Eduardo Rozo
(La Opinión)
La infancia de los modelo 64 fue sana, no teníamos
redes sociales y el WhatsApp era cuando mi mamá salía a la puerta de la casa y
a grito entero decía: pa’ dentro. La frase era clara e indiscutible, a la
segunda vez venía acompañada con el cable de la plancha. El respeto era
inmenso.
Recordando este hecho jocoso, Édgar Mojica Ojeda, conocido como
el payaso ‘Torombolo’, contó las aventuras de una vida dedicada a hacer reír a
los semejantes junto con su esposa y sus tres hijos, quienes también se pintan
y usan trajes coloridos para avivar las enseñanzas del artista.
Su mamá Miriam Ojeda, y su papá Otoniel Mojica,
forjaron su personalidad y de ellos adquirió los valores que nutrieron su
esencia.
‘Torombolo’ es natural de Bucaramanga y en la capital
de Santander descubrió su pasión por el oficio. “A los 9 años empecé a pintarme pero
fue a los 12 cuando me gané mi primer pago por un show. Recuerdo
que el único programa que veía, en blanco y negro, era Animalandia y de ahí
copiaba entradas cómicas”.
El pago lo consiguió haciéndoles una función a más de
100 niños que iban a hacer la primera comunión. “Era acólito y el padre me
prestó un salón, cobré 50 centavos por persona y ese día me di cuenta de que
había nacido para hacer reír”.
En Bucaramanga se
hizo payaso, pero fue en Cúcuta donde consolidó su oficio. Hace 29 años, con lo del pasaje y una pequeña maleta,
viajó a la frontera y pagó una residencia cerca de la terminal. Al día
siguiente, luego de haber dormido compartiendo el ventilador con el cuarto de
al lado, salió a guerrear en la calle con 100 pesos; con 50 compró un tinto y
con lo que quedó tomó un bus para San Antonio, estado Táchira (Venezuela).
Al llegar se pintó y vistió de payaso, se transformó en
‘Torombolo’, se subió en un bus para San Cristóbal y le dio pánico, por primera
vez en años de espectáculos. “Eché una carreta y me bajé con una bolsa llena de
billetes y de monedas y así transcurrió mi vida por tres meses”.
Para el artista,
maquillarse es un ritual a la hora de encarnar a ‘Torombolo’.
La novatada
Un error de novato
en el país vecino le significó a ‘Torombolo’ tres días de cárcel. La causa:
cruzó la alcabala vestido de payaso, la guardia lo tomó como un delito y a la
celda.
Allí se encontró con vendedores que lo conocían y
también estaban tras las rejas, ellos le dieron comida por los tres días, pues
de lo contrario debía comer espaguetis blancos y con apariencia desagradable,
que era lo que proporcionaba la guardia venezolana.
Al salir de este capítulo amargo en su vida como
payaso, dejó los buses y su siguiente escenario fue Las Cascadas en El Malecón
de Cúcuta.
Allí hacía
sus shows los domingos y al finalizar pasaba el sombrero.
Además, vendía narices de colores que elaboraba con pimpones; bailarines,
marionetas y lápices que pintaba de rojo y decoraba con escarcha.
Una vida de risas
“A la dueña de la
cartera la conocí en una feria artesanal en el parque Colón (hoy plaza
Victoria). Estaba vendiendo
muñecos y haciendo una presentación. Ella estaba con dos sobrinas y en el
público llamaba la atención por su belleza. Subí a una de las niñas a la tarima
y ese fue el gancho”.
Al compañero de ‘Torombolo’ también le gustó y de
avispado le pidió el número y la dirección, con tan mala suerte de que el
papelito se le cayó y ‘Torombolo’ lo recogió.
Al día siguiente fue a visitar a Sonia Rodríguez Ortega
y ella se quedó asombrada al verlo sin maquillaje y como la química fue mutua,
salieron a comer helado. A los ocho días se hicieron novios, a los tres meses
se casaron y “el resultado de la vuelta son tres hermosos hijos”.
Un quinteto cómico
Al año y medio de haberse casado en la iglesia del
barrio Claret de Cúcuta, a ‘Torombolo’ le salieron dos piñatas y su risueño asistente
se enfermó.
Su esposa le dijo
que ella se sabía las entradas cómicas y se pintó. “Sabía que frente al público le iba a dar pánico, en
el carro iba fría y se rompió el hielo buscándole el nombre de payasa, le decía
‘morcillita’ y justo cuando así la iba a presentar dijo ‘Chupetica’”.
Como pareja cómica duraron 23 años y ahora su esposa
dejó de ponerse los trajes para diseñarlos y confeccionarlos. Además, es quien
maneja la parte organizacional y logística del negocio.
De sus hijos, el primero en pintarse fue Jonathan, a
los 8 años. Se puso ‘Torombolito’ en homenaje a su papá y “el primer show fue
espectacular. Ese día me dije, este chino tiene el gen”.
‘El dúo ‘Torombolo’
y ‘Torombolito’ disfruta llevando alegría a los barrios.
En el oficio de payaso Jonathan encontró su pasión por
el periodismo. Asistía al programa de televisión que ‘Torombolo’ tenía en Tu
Kanal y con el paso de los años estudió comunicación social, carrera de la que
está por graduarse.
A él le siguió la
mayor de las hijas de ‘Torombolo’, Kelly Johanna, de 25 años y conocida como
‘Bomboncito’, una mujer con una personalidad arrolladora.
La más pequeña de la casa, Daniela Valentina, creció
viendo payasos y el día que nació, el 16 de diciembre, su papá salió de un show
corriendo para la clínica y la primera imagen de la bebé al abrir los ojos fue
la de su padre maquillado.
Juntos, la
familia Mojica Rodríguez, son el perfecto quinteto del humor. En Cúcuta gozan
del reconocimiento del público y con agradecimiento ‘Torombolo’ le hace una
venia a los centenares de personas que han disfrutado del espectáculo.
La sencillez es una de sus virtudes y con agrado les
agradece a quienes le han dado oportunidades, entre ellos alcaldes,
gobernadores y a la actual gestora social, Cecilia Soler.
“Me gano la vida a punta de risas y las enseñanzas son
invaluables. Los cucuteños son agradecidos y lo más satisfactorio es poder
dejarles a mis hijos un legado. Desde el primer día que se vistieron les puse
reglas y ahora caminan solos, siendo personas valiosas para la sociedad”.
Recopilado
por. Gastón Bermúdez V.