Gerardo Raynaud (La Opinión)
Desde el mismo momento de su reconstrucción, Cúcuta tuvo la feliz idea de promover la cultura y las artes, para que, en el futuro, sus habitantes se distinguieran por sus vastos conocimientos y su erudición humanistas. En este aspecto es conveniente reconocer la animosa propuesta del ingeniero Francisco de Paula Andrade Troconis para quien las actividades culturales resultaban de primordial importancia dentro del ámbito urbanístico de la nueva ciudad.
Es así como en desarrollo de estas acciones, tanto el gobierno local como los particulares, dedicaban buena parte de su tiempo y sus recursos en programar galas, funciones o presentaciones de los más reconocidos artistas nacionales y de algunos pocos extranjeros que venían por estos lares, usualmente en tránsito de entrada o salida.
Por razones como estas, es que, desde comienzos del siglo pasado, cuando ya se habían edificado algunos escenarios propicios para estos eventos, se conoce de las muy variadas actuaciones de autores, compositores, talentosos individuos y compañías teatrales que con su maestría deleitaban a los asistentes.
El primer escenario del que tenemos noticia es el Teatro Cúcuta, que era el centro de la actividad cultural de la ciudad y que había sido construido sobre las ruinas de los bombardeos ocurridos durante el sangriento sitio a la que fue sometida la ciudad durante la Guerra de Los Mil Días. Es de aclarar que este escenario estaba dedicado exclusivamente a la presentación de obras teatrales y musicales y no debe asociarse con la otra novedad que apenas comenzaba a popularizarse globalmente, el cine.
Por supuesto que hablamos del cine mudo, lo que hiciera que empresarios privados encabezados por don Domingo Guzmán se dieran a la tarea de proyectar la primera sala de cine que sirviera, además para la presentación, en vivo, de artistas como era la usanza en las principales ciudades del mundo. Era el Teatro Guzmán, inaugurado en octubre de 1904, pero remodelado y adecuado posteriormente para mejorar sus instalaciones y adecuarlas a las exigencias modernas, para lo cual fue su principal gestor, el general José Agustín Berti, resultando una sociedad que ratificó el nuevo nombre que por muchos años fue el ícono de la cultura cucuteña: el Teatro Guzmán Berti.
Pues bien, para la difusión de las artes, durante los años cercanos a cumplirse el medio siglo, la figura de un ilustre bardo nacional, originario de las vecinas tierras de Santander, venía destacándose en el escenario de la poesía, por lo cual, la Escuela de Música del departamento, tomó la iniciativa de programar una velada artística, como era la costumbre entonces, para su presentación y a la vez, como un homenaje a su maravillosa obra.
El laureado poeta Aurelio Martínez Mutis, quien recién, en esos días, había sido destacado en París por sus colegas, en relación con sus recientes producciones literarias, las que se distinguían por su nuevo estilo, delicado, ameno, figurado que lo hizo merecedor de un general reconocimiento, particularmente por su poema “La llamarada roja” o “La Clarinada Roja” como fue presentada en algunos medios periodísticos del viejo continente, una magistral pieza de la más bella inspiración, en la cual representa la tragedia rusa, en ese momento invadida y torturada por las hordas teutónicas y exalta el heroísmo y la valentía de ese pueblo que lucha con valor asombroso por su existencia y que en sus horas de angustia invoca el invierno para sus defensas y para formar las trincheras de nieve que finalmente les darían la victoria.
La velada artística que se realizó en el teatro Guzmán Berti, el viernes 24 de julio de 1942, fue proyectada en dos partes, cada una dividida en seis actos, los que brevemente describiremos así:
Inicia el preludio la magnífica orquesta del maestro Fausto Pérez y con una portentosa escenografía del maestro catalán Vásquez Rojas que el público observa al correrse el telón y que representa un amanecer en el mar Caribe, obra que según los entendidos constituye en su género, una de las maravillas del mundo.
El segundo acto corresponde a la primera intervención del maestro Martínez en el que presentó algunos de sus trabajos poéticos, entre los que destacamos, ‘Apunte de Geografía’, ‘Signos de Puntuación’, ‘signos de Puntuación (tema sobre los lunares)’, ‘Rondel (poema sobre la brevedad del amor)’ y otros que por la brevedad de la crónica me excuso de presentar.
Le siguió el acto musical ‘La Serenata’ de Tocelli Rimpionte, un solo de canto entonado por la señorita Sara Mejía acompañada al piano por la señora Carmen Soto de Ramírez, que mereció una de las más calurosas ovaciones.
Seguidamente regresó el poeta quien recitó ‘Mi Caballo Aguadeño’ un tema en homenaje a los montañeros antioqueños.
Finalmente, y luego de una nueva intervención de la orquesta del maestro Pérez, se cerró la primera parte del programa con el poema ‘Vendimia de Amor’, poema que el maestro Aurelio Martínez recitó durante la sesión de clausura del Congreso Mariano Internacional reunido en Santiago de Chile el año anterior.
Para el segundo segmento de la velada, el poeta santandereano había decidido estrenar en la ciudad, su última composición, ‘El Romancero del Tabaco’, habiendo escogido el fragmento ‘Romance de la 20 mulas’ para iniciar una gira nacional, en la cual recitaría detalles en cada una de las principales ciudades.
Los números centrales de esta segunda tanda fueron representados por las señoritas Eddy y Conchita Gandica, quienes en dúo interpretaron el vals “Danubio Azul”, acompañadas en el piano por la señora Carmen Soto de Ramírez, hija del maestro Elías Mauricio Soto, quien fue la única de su descendencia que heredó sus dotes musicales.
En la siguiente intervención, la orquesta del maestro Fausto Pérez interpretó dos piezas del folclor popular de su inspiración, ‘La canción del Sapo’ y ‘La Canción del Pavo’.
La última pieza musical le correspondió ejecutarla a la reconocida maestra del piano doña Elena de Valera quien interpretó las muy conocidas canciones del folclor español, ‘Granada’ y ‘Sevilla’.
Como remate de la jornada cultural, el vate santandereano cerró su intervención recitando y explicando detalles hasta ese momento desconocidos de su obra más reconocida mundialmente y que lo hizo acreedor al reconocimiento antes mencionado “La llamarada Roja”.
El evento
resultó ser uno de los más aplaudidos y felicitados por la sociedad y los
medios y fue calificado como la nota cultural más grata para la sociedad
cucuteña presentada en los últimos años.
Recopilada por: Gastón Bermúdez V.
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