PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

TERREMOTERO -Reconocimiento, enero 2018-

Apasionantes laberintos con inspiraciones intentan hallar rutas y permiten ubicarnos en medio de inagotables cascadas, son fuentes formadas por sudores de ancestros. Seguimos las huellas, buscamos encontrar cimientos para enarbolar desprevenidos reconocimientos en los tiempos. Siempre el ayer aparece incrustado en profundos sentimientos.

Corría finales del año 2008, Gastón Bermúdez sin advertir y sin proponerlo, inicia por designios del destino la creación del portal CRONICAS DE CUCUTA. Parecen haberse alineado inspiraciones surgidas por nostalgias. Gran cúmulo de vivencias, anécdotas, costumbres y añoranzas, fueron plasmadas en lecturas distintas.

Ya jubilado de la industria petrolera venezolana, recibió mensaje que expresaba una reunión de amigos en Cúcuta. Tenía más de cuatro décadas ya establecido de forma permanente, primero en la ciudad del puente sobre el Lago y después en la cuna del Libertador. Viajó ilusionado, acudió puntual a la cita desde Caracas. Encontró un grupo contemporáneo, conformado por amigos ex-jugadores de baloncesto y ex-alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús.

La tierra cucuteña levantada desde primeras raíces plantadas, siempre acompañó todos los hijos ausentes. Cuando encontramos distantes los afectos, creemos separarnos de recuerdos. Nos llevamos al hombro baúles de abuelos, cargamos con amigos del ayer, empacamos en maleta la infancia y juventud. Muchas veces una fotografía antigua, atrapa y confirma que nunca pudimos alzar vuelo.

Entonces por aquellos días apareció publicado ´La ciudad de antaño´, parido desde generosa pluma con sentido de identidad comprometida, fue el mártir periodista Eustorgio Colmenares Baptista dejando plasmados recuerdos de finales de los 50 y años 60. Sin querer, esas letras fueron presentación inaugural de CRONICAS DE CUCUTA. Los Inolvidables sentires viajaron al modesto grupo de amigos y abrieron compuertas para afianzar arraigos de infancia. Don Eustorgio culmina la crónica con frases retumbando las memorias: “Había muchos menos avances tecnológicos a disposición de la comunidad, pero vivíamos como si nada nos faltara. Nos bastaba con vivir en Cúcuta”.

Sentires intactos, ahora plasman recuerdos en calles transitadas por niños que fuimos. Nuevamente los arraigos hacen despejar las avenidas a los rieles del antiguo ferrocarril. Nos bastaba con vivir en Cúcuta. Asoman madrugadas entre indetenibles remembranzas y añoranzas.

Sin planificar nada, Gastón compartía vía internet las crónicas del Diario La Opinión aparecidas cada ocho días en lecturas dominicales. Sin saber, creció el portal CRONICAS DE CUCUTA. Cada acontecimiento recopilado se convertía en homenaje In Memoriam para hombres y mujeres que dejaron muy alto el Valle de Guasimales. Igualmente, exalta la dignidad con reconocimiento a grandes glorias del ámbito artístico, cívico, periodístico, religioso, deportivo, cultural, social y político.

Oficialmente se convierte en PORTAL WEB el 7 de octubre 2010. En forma admirable acumula ya 1.329 recopilaciones tipo crónicas, casi todas extractadas de periódicos y publicaciones locales, libros populares, escritos nacidos de historiadores, periodistas, inéditos autores y muchos escritores del Norte de Santander. El portal permite hallar el original ADN ancestral y ubica el sentido innato de pertenencia cucuteña. Llegó un día a la vida de todos los internautas, igual como aparecen las buenas nuevas, sin avisar, sigilosamente introduciéndose en las cortezas que somos y las venas que siempre fuimos. Su creador, nunca imaginó un buscador que tocara el alma y menos tallar imborrables despertares en ávidos ojos de lectura.

Aparece ahora como paso determinante para navegar en referencias de Cúcuta. Asegura a nuevas generaciones herramientas para afianzar valores jamás perdidos. La perspectiva futura para ámbitos históricos, culturales, sociales y deportivos, harán necesario considerar el Portal como insigne buscador de consulta e informativo. Importante archivo tecnológico para infantes en colegios y escuelas. Podrá acceder directamente cualquiera a profundos arraigos allí recopilados. Casi imperativo considerarlo como salvaguarda del sentido de identidad y pertenencia.

CRONICAS DE CUCUTA se convirtió en sugestivo repaso de acontecer histórico, recopilado en 19 capítulos o clasificaciones. Portal libre, siempre abierto a todo aquel deseoso por descubrir datos históricos, biografías, nombres de grandes personajes, fechas emblemáticas, sucesos de vida social, cultural, deportiva, religiosa, artística y política. Formidable vía adentrándose en acontecimientos del siglo XVIII hasta nuestros días. Todo expedicionario oriundo se encontrará representado en cada letra, apellido, dato, foto y fecha. Todos volverán a observar las luces de la gran ciudad en medio de rutas por hallar orígenes.

CRONICAS DE CUCUTA no debe tener como destino el olvido, deberá asegurar a nietos de nuestros nietos, inquebrantables lazos surgidos de nostalgias, recuerdos y añoranzas. CRONICAS DE CUCUTA es herramienta tecnológica para demarcar el hilo conductor entre hoy y ayer. Parece luz encontrada en días oscuros, nos abre el entendimiento. Pulsar la tecla nos lleva a destinos con encuentros pasados. Valiosa información contenida en páginas adornadas con sentimientos profundos.

CRONICAS DE CUCUTA garantiza el resurgir de valores originarios que parecían adormecidos por culpa del avasallante mundo moderno. CRONICAS DE CUCUTA llegó para quedarse, igual que mares inundados por recuerdos. CRONICAS DE CUCUTA confirmó la premisa donde las nostalgias se convierten en vehículos para transportar la historia. Una enciclopedia virtual presentada por nuestras gentes con sencillo lenguaje.

Anclados quedarán por siempre nuestros sentires, intactos los arraigos, despiertas las añoranzas y vivas las costumbres intactas. Ahora aseguramos el reguardo de raíces que retoñan desde cenizas del ayer. Dios jamás declaró desértico el Valle Arcilloso, siempre fue bendecido, tampoco declarado deshabitado para la vida del hombre.

Fueron creciendo raíces en medio de cenizas y milagrosamente reverdecieron los gigantescos árboles frondosos. CRONICAS DE CUCUTA reafirma lo que somos. Seguiremos siendo aquello que siempre fuimos, nada cambió, solo algunos pañetes y varios techos distintos.

Todo estará por volver, todo por crecer y todo por llegar. Nunca estaremos solos. Cada generación hará brotar nostalgias por siempre convertidas en historias llenas de arraigos.

Nos bastaba con vivir en Cúcuta…

jueves, 31 de enero de 2013

325.- LA CIUDAD Y EL RIO: HOMENAJE A LOS AMIGOS FALLECIDOS EN EL ESPARTILLO


José Pablo Tarazona M.


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El 17 de Marzo de 1988, Cúcuta se sintió estremecida por la tragedia ocasionada al impactar un avión comercial contra el cerro de El Espartillo, estribación ubicada en el municipio de El Zulia, llevando en su interior a muchos hijos suyos. En ese momento se escribieron estas líneas, que hoy 24 años después, cobran relevancia por cuanto no hemos recuperado nuestro río Pamplonita; en su recuerdo y el de nuestros amigos y paisanos, las transcribimos con un dejo de dolor evocando su ausencia, y de tristeza ante el paisaje desolador de nuestra fuente de vida.

AY, AY, AY .... SI LAS ONDAS DEL RÍO REMEDARAN LAS PENAS DEL CORAZÓN. Cúcuta sigue con su dolor de madre, y el río sonoro de congojas y lágrimas, sigue haciéndole manto con la brisa; el espacio ausente de nuestros entrañables y queridos amigos, grandes como sus nombres que adquieren en las oquedades de EL ESPARTILLO, resonancias de sacrificio.

Y ESCUCHA SONORO RÍO, MI CONGOJA DE AFLICCIÓN...

CESAR. Río, agua, brisa, horizonte, arco iris en cada gota que hacía manto sobre la piel de Cúcuta y de su río, risa, brisa amando nuestro Pamplonita.

PEDRO LEON. Historia, ancestro, parábola, retorno, sueños, anhelos, no se necesitaba presentación oficial para estimarlo, para apreciarlo, para contagiar su alegría y hacer sentir a Cúcuta bambuco.

CESAR HUMBERTO. Probidad, rectitud, integridad, el corazón no le cabía en su macizo cuerpo, por él rumoreaban las ondinas de las quebradas que surten de agua a nuestro querido campo Nortesantandereano.

César H. Contreras Ch.

JUAN. Los recuerdos compartidos en las aulas Lasallistas, acentúa el dolor que cuesta evocar. Trabajador, deportista, la madurez aclaró su frente y atemperó su genio.

JORGE. Nobleza, empeño, ideales, todo truncó súbitamente, trasuntado hacia un devenir más luminoso y como los grandes jefes de la antigüedad, emprendió el viaje hacia un mundo mejor con toda su familia.

RODOLFO. Los años de lejanía de tu tierra, sirven para reconocer tu ausencia en forma definitiva, y recordar la empresa familiar como parte de la historia del Popular.

EL PROFESOR ELOY. Música, músculo, esférico, fuerza, pundonor, en este terruño sembraste tu amor, corrías con el viento y te fuiste con el huracán.

MANUEL FERNANDO. Te bebiste la vida a borbotones, corriste desbocadamente hacia el ocaso y cual ícaro moderno viste derretir la cera de las ilusiones con que mantenías tu frágil vuelo, para cruzar el sutil umbral y acceder al reino de la luz y la verdad.

DANIEL. Ojos, niebla, páramo, frío, hijo de la ciudad mitrada, las tempestades que desordenaban tu cabello, se aquietaron en El Espartillo.

OSCAR. Los vastos confines del universo eran pequeños para albergar tu presencia y tu entusiasmo; sigues viviendo en la semilla que dejaste germinada.

LEÓN. ¿Quién no te conoció en Cúcuta? feliz con tus sueños realidades, antes de partir, tus canas y tu mirada reflejaban el brillo de la gloria.

COLOMBIA, en el Espartillo dejaste adolorida la patria y como bálsamo a sus heridas un mensaje de redención y fe. Y dile que mi amor lo alientan las brisas del pamplonita.

El río Pamplonita llora su ausencia, pero siente en cada lágrima, gota, agua, arroyo, manantial, su vida.

El mejor homenaje que podemos rendirle a nuestros amigos y compañeros CESAR GUTIERREZ RIVERA, PEDRO LEON DIAZ, CESAR HUMBERTO CONTRERAS CHAUSTRE, JUAN SOTO, ELOY RONQUILLO, MANUEL FERNANDO LEMUS, JORGE VERA, RODOLFO REY RUIZ, DANIEL GÁFARO, OSCAR MONTES, LEON SANJUÁN y a los demás ocupantes del vuelo sin retorno, es recuperar para las generaciones futuras, el río, la vida, y así juntos iremos a sus orillas, y con su canto traerán las ondinas el recuerdo de sus voces, en las brisas del Pamplonita.

Desde la muy noble, leal y valerosa villa de San José de Cúcuta, con hidalguía.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.











miércoles, 30 de enero de 2013

324.- LA INDUSTRIA DEL CALZADO EN CUCUTA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

Gerardo Raynaud

Siempre me ha llamado la atención el cambio que ha sufrido la ciudad a través de las diferentes épocas de su historia. Hace poco un amigo me decía que efectivamente la ciudad era un ejemplo digno de imitar en el pasado remoto cuando la laboriosidad, la solidaridad, así como las buenas costumbres y los hábitos saludables, entre otros, eran las características de las gentes de este valle. Por sus características geográficas, Cúcuta fue durante mucho tiempo o mejor, durante algunos años el epicentro del comercio internacional, plaza por donde se exportaba café, cacao, azúcar tabaco, quina, sombreros, fique, lienzos, mantas y el oro que circulaba libremente, hacia Inglaterra en su gran mayoría (76%) y a Francia y Alemania un 21%; el resto a los Estados Unidos y a algunos países caribeños. Así mismo, se importaban maquinaria y herramientas, utensilios para el hogar, vestuario y lo más importante, la tecnología que aunque incipiente, entraba por estos lares en cabeza de extranjeros y nacionales que se habían educado en las instituciones del viejo mundo y ahora venían a ponerla en práctica en el nuevo continente.

El hito que catapultó la iniciativa innovadora fue, sin duda, el terremoto de 1875. Claro que ya para esa fecha se había traído la base tecnológica que serviría para alimentar el desarrollo industrial pues, el primer trapiche hidráulico, la primera máquina de coser, la primera desgranadora de maíz y la primera maquinaria para la elaboración de tejas y ladrillos estaban en la ciudad gracias al entusiasmo de sus primeros promotores, todos extranjeros pero identificados con la región, la cual adoptaron como propia. Estaban en los procesos que hoy llamaríamos pre-operativos cuando ocurrió el evento desgraciado del sismo por todos conocido. Sin embargo, fue gracias a él que la ciudad despegó como la gran urbe que se destacó durante más de medio siglo, en los años comprendidos entre el último cuarto del siglo 19 y el primer tercio del siglo 20. Recordemos que la ciudad fue de las primeras en tener los servicios públicos de energía eléctrica y telefonía, apenas unos años después de su invención y de su uso público, mucho antes que otras ciudades que se dicen más importantes. Aún considerando la actual distribución política, el primer ferrocarril fue el de Cúcuta, pues descontamos el ferrocarril de Panamá, por entonces región perteneciente a nuestro país. Todos los acontecimientos surgidos con ocasión de la reconstrucción de Cúcuta, sirvieron para aclimatar el ambiente de negocios, el empuje de las gentes, la circunstancias geográficas, la riqueza de región, las inmigraciones, la encrucijada de caminos y el haber iniciado acciones antes que muchas otras poblaciones del país, fueron el acicate para muchos en demostrar sus capacidades para el ejercicio de las actividades económicas que comenzaban a mostrarse en los países más avanzados del mundo.

He traído a colación este preámbulo para mostrar que la aparición de ciertos personajes en la vida económica y social no es producto de la generación espontánea como alegan algunos, sino que es el resultado de años de evolución que van acumulando conocimientos, vivencias y experiencias que se capitalizan en beneficio de quienes las van aplicando y poniendo en práctica. A comienzos de la segunda mitad del siglo pasado, la actividad manufacturera que hizo historia en la ciudad, fue la industria del calzado. Por alguna razón que desconozco, la zapatería comenzó un auge que coincidió con la prosperidad venezolana derivada del desarrollo que se le imprimió a la industria del petróleo y la ciudad comenzó a llenarse de pequeñas fábricas, que sus propietario llamaban “talleres”. La industria creció de tal manera, que buena parte del empleo estaba sustentado en la fabricación del calzado y éste comenzó a destacarse y a sobresalir en el mercado nacional por su excelente calidad y por sus diseños novedosos y actualizados, es decir a la moda, todo por la facilidad que se tenía para conocer los detalles de los últimos lanzamientos de moda, particularmente en la pasarelas de Milán en Italia y de Madrid en España, puesto que los extranjeros residentes en Venezuela, en su gran mayoría de esas nacionalidades, habían establecido allí sus grandes plantas fabriles, especialmente para proveer a sus clientes en sus países de origen. Allí trabajaban muchos colombianos, cuando no era tan complicado establecerse en el vecino país, y de ellos una gran proporción eran oriundos de esta zona del país. Esa situación ocurrió con los hermanos Ortega Rojas, pero en realidad, la casi totalidad de los zapateros que iniciaron sus empresas por los años sesenta, fueron trabajadores en algunas de las fábricas de españoles o italianos afincadas en Venezuela. Hoy quiero empezar narrándoles, la historia de uno de los más destacados empresarios de esa época, por su capacidad de innovación y su creatividad que a pesar de los pocos estudios que tenía logró impulsar su empresa a niveles que ningún otro empresario del mismo sector ha logrado, aún hoy en la ciudad. Por esa razón, sus colegas le llamaron “el llanero solitario de la industria del calzado en Cúcuta”. Se trataba de Luis Fernando Cristancho, un zapatero que fue escalando los peldaños del éxito con esfuerzo y tesón, logrando posicionar sus productos alrededor de su marca Calzado Bacardy. Logró colocar su calzado en el mercado nacional y ya cumplido ese propósito, se aventuró al mercado externo. Para dar cumplimiento a las diversas exigencias de ese difícil mercado, tuvo que trasladar su fábrica a un sitio que difícilmente otro fabricante se hubiera atrevido, la Zona Franca Industrial y Comercial de Cúcuta. Y puedo casi asegurar que fue allí donde comenzó su descalabro.

Al comienzos de los años ochenta había traslado su planta de producción a la bodega industrial No. 1 de la Zona Franca Industrial y Comercial de Cúcuta y que por esa razón comenzaron a llamarle “el llanero solitario de la industria del calzado”. Sin embargo, dentro de sus previsiones le quedaba guardar su antiguo local de la calle 9 en el barrio El Llano, que había adquirido con sus primeros recursos y reconstruido posteriormente, adecuando sus instalaciones a las exigencias que demandaba el mercado que tan cuidadosamente había cultivado durante años. Puedo asegurar que era un verdadero “llanero solitario” pues se atrevió a implantar métodos de trabajo que no eran usuales en el gremio, los cuales aún hoy se emplean y que los mismos trabajadores exigen a sus patronos, bien por ignorancia o por comodidad. Me refiero a los métodos de pago contractual que los empleados convienen con la empresa y que el medio acepta sin otras alternativas. El método de remuneración por producción o destajo fue el primer ingrediente que se modificó en Calzado Bacardy, adoptando el clásico salario fijo independiente de la cantidad producida. El sistema le produjo altas economías debido a las elevadas producciones que obtenía y esa fue, particularmente, la razón que motivó su crecimiento y lo desvió del camino clasicista de sus colegas.

Desafortunadamente, el éxito pareciera que obnubiló su visión, pues paulatinamente fue decayendo en su producción. Claro que las razones no fueron únicamente empresariales, porque además de buen caballero era un ser humano que tenía sus tentaciones y entre ellas, las veleidades del bello género parece que lo seducían con mayor frecuencia a medida que ascendía en el camino de la superación. El hecho es que a pesar de haber caído varias veces en fracasos, de los cuales pudo levantarse cada vez con mayor esfuerzo y de los cuales se sentía orgulloso, lo sucedido a finales de los ochenta, le llevó a tal punto de desesperación que no resistió que, en un procedimiento judicial realizado en su local original de la calle novena, le embargaran sus activos, que tomó la fatal determinación de auto eliminarse. Así termina una historia que debía haber continuado en manos de su familia pero que, por razones que son tema de estudio, toda vez que algunos de sus herederos estaban vinculados a la empresa, unos con título universitario, no quisieron o no pudieron continuar con una labor que había sido edificada por años a base de tesón y esfuerzo.

De esta época fueron famosas las familias enteras dedicadas a esta industria que tantas satisfacciones le ha dado a la ciudad y la región. Recordamos entre ellas a los Moncada, con Roberto a la cabeza, los Ramírez, los Rondón, los Dávila y con ellos, algunos notables que fueron destacados, como Jorge Rugeles, Jorge Vera, los hermanos Ortega.

Sin embargo, pues merece mención especial y no quiero dejar de mencionarlo, pues era el más grande de los empresarios y cuando digo el más grande, me refiero al empresario de mayor venta y producción, el de mayor cubrimiento nacional, el verdadero gran empresario del calzado, no sólo en la ciudad sino en el país, mucho antes que aparecieran las cadenas de almacenes que hoy vemos instaladas en todas las ciudades importantes de la nación. Me refiero a don Alfonso Valderrama Vargas.

Le recuerdo muy bien y se identificaba con todos sus colegas, que por sus características comunes surgieron como empresarios, después de haber oficiado como obreros rasos, escasos estudios, comienzo incierto con ayuda familiar, gran visión de negocio y altas dosis de sentido común. Lo cierto es que todos los mencionados comenzaron por establecerse por cuenta propia y a punta de voluntad y con la colaboración del mercado, en ese momento incipiente pero en crecimiento, fueron floreciendo hasta alcanzar posiciones de privilegio, tanto en lo económico como en lo social.

Pero veamos algo de la actividad de don Alfonso Valderrama. La sede principal de su negocio estaba ubicada en la avenida 13 exactamente en la mitad de la cuadra comprendida entre las calles diez y once. A medida que crecía su negocio, fue adquiriendo las casas vecinas hasta establecer varias bodegas en ellas que le permitían almacenar el calzado que, no sólo producía sino que le compraba a los pequeños zapateros, a quienes surtía de los materiales necesarios para su elaboración y luego adquiría para abastecer una red de almacenes y bodegas que había ido montando en las principales ciudades del país. La verdad, es que en alguna ocasión visité su bodega principal y les puedo asegurar, aún con mi experiencia en el ramo, nunca había visto tanto calzado junto, con el peor de los argumentos, una desorganización que llamaba la atención, pues aún no me explico cómo podían manejar semejante desorden. Tenía, además de la planta y su bodega en Cúcuta, seis almacenes en esta ciudad, una bodega distribuidora en Bogotá y tres almacenes más, otra bodega y almacén en Cali y de la misma manera, otro tanto en Medellín.

Así como Cristancho había encontrado una forma eficiente de fabricar a bajo costo, Valderrama había establecido una fórmula de mercadeo diferente al de sus colegas. En esa industria, lo usual es vender por pedido y Valderrama estableció que ese procedimiento es muy lento y por lo tanto demorado, así que él fabricaba lo que presumía se vendería y lo ofrecía de inmediato, así el cliente no tenía que esperar que lo fabricaran y lo enviaran dos o tres semanas más tarde. Esa forma de mercadeo funcionó y aún hoy lo practican, tal vez con menos entusiasmo que antes, sus herederos, que mantienen vivo el espíritu de su progenitor.





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.



lunes, 28 de enero de 2013

323.- LA CORPORACION FINANCIERA POPULAR EN CUCUTA

Gerado Raynaud


Corresponde a la inauguración de la oficina Regional de la Corporación Financiera Popular tomada en marzo de 1975. Aparecen de Izquierda a derecha, Germán Vargas Espinosa (padre del actual ministro del Interior), Guillermo Galán Correa (Gerente General de la Corporación Financiera Popular), Fidelia Villamizar (Gobernadora del Norte de Santander), monseñor Luis Alejandro Jaimes (párroco de la Catedral), Alberto León Betancourt (Gerente General del Banco Popular), Gerardo Raynaud (Gerente Regional de la Corporación Financiera Popular) y el senador Félix Salcedo Baldión. Atrás, alcanzan a distinguirse el periodista del Diario de la Frontera, Gustavo Rojas y el Secretario General de la Corporación Financiera Popular, José Agustín López.


La creación de las corporaciones financieras sirvió para impulsar el desarrollo del sector productivo de la nación. Para los sectores más representativos se abrió una o más entidades de promoción y crédito, además de abarcar jurisdicciones territoriales propias como la Corporación Financiera del Valle o la Corporación Financiera de Santander o la nuestra, que fue la Corporación Financiera del Oriente. Por la década de los años setenta comenzaron a expandir sus operaciones las más poderosas y casi todas abrieron oficinas en la ciudad de Bogotá, pues quiérase o no, la capital constituye más de la mitad de la actividad productiva del país y allí se realizan los mejores y más grandes negocios. Por entonces, la pequeña y mediana empresa, la que hoy denominamos Pymes y que es un término revaluado en el ámbito de las entidades multilaterales de promoción, fue amparada por el gobierno nacional con la apertura de una entidad adscrita al sector oficial, específicamente al Ministerio de Desarrollo Económico y perteneciente al grupo del Banco Popular por entonces de propiedad del Estado Colombiano y que se llamó con el mismo nombre del grupo que representaba, Corporación Financiera Popular S.A.

Con la apertura, en 1970, de la Corporación Financiera del Oriente en la ciudad de Cúcuta, su presidente el ingeniero Gabriel Pérez Escalante, preocupado por atender al sector de las PYMES en la ciudad y dado el poco capital con que contaba para realizar ese tipo de operaciones, estableció contactos con la Corporación Financiera Popular para posibilitar el financiamiento de tan importante sector, el cual venía atendiéndose desde la ciudad de Bucaramanga con resultados que no eran del total agrado de las directivas, por cuanto el empeño puesto para ello no fue el esperado. La atención a los pequeños empresarios, por parte de la oficina seccional de Santander, era bastante deficiente y conocedor de esta situación la Corfioriente le propuso a la Financiera Popular que establecieran un convenio para atender las necesidades financieras de los más pequeños empresarios, lo cual se dio sin mucha dilación y a partir del año 1972 se comenzó a desarrollar un programa de atención a esa población, de la que era este servidor, el responsable.

Durante más de dos años, Corfioriente se fue posicionando en el sector financiero de las pequeñas empresas manufactureras de la región, aunque ésta fuera únicamente referida a la ciudad de Cúcuta, puesto que en las ciudades más remotas como Pamplona y Ocaña, los pequeños empresarios no tenían la capacidad para acceder a los créditos y debían hacerlo a través de las entidades bancarias locales, que era invariablemente la Caja Agraria.

Mediante una estrategia de divulgación, que se hizo con la colaboración de las oficinas de los bancos comerciales, que entonces no tenían forma de financiar actividades a largo plazo, salvo aquellas que realizaban utilizando los Fondos de Redescuento del Banco de la República y que, por sus trámites dispendiosos, preferían enviarlos a las corporaciones, toda vez que por los montos y cuantías, no justificaba un gasto de tiempo y recursos para obtener utilidades que consideraban muy bajas para sus expectativas.

El convenio entre las dos corporaciones duró un poco más de dos años y fue a comienzos de 1975, cuando las directivas de la Corporación Financiera Popular, autorizaron la apertura de una oficina en la ciudad de Cúcuta. Gracias a las buenas gestiones realizadas por la Corporación Financiera del Oriente, la Junta Directiva de la Financiera Popular decidió darle continuidad a la gestión realizada por este servidor y fue confirmado en el cargo de Gerente Regional, cargo que asumió en febrero del año antes mencionado.

Escindido el programa de la Financiera del Oriente, las nuevas instalaciones se trasladaron al nuevo edificio de la Cámara de Comercio de Cúcuta, en la calle diez, a una cuadra de su antigua sede. La mudanza se produjo con casi todo el personal que estaba dedicada a la misma labor, pues el programa había crecido lo suficiente y requería de personal  adicional para suplir las necesidades que demandaban las nuevas operaciones. Era, además indispensable mantener un nivel alto de actividades de promoción en las otras poblaciones del departamento, para darle esperanzas a los empresarios de las provincias de Pamplona y Ocaña especialmente.

Como integrante del grupo Popular, las operaciones que excedían las atribuciones del gerente regional, se estudiaban y aprobaban en un Comité integrado por los gerentes del Banco y la Corporación y cuando éstas excedían las del Comité local, debían ser aprobadas por la Junta Directiva cuyo presidente era el Ministro de Desarrollo Económico.

Muchas pequeñas empresas fueron objeto de financiación y para ilustrar el impacto que la Financiera Popular tuvo en la región, voy a referirme a algunas de ellas y a manera de anécdotas, el curso que tomaron a medida que fue transcurriendo el tiempo; sus problemas e inconvenientes pero también los éxitos que tuvieron y algunas de las razones por las cuales permanecieron o desaparecieron.

No hay un orden o secuencia establecida para la narración que viene a continuación así que la aparición de los casos que les voy a relatar es meramente casual y arbitraria. En la medida en que vaya recordando episodios referentes a estas historias, las iré escribiendo.

Quiero comenzar con mi versión de una empresa, que no propiamente fue pequeña en su tiempo, producto del emprendimiento de dos jóvenes hermanos, cucuteños, que habían trabajado en Venezuela, en Caracas específicamente, en una gran empresa de propiedad de inmigrantes italianos que la habían forjado  e impulsado y a fuerza de constancia era una de las más representativas en su sector en el país, al punto que exportaban buena parte de su producción, en una época en que era inusual ese quehacer, más en Venezuela, que no se ha destacado propiamente por ese tipo de exportaciones. Entusiasmados por el conocimiento que habían adquirido y por una buena cantidad de bolívares que tenían producto de sus ahorros y su liquidación, regresaron a su tierra con la idea de montar una empresa que emulara aquella en la que habían trabajado y fue así como apareció una nueva fábrica de calzado que le pusieron por nombre Tatabú.

La fábrica de calzado Tatabú fue, en la década de los años setenta, un verdadero ícono de la industria, junto con otras que mencionaré más adelante y que hicieron historia en el sector, no sólo de la ciudad sino del país entero. Debido a la importancia del sector del calzado, la Corporación Financiera Popular dedicó buena parte de sus esfuerzos y sus recursos en la promoción y financiación de sus actividades, al punto que gran parte de su cartera estaba representada en activos vinculados a la zapatería y sus actividades afines.

Como había comentado anteriormente, los hermanos Ortega Rojas, Luis Raúl y Orlando, estaban recién llegados de Caracas, cargados con un paquete de conocimientos, experiencias y buenas intenciones y con el ánimo de montar una empresa que les sirviera de sustento y de proyección de una actividad que ha sido el motor de la industria durante los últimos años, tanto en generación de empleo como de riqueza y crecimiento económico para la ciudad. Después de algunas consultas decidieron instalarse en uno de los barrios preferidos para el desarrollo de la industria del calzado como lo es el barrio El Llano, puntualmente en la calle novena, frente a la escuela del mismo nombre, pasos antes de llegar a la avenida doce. Adecuaron una casa que había servido de vivienda en un amplio taller y comenzaron por contratar gente del sector y uno que otro profesional que los orientara en el tema administrativo y contable. En esa época, es prudente recordar, no había mucho de dónde escoger, así que la contratación se centró en algunos profesionales recién egresados de la universidad local, la única en el medio que ofrecía recursos en esas disciplinas así que apelaron a ellos para satisfacer sus necesidades empresariales. Recuerdo que tramitaron uno de los primeros créditos en la Financiera Popular, de esos que denominábamos “grandes”, algo así como cien mil pesos, que sirvieron para darle el impulso inicial que requerían para lanzarse al difícil mundo de la actividad empresarial independiente.

A ese respecto se me viene a la mente una anécdota que me sirve de ejemplo en mis clases de ingeniería industrial en la Universidad Libre, pues en desarrollo de las fases iniciales, encargaron de la producción a un profesional que no tenía experiencia en producción, pues era Administrador de Empresas y para colmo, recién egresado, quien encontró que para establecer los parámetros de una producción óptima, debía hacer un “estudio de tiempos”. Así lo hizo pero como desconocía el procedimiento, encontró que el resultado obtenido no tenía lógica toda vez que descubrió que la producción actual era mucho más alta que la obtenida en el “estudio de tiempos”, razón por la cual, fue a consultarme el motivo del resultado. El motivo era evidente, pues había realizado el estudio sin tener en cuenta los procesos que deben seguirse cuando se hace una aplicación de este género y eso sucede cuando se realizan operaciones desconociendo las disposiciones teóricas. De todas maneras, la empresa comenzó a consolidarse en el campo del calzado infantil y a competir con las empresas más reconocidas del sector como eran en ese momento, la fábrica de calzado Zapaticos Clásicos de doña Olga Ayala de Rodríguez, Calzado Bachiller de Eduardo Pineda, Calzado Pasitos de Pedro Marciales, Calzado Gran Turismo entre otras.

Raúl Ortega, que era el emprendedor, inquieto además por las actividades gremiales, veía en el gremio una oportunidad desaprovechada que bien podía la colectividad explotar para su beneficio y el de su ciudad y de esa manera convocó a los representantes más activos del sector para que se asociaran en torno a una agrupación que más tarde se llamó Asociación Nortesantandereana de Industriales del Cuero “Ansicur”. No puedo dejar de mencionar que en el desarrollo de esta actividad, fue apoyo indispensable, un líder que tenía el sector del calzado de Cúcuta,  a quien sus colegas, no solo respetaban sino que obedecían, se trataba de Jorge Vera, sino uno de los pioneros, si uno de mayor ascendencia entre sus compañeros de actividad. “Buque” le decían sus más allegados y por lo tanto, había bautizado su empresa como Calzado Vuky. Entre los dos, se dedicaron con alma, vida y sombrero a sacar adelante la asociación, con tanto esmero y dedicación que se olvidaron de sus propias empresas llegando al punto de estar a punto de cerrarlas.

Lograron, eso sí, proyectar a Ansicur a nivel nacional, pues alcanzaron a realizar una de las primeras Ferias de Calzado en la ciudad de Bogotá durante el gobierno del presidente Barco,  quien los ayudó como paisano comprometido con su región, evento que resultó ser todo un éxito y que los catapultó como verdaderos líderes gremiales a pesar del desastre en lo personal con sus empresas. Pasados unos años, las empresas desaparecieron así como desapareció la asociación, aun cuando siga mencionándose esporádicamente en el ámbito sectorial.

Para terminar con el recuento de este primer relato vinculado a la Corporación Financiera Popular, había prometido contarles el origen del nombre utilizado para bautizar esa empresa Tatabú. En alguna oportunidad, decidieron lanzar una campaña publicitaria, con premios a quien dijera qué significaba esa palabra. No supe si alguien lo hizo, pero algún tiempo después, intrigado por los resultados de la  campaña le pregunté a Raúl, el significado y me respondió que eran las primeras sílabas que pronunciaba un niño. Que habían decidido tomar ese nombre, ya que los productos elaborados, eran para aquellos que apenas comenzaban a deambular por la vida, dando los primeros pasos y nada mejor que combinarlos con sus primeras palabras.

Comenzando la segunda mitad del siglo XX, la subregión del continente americano situada en el hemisferio sur, empezó a manifestar sus intenciones progresistas, presentando sus propuestas democráticas a medida que avanzaban las condiciones de desarrollo de los pueblos que la integraban. Los primeros en acogerse a estas condiciones fueron los países que conforman la esquina norte del subcontinente, inicialmente Colombia en el 57 y luego Venezuela, al año siguiente.

A partir de ese momento, una época de avances en lo político, lo económico y lo social fue apoderándose de los pueblos y naciones, a pesar del rezago que aún manifestaban algunos países vecinos. La creación e implementación del Grupo Subregional Andino, que inicialmente se denominó Pacto Andino o Acuerdo de Cartagena, marcó el comienzo de la primera intención de integración regional. Este pacto se originó en la ciudad de Bogotá después de la firma de “La Declaración de Bogotá”, (acuerdo de Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela; para acelerar el movimiento de la Subregión a un mercado común). Este texto fue aprobado por los Ministros de Relaciones Exteriores. El Grupo Andino reúne las condiciones de una unión aduanera: liberación del comercio entre los países miembros por medio de la eliminación de las tarifas y demás restricciones al comercio y establecimientos de una tarifa externa común contra los productos procedentes de países no miembros del grupo integrado. Esta asociación fue motivada por los movimientos integracionistas del viejo continente y sus promotores aseguraban que si allí se había logrado avanzar en ese logro, a pesar de las dificultades y diferencias que de todo tipo se presentaban, en términos de idioma y costumbres, todas ellas  tan diferentes  en cada uno de los países que conforman el continente europeo, en Suramérica, donde estas diferencias no existían, sería mucho más sencillo, allanando un camino que no tenía que recorrerse, pues idioma y costumbres eran comunes en todos los países hispano hablantes de esta zona del  mundo. Ante estas perspectivas, algunos empresarios de la ciudad visualizaron las oportunidades que se presentarían al implementarse este proyecto, de manera que fueron alistándose para enfrentar el reto que les permitiría internacionalizarse y precisamente de algunos de ellos me referiré.

A mediados de los años setenta, la ciudad se caracterizaba por su vocación eminentemente comercial al punto que era de mejor status registrarse como comerciante en el Registro Mercantil de la Cámara de Comercio local y no como industrial que era como una “rara avis”, una actividad desubicada  dentro del contexto que consistía en aprovechar la ventaja comparativa de ser la zona de frontera de un país rico, al cual había que ofrecerle los productos que requería para su consumo a unos precios excepcionalmente bajos, al punto que la expresión común entre los visitantes compradores y que se hizo famosa fue aquella “ta barato dame dos”. Sin embargo y a pesar de esta situación, algunos empresarios visionarios no se ilusionaron con esta “burbuja comercial” y decidieron aventurarse, con sus productos, al mercado nacional y a otros mercados que ofrecían buenas alternativas económicas. Puedo mencionar dos empresarios que me impresionaron por su visión de negocio a pesar de los escasos niveles de estudios que tenían, lo que constituye un mal ejemplo para las actuales generaciones, en un mundo dominado por el conocimiento y por la facilidad de adquirir y procesar información, sin necesidad de asistir a las tediosas y aburridas aulas de las universidades e instituciones de educación y capacitación. Ahí no más podemos citar a Bill Gates o a Steve Jobs, quienes encarnan dos de los ejemplos más significativos de la inutilidad de estudiar en una universidad para ser un empresario exitoso. Pero este no es nuestro caso. Los empresarios que mencionaré a continuación empezaron de la nada y fueron edificando su organización a punta de esfuerzo, por el lado más complicado, el de prueba y error.

Me refiero a los dos industriales del calzado que marcaron época en el decenio de los años setenta, Alfonso Valderrama y Luis Fernando Cristancho. El primero con su marca “Calzado Valderrama” y el otro como impulsador del afamado Calzado Bacardy, una empresa que nació, creció, se desarrolló, tal vez más allá de las capacidades del empresario y desafortunadamente desapareció, después de una infortunada situación que no supo manejar, bien por falta de orientación y asesoría o de consejo sabio y oportuno.

En el caso de Calzado Valderrama, del cual pienso ampliar mis comentarios en otra crónica, quiero mencionar una reciente situación ocurrida en torno a la marca y que no ha sido mencionada ni divulgaba en los medios, creo que por razón de la superficialidad de la situación. Hace algún tiempo, después del retiro del futbol activo del “Pibe Valderrama”, éste tuvo la idea de establecer un negocio de venta de calzado a nivel nacional utilizando su apellido como marca de identificación de sus productos, con tan mala suerte que ésta ya estaba registrada desde hace muchos años (ya a comienzos de los años setenta estaba registrada en la Cámara de Comercio de Cúcuta). No sé en qué terminó el lío, pero dentro de la sana lógica creo que la propuesta del “Pibe” fue derrotada, pues del asunto no volvió a hablarse y los almacenes de Calzado Valderrama de Cúcuta  y en las demás ciudades donde entonces tenía radicados sus puntos de ventas, deben seguir operando normalmente.

Mis comentarios, en esta ocasión, se excedieron explicando circunstancias que no tenía planeado narrarles, así que dejaré para la próxima, la historia de quien, en su momento, llegaron a llamar “el llanero solitario de la industria del calzado en Cúcuta”, por sus decisiones tan futuristas respecto al desarrollo de esta actividad, en la ciudad que siempre se consideró una ocupación doméstica y artesanal, razón por la cual, sus propios dueños nunca se acostumbraron a llamarlas fábricas o empresas, sino talleres, como si se tratara simples negocios de subsistencia, a pesar de generar trabajo para decenas y a veces cientos de personas.




 Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

sábado, 26 de enero de 2013

322.- ANECDOTAS DE LA CORPORACION FINANCIERA DEL ORIENTE


Gerardo Raynaud

En el transcurrir de las actividades de una empresa, se van presentando situaciones que con el correr de los tiempos se tornan anecdóticas y son recordadas, a veces en serio y otras en broma. Variadas fueron y las recuerdo con especial cariño, algunas de ellas sucedidas en la Corporación Financiera del Oriente, en los comienzos de sus operaciones cuando las gestiones no estaban sistematizadas y por lo tanto, la dependencia de los computadores no era tan esclavizante como lo es hoy en día, sino que muchas, por no decir que casi todas, eran aún manuales. El tesorero y encargado de la cartera y por ello de las cobranzas, era un caballero, que no lo era tanto, llamado César Ramírez. Era un Contador Público Autorizado, de esos que habían obtenido licencia a punta de experiencia o más bien en la universidad de la vida. Tenía una particular manera de ser, pues era, como dicen ahora los psicólogos, maníaco-depresivo, lo que lo tornaba, la mayor parte del tiempo, irascible al límite de la grosería. En alguna oportunidad, se le hizo un estudio para financiarle su primera máquina, verdaderamente industrial,  a un empresario que apenas comenzaba sembrando sus primeros pinitos en el sector editorial y que hoy es una empresa reconocida en ese medio, quien con su visión futurista decidió bautizar con el nombre de Nueva Granada. El joven empresario, estaba en una etapa de la vida, que había terminado su aventura en el ciclismo competitivo, había competido en varias Vueltas a Colombia y tal vez, pues no recuerdo a ciencia cierta, en algunas Vueltas al Táchira y estaba dispuesto a “colgar la bicicleta” y dedicarse al oficio que había aprendido. Tenía un pequeño taller, si así puede llamarse, a una tarjetera manual que tenía instalada en la sala de su casa, en la calle del camellón del cementerio, para más señas, en el puro frente del restaurante de la “Turra Petra”.

Habíamos sido compañeros de andanzas y de equipo, en mis años mozos, razón por la cual, lo conocía y sabía de sus capacidades, así que no fue difícil establecer un planteamiento financiero que le permitiera crecer en el ramo y con una buena financiación se logró que la Corporación le aprobara un crédito, en esa época por una suma cercana a los veinte mil pesos para la adquisición de una imprenta Chandler, alemana, de segunda mano pero en buenas condiciones, la que sería, como lo fue en la realidad, el despegue de una gran empresa como lo es en la actualidad. Hasta aquí, no parece que haya anécdota alguna, salvo la de presenciar el nacimiento de una empresa que hoy debe estar cumpliendo más de cuarenta años. Lo anecdótico tiene que ver con el proceso de perfeccionamiento de la operación crediticia y su posterior remate. Como se podrán imaginar los lectores, los veinte mil pesos de la época, constituía una suma importante, así que nuestro empresario debía ofrecer una garantía que le permitiera a la entidad financiera tener la seguridad sobre la devolución de su dinero, así que planteó la alternativa que su progenitora, que era una persona con recursos, le sirviera de codeudora, lo cual fue aceptado sin mayores reparos. Cumplidos los trámites de rigor, el día de la entrega del cheque, el empresario fue con su codeudora a recibirlo de manos de don César Ramírez quien de manera lacónica le dijo que esperaba que fuera responsable en el pago de sus obligaciones y que esperaba “no tener que cobrarle a su madre” en caso de incumplimiento.

Les aseguro, que Omar Peñaranda Salamanca, como se llamaba el empresario, se sintió tan ofendido que casi se produce un altercado. Afortunadamente, los ánimos lograron calmarse y lo que hoy conocemos, es historia.

Claro que esa no fue la única “metida de pata” del sujeto en mención. Era famosa su forma de cobrar, a quienes se demoraban. Llamaba por teléfono al cliente y sin ningún recato le decía, “oiga gran..*#&%*/”&#, ¿cuándo es que va venir a pagar? ¿Ud. Cree que esto es una entidad de beneficencia?

Para quienes lo conocían, alguna cosa le respondían, pero los nuevos, por lo general se quejaban ante el presidente, el ingeniero Gabriel Pérez Escalante, quien le acolitaba sus acciones, no sé, bajo qué argumentos, pues él era todo un señor; el hecho es que la estrategia funcionaba y los morosos venían a ponerse al día más temprano que tarde.

Para cerrar esta crónica, una anécdota más de la Corporación Financiera del Oriente. Cuando comenzó a promocionarse la constitución de la Fábrica de Juguetes Nacoral, varias personas me pidieron consejo para la compra de las acciones de esta compañía y yo las desanimaba. Aunque esta posición puede interpretarse como desleal, pues era funcionario de la Corporación, la razón de mi posición, siempre fue clara y así se lo manifesté al ingeniero Pérez Escalante, toda vez que el socio español, promotor de la iniciativa, José María Del Moral, había tenido unas actuaciones que no fueron claras, en otras ciudades del país donde había participado de proyectos similares y todos con resultados negativos. Aún con insinuaciones de funcionarios de la Oficina Matriz del SENA en Bogotá, quienes dudaban de la idoneidad del hispano, fue posible convencer al presidente de la compañía para que revaluara su posición con respecto a este señor.

La respuesta, que siempre me causó extrañeza, fue que lo que le interesaba a la institución, era la experiencia que la persona en mención tenía para el desarrollo de la empresa; que las demás operaciones podrían controlarse. Finalmente el proyecto fracasó y algunas de las personas a quienes les recomendé no se metieran en esa inversión, aún me lo agradecen.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

jueves, 24 de enero de 2013

321.- LA CORPORACION FINANCIERA DEL ORIENTE


Gerardo Raynaud

Soy un ávido lector del magnífico documento publicado por el diario La Opinión, “Huellas, Hechos y Anécdotas Nortesantandereanas”. En días pasados leí el fascículo 21 “La actividad Bancaria en Cúcuta” en el cual se presenta un detallado relato de esta actividad en la ciudad, durante los últimos años, digamos que desde que se inició la banca moderna en el país, fecha que podemos ubicar, con toda seguridad  en el 1923 con la contratación del profesor Walter Kemmerer, quien lideró la conocida Misión que lleva su nombre y que produjo la modernización de la Banca en Colombia. La narración muestra el desarrollo sucinto que tuvieron las oficinas bancarias en la ciudad, sin muchos detalles pero ajustado a las circunstancias que rodearon los acontecimientos, sin embargo, un olvido imperdonable es omitir a la única entidad bancaria con sede en Cúcuta y que propició el progreso regional durante años y que por razones que más adelante explicaremos, tuvo que trasladarse a la capital para poder subsistir en el complejo mundo de las finanzas de hoy. Se trata de la Corporación  Financiera del Oriente S.A.

La Corporación en mención, es lo que se llama un banco de segundo piso, pues las corporaciones financieras podían, para la época en que funcionaba en los altos del edificio del Banco del Comercio, en la calle once entre avenidas cuarta y quinta, realizar las mismas operaciones que los bancos comerciales, salvo mantener cuentas corrientes y de ahorros y expedir tarjetas de crédito, de resto podía efectuar las mismas de los bancos comerciales.

Pero veamos cómo nacieron estas entidades bancarias en Colombia y por qué se abrió en ciudad la Corfioriente como era llamada telegráficamente.

Aparecieron por primera vez en Colombia en 1959 como un esfuerzo combinado entre la ANDI (Asociación Nacional  de Comerciantes y la Asobancaria (Asociación Bancaria de Colombia) para que se reglamentara el ejercicio de establecimientos crediticios que pudieran canalizar recursos internos y externos para la financiación de las necesidades de capital de largo plazo de las empresas del sector industrial y que además contribuyeran a la promoción, creación, transformación y organización de empresas, preferiblemente del sector productivo, especialmente en los subsectores manufacturero, agropecuario y minero, posteriormente ampliado a las empresas relacionadas con los sectores de la construcción, transporte, turismo y comercializadoras de productos agropecuarios.

Con este esquema, puede decirse que las Corporaciones Financieras se confunden con los “bancos de inversión” al llenar el vacío dejado por los bancos comerciales cuya financiación, en principio se reduce al corto plazo. Hoy en día, estos conceptos han evolucionado hacia la “banca universal”, razón por la cual, las corporaciones financieras han prácticamente desaparecido del panorama financiero nacional.

Las normas legales que estatuyeron las corporaciones financieras fueron, el decreto 336 del 5 de diciembre de 1957 que autorizó la creación de las corporaciones financieras y definió su objeto social; posteriormente, en abril de 1958, el decreto 605 reglamentó su funcionamiento y fijó una serie de limitaciones a las facultades para otorgar créditos y finalmente fue el decreto-ley 2369 de 1960 el que definió estatutariamente lo referente a estos establecimientos de crédito. Un detalle interesante de la reglamentación era que le otorgaba las funciones de “underwriting”, es decir, de la colocación mediante comisión, por su cuenta y riesgo, de la totalidad o de una parte de la emisión de obligaciones emitidas por terceros, servicio que no podían prestar los bancos y que, sin embargo, nunca utilizaron a excepción de la Financiera del Valle que realizó algunas, muy pocas operaciones en este sentido.

Ahora bien, la Corporación Financiera del Oriente S.A. fue una de las instituciones promovida por la Federación de Cafeteros de Colombia atendiendo a un programa de expansión de las actividades complementarias que beneficiaran tanto al gremio como a las regiones cafeteras. Simultáneamente, la misma Federación hizo lo propio al promover la creación de la Corporación Financiera de Occidente S.A. con las atribuciones similares a la de Oriente pero en un territorio diferente.

Para el inicio de la promoción, la Federación se apoyó en el personal del Banco Cafetero, del cual era su accionista mayoritario,  con su gerente a la cabeza, por entonces el ingeniero Gabriel Pérez Escalante, quien convenció a los inversionistas locales de realizar los aportes necesarios para constituir una sociedad financiera con sede en la ciudad de Cúcuta, con capital regional y la conformación de una Junta Directiva con personalidades de la ciudad. A comienzos de 1970 se emprendió la tarea y durante el primer semestre se logró atraer un número significativo de inversionistas que pusieron el capital necesario para dar inicio a las operaciones de la Corporación y el día 5 de agosto de 1970, en la notaría segunda del circuito de Cúcuta se firmó, por parte  de los accionistas fundadores, la escritura 1.622.

Además de la Federación de Cafeteros y algunas de las empresas de ese conglomerado, como accionistas mayoritarios, figuran algunos de los más notables empresas de la ciudad, entre ellos, Centrales Eléctricas del Norte de Santander y la Empresa Licorera del Norte de Santander, instituciones que aportaron cada una un millón de pesos, equivalentes a la suscripción de 10.000 acciones respectivamente.

El capital inicial, autorizado por la entonces Superintendencia Bancaria, fue de cien millones de pesos repartido en acciones de valor nominal de cien pesos. El capital suscrito a la fecha del inicio de sus operaciones fue de $10.269.100. Firmaron la escritura de constitución y fundación 119 personas, 35 jurídicas y el resto inversionistas privados de la región y unos pocos del interior del país, convencidos de la bondad y lo atractivo que prometía el proyecto, en el corto y mediano plazo.

Fue el diez de julio de 1970 cuando el doctor Jaime Pérez López, entonces gerente provisional como lo exigían las normas, quien convocó en asocio con el gobernador Argelino Durán Quintero en su despacho, la asamblea preliminar que daría aprobación a los Estatutos de la Corporación Financiera del Oriente S.A.

En esa época, los bancos comerciales y demás instituciones del sector financiero podían realizar inversiones en otras entidades del mismo sector, así que estos fueron los más interesados, prueba de ello, asistieron a representar a sus entidades, los gerentes de los bancos Cafetero, Ganadero, la Caja Agraria, de la Sabana, Comercial Antioqueño, de Colombia, Industrial Colombiano, así como de las principales compañías de Seguros como Suramericana, Bolívar, Colombia, Colseguros y Agrícola de Seguros. Las empresas más representativas del sector privado de la ciudad como Fonos, Rosco, Norgas, la Caja de Compensación Familiar de Fenalco, la Embotelladora KIST Ltda.

Quien lideró desde el comienzo, fue la Federación Nacional de Cafeteros que en esta oportunidad estuvo representada por el doctor Miguel García-Herreros quien tuvo el respaldo financiero del departamento a través de las empresas Centrales Eléctricas del Norte de Santander y la Empresa Licorera las cuales hicieron aportes similares mediante la suscripción de diez mil acciones que representaban un millón de pesos.

Igualmente hubo un número significativo de personas naturales que creyeron en el negocio e hicieron aportes que representaron algo más del cincuenta por ciento de la inversión inicial que fue de $10.269.100.

Con estos recursos, la empresa comenzó a trabajar en la colocación de créditos y a promover algunas otras empresas que serían, según su Junta Directiva, la redención de los difíciles momentos que se presentaban esporádicamente en esta zona de frontera.

Una vez firmada la escritura 1.622 el 5 de agosto de 1970 y posesionada la nueva Junta Directiva, se procedió al nombramiento del presidente en propiedad que recayó en el nombre del ingeniero Gabriel Pérez Escalante, quien había sido hasta hace pocos días gerente del Banco Cafetero. La Junta estuvo presidida por el doctor Efraín Vásquez, quien se desempeñada como gerente del Banco Comercial Antioqueño. Las oficinas se instalaron en el segundo piso del edificio del Banco del Comercio por entonces dirigido por el doctor Guillermo Eliseo Suárez quien prestó toda su colaboración para que la Corporación pudiera funcionar adecuadamente, en la calle 11 No. 4-25.

Recuerdo los primeros empleados y digo recuerdo, porque tuve el honor de pertenecer a ella, como funcionario técnico a cargo de la evaluación de los proyectos de crédito para los pequeños empresarios y dicho sea de paso, cargo que fue mi primer empleo. Estaban Arnoldo Chirinos Maldonado como director del departamento técnico económico, César Ramírez como Tesorero y encargado de la cartera y las cobranzas; había un gringo de apellido Jennings, David si mal no recuerdo era su nombre de pila, que estuvo un tiempo asesorando al presidente en los aspectos organizacionales. Era el director administrativo don Fabio Rodríguez Peñaranda que se había retirado de la subgerencia del Banco del Comercio para colaborar con el nuevo proyecto. Se había contratado un ingeniero industrial bumangués como jefe de análisis financiero, Alirio Martínez Cuadros, quien estuvo manejando la evaluación de los distintos proyectos que se presentaban a consideración de la Corporación hasta que fue trasladado a operar las primeras actividades del proyecto insignia que tuvo la entidad y que fue uno de sus primeros y de pronto, más trascendentales dolores de cabeza, la fábrica de juguetes Nacoral.

Acompañaban a los ejecutivos un interesante grupo de secretarias y asistentes, entre las cuales estaban, Cecilia Cadavid quien era la secretaria de la presidencia y que resultó, después de varios años de noviazgo, casada con su compañero de trabajo, el economista Arnoldo Chirinos. Bertha Colmenares que creo era la más sufrida, toda vez que debía aguantarse las poco elegantes actividades emprendidas por el tesorero quien no brillaba propiamente por su diplomacia. Elena era la secretaria del departamento técnico y los infaltables empleados insustituibles señora de servicios generales, Elvira Pérez y el mensajero dicharachero, Enrique Cruz, hoy representante técnico de la multinacional Siemmens.

No éramos más ni tampoco fueron necesarios otros empleados durante el tiempo que duró la fase inicial de posicionamiento en el mercado. En ese tiempo, las corporaciones financieras tenían cubrimiento nacional, así que la mayor cantidad de negocios se realizaban en las grandes ciudades del país. En Cúcuta sólo se manejaban pequeños negocios, que resultaban poco rentables, razón por la cual, una de las primeras aproximaciones que hizo la Corporación fue buscar una alianza que le permitiera optimizar sus rendimientos  en los terrenos de la promoción y financiación de la pequeña industria. Vale la pena mencionar que por entonces, no se hablaba de la microempresa, término que fue introducido en el argot financiero por alguna entidad promotora en el Perú, en el decenio de los años ochenta y que por el éxito que manifestó en ese país se fue replicando en los demás de la América Latina. Desde el año 1973 se comenzó a entablar conversaciones con la Corporación encargada de la promoción y el financiamiento de la pequeña empresa que era la Corporación Financiera Popular, institución perteneciente al grupo del Banco Popular que en ese momento era un banco oficial y estaba adscrito al Ministerio de Desarrollo Económico.




 Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

martes, 22 de enero de 2013

320.- RECUERDOS DE 1968 II

PARTE II/II

Gerardo Raynaud


En esta casa de Villa del Rosario nació Café Galavís hasta su traslado a la ciudad de Cúcuta a finales de la década de 1960

Y cambiando de deporte, el Cúcuta Deportivo venía presentando una mala racha. Hacía tres años se había coronado subcampeón del rentado nacional. 

En ese año se decidió cambiar el sistema de todos contra todos, tradicionalmente utilizado hoy en las ligas europeas y el equipo venía ocupando la última posición, situación que se volvió común en los años siguientes. 

Era entrenador, el uruguayo Rubén Bravo, muy conocido en el ámbito futbolero internacional y en Cúcuta, además de buen estratega, era perseguido por los solteros de la ciudad para que concediera los permisos necesarios para que su hija asistiera a cuanta reunión social se desarrollara, pues era toda una belleza y aquellos, que usualmente no eran muy aficionados al balompié, resultaban asistiendo al estadio, no sólo a los partidos sino a todos los entrenamientos, con tal de poder ver a la hija del entrenador. 

Pero esa no es la historia. El hecho es que el equipo estaba en tan mala situación (como casi siempre), que tanto el entrenador como los directivos Hernando Lara Hernández y Giovanni Martín anunciaron que el equipo se podría liquidar si el gobierno municipal y departamental no pagaba los auxilios aprobados antes del 20 de junio, fecha en que comenzaba el torneo Finalización. 

Como la situación se dilató más de la cuenta, los directivos y jugadores llegaron a un acuerdo que le permitió al equipo participar en el juego. 

A partir de ese momento, la dirección del conjunto será ejercida de manera colectiva por los jugadores y éstos se comprometieron a pagarles a los directivos el 20% de las ganancias que obtengan, con el objeto que se puedan pagar los intereses del pasivo existente; el acuerdo estaría vigente hasta la terminación del campeonato, en el mes de diciembre.

Aunque el equipo terminó en una de las últimas posiciones, -afortunadamente no existía el descenso para los equipos que terminaban de últimos-, la experiencia resultó positiva pues el equipo logró salir avante de sus infortunio financieros.

Cabe destacar que la gestión se desarrolló con la representación de los tres estamentos, los jugadores extranjeros, los nacionales y los directivos. 

Actuaron representando a cada uno de ellos, Omar Verdún y Marcel Suárez para los primeros, Helí Rubio y Tulio Niño por parte de los nacionales y Hernando Lara y Giovanni Martin por los directivos. 

Por último, quiero destacar que la prensa de la época no era propiamente generosa con el equipo y sus jugadores, pues se burlaban descaradamente de ellos como sucedió durante el partido realizado el 30 de junio contra el DIM, en el cual, el portero Alejandro Sinisterra tuvo una desafortunada intervención y la prensa no tuvo ningún reparo a apodarlo “bikini”, en una jugada que terminó en gol en contra y que posteriormente, fuera anulado por el árbitro, afortunadamente. 

Al finalizar el año se jugó la final por primera vez, entre los campeones de los dos torneos, Apertura y Finalización entre el Unión Magdalena y el Deportivo Cali, siendo este último, el campeón.

En lo empresarial, puedo comentarles dos actividades que se venían gestando en ese momento. La celebración de los primeros cincuenta años de la empresa Café Galavís, la empresa vigente más antigua de la ciudad, hasta que alguien me demuestre lo contrario. Había sido fundada el 20 de junio de 1918, lo que significa que está a escasos seis años del centenario y que bien merecidos los tiene. Entonces don Lino Galavís como propietario y el doctor Gustavo Rodríguez Duarte como gerente, preparaban la celebración con “todos los hierros”.

Por otro lado, se gestaba la creación de una entidad financiera local que sirviera de apoyo a los empresarios de la ciudad y la región. Se hacían las reuniones preliminares, las que culminaron exitosamente dos años más tarde, con la puesta en marcha de la Corporación Financiera del Oriente S.A..

Antes de comenzar nuestro itinerario por las postrimerías del 68, echemos un vistazo a los acontecimientos que merecieron comentarios entre la opinión pública local y que tuvieron alguna trascendencia social, política o económica.

Habían pasado las elecciones que se llamaban de “Mitaca” y entre los elegidos diputados registramos con beneplácito el nombre del dirigente conservador José Luis Acero Jordán, a quien recientemente habían designado rector de la naciente universidad Francisco de Paula Santander, en ese momento entidad de derecho privado. 

Tan pronto se oficializó su elección, dijo que se posesionaría en su curul de la Asamblea, aun cuando el Consejo de la Universidad lo había ratificado en su cargo. 

Sin embargo, para despejar cualquier malentendido solicitó que las dietas correspondientes le fueran cedidas a la biblioteca de la Universidad. No hubo discusiones ni alboroto de ninguna clase, los pocos estudiantes de las  carreras  tecnológicas, tomaron el gesto del rector con agradecimiento y la biblioteca tuvo los recursos adicionales para la adquisición de los textos requeridos para actualizar los conocimientos tan necesarios en la fase inicial de sus estudios.

Mientras tanto, la Beneficencia de Norte de Santander y su producto estrella la Lotería de Cúcuta, luego de varios años de bonanza en los cuales paulatinamente fue elevando el monto de su premio mayor hasta la suma de $300.000, había readquirido el lote donde años antes había funcionado uno de los mercados satélites de la ciudad, el mercado Rosetal, el cual entró en franca decadencia a partir del momento en que se dio al servicio el nuevo mercado central de la Sexta a mediados de los años cincuenta, además que al frente se había construido el más moderno hotel de la ciudad y un mercado de esas características, no armonizaba en el conjunto urbano que se le quería imprimir a la ciudad. 


La Lotería llevaba varios años estructurando un plan de inversiones en construcciones en todo el Departamento, así como desarrollaba simultáneamente una reorganización administrativa que le permitiera agilizar la toma de decisiones y poder operar eficientemente para lograr beneficios que se retribuyeran en favor de las arcas del Departamento. 

Por esos días, se le había vencido el periodo de dos años al gerente Francisco Jordán y urgía el nombramiento del nuevo gestor, toda vez que la Beneficencia había emprendido un ambicioso proyecto de renovación urbanística del sector de la calle diez con Avenida Cero, que entonces había sido bautizada en honor del dirigente caldense Gilberto Alzate Avendaño y el nuevo edificio que embellecía esa esquina estaba terminado y debía ser dado al servicio casi de inmediato. 

Como la elección se demoró más de la cuenta, tuvo el honor de inaugurarlo, el secretario general de entonces, el economista Carlos Gil Ceballos como gerente encargado. El edificio es el que conocemos hoy, pero en ese momento, además del teatro Cínera se había proyectado la apertura de un supermercado de “especiales características”, el cual no operó mucho tiempo y tuvo que ser cerrado y los locales ofrecidos en arriendo. 

Tenía, adicionalmente, un parqueadero diseñado tanto para los clientes del supermercado como para los usuarios del Teatro, con capacidad para sesenta vehículos. 

Días más tarde, se procedió a la elección del gerente, decisión que recayó en el nombre del señor Luciano Jaramillo Cabrales, en un fallo casi unánime, toda vez que cinco de los seis miembros de la Junta Departamental votaron a su favor.

Ya corría el mes de noviembre y comenzaban a publicarse los nombres de los bachilleres de la promoción del 68 en todos los establecimientos de educación de la ciudad y entre ellos, algunos de nuestros conocidos a quienes hoy recordamos y ofrecemos nuestras felicitaciones después de tantos años transcurridos. 


En esos días se graduaba como Experta Auxiliar de Oficina en la Academia Estudios Comerciales de los esposos Vila Casado, la señorita Tulia Albarracín Medina, hermana de mis compañeros de colegio y universidad, Rómulo y Alberto.

En el Colegio de La Presentación, ese mismo día, recibía su cartón de bachiller María Elena Contreras Ramírez, hoy economista, quien durante buena parte de su vida laboral se desempeñó en la gerencia del Instituto de Bienestar Familiar. 

En La Salle, egresaba como bachiller el hoy ingeniero civil Julio César Casanova Navas, de la dinastía de los Casanova del recordado Clubes Casanova. 

Para finalizar y con el ánimo de no hacer una lista interminable de bachilleres de la época quiero manifestarles que los actos en los que se les entregaba los diplomas eran de una seriedad y un protocolo que envidiarían las más altas dignidades diplomáticas. 

Por lo general, los colegios que no tenían un auditorio con suficiente capacidad para albergar a todos los involucrados, graduandos y sus familiares, realizaban el acto en el Teatro Zulima con toda clase de presentaciones, musicales, poéticas, teatrales y los correspondientes discursos de despedida y de futuros augurios de éxito en las nuevas actividades que emprenderían desde ahora.

En aquellos tiempos, también se realizaban las actividades tendientes a proveer de los recursos necesarios a nuestra reina, la señorita Norte de Santander, para que nos representara dignamente en el Reinado Nacional de la Belleza, en Cartagena de Indias. 


Martha Eugenia Valero, la linda representante de la belleza nortesantandereana, contribuyó con su presencia a deleitar a los participantes de la celebración de los 42 años del Club Tennis y de paso, a lograr el apoyo de la empresa privada para financiar parte del presupuesto que necesitaba para lograr un presentación digna en el reinado tradicional de la belleza colombiana.

En cuanto a los sucesos de farándula que por esos días se presentaban en la ciudad, había un espectáculo al que le hacían bastante publicidad, ya cuando el Teatro Guzmán Berti había caído a un bajo nivel y en él solo ve veían algunas películas pasadas de moda, por lo general, del ciclo dorado del cine mexicano y una que otra función de personajes de poco renombre, que iban de paso o venían del vecino país.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

domingo, 20 de enero de 2013

319.- RECUERDOS DE 1968 I


PARTE I/II

Gerardo Raynaud

Fuente luminosa del Club de Leones

Pareciera que durante la segunda mitad del siglo pasado, algunos años en particular marcaron la vida ciudadana con mayor intensidad que otros. 

El año del título es uno de esos, durante el cual, los acontecimientos señalaron los destinos de muchas personas de esta ciudad y de esta región. 

Varias fueron las catástrofes pero muchos más  los momentos alegres que se vivieron y que son necesarios mencionar para mantener viva la memoria de los sucesos de nuestra comarca. 

En otras crónicas hicimos mención de algunos de los más importantes acontecimientos acaecidos durante el periodo de la referencia, motivo por el cual, sólo serán mencionados de manera tangencial.

Comencemos reseñando la inauguración de uno de los íconos  más representativos de la ciudad, hoy en el olvido y sumido en el más deplorable abandono. Se trata de la fuente luminosa del Club de Leones que fue construida en el triángulo comprendido en la calle octava con la avenida cero y la diagonal Santander, justo frente al Colegio La Salle, cuando la entrada principal quedaba precisamente mirando el nuevo monumento. 

Los Leones le entregaron a la ciudad la fuente, con motivo de la celebración de la XXIII Convención Nacional Leonística. 

Con la solemnidad que los acompaña siempre, el Club que había invertido la suma de $200.000, quiso darle la importancia que se merecía un evento de esta magnitud y programaron un desfile inaugural que realizaron partiendo desde la Clínica que ellos mismos contribuyeron en construir, por lo cual lleva su nombre y que está localizada en la esquina de la avenida cuarta con calle 18, hasta la fuente objeto del tributo, en cuyo recorrido emplearon dos horas, después de las cuales se dio inició a la Convención, en las instalaciones del Club de Cazadores. 

El protocolo seguido en la inauguración estuvo dirigido por el doctor Carlos Bustamante Álvarez presidente del Club y asistieron todas las autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la ciudad, encabezadas por el alcalde Eustorgio Colmenares y el gobernador encargado en ese momento, el doctor Hender Liévano quien reemplazaba al ingeniero Gustavo Lozano Cárdenas.

No había transcurrido más de una semana, cuando se produjo el primero de los más sombríos hechos que se sucederían en los próximos días. El bus de la Empresa de Trasportes Bolívar, identificado con el número interno 168, cayó al abismo en el kilómetro 26 de la carretera a Pamplona, en el sitio conocido como Peñas Blancas. 


En el registro de la empresa, el vehículo mencionado era conducido por Guillermo Rivera y aparecían en planilla (emplanillados como decían entonces) 17 pasajeros. 

Ese día, mayo 3, las lluvias llevaban varios días y algunos derrumbes se habían producido en el sitio de la tragedia, que los trabajadores de la Zona de Carreteras del Ministerio de Obras Públicas no habían logrado controlar y tampoco alcanzaron a señalizar para advertir de la condición que se estaba presentando más adelante. 

El accidente se produjo por el exceso de velocidad del automotor y por las condiciones resbalosas de la carretera, debido a la humedad y al barro  que se había desprendido de la montaña, así que el conductor perdió el control del autobús y se fue a un abismo de más de cien metros. 

Aún en esas condiciones, en el bus viajaban once hombres, cinco mujeres y el chofer y según las primeras versiones, hubo tres sobrevivientes, los cuales, milagrosamente salieron expulsados del vehículo en su loca carrera por el precipicio. 

Los organismos de socorro organizaron una comisión de rescate pero no pudieron realizar las operaciones  esa noche, debido a las condiciones climáticas, así que tan pronto amaneció, procedieron a cumplir con su labor. 

Con sorpresa se encontró que las víctimas eran más de las que se había registrado el día anterior, pues rescataron del lecho del rio Pamplonita 28 cuerpos, lo cual le hizo suponer a las autoridades que el bus recogió los 12  pasajeros adicionales en el trayecto hasta el lugar del accidente. 

Los cuerpos estaban esparcidos en un área de más de cincuenta metros a la redonda, lo cual dificultó su labor, tanto que solamente terminaron a las diez de la mañana con el traslado a las instalaciones de las varias funerarias de la ciudad.

Para el día del educador, que tradicionalmente se celebra el día de San Juan Bautista de la Salle, el día 15 de mayo, apenas a diez días del accidente, el Gobierno municipal decidió otorgar la Medalla del Mérito Educativo al Rector del Colegio Sagrado Corazón de Jesús, Hermano Arturo Monier, gestor y promotor del basquetbol en Colombia, cuya amplia reseña se encuentra en un documento sobre la historia de este deporte, escrito por Alfredo Díaz Calderón, uno de los más connotados exponentes de este deporte, tanto en lo regional como nacionalmente.

Exactamente un mes después, el 15 de junio, se inauguraba oficialmente la primera Feria Internacional de la Frontera “FIF” después de un largo proceso emprendido por FENALCO, que el año anterior había acogido al Congreso Nacional de la entidad, el evento más importante del gremio. 


Pero lo que quiero resaltar, en lo relacionado con los resultados generados en desarrollo de la feria, fue el establecimiento de una empresa, que aunque duró relativamente poco tiempo en el mercado, merece que le hagamos un reconocimiento, toda vez que se trató de una experiencia distinta en el campo de la industria, que era exactamente lo que se buscaba al impulsar la Feria Internacional.

Se trató de una fábrica de vinos que se llamó “Bodegas de Castilla” que fabricaba y ofrecía al mercado, vinos tipo Moscatel, Oporto, vino de consagrar y una variedad de vino tinto tipo Chianti que optó por llamar “Pamplona”. 


Aunque la información disponible no indica el lugar de funcionamiento de la empresa, recuerdo que en una oportunidad visité, como funcionario de la Corporación Financiera Popular, un local en la avenida tercera B, que es la prolongación de la avenida cuarta después de la calle 18 al sur,  en donde había existido una fábrica de licores, vinos incluidos y deduzco, por esa coincidencia, que esa podría ser la dirección de la tal fábrica de vinos y para que los cucuteños “de Cúcuta” la ubiquen con más precisión, puedo complementarles que el local, era vecino de la casa donde se exhibía la “virgen de la hojita”.

Otros sucesos eran noticia en la ciudad durante este año lleno de acciones y de eventos que llenaban las páginas de los diarios, tanto los locales como los nacionales, así como, horas enteras de las emisoras radiales y uno que otro avance por la televisión, que en blanco y negro se transmitía por esos días a través de la primera cadena de Inravisión; claro que nosotros teníamos la gran ventaja de recibir las señales de las cadenas venezolanas, especialmente la desaparecida Radio Caracas Televisión y Venevisión que eran las de mayor sintonía. 

Por esos días, estaba en señal de prueba el canal oficial del gobierno, Venezolana de Televisión, cuya programación inicial era, en su casi totalidad, películas y uno que otro noticiero.

Una de las noticias de mayor importancia para la ciudad y la región, a mediados de ese año, fue la puesta en servicio de la segunda pista del aeropuerto, que ya se llamaba Camilo Daza. La pista 15-33 como se denominó técnicamente, tiene una longitud de 700 metros y fue diseñada, específicamente para operaciones de los nuevos aviones jet de Avianca, los B720-B. 


Recordemos que la razón de esta nueva pista era la necesidad que se requería para las operaciones de aterrizaje y decolaje en condiciones de vientos cruzados que se presentan en ciertas épocas del año y que ponen en riesgo estos procedimientos.

En lo deportivo podemos mencionar que se terminaba la XVIII Vuelta a Colombia, con el triunfo de un tolimense, por primera vez, Pedro J. Sánchez “el León del Tolima” como había sido apodado por los locutores que apasionadamente transmitían, segundo a segundo, las incidencias de la carrera más popular del país, en sus “transmóviles”, desde la carretera y en los puntos fijos, fueran éstas, metas volantes, premios de montaña o la meta de llegada en cualquiera de las ciudades o municipios donde estos estuvieran ubicados. 


Mientras tanto, en Cúcuta, el ciclista del momento era Antonio Vaca y su contrincante más avezado era Alfonso Pérez.

También hacía equipo, entre quienes recuerdo, Ernesto Molano y Omar Peñaranda. Habían corrido la Vuelta a Colombia que acababa de terminar y el equipo del Norte, no había tenido  suerte en esta ocasión, pues ocuparon los puestos de la retaguardia que por entonces, llamábamos de “farolito”. 

De todas maneras, durante este año Antonio Vaca, le ganó todas las carreras a Alfonso Pérez, quien atendía su almacén de bicicletas, arreglo y ventas en la avenida diez entre calles 9 y 10, a media cuadra del Teatro Mercedes.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.