Luis Fernando Carrillo (Imágenes)
Así llamó Carlos Flórez, seleccionador nacional a Roque Peñaloza por su gran actuación en el suramericano efectuado en Santiago de Chile en 1957. Fue un desempeño magistral que le valió el aplauso de la prensa especializada y figurar en el plantel ideal de los mejores jugadores del certamen.
Roque lo recuerda, así como recuerda, a pesar de alegar estar volviéndose olvidadizo, aquel juego con Uruguay que de haberse ganado llevaría a Colombia al mundial de México 1958. Faltaban pocos segundos, se perdía por un punto, con su visión periférica, ve que Édison Cristopher se cruzaba hacia la cesta. Le envía el pase, pero lo que debió ser algo fácil de convertir fue fallado. Solo había que embocarla.
Nunca estuvo tan cerca Colombia de asistir a un mundial. Lo único en lo que no estuvo presente en su carrera que se inicia como jugador representando al Colegio Sagrado Corazón de Cúcuta del que egresó bachiller en 1957. Jugador imprescindible en los seleccionados del Norte de Santander, en los años sucesivos e imprescindible también en las selecciones Colombia a los juegos Bolivarianos, Centroamericanos, Suramericanos y Panamericanos.
Siempre con la camiseta número 14, con gran capacidad de salto con solo 1.75 mts de estatura, visión periférica que le permitía tener el juego en su cabeza, su gran lanzamiento y pundonor a toda prueba. Su capacidad de salto lo recuerda en aquel partido en el que se le ganó al Valle del Cauca con jugadores de gran estatura. Se perdía por un punto con el equipo que dirigía el argentino Juan Leopoldo Rochaix. Se pide tiempo. Se acuerda, por faltar pocos segundos para terminar el encuentro, que Alfredo Díaz Calderón, otro gigante del basquetbol, a quien se le había cometido falta, embocaría el primer lanzamiento para ponerse a un punto y el segundo lanzamiento se fallaría adrede y Roque con su capacidad de salto, lo que no esperaban los contrarios, cachetearía el balón como efectivamente sucedió. El partido se ganó por un punto.
Comentaba Rochaix que esto no se esperaba, ya que Roque quien no estaba en la línea de salto, lograra la hazaña de meter el balón con el simple toque de la mano.
Suramericano de Chile: Roque intercambia banderines con
Vladimir Márquez, capitán
de Brasil.
En esta película de su vida recuerda Roque a Cevallos un jugador ecuatoriano que le enseñó a hacer “la silla”, que le dio muchas alegrías y también muchos triunfos. Entraba hacia el aro con la pelota arriba y al bajar se aprovechaba que los brazos de los rivales estaban todavía en el aire para por debajo encestar con efectividad casi siempre total.
Piensa en el primer juvenil que jugó con el Norte en la cancha Toto Hernández. Piensa en los integrantes de ese conjunto, Pipo Gómez, Juan de Dios Jobes, Carlos Castillo, Gustavo Martínez, y otros. Piensa en Alfredo Díaz Calderón, instintivo para jugar basquetbol, gran lanzador y pasador, con finta impecable cuando se dirigía hacia el cesto rival. Añora ese equipo de mayores que tantas satisfacciones dio al Norte de Santander. Alfredo Díaz, David Morantes, Carlos Díaz, Sergio López y Roque Peñaloza. Son memorables los partidos contra Antioquia, Valle del Cauca, Huila y el Distrito.
Evoca el conjunto que conformó en la Universidad Javeriana junto con el mono Albán, Mario Paz, Óscar Hincapié, con el que se fue campeón universitario durante muchos años. Francisco Nemeth, yugoslavo que reforzaba al Huila, Rúgeles, Cantillo, Tovar, Reinel Rojas, que con frecuencia azotaba al Norte. La Coca González, Jorge Niño, Carlos Pérez, Hugo Hernández, Fosforito Castro, y todos esos que tanta gloria dieron al Norte de Santander y a Colombia.
Vuelve al coliseo Toto Hernández que guarda el orgullo de la grandeza que escribieron directivos, jugadores y aficionados. No se olvida de Augusto Kant, entrenador y arbitro panameño que fundamentó nuestro basquetbol, Perico Pérez, árbitro puertorriqueño y periodista como Carlos Arturo Rueda y Pastor Londoño.
Al subir por la avenida segunda está la nomenclatura 14-22. Una placa dice “Familia Peñaloza Adder”. Placa, dice Roque, colocada por una hermana muerta. Allí nació en el barrio La Playa.
Amigos como Hernán Gómez, Pedrucho Canal, los Lamk, los Duarte, los Díaz, Iván y Pedro, se forjaron en los menesteres de la barriada y del colegio. Estudió hasta segundo elemental en el Colegio Santa Teresa, que también recibía niños y de tercero elemental en el Colegio Sagrado Corazón de donde salió bachiller en 1957.
Piensa con todo el cariño en Hernán Gómez, vecinos por el solar de sus casas, quien le regalaba uvas. En Lexis Kiesenberg, abogado y economista de la Universidad Javeriana que ahora recorre en cicla la ciudad. En Amín Turbay recientemente muerto, Carlitos Cáceres y en todos aquellos que hizo amigos desde los años de su juventud.
Actualmente ejerce
su profesión de odontólogo dedicado a sus negocios particulares y a construir
todos los días el hogar que formó con doña Toña Quintero. Ella y sus hijos son
su razón de ser y todo en el marco de un deporte que lo llenó de
satisfacciones, de triunfos, y realizaciones. Triunfos que son del Norte de
Santander y de Colombia. Soy un hombre feliz dice el hijo de Carlos Julio
Peñaloza y Alix Edder.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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