata, cajitas que simulaban regalos y bolitas brillantes multicolores.
Ya no llaman las campanas a la misa de aguinaldo, ni se oyen los villancicos en las iglesias, ni se ven los pastores, ni los gitanos que con sus dulces y hasta adormiladas voces los interpretaban en aquellas misas.
Ya no se ven las comparsas de disfrazados con los Reyes Magos de los diablos con las vejigas de toro, con las que correteaban a las muchachas al grito de "! Diablo, diablo!".
Se acabó el bullicio de la pólvora, el colorido de las bengalas, las martinicas, los salta pericos, los triquitraques, el correr de las vacas de candela y el rodar de las bolas de candela, con las que jugábamos un fútbol extraño y atrevido por las calles de la ciudad, el noche de diciembre, después de la novena.
Ya no se ven la banda de música y los voladores que alegraba la fiesta cada día de la novena a las seis de la tarde, para llamar a la novena y a la procesión, y a las cuatro de la mañana, para llamar a la misa y a la hora suprema de la elevación.
Gracioso el espectáculo de cada día en este sublime momento de la elevación. La banda de música, ubicada en la puerta de la Iglesia, se disponía a interpretar el himno nacional. En ese momento se prendía fuego a la recámara de pólvora. Volaban totes por todos lados, los intérpretes de los instrumentos corrían, la gente se espantaba y, en el momento de mayor recogimiento, sólo del cura oficiante era el único que permanecía incólume con la hostia en alto mientras los demás corrían despavoridos en una estampida desbocada.
Se acabaron los amasijos de la abuela, las mantecadas, las colaciones, los tamales, las hayacas, los buñuelos, la natilla, el majarete, el dulce de lechosa, los pasteles y el masato, con ese sabor tan especial que él le ponía la nona para celebrar la Navidad.
Se acabaron los huevos chimbos y los dulces importados del Salón Blanco, el café aromático de la Araña de Oro, los remolinos de viento frente al almacén Tony, quien levantaba las faldas de rotonda de las chicas por aquellos diciembres, los adornos navideños de La Flecha Roja, los abarrotes decembrinos de la tienda El Tequendama.
¿Con todo ello, me van a decir que vivimos un mundo mejor? Ustedes, amigos lectores jóvenes y amigos lectores extranjeros de estas tierras, no conocieron lo que fueron la buena fiesta de Navidad que se pasaban en Cúcuta.
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
119.- HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS DE CUCUTA
El antiguo Hospital San Juan de Dios, hoy Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero, guarda en su estructura los primeros indicios de salud en Norte de Santander. Allí se gestaron los primeros datos sobre la cirugía en el departamento y se convirtió en epicentro de la medicina por más de 100 años.
Este antiguo edificio situado en la avenida 2 entre calles 12 y 13, frente al parque de La Victoria más conocido como el parque Colón, fue el centro hospitalario más importante de la ciudad.
Miles de pacientes acudieron allí para encontrar mejoría en sus problemas de salud. Venían personas de todas las condiciones sociales y económicas, del departamento y del país entero.
El 3 de octubre de 1803, el Rey de las Españas Carlos IV, por Real Cédula expedida en el Palacio de San Lorenzo, firma la Real Cédula por medio de la cual se decreta la fundación del Hospital San Juan de Dios de Cúcuta, y otorga algunos privilegios, al Instituto cuya creación se llama pedido al Soberano Peninsular.
Fue don Pedro Medinueta el Virrey de la Nueva Granada, quien hizo la solicitud de la “fundación” de un Hospital en la Villa de San José de Cúcuta, en el virreinato de la Nueva Granada y solicitaba la expedición del 15 por ciento de sus fondos.
El Hospital se fundó con la donación hecha por don Manuel Antonio Fernández, y en Cédula Real se aprecia que la fundación del Hospital debía ser atendida por religiosas de San Juan de Dios, dotada de dos enfermerías separadas. Una para hombres y otra para mujeres, de ocho o más camas, una sala de convalecencia, una Capilla inmediata con “Sagrario y Capellán”, dotada con $200 mensuales.
Fue nombrado Albacea don José Jerónimo de Tovar, y se destinó a favor de esa fundación el noveno y medio por ciento de los diezmos de las jurisdicciones de las dos referidas ciudades de Pamplona y Salazar de las Palmas.
Pudiéramos decir, que la verdadera fundación del Hospital San Juan de Dios, en la Villa de San José de Cúcuta, fue labor meritoria como queda dicho, de don Manuel Antonio Fernández de Novoa, vecino generoso y altruista de Cúcuta, natural de España y muerto en San José de Cúcuta, el 24 de octubre de 1788. Este generoso señor fue quien donó los suficientes bienes de fortuna para el sostenimiento del Hospital. En principio se le llamó "Hospital Real" y el primero de junio de 1802 se le entregó a la comunidad de los Hermanos de San Juan de Dios.
Su construcción se terminó en el siglo XVIII y empezó a funcionar en los primeros años del siglo XIX, bajo la dirección de los hermanos hospitalarios de la orden de San Juan de Dios. Desde entonces funcionó de forma ininterrumpida, hasta el 18 de mayo de 1875, cuando el terremoto destruyó a la ciudad en su totalidad.
PENURIA ECONOMICA DEL HOSPITAL.
Parece que este centro asistencial de beneficio comunitario, de tan hondo sentido humano y cristiano, toda la vida estuvo “enfermo” económicamente desde su primitiva fundación.
El 26 de febrero del año 1871, ante la penuria económica del hospital, el Dr. Antonio Urquinaona, Síndico del Hospital, después de haber solucionado más de un contratiempo para mantener los servicios hospitalarios y prestar atención a los pobres, una y otra contrariedad, para allegar recursos ante la miseria y crisis que atravesaba el Hospital San Juan de Dios, logra presentar una función teatral a beneficio, poniendo en escena “DEUDAS DE LA HONRA”, del comediógrafo español don Gaspar Núñez de Arce.
Reparto Teatral. La distribución de los personajes, fue la siguiente:
ANA— Señora doña Mercedes R. de Villasmil.
Petra— Señorita Dolores Villamizar.
Don Andrés— señor don Manuel J. Martey.
Don Juan— señor Juan Villasmil.
Don Felipe— señor don Juan Luciani.
También se puso en escena, la jocosa y chispeante comedia “ELLA ES EL” de don Juan Bretón de Herreros.
Precios. Entrada general: tres reales. Palco, dos pesos cada uno. Las boletas se distribuyeron dos días antes de la función, desde las ocho de la mañana; los puestos en escaños (prestados a las escuelas públicas), valían un real.
Las boletas las vendía el mismo señor don Pedro Villasmil, quien a la vez desempeñaba los puestos de distribuidor de palcos y el de consulta para lo que se ofreciese.
No se permitía sacar los asientos sino al día siguiente de la función. Es de notar el sentido de colaboración de las gentes, la función constituyó todo un éxito, fue tanta la resonancia y aceptación del público asistente a la primera presentación teatral a beneficio del hospital, que los improvisados artistas se vieron obligados a repetir funciones, entre sábado y domingo siguientes, y el doctor Urquinaona, obligado a complacer al público cucuteño, que según el historiador, no se quedó nadie en sus casas, sin asistir a las funciones y así contribuir y colaborar al beneficio del hospital.
La Prensa. Los periódicos que circularon en aquellos días, semanarios como “La Prensa”, “El Diario del Comercio”, llenaron los espacios y columnas en varias ediciones, aplaudiendo a los artistas y la forma como respondió el público cucuteño a solucionar la pobreza del hospital.
Asimismo facilitando al doctor Urquinaona, por la ejecución de las funciones en beneficio del Santo Asilo, que tenía a su cargo y cuya organización en el correr de los años, la corona de su inmortalidad y gratitud en el corazón de los cucuteños.
CONOCIENDO AL DR. URQUINAONA
El Dr. Antonio José Urquinaona Bracho, quien nació en La Cañada, Estado Zulia, Venezuela, en 1823 obtiene el título de Doctor en Derecho Civil en 1854. En 1860 el Dr. Antonio José Urquinaona, jurista, catedrático y filántropo, además de Venerable Maestro de la Logia Regeneradores Nº 15 de Maracaibo para el momento, toma el propósito de crear un asilo de mendigos en Maracaibo.
Logra entonces el 25 de enero de aquel año que el Concejo Municipal de Maracaibo cediera la Casa Nº 32 conocida como La Garita (situada en la Avenida 5 Urdaneta entre calles 94 Carabobo y 95 Venezuela) para establecer la institución propuesta.
Meses después, y tras sortear varios escollos, el 5 de agosto de 1860, fue inaugurada en Maracaibo la Casa de Beneficencia, considerada como la primera institución establecida en Venezuela y Suramérica destinada a la caridad social.
Ese mismo año, la Logia obtuvo del gobierno nacional el permiso para importar, instalar y explotar la primera máquina productora de hielo que existió en Venezuela, obteniendo un monopolio por tres años para llevarla a cabo. La renta proporcionada por esta fábrica de hielo permitió el financiamiento inicial de la Casa de Beneficencia junto con las donaciones particulares de filántropos.
El 5 de diciembre de 1865, el Dr. Urquinaona, alejado de Maracaibo por razones políticas y en vista del crecimiento de la institución, decide crear una Sociedad de Beneficencia que se dedicara exclusivamente a la administración y dirección de la casa. Dicha sociedad se instaló el 1 de enero de 1866, y recibió de la logia masónica la suma de 16.000 pesos como fondo para su sostenimiento, siendo conformada por seis miembros de la Logia y otros seis que éstos elegirían.
Ese mismo año la Casa de Beneficencia se trasladó a la antigua sede de la Cárcel Pública, contigua al Hospital de Caridad, fusionándose luego ambas instituciones bajo el nombre de Casa de Beneficencia y Hospital Anexo (actual Hospital Central Dr. Urquinaona en Maracaibo). La antigua sede será ocupada años después por la Sociedad “Mutuo Auxilio”. Luego por esas razones políticas mencionadas decide residenciarse en Cúcuta y fue cuando se relacionó con el Hospital San Juan de Dios. En 1872 muere en Cúcuta el Dr. Urquinaona.
INFRAESTRUCTURA.
El Hospital San Juan de Dios quedó totalmente destruido por el Terremoto de Cúcuta de 1875.
Posteriormente fue reconstruido en 1877, con una capacidad para 28 camas, para lo que se recibieron entre los aportes 1000 libras esterlinas enviadas por la Reina Victoria de Inglaterra.
Su reconstrucción se pudo finalizar gracias a las donaciones que se recogieron en Londres para las víctimas del terremoto.
En las década de 1880 y 1890, la ciudad se estaba levantando de los estragos causados por el fuerte sismo cuando llegaron las epidemias, la más mortífera de la época fue la fiebre amarilla que dejó cerca de 3.000 víctimas.
Con el paso de los años el Hospital fue aumentando su capacidad y fue modernizándose.
El Progreso de la medicina en Cúcuta en los últimos 60 años ha sido realmente espectacular. Actualmente Cúcuta recibe de manera constante importantes corrientes turísticas en busca de salud, lo que ha contribuido para que la ciudad disponga de buenos y modernos servicios en este campo, destacándose el Hospital Erasmo Meoz, Las Clínicas San José, Norte, Santa Ana, San Antonio, Santa Mónica, Los Andes, Los Samanes, La del Niño, La Oftalmológica Peñaranda, la Integral de Salud Oral, La de la Piel, y la Cancerológica.
A partir de 1993 albergó la Secretaría de Salud Departamental, luego al reubicar esta entidad, en 1998 se destinó para sede la de la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero, para lo cual la edificación debió ser restaurada plenamente y reinaugurada en el año 2000, después de haber sido declarada Monumento Nacional y en consecuencia Patrimonio Arquitectónico e Histórico de los colombianos.
Es un lugar hermoso de espacios amplios, claros, luminosos de múltiples servicios, salas de exposición, salones de conferencias, patios para espectáculos. Es sede del archivo departamental, biblioteca y hemeroteca pública. En la actualidad funciona en él la Biblioteca Julio Pérez Ferrero.
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
.
viernes, 13 de enero de 2012
118.- ESQUINAS CUCUTEÑAS
Muchas esquinas de nuestra ciudad fueron punto de referencia cuando Cúcuta era pequeña y apacible, además eran sitios escogidos para tertulias por sus habitantes o Centro de Actividades Mercantiles.
Como recordar es vivir, vamos a refrescar la memoria con los nombres de las más famosas, es bueno si advertir que la mayoría de ellas han desaparecido para dar paso al modernismo.
“La Bomba Cúcuta” que contaba con un garaje-parqueadero todo techado para favorecer a sus clientes.
Los extranjeros que tenían sus negocios en el centro de la ciudad, especialmente italianos y una que otra familia de abolengo se alimentaba en el “Palacé”.
Siendo centro de importancia para el comercio con Maracaibo “La Aduana” tenía sus oficinas en una de las mejores casonas.
“La Víctor” con su enorme perro y victrola todo transeúnte se detenía a observarlo, se le acomodaron chistes como el de buscar un empleado para sacar el animal a hacer pipí.
Los escolares y padres de familia sabían que en la “Rosa Blanca” conseguían los enseres necesarios para el estudio.
Los chóferes tenían su “Punta Brava”, lugar por el cual no podía pasar una dama por cuanto la desnudaban con la mirada, además allí se sabía la vida y obra de medio Cúcuta con pelos y señales “todas estas a lo largo de la Calle 10”.
En la Calle 11 podemos citar a “Benhur” sitio muy visitado por los empleados bancarios, a veces se aglomeraba la gente que salía de cine del Teatro Santander.
Al frente el “Club Comercio” en el cual la Sociedad terminó que se utilizaba para designar a los de la alta alcurnia y adinerados, celebraban fastuosas fiestas que les servía de programa a las mujeres de clase media y noveleros que se prendía de las amplias ventanas para admirar los vestidos de última moda y oír hasta tarde la música de la orquesta que allí actuaba.
Los domingos había programa antes de asistir a la misa principal o de 11, en el “Café Comercio”.
La calle 9a se distinguía por el “Palacio” que le trae buenos recuerdos a la patota de vagos que allí día y noche durante mucho tiempo descueraron a los cucuteños, algunos de ellos son hoy figuras importantes de la política.
Se puso de moda la rockola y sus adeptos se dedicaban a librar en el “Cordovés”, “Rojo y Negro” o “Bola Roja”.
Si se quería el más rico dulce de platico o cortados, arrastrados y toronjas se visitaba a doña Rita en “La Cita”.
Los amantes del juego se reunían en “El Casino Berti” en las noches para el bingo; contaba además con un comedor para atender a sus clientes para no abandonaran el local.
La pequeña industria se hizo notoria por la “Estrella” que fabricaba jabones, pastas alimenticias y velas para la exportación a los municipios.
Era común el dicho o refrán medirle el aceite cuando a una persona le herían con arma filosa y por eso sobresalió “El Palenque” que contaba además con su personaje típico que era el enano “Tirso” con su caja de embolar casi tan grande como él.
Al calor de los tragos y las rancheras se formaba grescas fenomenales en “La Lucha”.
Las amas de casa salían de apuros, cuando cosían y bordaban, en “Puerto Berrío” pues allí se encontraba desde un botón hasta el adorno más caro.
Los pícaros le temían a la “Cárcel Municipal” cuando eran recogidos en la Lora.
Los que trabajaban en las petroleras al llegar a Cúcuta se reunían en “El Ciclón”.
Los agentes viajeros y turistas se encontraban como en su casa en “Hotel Europa” y en el Internacional”.
Los estudiantes visitaban con frecuencia la esquina de “La Coja Delia”.
Otras esquinas muy conocidas. Puerto Arturo-Tequendama-La Roca-El Lago-El Relámpago-La Victoria-Bola Roja-El Campín-Buenos Aires-Polo Norte-Los Alpes.
Si usted vivió en el Cúcuta de antaño, espero que esta remembranza lo haya transportado a tiempos gratos que muchas veces nos hacen suspirar y decir que todo pasado fue mejor, aunque la juventud diga lo contrario.
martes, 10 de enero de 2012
117.- DIAS DE TONY
Hecha con las manos cariñosas de la madre. Y así muchos días de todos los días en ese conjugar de la juventud. Nacida en esa Cúcuta que ya no es la Cúcuta de hoy.
domingo, 8 de enero de 2012
116.- GUSTAVO ROJAS PEREZ
Nació en tierras pamplonesas el 5 de marzo 1935. Cargaba en la billetera la Tarjeta de Periodista No. 029, expedida por el Ministerio de Educación Nacional.
-El 7 de junio de 1956, cuatro jóvenes ilusos, pero orgullosos de vestir la camiseta roja y negra, los colores de Norte de Santander, se alinearon en el Parque San Francisco de Bucaramanga, para emprender la odisea de enfrentar la orografía, las planicies y los terrenos quebrados de la geografía colombiana (…), reseñó el 13 de agosto de 2006 en el artículo ‘Pedalazos de 50 años’.
Douglas Superlano, de Cúcuta; Guillermo Rivera, de Bochalema; Gustavo Rojas Pérez, de Pamplona, y Hernando ‘Tribilín’ Barbosa, de Ocaña, se aventuraron en la Vuelta a Colombia. Rojas volvió en otras tres oportunidades.
Al devolver el tiempo para referenciar su recorrido como comunicador, salta a la vista que inició muy joven en oficios relacionados. En los periódicos ‘Sagitario’ y ‘Hoy’ laboró como ayudante de linotipista.
Ligia Echeverría, antigua propietaria del desaparecido Diario La Frontera recordó la vinculación del muchacho pamplonés, de 12 años, quien aprendió a levantar textos en tipo suelto.
“Parra tomó a Gustavo como un hijo. Lo empezó a formar. Le pagó el estudio porque vio que era inteligente y vivo”, dijo ayer la señora Echeverría desde el lecho de enferma.
Entristecida por el súbito fallecimiento de quien ‘consideró su mano derecha’ en el periódico conservador, relató el proceso de aprendizaje que le permitió a Rojas Pérez dar el salto a la redacción.
“Parra vio la aptitud de Gustavo quien tenía el deseo de aprender periodismo. Entonces, lo primero que hizo fue enseñarle a escribir en máquina”.
Luego, según los detalles que se le vinieron a la cabeza, el entonces director lo instruyó en lo relacionado con la redacción de noticias, la ética y la orientación de las informaciones. También aprendió lo relacionado con la fotografía.
“Yo le decía todero”, destacó Ligia Echeverría sobre las capacidades de Gustavo Rojas, quien fuera redactor, jefe de redacción y director encargado del diario que funcionó en la calle 14 entre avenidas tercera y cuarta, de Cúcuta.
El trajinar por los caminos de la comunicación social lo llevaron a desempeñarse como corresponsal de El Espectador, en Norte de Santander.
En la radio, manejó en la Voz de La Gran Colombia, en el noticiero ‘El Tribunal del Pueblo’.
Estuvo al frente de la Secretaría de Prensa de la Alcaldía de Cúcuta durante la administración de José Gélvez Albarracín.
En el campo gremial, se afilió al Colegio Nacional de Periodistas, seccional Norte de Santander, del cual fue presidente, y estuvo vinculado al antiguo Cicrodeportes, reveló Eduardo Jaimes, quien hoy emitirá una reciente entrevista.
El 24 de abril del 2000, Gustavo Rojas Pérez entró a hacer parte de la planta de periodistas de La Opinión.
Cubrió hechos relacionados con las áreas judicial, económica y política, al igual que noticias referentes a Cúcuta y Norte de Santander.
El sábado 27 de noviembre 2010 quedó marcado como el último día de brega periodística de Rojas Pérez, quien el domingo 28 de noviembre en la mañana, a los 75 años, dejó de existir.
En la página segunda consignó las noticias locales tituladas: “Faltan 242 artículos para aprobar”, “Viceministro viene a Cúcuta” y “Presentaron programa Policía Cívica Juvenil en el AMC de Cúcuta”.
Intempestivamente, Rojas Pérez se enfermó en la madrugada del domingo. Recibió atención en la clínica Santa Ana. Como al regresar a la casa, su estado empeoró, los familiares lo volvieron a llevar al médico, pero no pudieron salvarlo.
Le sobreviven su esposa Marta Cecilia Garavito y sus hijos Gustavo, Jhon, Ivonne y Marta a quien inculcó el amor por la reportería gráfica.
Los compañeros del periódico quedaron compungidos con la desaparición del veterano periodista. “Estaba donde el matasanos”, les dijo jocosamente el 27 de noviembre, mostrándoles la bolsa de medicamentos. Esa noche se le vio salir sonriente y hasta ayudó a desconectar las luces del pesebre de la sala de redacción.
En vida se le hizo reconocimiento a su buen desempeño cotidiano en el manejo de la información.
Gustavo Rojas fue un periodista de tiempo completo. Estuvo en todas las áreas de su oficio, sin caer en posturas de envanecimiento, sin incurrir en actos reprochables y sin hacerle concesión a las presiones de quienes les interesa más la distorsión o la tergiversación que la verdad.
La carrera periodística de Gustavo Rojas dejó huellas en Diario de l,a Frontera, la que fuera su casa paterna del oficio. Allí se formó y allí refrendó su vocación y su idoneidad día tras día. Lo hizo también en el radioperiódico El Tribunal del Pueblo, en la Voz de la Gran Colombia bajo la batuta de José Neira Rey, en El Espectador, diario del cual fue su corresponsal en Cúcuta. Finalmente se vinculó a La Opinión con el mismo talante que aplicó a la búsqueda de la clave de los hechos que eran noticia y tras los cuales se movía con la dedicación de un apasionado lúcido.
En Gustavo Rojas habrá que apreciar su fidelidad a la sencillez y a la autenticidad, la trasparencia en su relación con las fuentes, su disciplina en el cumplimiento de los compromisos y su acatamiento a los principios esenciales del periodismo.
Y hay que destacar también en Gustavo Rojas su sensibilidad por lo regional. Tenía conocimiento de los asuntos esenciales de Norte de Santander. Le dolían sus desgreños y sus frustraciones.
Es cierto que “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es es el morir”, pero duele la partida de las personas que debieran seguir trazando rumbos.