Gerardo
Raynaud
1964.- Subcampeonato. Parados de izquierda a
derecha: Heriberto Solís, Carlos Zas, Victor Pignarelli, J. Gómez y Julio
Brucessi. Hincados en el mismo orden: Gilberto “palomo” Ramírez, Germán
“Burrito” González, José Omar Verdun, Elías “El Maestrito” Rincón y Walter
“Cata” Roque.
Para los verdaderos aficionados al fútbol e hinchas del
doblemente glorioso equipo local, la primera satisfacción y digamos, la única
del siglo XX, sucedió finalizando el año 64.
El encanto suscitado en la época de ‘El Dorado’ del
fútbol colombiano, durante la primera mitad del siglo XX, cuando nuestros
equipos se daban el lujo de adquirir los mejores jugadores del cono sur,
especialmente aquellos que habían logrado ganar los campeonatos mundiales
iniciales, en particular los jugadores uruguayos, quienes fueron los primeros
en hacerse famosos, a costa de la famosa copa Jules Rimet, le dio el primer
impulso al balompié nacional.
El Cúcuta Deportivo, a pesar de haber contratado, en sus comienzos, un grupo de
jugadores que militó en el equipo campeón del mundo, nunca logró destacarse
como uno de los punteros, quedando ubicado entre el conjunto de los de
media tabla.
Esta ha sido una constante que se ha repetido a lo
largo de los años y eventualmente han surgido situaciones que se han apartado
de la realidad como sucedió en el año arriba citado, cuando estuvo a punto de
obtener su primera estrella.
Vamos a repasar cuando el Cúcuta logró el primero y
único subcampeonato del fútbol colombiano y a darle una revisión somera a lo
acontecido durante el torneo de 1964, visto por los ojos de los cronistas
locales.
Los personajes que dirigían el equipo eran:
presidente, Enrique Lara Hernández; y como exitoso director técnico, el
reconocido Pancho Villegas.
El instructor, además de recordado por haber llevado al
equipo, casi, a ganar el campeonato, era asediado por los jóvenes solteros de
la época, quienes trataban de ganarse su amistad para quedar bien ante su hija
adolescente, una hermosa rubia que atraía las miradas hasta de los más
distraídos.
Lástima que el embeleso haya durado poco. Don Pancho
fue contratado al año siguiente por el Deportivo Cali, ciudad en la que
se radicó, dejando a más de un atrevido jovenzuelo con las ganas de echarle el
brazo a la bella hija del entrenador.
Los cronistas deportivos aseguraron que el mejor equipo
visto en la gramilla del General Santander, fue el conjunto paulista Guaraní,
que jugó un amistoso, días antes de comenzar el rentado.
El visitante le ganó difícilmente al equipo local 2-1,
porque solamente terminando el tiempo reglamentario, el delantero Berico logró
el gol del triunfo. Por el Cúcuta, Carlos Zunnino había marcado el primer gol y
el empate, obra de Américo, piloto central del equipo de la visita.
La mejor jugada del año corrió por cuenta del delantero
que militaba con nuestro equipo: Carlos Zuninno. El veterano artillero motilón
hizo una de esas jugadas ‘de antología’ ante el Deportivo Cali en la novena
fecha de la primera vuelta –esto cuando se jugaba un solo campeonato de todos
contra todos a lo largo del año, como sucede en todas las ligas europeas-,
faltando dos minutos para finalizar el cotejo.
Zuninno recibió el esférico por el ala derecha, pasó la
pelota por sobre la humanidad del defensa Gallegos, de palomita como se dice en
el argot futbolero, haciéndoles la misma jugada a Joaquín Sánchez, a Rossi y al
arquero Bruno, quien no tuvo más opción que agarrarlo de las piernas para
detenerlo y aún así, cayéndose, alcanzó a cabecear el balón, enviándolo
lentamente al arco desguarnecido para que Núñez empujara la pelota que ya se
introducía en la portería rival.
Fue tan alabada la acción de Zuninno que inclusive, las
noticias trascendieron a los medios del cono sur y lo compararon con un gol
similar que Vicente de la Mata, un extraordinario jugador gaucho de
Independiente más conocido por el apodo de Capote, le hiciera al River Plate en
1939 y que aún permanecía en la memoria de los fanáticos.
En cuanto al mejor gol, los cronistas deportivos
locales estuvieron de acuerdo en reconocer el que hiciera Gilberto ‘el Palomo’
Ramírez, al América de Cali en el partido de la última vuelta del 64.
Este gol se produjo cuando ‘El Palomo’ recibió un
profundo pase del ´Culebro’ Rojas, superando la cerrada defensa que había
planteado el equipo rival y engañando a los zagueros y al portero Riquelme,
quien cubría el ángulo derecho del arco, para rematar inteligentemente al
rincón contrario; aunque Riquelme trató, tardíamente, de enmendar el error con una
majestuosa estirada, nada pudo hacer, entrando velozmente el balón a las
piolas.
De los jugadores visitantes, el premio al más destacado
se lo adjudicaron al brasilero Antonio Cassiano, en la primera presentación del
Deportivo Cali, por su actuación de grandes méritos. En esa ocasión se
convirtió en el dolor de cabeza de los defensas cucuteños.
Se desplazó por la cancha con personalidad y maestría,
demostrando un extraordinario dominio de la pelota, precisión en sus pases,
rapidez en el juego y mejor concepción de las tácticas del fútbol.
Por otro lado, como mejor jugador del equipo local, se
coronó al uruguayo Julio Artigas Brucessi, referente del conjunto durante el
tiempo que permaneció en el grupo de jugadores y todo por su actitud aguerrida,
porque luchó con armas leales en todo momento y porque se crecía cuando el
marcador resultaba adverso. En resumidas cuentas Brucessi era el émbolo y a la
vez el escudo que requería el Cúcuta, cuando la ocasión así lo ameritaba.
En la evaluación que se hacía todos los años sobre el
desempeño de equipos y jugadores que transitaban por el General Santander, no
podía faltar el reconocimiento al mejor arquero.
En esta ocasión, la distinción recayó sobre un
joven argentino que militaba en las filas del Deportes Tolima y que asombró a
la afición por su increíble labor frente a la artillería cucuteña; se trata de
Oscar Fontán, un promisorio jugador contratado ese año por el equipo de Ibagué
y que en más de una ocasión, lo salvó de goleadas inmisericordes, como lo
sucedido a comienzos de diciembre, cuando entró a reemplazar al famoso
‘Manolín’ Pacheco en el arco tolimense y quien con sus espectaculares y seguras
estiradas evitó, por lo menos, seis goles cantados. Terminado el campeonato se
hicieron algunos contactos para tratar de vincularlo al equipo local, pero por
razones financieras y técnicas no se llegó a ningún acuerdo.
Y para terminar, solo faltaba incluir en el
abanico de premios a los árbitros, esos elementos vilipendiados e
insultados, sin consideración, en todos los encuentros.
Luego de analizar los distintos personajes del pito que
se presentaron para controlar las acciones de las contiendas realizadas en
nuestro estadio, el mejor librado fue el silbato extranjero y posteriormente
nacionalizado, Mario Canessa.
Se argumentó, que había sido quien más partidos había
dirigido en la ciudad y que en sus decisiones había demostrado dar cátedra de
buen arbitraje así como de tener una gran visión sobre las jugadas y de ser
estricto en sus decisiones.
A comienzos del año siguiente y en un reportaje
relámpago que le hicieran al presidente Enrique Lara sobre lo que debía
esperarse del equipo para el año 65, la principal respuesta fue la de que se
iba a reforzar el equipo con jugadores que le colaboraran al goleador del
torneo, el charrúa Omar Verdún y por ello se pensó en varios jugadores, entre
ellos a su paisano Américo Montanini que jugaba con el Bucaramanga y quien no
manifestó interés en radicarse en la ciudad.
De igual forma, se supo de la salida del entrenador
Pancho Villegas, así mismo que uno de los candidatos más opcionados era Luis
Alberto ‘El Marciano’ Miloc, quien había sido jugador del Cúcuta y quien tenía
ascendiente sobre sus compatriotas uruguayos, pero no se logró acuerdo alguno,
de manera que las cosas siguieron igual y el equipo apenas pudo cumplir al año
siguiente con sus compromisos sin llegar a destacarse entre los lugares de
privilegio en la tabla de posiciones.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.