PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

TERREMOTERO -Reconocimiento, enero 2018-

Apasionantes laberintos con inspiraciones intentan hallar rutas y permiten ubicarnos en medio de inagotables cascadas, son fuentes formadas por sudores de ancestros. Seguimos las huellas, buscamos encontrar cimientos para enarbolar desprevenidos reconocimientos en los tiempos. Siempre el ayer aparece incrustado en profundos sentimientos.

Corría finales del año 2008, Gastón Bermúdez sin advertir y sin proponerlo, inicia por designios del destino la creación del portal CRONICAS DE CUCUTA. Parecen haberse alineado inspiraciones surgidas por nostalgias. Gran cúmulo de vivencias, anécdotas, costumbres y añoranzas, fueron plasmadas en lecturas distintas.

Ya jubilado de la industria petrolera venezolana, recibió mensaje que expresaba una reunión de amigos en Cúcuta. Tenía más de cuatro décadas ya establecido de forma permanente, primero en la ciudad del puente sobre el Lago y después en la cuna del Libertador. Viajó ilusionado, acudió puntual a la cita desde Caracas. Encontró un grupo contemporáneo, conformado por amigos ex-jugadores de baloncesto y ex-alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús.

La tierra cucuteña levantada desde primeras raíces plantadas, siempre acompañó todos los hijos ausentes. Cuando encontramos distantes los afectos, creemos separarnos de recuerdos. Nos llevamos al hombro baúles de abuelos, cargamos con amigos del ayer, empacamos en maleta la infancia y juventud. Muchas veces una fotografía antigua, atrapa y confirma que nunca pudimos alzar vuelo.

Entonces por aquellos días apareció publicado ´La ciudad de antaño´, parido desde generosa pluma con sentido de identidad comprometida, fue el mártir periodista Eustorgio Colmenares Baptista dejando plasmados recuerdos de finales de los 50 y años 60. Sin querer, esas letras fueron presentación inaugural de CRONICAS DE CUCUTA. Los Inolvidables sentires viajaron al modesto grupo de amigos y abrieron compuertas para afianzar arraigos de infancia. Don Eustorgio culmina la crónica con frases retumbando las memorias: “Había muchos menos avances tecnológicos a disposición de la comunidad, pero vivíamos como si nada nos faltara. Nos bastaba con vivir en Cúcuta”.

Sentires intactos, ahora plasman recuerdos en calles transitadas por niños que fuimos. Nuevamente los arraigos hacen despejar las avenidas a los rieles del antiguo ferrocarril. Nos bastaba con vivir en Cúcuta. Asoman madrugadas entre indetenibles remembranzas y añoranzas.

Sin planificar nada, Gastón compartía vía internet las crónicas del Diario La Opinión aparecidas cada ocho días en lecturas dominicales. Sin saber, creció el portal CRONICAS DE CUCUTA. Cada acontecimiento recopilado se convertía en homenaje In Memoriam para hombres y mujeres que dejaron muy alto el Valle de Guasimales. Igualmente, exalta la dignidad con reconocimiento a grandes glorias del ámbito artístico, cívico, periodístico, religioso, deportivo, cultural, social y político.

Oficialmente se convierte en PORTAL WEB el 7 de octubre 2010. En forma admirable acumula ya 1.329 recopilaciones tipo crónicas, casi todas extractadas de periódicos y publicaciones locales, libros populares, escritos nacidos de historiadores, periodistas, inéditos autores y muchos escritores del Norte de Santander. El portal permite hallar el original ADN ancestral y ubica el sentido innato de pertenencia cucuteña. Llegó un día a la vida de todos los internautas, igual como aparecen las buenas nuevas, sin avisar, sigilosamente introduciéndose en las cortezas que somos y las venas que siempre fuimos. Su creador, nunca imaginó un buscador que tocara el alma y menos tallar imborrables despertares en ávidos ojos de lectura.

Aparece ahora como paso determinante para navegar en referencias de Cúcuta. Asegura a nuevas generaciones herramientas para afianzar valores jamás perdidos. La perspectiva futura para ámbitos históricos, culturales, sociales y deportivos, harán necesario considerar el Portal como insigne buscador de consulta e informativo. Importante archivo tecnológico para infantes en colegios y escuelas. Podrá acceder directamente cualquiera a profundos arraigos allí recopilados. Casi imperativo considerarlo como salvaguarda del sentido de identidad y pertenencia.

CRONICAS DE CUCUTA se convirtió en sugestivo repaso de acontecer histórico, recopilado en 19 capítulos o clasificaciones. Portal libre, siempre abierto a todo aquel deseoso por descubrir datos históricos, biografías, nombres de grandes personajes, fechas emblemáticas, sucesos de vida social, cultural, deportiva, religiosa, artística y política. Formidable vía adentrándose en acontecimientos del siglo XVIII hasta nuestros días. Todo expedicionario oriundo se encontrará representado en cada letra, apellido, dato, foto y fecha. Todos volverán a observar las luces de la gran ciudad en medio de rutas por hallar orígenes.

CRONICAS DE CUCUTA no debe tener como destino el olvido, deberá asegurar a nietos de nuestros nietos, inquebrantables lazos surgidos de nostalgias, recuerdos y añoranzas. CRONICAS DE CUCUTA es herramienta tecnológica para demarcar el hilo conductor entre hoy y ayer. Parece luz encontrada en días oscuros, nos abre el entendimiento. Pulsar la tecla nos lleva a destinos con encuentros pasados. Valiosa información contenida en páginas adornadas con sentimientos profundos.

CRONICAS DE CUCUTA garantiza el resurgir de valores originarios que parecían adormecidos por culpa del avasallante mundo moderno. CRONICAS DE CUCUTA llegó para quedarse, igual que mares inundados por recuerdos. CRONICAS DE CUCUTA confirmó la premisa donde las nostalgias se convierten en vehículos para transportar la historia. Una enciclopedia virtual presentada por nuestras gentes con sencillo lenguaje.

Anclados quedarán por siempre nuestros sentires, intactos los arraigos, despiertas las añoranzas y vivas las costumbres intactas. Ahora aseguramos el reguardo de raíces que retoñan desde cenizas del ayer. Dios jamás declaró desértico el Valle Arcilloso, siempre fue bendecido, tampoco declarado deshabitado para la vida del hombre.

Fueron creciendo raíces en medio de cenizas y milagrosamente reverdecieron los gigantescos árboles frondosos. CRONICAS DE CUCUTA reafirma lo que somos. Seguiremos siendo aquello que siempre fuimos, nada cambió, solo algunos pañetes y varios techos distintos.

Todo estará por volver, todo por crecer y todo por llegar. Nunca estaremos solos. Cada generación hará brotar nostalgias por siempre convertidas en historias llenas de arraigos.

Nos bastaba con vivir en Cúcuta…

sábado, 31 de octubre de 2020

1775.- EL VICEPRESIDENTE DE LA GRAN COLOMBIA


Pilar Moreno de Ángel (Imágenes)



General Francisco de Paula Santander 

La labor del general Santander después de la batalla de Boyacá, como vicepresidente de Cundinamarca primero, y luego de Colombia (incluidas Venezuela y Ecuador), fue inconmensurable, mucho más tratándose de un joven General de 27 años, novel e inexperto en el manejo de los asuntos públicos, pero que gracias a sus aprovechamientos jurídicos en su época de colegial supo dirigir con acierto y con brío el naciente Estado.

Ha sido lugar común en los escritores políticos enemigos de Santander el reprocharle, a título de baldón, la ejecución de los 38 prisioneros realistas capturados después de la jornada de Boyacá. Ese acto al parecer de crueldad innecesaria, fue precisamente el que le posibilitó gobernar efectivamente en un país donde las masas populares eran indiferentes a las nuevas ideas revolucionarias independentistas, y en donde la alta clase social, en un elevado porcentaje, simpatizaba abiertamente con la monarquía española, como ocurría en Santafé de Bogotá, donde del reciente gobierno republicano se hizo un rey de burlas.

Nadie quería obedecer a las nuevas autoridades, mucho menos contribuir con ellas. Por la experiencia reciente de la Primera República, los chapetones y los hacendados criollos cundiboyacenses consideraban que esta nueva República era otra hoja más al viento del tormentoso torbellino político, efímera y sin porvenir. Por ello inundaban de rumores la ciudad, hablando de la nueva reconquista española y de la formación de focos de resistencia realista en las afueras de la ciudad y en el mismo Monserrate.

Después del fusilamiento del general José María Barreiro y de sus compañeros, otra fue la tonada; ya nadie en las calles de la capital añoró la presencia de los virreyes ni de los oidores.

Boyacá apenas abrió la Nueva Granada a los independentistas en una porción de su territorio, sólo en su parte central, pues el norte y todo el sur continuaron bajo la esfera del poder realista. Y he aquí precisamente la grandeza de Santander, sus altas cualidades no sólo como estadista sino como administrador y organizador: gracias a su diligencia para conseguir y obtener recursos pecuniarios y humanos con qué auxiliar los diversos frentes de guerra, se logró en poco tiempo la unificación en torno a su gobierno de la Nueva Granada primero, y después la independencia de Venezuela, Ecuador y parte del Perú.

Ello fue posible porque como ecónomo de guerra desde la retaguardia, Santander levantó ejércitos con sus vituallas, armas y dinero para enviar masivamente a todos los frentes de batalla.

Ese hombre egoísta y leguleyo se las sabía arreglar para convertir el caos en disciplina y la miseria en posibilidades; ese hombre gris creó una nación de la nada, erigiendo las bases de la democracia y del Estado de Derecho.

El país que obtuvieron las tropas independientes; las y el que recibió Santander al ocupar Santafé, era un remedo de país, afectado de ignorancia generalizada, arruinado y presa del desgobierno, donde las viejas instituciones jurídico-políticas del sistema monárquico aún calaban profundo en las mentes y en los corazones de la mayoría de la población.

Se imponía en aquel momento una ardua labor ideológica, tendiente a permear los sentimientos realistas, arraigados en las masas por más de tres siglos de dominio.

Era necesario imponer nuevas concepciones institucionales y políticas, otras ideas y formas de gobierno, y a esta titánica misión se consagró Santander. Su ­ fin primordial era el de culturizar al pueblo en las bases de civilidad y en el imperio de la democracia, y para ello se valió de la instrucción pública, como medio acertado para integrar una vieja sociedad a una nueva forma de Estado.

A través del maestro de escuela, Santander pudo transformar ideológicamente la concepción de un pueblo de sentimiento monarquista, iniciándolo en el culto a las libertades individuales y sociales, y en el sistema representativo. Los frutos no se hicieron esperar mucho, pues a poco la joven Nación estuvo provista de literatos y políticos, de abogados y oradores, de una intelectualidad con muy poco parangón en la América de su tiempo.

Santander estableció la vida civil en la República, en un país convertido hasta su gestión en un inmenso cuartel desde los lejanos sucesos del 20 de julio de 1810. Gracias a su labor, la conciencia política de la nación colombiana se cimentó en el civilismo democrático que aún alienta a las nuevas generaciones; hoy Colombia continúa como una de las naciones que menos regímenes militares ha presenciado a lo largo de su historia.

Sin la dirección de Santander, militar jurisconsulto, soldado con educación y vocación civil, los gobiernos colombianos hubieran sido como los del resto de repúblicas centro y suramericanas después de su rompimiento con España, prebendas de una oligarquía militar y cesarista.

El culto al que se consagró Santander no fue al de la gloria mentirosa de la guerra, ni al pesado fardo de la riqueza, sino al de la ley como garantía de vida social, base del Estado de Derecho. Hasta un espíritu conservador como el de Silvio Villegas no deja de reconocer este mérito de Santander a quien se le debe nuestro dibujo civil y se le puede llamar Padre de la República.

Resalta en Santander, por encima de sus debilidades y pecadillos de hombre, sus ansias por delinear las pautas para el efectivo implantamiento del Estado de Derecho. Consagrado a este ­ fin, armado de la paciencia de un tallador genial, fue puliendo las anárquicas aristas del absolutismo primero y del militarismo independentista después, en la conciencia social granadina.

El tino político y civilista de Santander lo podemos comprender a partir de 1830, cuando la llamada Gran Colombia se disolvió definitivamente y cada una de las secciones que la integraban tomaron el rumbo propio de sus destinos (como diría Milton Puentes, Colombia ingresando a la universidad, Venezuela entrando al cuartel y Ecuador internándose en el convento).

Gracias a la ilustración de Santander en las ciencias políticas, el Estado colombiano ha sido, a lo largo de su historia, civilista y de Derecho. En la ­figura de Santander encarnó la libertad en el orden jurídico.

Es conocida la anécdota sobre la visita que un antiguo compañero de armas de la campaña del Casanare efectuara al joven vicepresidente de Colombia en su propio despacho de gobierno, encontrando abierta la Constitución sobre un sable desenvainado, hecho que el magistrado le explicara con estos términos: Significa que la espada de los libertadores tiene que estar, de ahora en adelante, sometida a las leyes de la República.

Santander seguía ­ fiel a lo que había expresado en su proclama del 2 de diciembre de 1821, al promulgar la Carta de Cúcuta: “Las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad”.

Sin embargo, esta actitud de sumisión y respeto a la ley, que tanto ha dado que escribir y que causó tanta desavenencia política, fueron comprendidas y respetadas por muy pocos militares de la guerra de independencia.
Las fracciones políticas, las camarillas que sucedieron el implantamiento de la República, dividieron la opinión política en dos.

Un sector de la sociedad colombiana, embriagado por los laureles del triunfo revolucionario y carentes de conciencia política civilista, desconocedores del incipiente Estado de Derecho, que por entonces apuntalaban con dificultad un equipo de juristas granadinos, hizo blanco de sus odios y críticas a la ­ figura del general Santander, vicepresidente de la nueva República.

Casi toda la casta militar venezolana lo combatió políticamente, al lado de los sectores latifundistas granadinos, haciéndolo responsable de todos los descalabros de la naciente economía y de la milicia colombiana.

Quienes no pudieron derrotarlo jamás en el campo de las leyes y de la política, ni en sus relaciones con el Congreso, tuvieron que acudir a la intriga, a la calumnia y a la maledicencia públicas.

Santander se distanció de Bolívar por los manejos poco ortodoxos que éste hacía del poder y de la política. Las tendencias militaristas de Bolívar y de sus seguidores fueron combatidas por los civilistas granadinos que hicieron de Santander su líder, procurando por todos los medios el restablecimiento pleno del orden constitucional y legal de la República.

Los bolivarianos, por el contrario, simpatizantes de las facultades extraordinarias del Ejecutivo y, sobre todo, de las conferidas a Bolívar, vieron un serio peligro en el hombre de la Constitución y de las leyes, procediendo por todos los medios a derrocarlo políticamente. Fue así como se le implicó en la conspiración septembrina de 1828.

Le siguieron un juicio, que constituyó el paradigma de la violación al debido proceso, modelo de alteración o de desaparición de pruebas, y se le sentenció a muerte. Gracias a las gestiones de los granadinos y de la jerarquía eclesiástica, esta pena le fue conmutada por prisión y destierro.

Santander se exilió en Europa y Norteamérica, donde gozó del reconocimiento y admiración de sus estadistas y de sus prohombres.


Tomado de la página de la red cultural del Banco de la República.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.


jueves, 29 de octubre de 2020

1774.- CUENTO DEL DR. LUIS ALEJANDRO BUSTOS


Luis Alejandro Bustos Soto  (Imágenes)



Mi querido Juan:

A mi edad a veces pienso en lo que me hubiera gustado hacer en contra de lo que la caprichosa vida me obligó a hacer. Si de verdad libremente, y libremente en el sentido más amplio, hubiera escogido sensatamente el ocio, únicamente habría sido futbolista, cocinero, escritor y acaso músico y además cantante de música mexicana y de salsa.

Jamás habría pasado la vida detrás de memoriales y juzgados y rodeado de tinterillos enredadores formados para torcer procesos interpretando la ley de modo sospechoso y delincuencial. Pero la vida hace un camino y tercamente nos obliga a seguirlo sin permitirnos hacer observaciones ni mucho menos desviarlo.

Sin embargo y a pesar de todo he hecho algunas cosas que resultaron gratificantes y que guardo en el morral con afecto. Debo advertir que muchas de ellas ocurrieron gracias a mi indudable buena fortuna y no por mis merecimientos. Tuve y tengo por ejemplo unos amigos que me quisieron y me quieren sin que yo haya aportado mucho para ello. Unos y otros son simplemente generosos.

Pues bien, mi querido Juan, cuánto me hubiera gustado escribir a mi manera cuentos sobre mis experiencias y nunca lo tomé en serio. Ahora y por un momento voy a retomar esa idea y le voy a contar un cuento que llevo desde siempre.

Resulta que descubrí que soy hispanólo – se dirá así de los que quieren a España y sus manifestaciones políticas, culturales – y además me encanta serlo. Si, la España y la hispanidad las llevo desde siempre y le voy a contar como.

Resulta que 1952 o 53, da lo mismo, me encontró acabando los ciclos de los colegios de doña Trina y de las señoritas Cortés y por supuesto con la necesidad de entrar a estudiar en un colegio de grandes.

Mi pueblo, el mejor de todos, debía tener 40 o 50.000 habitantes, 3 o 4 parroquias, algunos parques, y un par de barrios de tolerancia que atendían las necesidades de los señores decentes de la ciudad y de la frontera, y un colegio de bachillerato. Es decir, era una ciudad con toda la barba.

La urbe la manejaban entre todos bajo la dirección del padre Jordán, una especie de arzobispo medioeval que no tenía el morado solideo, que ejercía el poder político y administrativo regional y que además cuando el tiempo se lo permitía el poder espiritual, todos porque los lugareños lo reconocían como amigo de Laureano. Todos entre ellos mi padre, por supuesto con el jefe a la cabeza resolvieron adelantar gestiones para traer a la ciudad una comunidad, católica naturalmente, que impartiera educación moderna como lo exigían los nuevos tiempos.

Así se encontraron con la congregación de los escolapios que además tenían colegios en Bogotá y Medellín y estaban dando buenos resultados. Así y como por arte de magia aparecieron unos españoles con negra sotana y negra capa, clérigos casi todos, unos nacionalistas y otros republicanos, que venían a encargarse de la educación de niños y jóvenes de la ciudad y que manejaban un extraño idioma español que hasta entonces había sido exclusivo de López Lucas y de Monturiol.

De cabeza me metieron al Colegio Calasanz y pronto empezaron las clases en un edificio en donde antes estuvo la cervecería. Mi profesor era el padre Miguel, rollizo y rubicundo, ansioso para no llamarlo cascarrabias, que trataba con relativo éxito ser amable con sus alumnos y a quien todos considerábamos como un buen docente.

Como debió ocurrir en todos los otros colegios de la zona, el primer día de clase se entregó a todos los alumnos la lista de los libros. Pues no. A nosotros no y punto. A nosotros se nos entregó un libro gordo compuesto por partes de cada una de una materia del curso. Es decir, la primera correspondía a lenguaje, el segundo a historia, geografía, matemáticas etc. Y de contera se nos dio un libro que serviría para la clase de lectura: una edición escolar del Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

La Enciclopedia parecía maravillosa y aparte de su contenido tenía la ventaja de que al colegio solo llevaba un libro, así fuera más pesado y mi mamá no tenía que recoger textos por todas partes. Pero no todo era encanto. Los curas como solíamos decirle con alguna clase de descaro, no tenían idea ni conocimiento del país donde había recalado y la enciclopedia se refería a la historia y a la geografía española y no hacía mención alguna sobre las colombianas. Pero como los españoles somos así y se obedece, pero no se cumple, echaron por la calle del medio y empezaron olímpicamente a dictar clase de historia y de geografía españolas haciendo caso omiso de lo nuestro.

Desde luego esto nunca me pareció muy grave porque además como al mejor estilo tomista guarda el orden y el orden te guardará a ti, conocí primero a los reyes de Castilla y de Aragón que a Bolívar o Santander y me informé primero de la longitud del Guadalquivir o del Ebro que del Magdalena.

Fue mi primer encuentro con la que llamábamos la Madre Patria y dentro de mi lógica de mi niño mi aprendida condición religiosa empecé a disfrutar de las más deliciosas y heroicas historias. Le voy a contar sin ninguna clase de rigor histórico lo que me contaron en las aulas y lo que recogí en las tertulias que mis profesores amablemente generaban.

El cuento empieza por allá en año 200 a. C. cuando aparecieron los romanos en lo que más tarde resolvimos llamar la Hispania Romana y que duraron en la península por ocho siglos. En la colonia no solamente asentaron sus costumbres y su legislación, sino que permitieron que los lugareños hablaran a partir de su latín una jerigonza que terminó siendo nuestro golpeado idioma castellano. Pero además se dedicaron a establecer villas y ciudades y a realizar caminos, acueductos y toda clase de obras monumentales. Tan contentos estaban en la provincia que un montón de gente importante de la metrópoli se vino a vivir aquí y aquí nacieron dos muchachos que pronto serían emperadores romanos: Adriano y Trajano.

En el siglo tercero (más o menos) los germanos resolvieron hostigarlos y nuestra hispania empezó un proceso de debilitamiento de las ciudades y con ello de las instituciones.

Un poco más adelante, a principio del cuatrocientos, seguramente cansados por el acoso de los suevos y otras tribus autorizaron a sus aliados los visigodos para aposentarse en el norte y para que expulsaran a los invasores. Aquellos y ellos encabezados por Roerik resolvieron que lo más conveniente era irse a vivir al territorio vecino y así cruzaron los pirineos.

Pero como quien se va de Sevilla pierde su silla, la caída del Imperio Romano y otras circunstancias facilitaron a los visigodos quedarse en la casa de sus generosos anfitriones. Fundaron algunas ciudades y convirtieron a Toloza en su capital.

Convivieron más o menos pací­ficamente hasta los ochocientos con la salvedad de que un siglo después y durante un siglo, sus parientes los ostrogodos les arrebataron el poder. Quiero confesarle que no tuve mayor información sobre la actividad de los visigodos en España, pero quedé encantado con los nombres de sus reyes, Ataúlfo, Sigerico, Teodorico, Turismundo, Teudiselo, Atanagildo, Leovigildo entre otros.

Pero llegó el siglo octavo y muy temprano, en el 711 los árabes (árabes, sirios y bereberes de religión musulmana) resolvieron invadir a Hispania y por supuesto entraron por el estrecho de Gibraltar. Relativamente cerca el invasor, las fuerzas del Califato Omeya comandadas por un general de nombre impronunciable derrotaron a las fuerzas godas en la batalla de Guadalete en una victoria tan contundente que significó el ­ final del Estado visigodo en la península.

Nota.- Artículo completo ESPAÑA, UN CUENTO QUE LLEVO DESDE SIEMPRE… por Luis Alejandro Bustos Soto, La Opinión, suplemento cultural Imágenes, domingo 22 de marzo de 2020.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

martes, 27 de octubre de 2020

1773.- UNA TARDE DE TERTULIA EN EL 42


Gerardo Raynaud  (La Opinión)

En los primeros años de la década de los cuarenta, las noticias que se comentaban en la apacible Cúcuta, giraban en torno a la guerra que se libraba en el viejo continente. Sin embargo, los sucesos nacionales o regionales seguían siendo del interés del común de los mortales residentes de la ciudad y para ello, lo más interesante se comentaba en los salones de los grandes cafés que para el momento eran los sitios donde, digamos que la población culta, se reunía.

Esos lugares de reunión eran más bien tertuliaderos, donde se convocaban para hablar, durante horas, alrededor de un tinto y un vaso de agua, razón para que muchos de éstos tuvieran que cerrar ante la inminente quiebra, debido a los pocos ingresos que esta tan agradable actividad le generaba al negocio. Así fueron desapareciendo el Rialto, el Astoria, años más tarde, el Centenario, el Cordobés y la Araña de Oro de la avenida quinta.

Para esta ocasión, en la crónica vamos a reproducir una tarde de tertulia en alguno de los sitios de moda de 1942.

Reunido con algunos de sus amigos y colegas, el doctor Pablo E. Casas, reconocido médico cucuteño de la época, iniciaba sus comentarios haciendo referencia a las novedades que se venían produciendo en la recientemente inaugurada cárcel de Cúcuta. “… fui médico durante algún tiempo de los penados en el viejo y antihigiénico edificio, y nuestra observación diaria, por aquellos contornos,  nos enseñó que en la dirección de ese establecimiento  predominaba el empirismo, seres olvidados de la sociedad, en promiscuidad inmunda, sin higiene, sin ningún consuelo espiritual y sin ninguna comodidad material, más parecido a una manada de cerdos que un conglomerado humano”, y agregaba que hacía falta allí un hombre que estuviera dotado de cultura, con una mejor comprensión de los problemas sociales y que enfocara las actividades de ese centro de reclusión hacia las actividades que verdaderamente sirvieran para transformar al recluso en personas de bien para la sociedad.

Con esta introducción, el doctor Casas pretendía ilustrar a sus contertulios sobre la novedad que constituía para la ciudad la apertura de una nueva cárcel, el traslado de sus internos, pero más importante aún, el nombramiento y las actividades emprendidas por el nuevo director, Luis Alberto Villalobos, de quien afirmaba con orgullo, era “un hombre cultivado en la lectura de libros instructivos, conocedor de la psicología del hombre desde niño, y de sentimientos cristianos” y por estas mismas razones comprendió que a los castigados había que llevarles, junto con el sustento del cuerpo, el alimento espiritual, base de una mejor resignación en la larga y dura prueba del presidio.

El nuevo director, le explicaba el doctor Casas a su audiencia,  estableció allí una biblioteca, programó conferencias culturales  y espectáculos selectos que estuvieran al alcance de los recluidos, abrió una escuela para alfabetizar, pues la mayoría  era analfabeta, promovió el deporte e intensificó los talleres para que pudieran rendirle culto al trabajo y de paso, ayudar económicamente a sus familiares y por último, vinculó a un grupo de sacerdotes y comunidades para que darles el aliento espiritual y moralizador que requerían para superar su adversidades.

Después del receso inspirador que producía un agradable sorbo de café, el doctor Casas remataba que su experiencia como médico legista le había demostrado que la mayoría de los convictos era gente ignorante, sin ninguna instrucción ni formación moral, todo ello resultado del descuido en que se ha tenido al campesino que no ha sido educado en estas materias cuando niño y que por lo menos, se les dé estas luces ahora que sufren en el presidio las consecuencias injustas de su ignorancia.

Después de algunos comentarios, todos favorables a la labor del nuevo director, cambiaron de tema para enfocarse en el profundo análisis que ameritaba la actual situación económica de la ciudad, toda vez que ese día se había dado a conocer el informe mensual que la Cámara de Comercio remitió al Ministerio de Fomento, como era la costumbre impuesta por las normas de antaño.

El primer argumento esbozado era su tardía aparición ya que hasta ahora se conocía la información del mes de junio, cuando estaba por terminar agosto. Aunque hoy puede parecernos rezagado el informe, debido a la tecnología existente en ese año, era el plazo que se tenía para su presentación muy a pesar de las quejas del público, para quienes siempre existirá una excusa que confirme su malestar, sobre todo en épocas difíciles.

Pues bien, los comentarios eran que “… el aspecto general de la economía del país sigue favorable, según lo demuestra el creciente desarrollo agrícola e industrial y el aumento de las reservas del banco emisor. Este halagador progreso se debe al éxito de la acertada política desarrollada por el gobierno y especialmente a la magnífica cooperación e inteligente comprensión del pueblo colombiano que se da cuenta que su porvenir y su futuro bienestar está en el aumento de la producción”.

Pero lo que interesaba a los asiduos miembros del ‘club del tinto y el vaso de agua’, era la situación local, de manera que le pedían a quien conociera la información les explicara. Era entonces cuando los entendidos, por lo general, comerciantes, intervenían diciendo que “… en la ciudad no existen acaparadores mayoristas de víveres pero que en la casa de mercado el gremio de los revendedores hábilmente trataba de sacar provecho a sus operaciones de compra venta lo que contribuía al alza de los productos de primera necesidad y aunque las noticias llegadas de los pueblos indicaban que las próximas cosechas prometían ser abundantes, las esperanzas eran halagadoras para que los campesinos pudieran aliviar la difícil situación que habían vivido en las meses anteriores”.

Las malas noticias, según los mismos interlocutores, era el licenciamiento de su personal de obreros y de oficina de las compañías petroleras del Catatumbo, por una parte y de otra, las restricciones impuestas para la exportación de empaques de fique a Venezuela y que constituye un obstáculo para el desarrollo de esta industria, razón por la cual, la Cámara solicitó al Ministerio del ramo, su eliminación y evitar el colapso de millares de empleos que genera esta actividad.

Declarados fervientes defensores de esta propuesta y antes de terminar la tertulia, el dato infaltable de toda reunión cucuteña, el precio de las divisas: en agosto 25 de 1942, el dólar se cotizaba en $274.75 y el bolívar: $261 para la compra y $262.50 para la venta  (?).




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

domingo, 25 de octubre de 2020

1772.- HOMENAJE AL POETA MARTINEZ MUTIS

Gerardo Raynaud (La Opinión)

 

Desde el mismo momento de su reconstrucción, Cúcuta tuvo la feliz idea de promover la cultura y las artes, para que, en el futuro, sus habitantes se distinguieran por sus vastos conocimientos y su erudición humanistas. En este aspecto es conveniente reconocer la animosa propuesta del ingeniero Francisco de Paula Andrade Troconis para quien las actividades culturales resultaban de primordial importancia dentro del ámbito urbanístico de la nueva ciudad.

Es así como en desarrollo de estas acciones, tanto el gobierno local como los particulares, dedicaban buena parte de su tiempo y sus recursos en programar galas, funciones o presentaciones de los más reconocidos artistas nacionales y de algunos pocos extranjeros que venían por estos lares, usualmente en tránsito de entrada o salida.

Por razones como estas, es que, desde comienzos del siglo pasado, cuando ya se habían edificado algunos escenarios propicios para estos eventos, se conoce de las muy variadas actuaciones de autores, compositores, talentosos individuos y compañías teatrales que con su maestría deleitaban a los asistentes.

El primer escenario del que tenemos noticia es el Teatro Cúcuta, que era el centro de la actividad cultural de la ciudad y que había sido construido sobre las ruinas de los bombardeos ocurridos durante el sangriento sitio a la que fue sometida la ciudad durante la Guerra de Los Mil Días. Es de aclarar que este escenario estaba dedicado exclusivamente a la presentación de obras teatrales y musicales y no debe asociarse con la otra novedad que apenas comenzaba a popularizarse globalmente, el cine.

Por supuesto que hablamos del cine mudo, lo que hiciera que empresarios privados encabezados por don Domingo Guzmán se dieran a la tarea de proyectar la primera sala de cine que sirviera, además para la presentación, en vivo, de artistas como era la usanza en las principales ciudades del mundo. Era el Teatro Guzmán, inaugurado en octubre de 1904, pero remodelado y adecuado posteriormente para mejorar sus instalaciones y adecuarlas a las exigencias modernas, para lo cual fue su principal gestor, el general José Agustín Berti, resultando una sociedad que ratificó el nuevo nombre que por muchos años fue el ícono de la cultura cucuteña: el Teatro Guzmán Berti.

Pues bien, para la difusión de las artes, durante los años cercanos a cumplirse el medio siglo, la figura de un ilustre bardo nacional, originario de las vecinas tierras de Santander, venía destacándose en el escenario de la poesía, por lo cual, la Escuela de Música del departamento, tomó la iniciativa de programar una velada artística, como era la costumbre entonces, para su presentación y a la vez, como un homenaje a su maravillosa obra.

El laureado poeta Aurelio Martínez Mutis, quien recién, en esos días, había sido destacado en París por sus colegas, en relación con sus recientes producciones literarias, las que se distinguían por su nuevo estilo, delicado, ameno, figurado que lo hizo merecedor de un general reconocimiento, particularmente por su poema “La llamarada roja”  o “La Clarinada Roja” como fue presentada en algunos medios periodísticos del viejo continente, una magistral pieza de la más bella inspiración, en la cual representa la tragedia rusa, en ese momento invadida y torturada por las hordas teutónicas y exalta el heroísmo y la valentía de ese pueblo que lucha con valor asombroso por su existencia y que en sus horas de angustia invoca el invierno para sus defensas y para formar las trincheras de nieve que finalmente les darían la victoria.

La velada artística que se realizó en el teatro Guzmán Berti, el viernes 24 de julio de 1942, fue proyectada en dos partes, cada una dividida en seis actos, los que brevemente describiremos así:

Inicia el preludio la magnífica orquesta del maestro Fausto Pérez y con una portentosa escenografía del maestro catalán Vásquez Rojas que el público observa al correrse el telón y que representa un amanecer en el mar Caribe, obra que según los entendidos constituye en su género, una de las maravillas del mundo.

El segundo acto corresponde a la primera intervención del maestro Martínez en el que presentó algunos de sus trabajos poéticos, entre los que destacamos, ‘Apunte de Geografía’, ‘Signos de Puntuación’, ‘signos de Puntuación (tema sobre los lunares)’, ‘Rondel (poema sobre la brevedad del amor)’ y otros que por la brevedad de la crónica me excuso de presentar.

Le siguió el acto musical ‘La Serenata’ de Tocelli Rimpionte, un solo de canto entonado por la señorita Sara Mejía acompañada al piano por la señora Carmen Soto de Ramírez, que mereció una de las más calurosas ovaciones.

Seguidamente regresó el poeta quien recitó ‘Mi Caballo Aguadeño’ un tema en homenaje a los montañeros antioqueños.

Finalmente, y luego de una nueva intervención de la orquesta del maestro Pérez, se cerró la primera parte del programa con el poema ‘Vendimia de Amor’, poema que el maestro Aurelio Martínez recitó durante la sesión de clausura del Congreso Mariano Internacional reunido en Santiago de Chile el año anterior.

Para el segundo segmento de la velada, el poeta santandereano había decidido estrenar en la ciudad, su última composición, ‘El Romancero del Tabaco’, habiendo escogido el fragmento ‘Romance de la 20 mulas’ para iniciar una gira nacional, en la cual recitaría detalles en cada una de las principales ciudades.

Los números centrales de esta segunda tanda fueron representados por las señoritas Eddy y Conchita Gandica, quienes en dúo interpretaron el vals “Danubio Azul”, acompañadas en el piano por la señora Carmen Soto de Ramírez, hija del maestro Elías Mauricio Soto, quien fue la única de su descendencia que heredó sus dotes musicales.

En la siguiente intervención, la orquesta del maestro Fausto Pérez interpretó dos piezas del folclor popular de su inspiración, ‘La canción del Sapo’ y ‘La Canción del Pavo’.

La última pieza musical le correspondió ejecutarla a la reconocida maestra del piano doña Elena de Valera quien interpretó las muy conocidas canciones del folclor español, ‘Granada’ y ‘Sevilla’.

Como remate de la jornada cultural, el vate santandereano cerró su intervención recitando y explicando detalles hasta ese momento desconocidos de su obra más reconocida mundialmente y que lo hizo acreedor al reconocimiento antes mencionado “La llamarada Roja”.

El evento resultó ser uno de los más aplaudidos y felicitados por la sociedad y los medios y fue calificado como la nota cultural más grata para la sociedad cucuteña presentada en los últimos años. 

 

 

Recopilada por: Gastón Bermúdez V.


viernes, 23 de octubre de 2020

1771.- ESPACIOS PARA DESTACAR EN CUCUTA


La Opinión

De unos años para acá, la ciudad viene transformándose, especialmente en lo que tiene que ver con infraestructura.

Si se da un recorrido, es fácil apreciar un cambio en calles y avenidas, lo mismo que el rediseño de parques, el cual ha tenido una buena acogida por la comunidad.

Por lo anterior, presentamos esta pequeña muestra fotográfica para mostrar un placentero cambio no solo en la zona céntrica sino también en barrios.

Vista aérea del parque del barrio Aniversario, donde se dispusieron 8.500 metros cuadrados para la recreación de niños, jóvenes y adultos con canchas, biosaludables y ciclorruta.

Aquí comienza de oriente a occidente, la recién remodelada Avenida Gran Colombia, la cual hace juego con el nuevo e imponente encerramiento en hierro de la Universidad Francisco de Paula Santander

Al separador de la avenida al Tennis le aporta cuidado Corponor, lo mismo que las damas del Club de Jardinería; en este tramo le sembraron la exótica planta agave, lo cual le da un toque muy singular.

Importante fue la recuperación de este rinconcito en el barrio Colsag, es un apéndice de las obras de la avenida Gran Colombia, y también el renacimiento del icónico Parque del Balancín.

Un buen derroche de espacio público se observa en el separador de la avenida Libertadores frente al Parque de los Ingenieros, sitio donde termina la Av. 9E y es salida y entrada a la diagonal Santander.

Como para una postal, así es la desembocadura en la Diagonal Santander de la calle Once. Allí convergen hoteles, restaurantes, comercios y es uno de los centros dinámicos por el que hay que transitar para salir de la ciudad.





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

miércoles, 21 de octubre de 2020

1770.- RESTABLECIMIENTO DE EMPRESAS PUBLICAS MUNICIPALES, 1942


Gerardo Raynaud (La Opinión)

A comienzos de la década de los años cuarenta la situación financiera del municipio era tan penosa que una minoría de concejales se había empeñado en hacer desaparecer las Empresas Públicas Municipales como organismo autónomo y convertirla en una simple dependencia de la Tesorería Municipal. En una acción intempestiva e inconveniente, este pequeño grupo introdujo un ‘mico’ en uno de los Acuerdos presentados en una sesión desarrollada algunos días antes, logrando su aprobación sin que se produjera ninguna reacción por parte de la coalición mayoritaria.

Días más tarde, cuando el hecho fue conocido por el ejecutivo en cabeza del alcalde Luis Monsalve Cuberos, citó a los concejales de la mayoría, para que revirtieran esa norma, pues no sólo era inadecuada sino que perjudicaba a la población en general, que la llevó a manifestarse en contra de tan absurdo proceder.

Si bien es cierto que las Empresas Municipales de la ciudad no fueron, hasta ese momento, un ejemplo de organización ni de eficiencia, la decisión de eliminarlas no constituía el remedio adecuado para solucionar los crecientes problemas que durante años venía padeciendo la ciudad.

Por instrucciones del señor alcalde, el Concejo Municipal fue citado para los primeros días del mes de julio de 1942, para estudiar el restablecimiento de las Empresas Municipales de Cúcuta, mediante una acción de revisión que el grupo opositor trataba por todos los medios, hasta los más vedados, impedir.

Para el día citado la mayoría llevó el proyecto de restablecimiento de la institución municipal, proponiendo además, una reorganización de forma más conveniente y presentando economías y ahorros de funcionamiento en una suma cercana a los ochocientos pesos mensuales.

En un principio, el proyecto tuvo una discusión de altura entre todos los concejales, tanto entre quienes presentaban el proyecto y constituían la mayoría, como entre los opositores que veían en el proyecto presentado como “más de lo mismo” y que argumentaban que se trataba de una pirueta del alcalde para mantener una burocracia que contribuía a satisfacer las aspiraciones políticas del partido en el poder.

Al producirse el primer receso, los distintos grupos se reunieron  tratando de encontrar un acuerdo en torno al proyecto con los concejales de la mayoría liberal el cual lograron de forma amplia, juiciosa y cordial, separándose del consenso únicamente los concejales Carlos Ramírez París  y Teodoro Gutiérrez Calderón, quienes dejaron constancia de su voto negativo.

Por su parte, el concejal Carlos Julio Peña, quien venía sosteniendo la supresión de las Empresas, tuvo una actuación inteligente y magnífica durante el acuerdo al aceptar y ofreciéndole todo su apoyo y respaldo, con razonamientos lógicos y en varias oportunidades  protestó enérgicamente  contra la coacción que se ejercía contra la coalición mayoritaria  amiga del restablecimiento de las oficinas del servicio público.

En el mismo sentido, el concejal Luis Antonio Cáceres, quien en un principio atacó violentamente el restablecimiento, luego tomó parte de las conversaciones privadas que se hicieron en relación con el proyecto y más tarde, en sesión pública, aceptó y justificó las fórmulas adoptadas para el restablecimiento del organismo; sin embargo, a la hora de la votación, se ausentó del recinto, excusa tradicional de los políticos cuando no quieren verse involucrados en decisiones que después puedan ser controvertidas.

Esa sesión del Concejo Municipal de Cúcuta, puede reconocerse como una de las más largas que se hayan realizado en su larga vida republicana, inició a las seis de la tarde y duró debatiéndose hasta las cinco de la mañana del día siguiente. La hora de la votación de los artículos pertinentes se fijó a las tres de la madrugada y vale decir que de los quince ediles que formaban el Concejo de aquella época, doce votaron afirmativamente el restablecimiento con las reformas que fueron propuestas y aceptadas.

Las crónicas relatan que los concejales que aprobaron el Acuerdo, fueron Augusto Martínez, Miguel Alvarado García, José Manuel Villalobos, Luis Francisco Guerrero, Carlos Julio Peña, Macedonio Colmenares C., Marco Antonio Lázaro, Luis Francisco Ibarra, Lope Moros, todos los anteriores pertenecientes al partido liberal quienes constituían la bancada mayoritaria y los conservadores Manuel Buenahora, Luis Felipe Dávila y José Antonio Ortega Parra.

Fue tanta la algarabía que se formó  en torno a quienes libraron esa memorable y honrosa jornada, no sin soportar los ultrajes gratuitos de algunos de los concejales oponentes y de elementos irresponsables de las barras quienes habían sido llevados ex profeso para cumplir con tan bochornosa misión.

En virtud de las reformas aprobadas, en lo sucesivo, el gerente ya no sería nombrado por el alcalde sino que lo haría la Junta Administradora que a partir de la nueva normativa estaría integrada por un representante del Concejo, un representante de los bancos instalados en la ciudad y un tercero en representación de la Cámara de Comercio. 

Aunque aún le faltaba el tercer y último debate para su aprobación oficial, las decisiones que se tomaron previamente incluían este punto que fue asumido protocolariamente.

Adicionalmente, el Concejo suspendió de manera definitiva la entrega de la Empresas Públicas Municipales de Cúcuta a la Tesorería Municipal, tal como se había establecido en el Acuerdo derogado.

El alcalde Monsalve Cuberos alcanzó una victoria política muy importante para el desarrollo de la ciudad, pues en los años posteriores, las Empresas Municipales participarían activamente en la implementación de los proyectos de acueducto y alcantarillado, este último que tuvo un desarrollo más lento y demorado, puede decirse que fue gracias al interés puesto por esta institución que se logró acceder a los recursos para su construcción.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.