PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

TERREMOTERO -Reconocimiento, enero 2018-

Apasionantes laberintos con inspiraciones intentan hallar rutas y permiten ubicarnos en medio de inagotables cascadas, son fuentes formadas por sudores de ancestros. Seguimos las huellas, buscamos encontrar cimientos para enarbolar desprevenidos reconocimientos en los tiempos. Siempre el ayer aparece incrustado en profundos sentimientos.

Corría finales del año 2008, Gastón Bermúdez sin advertir y sin proponerlo, inicia por designios del destino la creación del portal CRONICAS DE CUCUTA. Parecen haberse alineado inspiraciones surgidas por nostalgias. Gran cúmulo de vivencias, anécdotas, costumbres y añoranzas, fueron plasmadas en lecturas distintas.

Ya jubilado de la industria petrolera venezolana, recibió mensaje que expresaba una reunión de amigos en Cúcuta. Tenía más de cuatro décadas ya establecido de forma permanente, primero en la ciudad del puente sobre el Lago y después en la cuna del Libertador. Viajó ilusionado, acudió puntual a la cita desde Caracas. Encontró un grupo contemporáneo, conformado por amigos ex-jugadores de baloncesto y ex-alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús.

La tierra cucuteña levantada desde primeras raíces plantadas, siempre acompañó todos los hijos ausentes. Cuando encontramos distantes los afectos, creemos separarnos de recuerdos. Nos llevamos al hombro baúles de abuelos, cargamos con amigos del ayer, empacamos en maleta la infancia y juventud. Muchas veces una fotografía antigua, atrapa y confirma que nunca pudimos alzar vuelo.

Entonces por aquellos días apareció publicado ´La ciudad de antaño´, parido desde generosa pluma con sentido de identidad comprometida, fue el mártir periodista Eustorgio Colmenares Baptista dejando plasmados recuerdos de finales de los 50 y años 60. Sin querer, esas letras fueron presentación inaugural de CRONICAS DE CUCUTA. Los Inolvidables sentires viajaron al modesto grupo de amigos y abrieron compuertas para afianzar arraigos de infancia. Don Eustorgio culmina la crónica con frases retumbando las memorias: “Había muchos menos avances tecnológicos a disposición de la comunidad, pero vivíamos como si nada nos faltara. Nos bastaba con vivir en Cúcuta”.

Sentires intactos, ahora plasman recuerdos en calles transitadas por niños que fuimos. Nuevamente los arraigos hacen despejar las avenidas a los rieles del antiguo ferrocarril. Nos bastaba con vivir en Cúcuta. Asoman madrugadas entre indetenibles remembranzas y añoranzas.

Sin planificar nada, Gastón compartía vía internet las crónicas del Diario La Opinión aparecidas cada ocho días en lecturas dominicales. Sin saber, creció el portal CRONICAS DE CUCUTA. Cada acontecimiento recopilado se convertía en homenaje In Memoriam para hombres y mujeres que dejaron muy alto el Valle de Guasimales. Igualmente, exalta la dignidad con reconocimiento a grandes glorias del ámbito artístico, cívico, periodístico, religioso, deportivo, cultural, social y político.

Oficialmente se convierte en PORTAL WEB el 7 de octubre 2010. En forma admirable acumula ya 1.329 recopilaciones tipo crónicas, casi todas extractadas de periódicos y publicaciones locales, libros populares, escritos nacidos de historiadores, periodistas, inéditos autores y muchos escritores del Norte de Santander. El portal permite hallar el original ADN ancestral y ubica el sentido innato de pertenencia cucuteña. Llegó un día a la vida de todos los internautas, igual como aparecen las buenas nuevas, sin avisar, sigilosamente introduciéndose en las cortezas que somos y las venas que siempre fuimos. Su creador, nunca imaginó un buscador que tocara el alma y menos tallar imborrables despertares en ávidos ojos de lectura.

Aparece ahora como paso determinante para navegar en referencias de Cúcuta. Asegura a nuevas generaciones herramientas para afianzar valores jamás perdidos. La perspectiva futura para ámbitos históricos, culturales, sociales y deportivos, harán necesario considerar el Portal como insigne buscador de consulta e informativo. Importante archivo tecnológico para infantes en colegios y escuelas. Podrá acceder directamente cualquiera a profundos arraigos allí recopilados. Casi imperativo considerarlo como salvaguarda del sentido de identidad y pertenencia.

CRONICAS DE CUCUTA se convirtió en sugestivo repaso de acontecer histórico, recopilado en 19 capítulos o clasificaciones. Portal libre, siempre abierto a todo aquel deseoso por descubrir datos históricos, biografías, nombres de grandes personajes, fechas emblemáticas, sucesos de vida social, cultural, deportiva, religiosa, artística y política. Formidable vía adentrándose en acontecimientos del siglo XVIII hasta nuestros días. Todo expedicionario oriundo se encontrará representado en cada letra, apellido, dato, foto y fecha. Todos volverán a observar las luces de la gran ciudad en medio de rutas por hallar orígenes.

CRONICAS DE CUCUTA no debe tener como destino el olvido, deberá asegurar a nietos de nuestros nietos, inquebrantables lazos surgidos de nostalgias, recuerdos y añoranzas. CRONICAS DE CUCUTA es herramienta tecnológica para demarcar el hilo conductor entre hoy y ayer. Parece luz encontrada en días oscuros, nos abre el entendimiento. Pulsar la tecla nos lleva a destinos con encuentros pasados. Valiosa información contenida en páginas adornadas con sentimientos profundos.

CRONICAS DE CUCUTA garantiza el resurgir de valores originarios que parecían adormecidos por culpa del avasallante mundo moderno. CRONICAS DE CUCUTA llegó para quedarse, igual que mares inundados por recuerdos. CRONICAS DE CUCUTA confirmó la premisa donde las nostalgias se convierten en vehículos para transportar la historia. Una enciclopedia virtual presentada por nuestras gentes con sencillo lenguaje.

Anclados quedarán por siempre nuestros sentires, intactos los arraigos, despiertas las añoranzas y vivas las costumbres intactas. Ahora aseguramos el reguardo de raíces que retoñan desde cenizas del ayer. Dios jamás declaró desértico el Valle Arcilloso, siempre fue bendecido, tampoco declarado deshabitado para la vida del hombre.

Fueron creciendo raíces en medio de cenizas y milagrosamente reverdecieron los gigantescos árboles frondosos. CRONICAS DE CUCUTA reafirma lo que somos. Seguiremos siendo aquello que siempre fuimos, nada cambió, solo algunos pañetes y varios techos distintos.

Todo estará por volver, todo por crecer y todo por llegar. Nunca estaremos solos. Cada generación hará brotar nostalgias por siempre convertidas en historias llenas de arraigos.

Nos bastaba con vivir en Cúcuta…

lunes, 27 de agosto de 2012

226.- MARIA OFELIA VILLAMIZAR


Gustavo Gómez Ardila  y otras fuentes





Nació el 22 de enero de 1921 en Villa Sucre, corregimiento de Arboledas.

Sus padres fueron Ibero Leonardo Villamizar y Adela Buitrago, en Arboledas estudió la primaria y parte de la secundaria, terminó sus estudios en Bucaramanga donde ejerció por varios años la docencia.

En Cúcuta  dirigió la biblioteca Luís Pérez Ferrero durante más de 15 años. Perteneció al Colegio de Periodistas Norte de Santander y  Academia de Historia del departamento.

Recibió innumerables reconocimientos, entre ellos,  Honor al mérito de la Alcaldía de Durania,  Legión de María (Pamplona)  Sociedad de Mejoras Públicas (Cúcuta) Instituto de Cultura y Bellas Artes Norte de Santander y  premio como  Mujer Destacada de la Unión de Ciudadanas de Colombia (1981).

Ocupó  primer lugar con el poema Torcoroma en los Juegos Florales de Cúcuta (1956)  en el concurso abierto de poesía  de la revista Cromos (Bogotá) y premio nacional  en Zipaquirá (Cundinamarca) con el poema Mater Admirabilis, finalista en el concurso internacional Carabela de Plata en Barcelona (España)  La revista Antología Hispanoamericana publicó sus obras La Rama Estéril y Un Día la Carta dijo. El ministerio de educación publicó su libro Cántaros de Greda.

Falleció el 30 de enero de 1991 en Cúcuta (Colombia).
  

"No moriré del todo.
Cuando pase al otro lado del espejo,
como un cable tendido en el abismo
se quedarán mis versos.

Con ellos volveré y cuando alguien
abra los frágiles cuadernos
que llené de palabras
estaré viva en ellos".

Un día cualquiera le dio por hacer versos. Era una niña. Estaba apenas en la escuela de su pueblo, pero ya declamaba poemas de autores consagrados y los incipientes de ella.

-¿Quién es esa niña, que recita poesías con tanta emoción? –se preguntaron las gentes un día que la vieron declamar un poema patriótico en el parque de su pueblo, con motivo de una izada de bandera en una fecha patria.

-Pues la María Ofelia, la hija de los Villamizar Buitrago.

- ¡Qué niña tan inteligente! ¿A quién la sacaría esa vena poética?

Nadie supo  de dónde le venía su condición artística, lo cierto es que fue creciendo en edad y sabiduría y siguió escribiendo y cuando terminó bachillerato la enviaron a estudiar en la Normal de señoritas de Bucaramanga. Desde Villa Sucre, Arboledas, hasta la capital de Santander. Como ir hoy a Nueva York.

Allá obtuvo su título de normalista, y entonces la vida tuvo para la María Ofelia sólo dos preocupaciones: la enseñanza y la poesía.

Fue maestra de escuela, profesora de secundaria y terminó su periplo por la vida como bibliotecaria en el Inem de Cúcuta.

Como poetisa sobresalió en los dos Santanderes y en Colombia y Venezuela.

Ganó concursos en diferentes partes: en Zipaquirá, en Bogotá, en el periódico El Tiempo, en la revista Cromos, en Cúcuta.

Le publicaron poemas en revistas y periódicos, y publicó varios libros, como Raíz afuera, Isla Verde y otros. Al morir dejó libros inéditos como Cántaros de Greda y Esta es mi voz, que fueron publicados después.
  
María Ofelia cumple en este enero 90 años de nacida y 20 de muerta. Sus familiares, amigos y escritores del departamento le preparan un homenaje el próximo sábado, a las 3 de la tarde en su casa familiar, en el barrio Lleras Restrepo. Allá, seguramente escucharemos algunos de sus poemas hermosos, como el que tituló Mañana, y que es una especie de despedida:

Han de ser pocos los que sigan los pasos de mi espíritu… desde hoy sé quienes son los que me sigan con un poco de duelo en el vestido y la cara remota de los días luctuosos…

No llorarán tampoco; solamente irán serios como conviene ir a esos lugares donde archivan huesos.
Luego cuando regresen tras un deber cumplido se sentirán ligeros.

Yo pediré, por mi parte, el sábado, que alguien me declame el romance que escribió Ofelia, dedicado al burro en el que Eugenio Sosa les llevaba agua a los combatientes patriotas, el 28 de febrero.

No fue un canto a Bolívar, ni al ejército granadino, ni a la patria, ni a la celebración del triunfo. Fue un canto al humilde Borriquito cucuteño:

Nadie se acuerda de ti/ borriquito cucuteño/ de ti, que en aquel  28/ heráldico de febrero/ ayudaste a la jornada/ con empeño de jumento./  Nadie se acuerda de ti/ pero yo a veces me acuerdo.

Cucuteño borriquito,/ melenudo y ceniciento,/ de ojazos, pozos enormes,/  llenos de hondura y misterio.

Borriquito gris, aguador/ cómo es dulce tu recuerdo.

Nadie se acuerda de ti,/ pero yo a veces me acuerdo.





Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

sábado, 25 de agosto de 2012

225.- GUSTAVO ROJAS PEREZ…REFRENDO MI VOCACION Y ACENTUO MI PROFESION


Juan Ricardo Gélvez Reyes






Conocí a Gustavo Rojas en el año de 1990, cuando llegué al Diario de la Frontera, como reportero, en tiempos complicados donde la política, era el andamiaje del periódico.

La familia Salcedo lo compró para hacer proselitismo y me correspondió integrar aquel equipo en el cual sobresalía don Gustavo Rojas por su experiencia, su conocimiento del periodismo local, pero por sobre todo, por el manejo a un Diario, donde muchas noticias por su carácter, deberían ser  más  importantes  que otras.

Mi primera impresión de Gustavo fue la de un hombre que no quería darle cabida a quienes veníamos de la academia y que se mantenía en su  postulado empírico. A su mesa llegaban todos nuestros escritos, él sumaba multiplicaba y restaba las líneas que escribíamos y dictaminaba si el material estaba arras con la página o si había que escribir mas, sabía, con precisión, cuanto espacio tenía una nota, un artículo o un pie de  foto, de sus manos, nuestras hojas, salían  para que los textos fueran levantados, sumaba y decía: “la tiene lista” o  “redáctese  otro párrafo”  o “siéntese  y hágale”.

Allí estaban: Javier Boch, Maribel Torres, Juan Carlos Martínez, Gustavo Peña, Claudia Cecilia Sarmiento, Ciro Rodríguez, Aura María Silva todos jóvenes, para la época, al frente, el de más experiencia, Don Gustavo y más allá, don Rodolfo Urleasteguí (quien murió en Arauca), así fue pasando el tiempo  hasta  cuando  en un día de  mayo del 92, las directivas decidieron relevar a don Gustavo  y nombrarme como  nuevo Jefe de Redacción.

En lo primero que pensé  fue,… ¿cómo enfrentar a Gustavo?,  él era de acciones y de pocas palabras, podía armar un periódico en una tarde, nosotros en todo un día y nos faltaba tiempo,… ¿cómo meterme en los terrenos de un hombre que por más de treinta  años había sido el Jefe de Redacción del Diario de la Frontera?,… en su época  el decano de los medios escritos; el periódico del Luis Parra Bolívar cuyo más directo descendiente era él.

Recuerdo que Gustavo narraba una anécdota de don Luis Parra quien  en cierta oportunidad decidió publicar en el Diario un aviso en el que anunciaba a la ciudadanía que no aceptaba cargos, postulaciones y que no daba recomendaciones a nadie. Esa y muchas historias más, le escuche y en cada una de ellas, se reflejaba la moral del periódico y la ética,  con que  Luis Parra  manejaba  las cosas que fue,  la  misma, que  por  inercia, practicó Gustavo.

Entonces una noche lo esperé y le expresé  que, lo  que  quería, no era otra  cosa, que aprender a su lado y que me ayudara,… pasó algún tiempo y no dio muestras de aceptar, entonces me encarte con la primera  página  y las  hojas de mis  compañeros, que ya  no iban a su mesa, sino a la mía.

Él responsable y comprometido, hacía su página regional, escribía su artículo de la huella, entregaba el material y no se marchaba hasta acudir a mi voz de auxilio. Días después, lo volví a esperar y le dije: “Gustavo que le parece  si vuelve y toma la primera  pagina  y coordina la de pases”.

Todo se arregló y seguí siendo Jefe de Redacción y Gustavo mi socio, entonces  empecé a descubrir a un hombre entregado a su  familia,  a su hija  Ivonne,  la conocí cuando entramos  en la era  de computador, ¡ha!.. Gustavo aprendió más rápido que nosotros a manejar el computador, asesorado por Martha, a titular, marcar espacios; Marthica creció a nuestro lado como reportera gráfica, hoy adelanta en Bogotá estudios en la Universidad Nacional, de otro hijo, Gustavo, con su mismo nombre,  sabíamos que era  deportista y  de  John que era  el más  parecido a  su  padre.

Me enseñó  del arte, principios, como: “Un periodista nunca debe escribir sobre  lo que  no conoce, así otros se lo hayan contado… el periodista  debe estar en el sitio de los hechos”, “respete las fuentes y exíjase, no  se dejen chivear”, “No crea todos lo que le dicen en la calle, cuando lo busquen para darle una noticia, desconfíe, lo quieren utilizar”, “no le tenga miedo a las  noticias…  investigue  y lea”.

Para el año 96 me  marche del Diario y llegó  una nueva  venta  del periódico, ahora de los Salcedo a Mario Javier Pacheco. Gustavo, que había visto crecer el Diario, veía  como, tras otra negociación, el periódico, esencia de su vida, se  marchitaba.

Lo encontré cuando acudí al periódico para estudiar la posibilidad de mi  regreso  al Diario  en el 97 y  me  dijo  de manera  franca: “vuelva  que  usted  y yo lo podemos hacer”, ese  día sentí el aprecio que él sentía  por mí,  pero en especial porque viniendo esa aseveración de quien venía, ya me podía considerar un periodista. Gustavo refrendó mi vocación y acentuó mi profesión.

No regresé y Gustavo le dio hasta el final, creo que la pared se le vino encima, protegió al Diario  con su  vida, con  su talente  con su fe,  Martha se marchó a la Opinión y cuando ya todo estaba perdido,  Mario Javier  sacó  la máquina de la ciudad,  sin ni siquiera pagarle, dándole un triste  final al Diario de  la Frontera, un periódico  que de no haber  sido de otra manera  hoy estaría cercano a los  sesenta años de existencia.

Luego lo nombraron en Alcaldía de Cúcuta como Jefe de Prensa y cuando se esperaba que pudiera acceder a la jubilación  llegó el Alcalde José Fernando Bautista y lo retiró del cargo,  Don Gustavo que era conservador, pero ante todo un pamplonés raizal y un nortesantandereano  a carta  cabal, salió para La Opinión, donde el doctor José Eustorgio   Colmenares  y Cicerón Flórez,  le  abrieron las puertas, reverdeció laureles  con  su página   regional   y  volvió a las  lides  de periodista.

Allí se quedó haciendo el trabajo de todos los días, de todos  los meses de todos los años, de toda la vida,  hasta que un dolor lo sorprendió  y  le causó  la  muerte.

Entonces  murió un hombre  que fue  pasión,  valor y compromiso, así como fue  su vida de deportista, cuatro Vueltas a Colombia,  así fuera  entre los últimos pero llegó, miles de páginas escritas, puntas de lanza  que blandieron sus conceptos sobre el devenir de la región, pero por sobre todo ese  compromiso, primero del periodismo, como estandarte que no se empeña que no se vende que no se negocia.

Como hará falta Gustavo, en estas horas, pero sin ser mezquino pueda ser  que  este  en  un  lugar mejor  del que nos estamos nosotros ahora…Don Gustavo…. no era el momento,… pero si así lo dispuso Dios,…  bienvenido sea.




Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

jueves, 23 de agosto de 2012

224.- EL TIEMPO, DESDE 1933 EN CUCUTA


La Opinión


En Cúcuta aún sobrevive uno de los primeros ejemplares que imprimió el periódico El Tiempo hace 100 años. Luis Jesús Peñaranda Contreras heredó esta reliquia de su padre.

“No se cómo hizo mi papá para conseguir este ejemplar. Intuyo que se lo obsequiaron unos amigos en Bogotá, lo que sí tengo claro es que él compró la edición impresa durante más de 25 años”.

El 30 de enero de 1911 Alfonso Villegas Restrepo, fundador del diario, puso a circular cuatro páginas diagramadas a cuatro columnas y de formato tabloide. Su valor comercial fue de 3 centavos y la suscripción de cuarenta números costó 1 peso.

Con un promedio de 300 ejemplares de circulación diaria en Bogotá y 667 ediciones Villegas Restrepo vendió el medio de comunicación a Eduardo Santos Montejo, quien le proporcionó una nueva visión al diario.

En la década de los 30 llegó a Cúcuta, por primera vez, un ejemplar de este prestigioso medio de comunicación. El área de archivo de El Tiempo registró que el 12 de enero de 1933 el periódico publicó en primera página “En dos días va ahora El Tiempo a Cúcuta”.

Desde esa fecha la ciudad comenzó a recibir las principales noticias de Colombia y también empezó su aporte informativo.

El auge comercial y noticioso de la ciudad hizo que en 1968 se creara El Centro Informativo de Cúcuta, “que fue una oficina de redacción de Norte de Santander y la zona de frontera. Con ella se buscó ampliar la cobertura del servicio”, comentó Cicerón Flórez Moya, excorresponsal de El Tiempo y actual subdirector del diario La Opinión.

Corresponsales

La información general, deportiva, social y gráfica que ha presentado El Tiempo de los principales acontecimientos de esta región y de la zona fronteriza ha estado en manos de diferentes periodistas.

Sus informes especiales fueron enviados a Bogotá por medio de un Telex, hasta que se fueron empleando nuevas técnicas para el envío de la información.

José Joaquín Vargas Barón, Blanco Suárez, Óscar Osorio, Jesús María Sepúlveda, Eugenia Soto de Bustos, Carlos Arturo Salazar, Jaime Humberto Yáñez, Hernando Escobar Vera, Eustorgio Colmenares Baptista (fundador del diario La Opinión), Cicerón Flórez Moya,   Ángel Romero, Luis Ernesto Almario, José Rafael Mogollón y Diego Suárez son algunos de los profesionales que dispusieron su pluma para informar al país.

Víctor Hernández fue reportero gráfico en Norte de Santander al menos por 20 años. Fue enviado especial a competencias deportivas en los estados venezolanos limítrofes. En la actualidad, Arturo Peñaloza es el corresponsal de El Tiempo.

Voceadores

En 100 años de historia un sin número de personas se han vinculado a la promoción y venta del diario El Tiempo. En Cúcuta no hay una lista que  registre la cantidad y los nombres de ellas. Sin embargo,  dos personajes son íconos representativos.

Todos los días a las 9:00 de la mañana, Luis Edulfo Suárez Peñuela llega a la oficina de El Tiempo para recoger los ejemplares que ofertará durante su jornada laboral.

Desde hace 50 años se dedica a esta forma de negocio. Su sitio predilecto para vender es el Barrio Blanco. “Cuando comencé a trabajar despachaba como 150 ejemplares. Hoy las ventas han bajado y toca buscar nuevos clientes para poder subsistir”.

Orlando Rangel, conocido como ‘Chucho’, vende El Tiempo desde que tenía nueve años. Hoy, cuarenta años después, reconoce que este trabajo le ha dado todo.

Desde que inició sus labores toma su bicicleta y recorre los barrios San Rafael, Cuberos Niños, Santo Domingo y el centro de la ciudad.

Su experiencia le ha enseñado que los buenos títulos, que pueden ser de torneos deportivos o de catástrofes, motivan a los compradores. De lo contrario se poncha”.

“Cuando comencé a trabajar como voceador a la gente le interesaba más leer el periódico. Les interesaban las noticias nacionales y compraban sin tanto problema. En ese entonces me vendía 200 ejemplares”.

Datos:

- La entrega número mil se cumplió el 23 de junio de 1914 con un cuerpo de seis páginas.

- Los cinco primeros años de vida de EL TIEMPO fueron registrados por periódicos como La Unidad, que era dirigido por Laureano Gómez.

- El periódico incursionó en la internet el 22 de enero de 1996.
 
Momentos difíciles

El Tiempo, como todos los medios de comunicación del país, ha atravesado momentos difíciles en su afán de cumplir con el deber informativo que le es inherente.

El 06 de septiembre de 1952 las instalaciones de EL TIEMPO fueron blanco de las piedras y balas de personas inconformes con su ideología política.

La destrucción prosiguió hasta iniciaron el fuego en  la edificación. Las rotativas Goss y la Duplex quedaron inutilizadas. La destrucción fue parcial.

Luego del gran golpe que significó el incendio, vino otro peor: la clausura del diario durante el régimen militar del General Gustavo Rojas Pinilla, el 4 de agosto de 1955. El motivo: una nota aclaratoria que redactó Roberto García Peña y que envió al diario El Comercio de Quito.

EL TIEMPO volvió a circular el 8 de junio de 1957. Su edición número 15 mil 771 fue dedicada a los estudiantes caídos en los disturbios de Bogotá los días 8 y 9 de junio de 1954.

En esta edición, Eduardo Santos escribió: “Quiera Dios permitir que El Tiempo sea siempre digno de la tarea que lo espera, y de la confianza nacional que lo rodea y estimula”.



Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

martes, 21 de agosto de 2012

223.- CICERON FLOREZ: VIDA Y OBRA


La opinión



El Maestro, como se le conoce, “ha sido mentor de varias generaciones de periodistas que ven en él un ejemplo a seguir y un modelo de honestidad en el manejo informativo”, resumió un reconocimiento de la Universidad de Pamplona.

Similares palabras usó el Presidente de la República, con motivo de los 50 años de La Opinión, diario al cual Flórez ha estado vinculado  desde su fundación.

Trabajó con Alberto Lleras, fue presidente del Colegio Nacional de Periodistas, corresponsal de ‘El Tiempo’, ha dirigido revistas y noticieros radiales y dictado cátedra. Un referente del periodismo.

Siempre pregonó que había nacido en medio de la mar, bajo las ráfagas de una tormenta,   casualmente el Día de los Santos Inocentes. Por eso se piensa entre serio y en broma lo que diga de su  llegada al mundo. Pero la cédula no miente.

El 28 de diciembre de  1936 fue su primer aliento. Condoto, Chocó, es la referencia del pueblo natal, donde atracaría horas después ese barco, que sin saberlo, llevaba a  bordo un niño que bautizarían con nombre de pensador: Cicerón Ángel.

Inició el bachillerato en el Pascual de Andagoya, de Buenaventura, Valle, y lo terminó en el Instituto Universitario de Caldas, Manizales.

Hizo un curso especial de periodismo en Ciespal, Quito, y se terminó de nutrir con seminarios de periodismo en  San José (Costa Rica); San Cristóbal, Caracas y Mérida (Venezuela); Bogotá, Cali, Cartagena, Barranquilla, Tunja, Manizales, Pasto, Montería, Santa Marta, Paipa, Villa de Leiva, Melgar, etc., organizados por diferentes entidades. Incluso aquí mismo, en el vientre de La Opinión.

Su primera vinculación con un medio escrito fue en El Mercurio (diario publicado en Bogotá en los años 50 bajo la dirección de Alberto Lleras y la jefatura de redacción de José Font Castro).

El ‘Maestro, como se le conoce,  llegó a Cúcuta en  1957  invitado por  María Helena de Crovo, Ministra de Trabajo, durante el gobierno de Alfonso López  Michelsen y su esposo, el poeta chileno Andrés Crovo.

Su labor se concentró en dirigir  el Semanario “El Mural”, donde se convirtió en el jefe de redacción,  cuya corta vida, un año, abrió paso  al Semanario “La Opinión” con el liderazgo del ex presidente  Virgilio Barco Vargas, Eustorgio Colmenares Baptista y la pluma de Cicerón Flórez Moya.

En 1960 se fundó el Diario La Opinión bajo la gerencia de  Eustorgio  Colmenares Baptista, la dirección del médico Alirio Sánchez Mendoza  y la Jefatura de Redacción de  Cicerón Flórez Moya. En muchas ocasiones quedó encargado de la dirección y en la actualidad se desempeña como subdirector.

Combinó su oficio con el micrófono. Fue codirector de la radio revista Confrontación, en radio Guaimaral,  entre los años 1975 a 1982. En Radio San José fue director del noticiero Luces de la ciudad, entre 1985 y 1992.

En su trajinar diario aceptó el reto de ser corresponsal de El Tiempo, en Cúcuta, entre los años 1970 a 1980. Fundó y dirigió la revista Guía Internacional (1970-1975), en Cúcuta.

Actividad gremial

Siempre estuvo afiliado  al Colegio Nacional de Periodistas, pero hace cinco años se retiró por no compartir las nuevas políticas. Fue presidente nacional del CNP desde 1987 hasta 1992. También lo fue de la seccional  en varios períodos. Afiliado a la Asociación Colombiana de Periodistas y Escritores de Turismo.

Actividad académica

Panelista en seminarios organizados por diferentes centros académicos y organizaciones gremiales en Colombia, Venezuela, Ecuador, Costa Rica y Brasil.

Profesor del Taller Seminario de Comunicación y lenguaje para estudiantes de primer año de derecho en la Universidad Libre, seccional de Cúcuta, y Metodología y lectura en la facultad de arquitectura de la universidad Antonio Nariño/Cúcuta. Tutor en la Universidad de Pamplona en el área de comunicación y lenguaje.

Trabaja en proyectos de libros titulados: ´’El periodismo en Norte de Santander’, ‘El gran amor’, ‘La puerta abierta’ que será de crónicas,   ‘Medio siglo’, en donde recopilará su trasegar por La Opinión y no podían faltar los poemas, su otro fuerte.

Condecoraciones:

Al ‘Maestro’ Cicerón Flórez le han llenado el pecho de condecoraciones, pero nunca ha hecho alarde de ello y entre las que se recuerda están:

‘Manuel Murillo Toro’ del Ministerio de Comunicaciones de Colombia, 1985.

‘Eustorgio Colmenares’, del Concejo de Cúcuta.

‘Francisco de Paula Santander’, de la Gobernación de Norte de Santander.

Mérito Cívico, de la Alcaldía de Pamplona.

Distinción Lucio Julián Caicedo Arboleda: Una vida con vocación de servicio, del Club Rotario Cúcuta.

El 3 de junio de 2010 recibió la ‘Bandeja de plata’ en reconocimiento a los 50 años de su entrega periodística en La Opinión.
El 4 de octubre de 2011 Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, Gran Premio Vida y Obra. Ha entrado a las grandes ligas del periodismo nacional, a la lista de todos aquellos que han escrito la historia de la información en Colombia, porque al cumplir sus 55 años ininterrumpidos de ejercicio profesional, ha sido exaltado con el máximo galardón que periodista alguno pueda obtener en el país.




Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

domingo, 19 de agosto de 2012

222.- GREMIO DE PERIODISTAS EN CUCUTA

La Opinión, Ernesto Duarte Ossa / Cicerón Flórez/Jorge Rolón G.


Delegación del Colegio Nacional de Periodistas, para la creación de la seccional de Cúcuta en 1962. En ella recordamos de atrás hacia adelante y de izquierda a derecha a: Aníbal Pineda, Jairo Ruiz, Leopoldo Vargas, Enrique Sánchez, Guillermo Pérez, Mariela Fossi, Jesús María Sepúlveda, Bernardo Ramírez Pineda, José Arturo Sánchez, Alejandro Gutiérrez Calderón, Arnulfo Alarcón, Luis Felipe Dávila, Eustorgio Colmenares Baptista, Cicerón Flórez, Fermín Delgado Suárez, Eduardo Monteverde y José Neira Rey.

En los años 50 del siglo XX los periodistas colombianos tomaron la decisión de crear una organización gremial que los representara y defendiera sus intereses. Entonces surgió  el Colegio Nacional de Periodistas al cual se afiliaron los más destacados colegas de los diferentes medios del país. Gabriel García Márquez, Aníbal Pineda, Guillermo Pérez Téllez, Iader Giraldo, Ramiro Andrade, Germán Pinzón, Eduardo Barcha, Marco Tulio Rodríguez, Leopoldo Vargas, entre otros, lo impulsaron, definieron sus objetivos, lo hicieron funcional y lo consolidaron.

El CNP fue activo y promovió relaciones con las organizaciones afines de otros países. Se asumieron intercambios constantes y con los vecinos hubo se acordaron tareas comunes para la capacitación profesional. Con Venezuela se mantuvo un frente unido y se llevaron a cabo encuentros que en su momento estimularon la amistad y el cruce de conocimientos y experiencias entre los periodistas de los dos países. 

El CNP tuvo seccional en Cúcuta a partir de los años 60 y hasta los años 90 (del siglo XX) fue una organización muy representativa del gremio, dedicada a promover mejores condiciones sociales y laborales de sus afiliados.
Pero todo lo que se construyó se despilfarró en poco tiempo cuando el mal manejo del patrimonio del CNP lo llevó a la quiebra, de la cual no ha podido recuperarse. 

La venta de los bienes del CNP fue paso desatinado, del cual quedan sospechas que los responsables de esas transacciones no han aclarado. 

El Colegio Nacional de Periodistas en Norte de Santander continúa enfrentando problemas con el manejo de sus propiedades, que rayan en graves efectos sobre el patrimonio que se ha mermado enormemente. 

Por lo que está ocurriendo, bien podría dársele una interpretación graciosa a la sigla CNP: ‘Colegio Nacional de Pérdidas’. Primero se ferió a precio de gallina flaca el predio conocido como la caseta del periodista y luego pasó algo parecido con un apartamento en el centro de Cúcuta. 

El terreno de 1.740 metros cuadrados  localizado en la avenida 11E de Quinta Oriental, donde hoy funciona una cancha sintética, se vendió en $174 millones el 26 de julio de 2004. Ese valor ya era muy barato para la época, pues en 1994 hubo una oferta por $121 millones. 

La prueba de que la ‘joya de la corona’ la entregaron a muchos millones de pesos por debajo de lo que realmente valía, reposa en lo ocurrido en enero de ese año en aquel sector. 

Un terreno en el que funcionaba un parqueadero, sobre la misma 11E, una cuadra al sur, se negoció a razón de $200.000 el metro cuadrado. 

Haciendo cuentas, a las arcas de la organización sindical de primer grado hubieran podido llegar $348’000.000 de pesos en esa época. 

Aquella operación tuvo pasajes oscuros sobre los que aún hoy se exige claridad. El principal tiene que ver con una reunión de 33 socios, el 29 de mayo de 2004, en la que supuestamente se bendijo al Presidente del gremio. Su ocurrencia está llena de dudas. 

Todavía un  ex presidente insiste en que no firmó la lista de asistencia, con el nombre, número de cédula y firma. En su momento contó que dicho listado se hizo para verificar la aprobación de un diplomado por parte de los agremiados y que no correspondía como se quiso hacer creer, al listado de los asistentes a la asamblea. 

Sobre el destino dado a esa plata, el presidente de ese entonces aseguró haber entregado un completo reporte en la asamblea del 2005. 

Jorge Rolón G. escribió: ¨El Colegio Nacional de Periodistas que fue orgullo para quienes pertenecían a esa agremiación hasta hace unos 30 años, no solo por la calidad de sus integrantes si no, por su disciplina y el orden, se vino a menos.

No sé en qué momento perdió el prestigio y se convirtió en una entidad donde últimamente no se tuvo en cuenta el ingreso de quienes aunque teniendo tarjeta de periodista, nunca ejercieron el oficio, no se les oye, ni se les ve, ni se les lee nada, sin embargo sin esos requisitos fueron admitidos sin la trayectoria requerida.

Hasta la manera de vestir, porque la presentación personal era primordial a la hora de presentarse  ante los directivos cuando se solicitaba el ingreso,  no era fácil  la aceptación, muchos fueron rechazados por no llenar los requerimientos que entonces se exigían, todos  escribían, dirigían reconocidos programas de radio y muy leídas columnas en la prensa, tenían qué mostrar en su recorrido por los medios.

En el CNP todo era claro, la comunidad lo respetaba, sus afiliados eran bien recibidos en todas partes, sus cuentas siempre fueron transparentes, sus reuniones sociales eran eso, sociales, se hacía gala de compañerismo y respeto.

De pronto perdimos: Credibilidad, prestigio, afiliados, la sede, la seriedad y la unión, algunos de los veteranos acabaron con la tradición y cayeron en un estilo administrativo que no ha sido el mejor reflejado en el problema en el que hoy se debate la vida del colegio por la negligencia la intransigencia el conformismo y la falta de control en el manejo administrativo.

Que dirían Carlos Ramírez París, Eustorgio Colmenares Baptista, Arnolfo Alarcón, Bernardo Ramírez Pineda, Jesús María Sepúlveda, José Rafael Mogollón  quienes con  Cicerón Flórez, Miguel Méndez Camacho, Rafael Ibarra y Rafael Bruno, entre otros, le dieron un manejo transparente y claro al Colegio Nacional de Periodistas.

La idea no es la de acabar el Colegio, la idea  es rescatar su valor y su prestigio con gallardía,  con honor y legalidad ante los ojos del gremio y de la ciudad ¿O me equivoco?¨

En busca de una nueva vida gremial de los periodistas de Norte Santander se ha creado ahora el Círculo que busca agruparlos para trabajar en la dirección de sus intereses.

Con más de 45 miembros fue creado en junio de 2011 en Cúcuta el Círculo de Periodistas y Comunicadores de Norte de Santander, agremiación que cerró la brecha entre nuevas y viejas generaciones y cuyo propósito es el de velar por la formación académica y bienestar social de todos sus asociados.

La primera junta directiva quedó integrada así:

Presidenta, Luz Marina Perozo Parada.
Vicepresidenta, Rosy Deyanira Capacho Carvajal.
Secretario, Víctor Tiberio Hernández Fonseca.
Tesorero. José Ricardo Villamizar Gómez
Fiscal, julio García-Herreros
Vocales, James Fransini Sánchez Días, Rosa Mary Stapper Vargas, Mónica Liliana Peñaranda Gómez, Liseth Carolina Rincón Ramírez, Manuel Yesid Duarte Jerez y Alejandro Acosta Chisnes.

Ese es un proyecto positivo y tiene perspectivas alentadoras. Hay una nueva generación de colegas que ha asumido ese reto y merece pleno apoyo. Luz Marina Perozo, elegida presidenta, garantiza un manejo ajustado a la ética y a la solvencia profesional que deben tener los periodistas.




Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

jueves, 16 de agosto de 2012

221.- LA JUGADA


Rafael Canal Sorzano



En la primera mitad del Siglo XX era muy frecuente que los campesinos venezolanos del Estado Táchira vinieran a Cúcuta y a diferentes lugares de la frontera.

Procedentes de Capacho, Lobatera, Táriba, Colón y San Pedro del Río, pasaban la frontera sin ningún problema con sus recuas de mulas cargadas de repollos, cebollas y, cuando el precio les era favorable, de panela.

Esta gente hacía mercado de lo que conseguía a mejor precio que en su tierra, cargaban sus animales y se regresaban para sus fincas, sin permisos consulares, sin temor a guardias civiles o de aduanas.

Existía un intercambio de productos agrícolas, de sincera, práctica y cordial amistad. Una población flotante compuesta por gente de las dos nacionalidades.

En las temporadas de cosecha de café del Estado Táchira se movilizaban masivamente para la recolección en los meses de septiembre a diciembre y regresaban a Colombia a recolectar la cosecha en el Departamento Norte de Santander, durante los meses de marzo a julio.

Esta migración masiva igualmente se hacía en aquellas épocas sin permisos, sin problemas, sin registros y sin contratos.

Los obreros de una u otra nacionalidad emulaban en honradez, diligencia y cumplimiento en su trabajo. Aquella gente era nómada, libérrima y despreocupada.

Cuando una mujer quedaba sola, por cualquier razón, no se tardaba una hora en encontrar con quien “hacer rancho”, expresión que quería decir juntarse, asociarse o amancebarse. Esta especie de contrato reunía generalmente las tres condiciones, ya que hacían una sola bolsa con los jornales que ganaban, y de ella pagaban todos los gastos de la pareja, así fueran viajes, saludo, ropa o parrandas, en las que tomaran parte ambos. La bolsa también era motivo de disputas, peleas y separaciones irremediables. Algunas de estas parejas persistían en sus buenas relaciones y hasta llegaban a casarse.

Yo fui padrino de muchas de estas uniones, sin que por un solo momento me hubiera metido de componedor, sencillamente porque los campesinos de mi tierra, que trabajaron a mis órdenes, me buscaban como padrino de su matrimonio o de sus hijos. Tal vez, he pensado, debo tener una cara especial para estas cosas.

Lo cierto es que durante diez años que administré una finca de mi familia, las personas que estuvieron a mis órdenes me tomaron gran aprecio y, la mejor manera de hacérmelo saber, fue la de pedirme que apadrinara sus uniones o a sus hijos. El recuerdo más conmovedor que tengo son las palabras de una viejita que encontré como cinco años después de haber entregado la administración de aquella finca. Me dijo: “Ay, don Rafael, cuando usted administraba la Selva, esa era la finca de los pobres, ahora es la finca de los ricos”. Después de oír las palabras de Carlina, a los dos se nos salieron las lágrimas de la emoción.

Un buen día en una finca, en Chinácota, me encontré con un hombre, quien me dijo: “Lo que soy se lo debo a usted, que me dio de comer mientras asistía a la escuela que construyó y en la que sostenía a las señoritas Galvis como maestras. Allí aprendí a leer, a escribir, las cuatro operaciones, a trabajar y a ser hombre honrado y correcto”.

Estos son recuerdos que vienen a mi mente de esa gente honrada y buena, de aquellos tiempos en que patrones y obreros emulaban en comprensión, honestidad y bondad. Hoy en cambio es aterrador el abismo existente entre las clases que dan trabajo y los obreros, abismo atizado por el odio que inculcan en la gente menguados politicastros, quienes desconocen que al trabajo, especialmente el del campesino, hay que ponerle mucho esfuerzo, mucho amor a la tierra y mucha comprensión.

Los campesinos más pudientes vendían sus productos y aprovechaban el viaje a Cúcuta para buscar alguna diversión o esparcimiento. Algunos se metían en el “Clavel Rojo”, otros se daban la vuelta por el barrio del Callejón y no faltaba quien entraba al Casino a probar suerte en las mesas de juego o en la gallera.

Debo aclarar que, en términos generales, esta gente lo hacía con extrema moderación, pues el campesino tachirense tiene muy bien cimentada fama de ser excesivamente tacaño y metódico. Pero como sucede con todo en la vida, también había a quienes les gustaba la parada en grande, las riñas de gallos y las jugadas emocionantes y azarosas.

Así fue como un día, un tipo grandote, de formidables mostachos a lo Gómez, catire, fornido, calzado con cotizas azules de suela de cuero y ruana de hilo al hombro, vendió en el mercado cinco cargas de cebolla y repollo, le dijo a dos muchachos que lo esperaran en la pesebrera de José Duarte, conocido popularmente con el apodo de Cafiaspirina, y se fue para El Casino.

Allí se sentó en una mesa, pidió cerveza Pilsen y pasteles de la Negra Cuca con bastante ají. Mientras disfrutaba de su comida, se le acercó un vejete con ojos pequeñitos y picarones, y con melosa sonrisa le propuso que si quería pasar un rato jugando a los naipes. Todavía era temprano para que hubiera buena asistencia y casi todo el personal del Casino andaba ocupado en ajetreos de limpieza, sacando envases vacíos y aprovisionándose de cerveza y gaseosa.

Entre los asistentes permanentes al Casino había de todo, como es de suponer, con excepción de los jugadores de tresillo, que tenían un sitio especial en la cabecera del gran salón y en donde no se sentaban sino los señores de chaleco de lino blanco y gran tabaco Villamizar o Rábano en la boca.

Entre los asiduos había tipos que iban a la caza de incautos que se dejaran desplumar en unas cuantas manos de póquer o cuatro paradas de dados. Uno de ellos era un vejete regordete que ofreció sus servicios al campesino capachero de bigotes retorcidos, ruana de hilo blanco y cotizas azules.

Este, que deseaba encontrar a alguien con quien pasar el rato, le ofreció una silla al vejete y pidió a un mesero que le sirviera también cerveza y pasteles. El vejete, tremendamente simpático y dicharachero, como buen bumangués, consiguió ganarse la confianza de su nuevo amigo y, entre los dos, se trabó una charla amena y cordial. A los pocos minutos ya se trataban de compadres y empezaron a relatarse las últimas aventurillas.

El campesino de Capacho propuso que jugaran unas manos de tute para distraerse una rato y nuestro vejete, que estaba esperando ansioso la propuesta, ni corto ni perezoso, sacó una baraja española nuevecita, rompió las estampillas de las rentas del Departamento y empezó a barajar, haciéndose el torpe, mientras el campesino miraba desconfiado con el rabo del ojo y le daba un mordisco a un pastel.

Empezó el juego, mano va y mano viene, mientras el vejete de nuestro cuento aumentaba el monto de las apuestas, aludiendo resentido que la suerte le estaba resultando adversa.

En el momento en que se dio cuenta de que ni Félix ni Gregorio estaban en el salón, le tocó dar la mano al capachero y, cuando nuestro hombre miró sus cartas, puso cincuenta fuertes en el centro de la mesa y esperó la reacción del contrario.

Después de meditarlo un rato, el campesino dijo: “Pago”, y puso su parte también.

En ese momento nuestro vejete, comprobando que no había nadie alrededor exclamó: “Pisingaña”. El campesino preguntó: “¿Y eso qué es?” Nuestro vejete le dijo mostrando las cartas: “Pisingaña es seis, siete, sota, caballo y rey, y es el mayor punto que existe en tute”. El campesino replicó: “Eso no es verdad y en ninguna parte se juega con pisingaña”. Entonces el vejete respondió  Salomónicamente: “Pues compadre, a la tierra que fueres haz lo que vieres. Aquí jugamos así y usted tiene que aceptarlo”.

Un poco amoscado el campesino aceptó seguir jugando y con calma y buen tino fue recuperando lo perdido. El vejete fue sorprendido cuando su oponente forzó una apuesta a sesenta fuertes y cuando dijo: “Pago”, el capachero le gritó: “Pisingaña”.

En este momento y con gran presteza se levantó nuestro vejete y dijo sentenciosamente:

“Pisingaña no se admite sino una vez en el juego”. El capachero también se levantó y recogiendo sus reales y echándose la ruana de hilo al cuello dijo:

“Me voy antes de tener que matar a ese guate fullero”.

Félix y Gregorio presenciaron por casualidad el final del incidente y comprendieron que algo malo pasaba entre los jugadores. Gregorio, que le venía siguiendo la pista desde hacía varios días al vejete, pues maliciaba que era tramposo en el juego, se acercó y agarrándolo por el gollete le dijo: “Si te vuelvo a pescar haciendo porquerías, te voy a sentar empeloto en un hormiguero que cultivo en un rincón del solar y, de paso, te doy una saladita por las bolas”.





Recopilado por : Gastón Bermúdez V.