PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

TERREMOTERO -Reconocimiento, enero 2018-

Apasionantes laberintos con inspiraciones intentan hallar rutas y permiten ubicarnos en medio de inagotables cascadas, son fuentes formadas por sudores de ancestros. Seguimos las huellas, buscamos encontrar cimientos para enarbolar desprevenidos reconocimientos en los tiempos. Siempre el ayer aparece incrustado en profundos sentimientos.

Corría finales del año 2008, Gastón Bermúdez sin advertir y sin proponerlo, inicia por designios del destino la creación del portal CRONICAS DE CUCUTA. Parecen haberse alineado inspiraciones surgidas por nostalgias. Gran cúmulo de vivencias, anécdotas, costumbres y añoranzas, fueron plasmadas en lecturas distintas.

Ya jubilado de la industria petrolera venezolana, recibió mensaje que expresaba una reunión de amigos en Cúcuta. Tenía más de cuatro décadas ya establecido de forma permanente, primero en la ciudad del puente sobre el Lago y después en la cuna del Libertador. Viajó ilusionado, acudió puntual a la cita desde Caracas. Encontró un grupo contemporáneo, conformado por amigos ex-jugadores de baloncesto y ex-alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús.

La tierra cucuteña levantada desde primeras raíces plantadas, siempre acompañó todos los hijos ausentes. Cuando encontramos distantes los afectos, creemos separarnos de recuerdos. Nos llevamos al hombro baúles de abuelos, cargamos con amigos del ayer, empacamos en maleta la infancia y juventud. Muchas veces una fotografía antigua, atrapa y confirma que nunca pudimos alzar vuelo.

Entonces por aquellos días apareció publicado ´La ciudad de antaño´, parido desde generosa pluma con sentido de identidad comprometida, fue el mártir periodista Eustorgio Colmenares Baptista dejando plasmados recuerdos de finales de los 50 y años 60. Sin querer, esas letras fueron presentación inaugural de CRONICAS DE CUCUTA. Los Inolvidables sentires viajaron al modesto grupo de amigos y abrieron compuertas para afianzar arraigos de infancia. Don Eustorgio culmina la crónica con frases retumbando las memorias: “Había muchos menos avances tecnológicos a disposición de la comunidad, pero vivíamos como si nada nos faltara. Nos bastaba con vivir en Cúcuta”.

Sentires intactos, ahora plasman recuerdos en calles transitadas por niños que fuimos. Nuevamente los arraigos hacen despejar las avenidas a los rieles del antiguo ferrocarril. Nos bastaba con vivir en Cúcuta. Asoman madrugadas entre indetenibles remembranzas y añoranzas.

Sin planificar nada, Gastón compartía vía internet las crónicas del Diario La Opinión aparecidas cada ocho días en lecturas dominicales. Sin saber, creció el portal CRONICAS DE CUCUTA. Cada acontecimiento recopilado se convertía en homenaje In Memoriam para hombres y mujeres que dejaron muy alto el Valle de Guasimales. Igualmente, exalta la dignidad con reconocimiento a grandes glorias del ámbito artístico, cívico, periodístico, religioso, deportivo, cultural, social y político.

Oficialmente se convierte en PORTAL WEB el 7 de octubre 2010. En forma admirable acumula ya 1.329 recopilaciones tipo crónicas, casi todas extractadas de periódicos y publicaciones locales, libros populares, escritos nacidos de historiadores, periodistas, inéditos autores y muchos escritores del Norte de Santander. El portal permite hallar el original ADN ancestral y ubica el sentido innato de pertenencia cucuteña. Llegó un día a la vida de todos los internautas, igual como aparecen las buenas nuevas, sin avisar, sigilosamente introduciéndose en las cortezas que somos y las venas que siempre fuimos. Su creador, nunca imaginó un buscador que tocara el alma y menos tallar imborrables despertares en ávidos ojos de lectura.

Aparece ahora como paso determinante para navegar en referencias de Cúcuta. Asegura a nuevas generaciones herramientas para afianzar valores jamás perdidos. La perspectiva futura para ámbitos históricos, culturales, sociales y deportivos, harán necesario considerar el Portal como insigne buscador de consulta e informativo. Importante archivo tecnológico para infantes en colegios y escuelas. Podrá acceder directamente cualquiera a profundos arraigos allí recopilados. Casi imperativo considerarlo como salvaguarda del sentido de identidad y pertenencia.

CRONICAS DE CUCUTA se convirtió en sugestivo repaso de acontecer histórico, recopilado en 19 capítulos o clasificaciones. Portal libre, siempre abierto a todo aquel deseoso por descubrir datos históricos, biografías, nombres de grandes personajes, fechas emblemáticas, sucesos de vida social, cultural, deportiva, religiosa, artística y política. Formidable vía adentrándose en acontecimientos del siglo XVIII hasta nuestros días. Todo expedicionario oriundo se encontrará representado en cada letra, apellido, dato, foto y fecha. Todos volverán a observar las luces de la gran ciudad en medio de rutas por hallar orígenes.

CRONICAS DE CUCUTA no debe tener como destino el olvido, deberá asegurar a nietos de nuestros nietos, inquebrantables lazos surgidos de nostalgias, recuerdos y añoranzas. CRONICAS DE CUCUTA es herramienta tecnológica para demarcar el hilo conductor entre hoy y ayer. Parece luz encontrada en días oscuros, nos abre el entendimiento. Pulsar la tecla nos lleva a destinos con encuentros pasados. Valiosa información contenida en páginas adornadas con sentimientos profundos.

CRONICAS DE CUCUTA garantiza el resurgir de valores originarios que parecían adormecidos por culpa del avasallante mundo moderno. CRONICAS DE CUCUTA llegó para quedarse, igual que mares inundados por recuerdos. CRONICAS DE CUCUTA confirmó la premisa donde las nostalgias se convierten en vehículos para transportar la historia. Una enciclopedia virtual presentada por nuestras gentes con sencillo lenguaje.

Anclados quedarán por siempre nuestros sentires, intactos los arraigos, despiertas las añoranzas y vivas las costumbres intactas. Ahora aseguramos el reguardo de raíces que retoñan desde cenizas del ayer. Dios jamás declaró desértico el Valle Arcilloso, siempre fue bendecido, tampoco declarado deshabitado para la vida del hombre.

Fueron creciendo raíces en medio de cenizas y milagrosamente reverdecieron los gigantescos árboles frondosos. CRONICAS DE CUCUTA reafirma lo que somos. Seguiremos siendo aquello que siempre fuimos, nada cambió, solo algunos pañetes y varios techos distintos.

Todo estará por volver, todo por crecer y todo por llegar. Nunca estaremos solos. Cada generación hará brotar nostalgias por siempre convertidas en historias llenas de arraigos.

Nos bastaba con vivir en Cúcuta…

viernes, 17 de mayo de 2013

379.- EL COLEGIO SANTA TERESA


La Opinión


 
 
Su historia se remonta al 5 de febrero de 1937 cuando la  Comunidad Hermanas Dominicas de la Presentación, que  fue fundada por Marie Poussepin, se interesó en Cúcuta. Llegó, primero con el Colegio La Presentación. El colegio Santa Teresa, creado por petición de los padres de familia en 1937, quienes querían un colegio de categoría para sus hijas. En respuesta a la solicitud de la sociedad cucuteña, la Comunidad de Hermanas de la Presentación, Provincia de Bucaramanga, aceptó  la petición que fue firmada por la  Madre Edouard, Superiora Provincial de Bogotá, quien envió las primeras religiosas quienes iniciaron labores.

La congregación envió de Bogotá a las primeras tres  religiosas (Antonia de la Merced, Rosa de los Ángeles y Berta del Rosario) con la misión específica de abrir el colegio.

Las primeras labores empezaron en la casa de la señora Andressen, Villa Andressen,  ubicada en la avenida 5ª con calle 15, bajo la dirección de la hermana Antonia de la Merced, quien también era superiora del Asilo Andressen.

Al año siguiente se integraron  las hermanas Clara Teresa y María Gonzaga. En 1939 llegaron otras dos hermanas y la madre Rafaela del Carmen remplazó en el superiorato a la madre María Gonzaga. Se matricularon 69 alumnas y 45 terminaron el año escolar.

El colegio fue tomando fuerza y el número de alumnas empezó aumentar viéndose la necesidad de construir su propia sede. En un lote, que abarca la manzana, en la avenida 2 entre calles 17 y 18 empezó a construirse, en 1940, el colegio. En un principio se llamaba Niño Jesús de Praga por petición del padre Jesús Jaimes quien era el párroco de la iglesia donde las hermanas se hospedaron por primera vez. Sin embargo, a partir de 1941 la madre provincial Edourd lo bautizó Santa Teresa en homenaje a la reverenda madre Teresa Augusta. La primera parte se ocupó en 1942 al tiempo que  se seguía la construcción.

A la hermana Rafaela del Carmen le siguieron en la dirección: Rita de la Merced, María San Pedro, Alicia de la Cruz, Cecilia Inés, Luisa de Cristo Rey (Beatriz Álvarez) Rebeca del Sagrado Corazón, Teresa Cecilia, María Antonia Flores, Hersilia Carrascal, Gilma Mery Villamil, Irene Salazar, María Eugenia Ordóñez, Beatriz de la Eucaristía, Cecilia Panqueva, Beatriz Álvarez, Haydee Amado, Rosenda Martínez Vila y María Stella Rojas Parra.



En 1943 se concedieron los primeros grados de comercio a las alumnas Yolanda Abufhele y Milade Saich. En 1949 se obtuvo la primera aprobación oficial hasta el cuarto de bachillerato y hasta sexto en 1952.  En 1951 adquirió el primer bus. En 1954 se terminó el último tramo del edificio y al año siguiente se abrieron los seis años de secundaria, cinco de primaria, el kínder, además de infantil y primer año para niños. También se fundó la cartelera mural “Ecos Teresianos”. En 1956 llegó la estatua de Santa Teresa fabricada en Medellín. En 1966 se inauguró el laboratorio de química y física. En 1969 se empezó el año laboral con 546 estudiantes. En 1970 el Ministerio de Educación le dio la aprobación definitiva.

En 1971 con la llegada de la hermana Mariantonieta Flores se empieza a poner las bases para el cambio de sistema de educación. Y desde Francia llegaron miembros de la Comunidad Hermanas Dominicas de la Presentación.

En 1975 se estrena la Tuna Santa Teresa. En 1981 se amplía el número de alumnas a 1009 y dirige el colegio la hermana Beatriz Álvarez. Los dos años siguientes se dedican a la ampliación y modernización del plantel. En 1984 el colegio recibe la mención de honor otorgada por el ICFES por obtener el alto promedio en las pruebas de Estado.

En 1987 se celebran las Bodas de Oro bajo la enseñanza espiritual y formación educativa. De ahí en adelante el Colegio Santa Teresa continúa creciendo y posicionándose como uno de los más prestigiosos de la ciudad.

La era virtual

La hermana Nubia Teresa Barco Jurado quien dirige, desde 2011, el colegio Santa Teresa es oriunda de Bucaramanga y viene del colegio La Presentación que también es regido por las Hermanas Dominicas de origen francés.

Llegó a Cúcuta y encontró al colegio en buenas condiciones de infraestructura física, pero ‘un poquito quedado en el aspecto tecnológico. Ese ha sido una de sus banderas. Por eso lo ha dotado de lo mejor en tecnología.

Un circuito cerrado de televisión, aulas virtuales interactivas, laboratorios de física y química estrenan las 600 alumnas. También gozarán de una biblioteca sistematizada. El preescolar también goza de estar era virtual las 24 horas. Aunque el otro fuerte es el inglés.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

378.- LA REINA DE LOS ESTUDIANTES


Gerardo Raynaud

Habíamos hecho referencia en una crónica anterior, de la fiesta de los estudiantes, una institución establecida por el Gobierno Nacional en 1924 como una fórmula para incentivar la educación y promover las actividades extracurriculares, particularmente entre los estudiantes que cursaban los últimos años de bachillerato. La medida debía ser cumplida, tanto en los colegios oficiales como en las instituciones privadas, que a la sazón eran relativamente pocas o más bien, tenían un reducido número de estudiantes, más por razones obvias de economía que por calidad de los estudios.

Para tener una breve idea de las condiciones de la educación en la ciudad, por esa época existían en Cúcuta, solamente tres colegios que impartían educación secundaria privada –bachillerato-, dos de ellos de varones y uno para mujeres. Los colegios de varones eran el Gremios Unidos y el Luis Salas Peralta y el de la Santísima Trinidad para señoritas. No había más de doscientos estudiantes en las tres instituciones y además, no hubo forma de estudiar bachillerato por la noche sino hasta 1936, cuando fueron autorizados los establecimientos oficiales, tampoco era permitido la asistencia mixta, es decir, para ambos géneros sino mucho tiempo después.

Durante los primeros años de la aplicación de la norma sobre los festejos para los estudiantes, los colegios desarrollaban actividades lúdicas que permitiera la libre expresión del estudiantado, sobre todo en las grandes ciudades donde las posibilidades de desarrollo eran bastante más accesibles. La mayoría de las actividades eran de orden deportivo y en los colegios de provincia se estimulaban los viajes a otras capitales, para ensanchar la visión y las perspectivas de los visitantes.

Narramos en la crónica correspondiente, cómo se realizó la primera fiesta del estudiante y de cómo ésta sufrió un descalabro desafortunado al presentarse un accidente que cobró varias víctimas y que prácticamente se firmó la defunción de este tipo de actividades, lo cual redujo las festividades a la atención de otros quehaceres menos riesgosos y a la vez menos costosos.

Aun así, la mayoría de los actos que se programaban, solo incluían la participación de los jóvenes, olvidándose de las mujeres, a las que no tenían en cuenta, con el argumento que su destino era quedarse en casa y servir a sus esposos y eso si lograban conseguir con quién hacerlo.

Los pocos colegios femeninos dedicaban los días del festejo a realizar acciones propias de las mujeres de la época, como algunos juegos de salón, lecturas y oraciones y el desarrollo de  trabajos manuales que les permitiera en el futuro poder ejercer algunos trabajos caseros, no tanto para obtener retribución económica sino para atender sus propias necesidades y las de su familia o allegados.

Era incluso común, en las primeras ciudades industrializadas del país, como sucedía en el Medellín de la época, que las grandes empresas como las textileras Coltejer y Fabricato tuvieran su Patronato, que era una institución perteneciente a la misma empresa y ubicada dentro de sus mismas instalaciones, que se encargaba del alojamiento, manutención, educación y además del entrenamiento de las operarias de la planta de producción, en las tareas que desarrollarían una vez tuvieran la suficiente capacitación; jóvenes mujeres que eran, más que contratadas, entregadas por sus familias para que laboraran en la empresa, sin un salario establecido pero con todas las garantías para un futuro estable, por lo menos, en el corto plazo, pues muchas de ellas, cansadas de la manipulación de los patrones, prácticamente se escapaban cuando ya consideraban que tenían las suficientes condiciones para desempeñarse individualmente en algún otro oficio o como sucedía con la mayoría, que se retiraban para casarse o simplemente se volaban con el primero que le pintara otra clase de vida.

Habían transcurrido cinco años desde que fuera instaurada la Fiesta del Estudiante cuando se presentaron los primeros atisbos de renovación y de independencia de género. Posiblemente influenciados por la modernidad de los acontecimientos, especialmente por las innovaciones que traían los extranjeros que pasaban por la ciudad y por las anécdotas recogidas por los viajeros, las actividades que se propusieron para ser realizadas durante estas festividades fueron evolucionando, probablemente por efecto de la rutina y que siempre fueran las mismas.

Fue por razones como éstas, que en el año 29 las fiestas tomaron un rumbo claramente diferenciado de los anteriores, cuando un grupo de señoritas, unas de los colegios oficiales y otras del único privado que había entonces, decidieron organizar un reinado. Podemos argumentar, que fue el primer reinado que se realizó en la ciudad, que culminó el 12 de julio de 1929. Lástima que no haya sido un reinado de belleza exclusivamente, sino que contenía otros componentes menos frívolos, como la simpatía, la amistad y la cordialidad y el compañerismo, porque era difícil en esa época, convencer además de las directivas del colegio a los padres de familia y lo que era peor aún, a los curas y religiosos, quienes eran los que imponían las reglas de comportamiento.

A pesar de la oposición de los colegios religiosos y en general, de la curia, el bello torneo se realizó con todas las de la ley.  Participaron un total de tres candidatas, todo un record para entonces, dadas las dificultades antes narradas. Hubo los desfiles usuales de ese tiempo, con sus trajes largos, ni pensar en vestidos de baño, cuando el “chingue” era la moda. La elección no la hizo ningún jurado sino que se realizó una votación entre los estudiantes, profesores, padres de familia, familiares y acompañantes de las candidatas. Las candidatas fueron las señoritas Cristina Uribe, Mercedes Vargas y Carmen Cecilia Gutiérrez. En una cerrada disputa entre las dos primeras candidatas, resultó elegida la señorita Cristina Uribe, quien fue coronada como la Reina de los Estudiantes en una fastuosa ceremonia que se llevó a cabo en los salones del Colegio Gremios Unidos.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.


miércoles, 15 de mayo de 2013

377.- LA FIESTA DEL ESTUDIANTE


Gerardo Raynaud

 
 

Durante ya la celebración del 15 de mayo de 1966, día de San Juan Bautista de La Salle, representando en el colegio Lasallista  Sagrado Corazón de Jesús,  una parodia de un matrimonio obligado.

 
Durante el primer cuarto del siglo pasado comenzó el auge de la educación privada en Colombia, especialmente en las llamadas hoy, ciudades intermedias. El estímulo a la educación se dio gracias a las políticas gubernamentales impulsadas con visión futurista por el general Francisco de Paula Santander, quien durante su gestión, como mandatario nacional realizó un amplio despliegue al masificar el acceso a la educación, un siglo antes, mediante la creación de instituciones educativas de nivel elemental y de bachillerato, como se denominaban anteriormente los programas de educación que se impartían a la niñez y la juventud.

Pues bien, habida consideración de la importancia que para la vida republicana y el porvenir del país representaban los futuros ciudadanos que se formaban en los colegios y escuelas de la nación, el gobierno nacional instauró en 1924, la Fiesta del Estudiante.

Esta festividad se había establecido para que los estudiantes, en particular los de bachillerato, tuvieran la oportunidad de realizar las actividades extracurriculares que enriquecieran su acervo y a la vez, sirviera de solaz esparcimiento en épocas previas a la terminación del respectivo periodo lectivo, por esa razón la fiesta en mención fue programada durante el mes de septiembre de cada año.

En el Norte de Santander, dicha fiesta tuvo un buen recibo por parte de las autoridades académicas, quienes brindaron todo su apoyo para la realización del magno evento, particularmente por dos razones; la primera, porque se trataba de incentivar la mayor participación de personas en las escuelas y colegios, toda vez que la tasa de analfabetismo en el país sobrepasaba el 50% y ello representaba grandes problemas para su desarrollo. La segunda razón, era que no había muchos estudiantes, razón por la cual los gastos del erario no presentaban mayores dificultades.

Así pues, la primera Fiesta del Estudiante se realizó de acuerdo con lo programado y resultó bastante animada con la presencia de 57, entre estudiantes del Colegio Provincial de San José y de la Escuela Normal Nacional de Institutores de Pamplona, que hicieran a la capital del Departamento. En 1924, septiembre por más señas, los traslados entre las dos ciudades eran toda una aventura. Cuando se iba de paseo, como era este el caso, se cumplía por etapas, como quien dice por entre las tiendas, que dicho sea de paso, eran una constante a lo largo de la carretera que serpenteaba por entre las breñas de la Cordillera Oriental, necesarias para abastecer de provisiones a los escasos viajeros que se aventuraban a tales desplazamientos. La programación desarrollada por los estudiantes pamploneses se centró en algunas actividades deportivas y culturales que se escenificaron en las pocas instalaciones que para el efecto existían en la ciudad. Se tiene noticia de un encuentro futbolero en la cancha donde hoy está el Parque Nacional, sin más detalles. El retorno a Pamplona se hizo en el ferrocarril del sur hasta la estación La Esmeralda en el kilómetro 21 y de ahí hasta la ciudad mitrada en uno de los pocos vehículos que hacían el trayecto y que había sido contratado previamente por la alcaldía de Pamplona para recuperar sus estudiantes.

El entusiasmo que produjo esta conmemoración hizo que se proyectara, desde ese mismo momento, el evento que sería desplegado el año siguiente y que sería la visita de los estudiantes cucuteños, en reciprocidad a sus colegas de Pamplona.

Para la segunda Fiesta del Estudiante se había acumulado la experiencia de la primera y por ese motivo, otras actividades de mayor relevancia fueron establecidas para beneficio de los festejados.

Durante una semana completa se realizaron los festejos, del 21 al 25 de septiembre en la ciudad de Pamplona; sin embargo y debido a las dificultades que presentaba realizar un viaje de esas características nuestros aventurados estudiantes, todos del colegio Sagrado Corazón de Jesús, emprendieron la partida el día 18 de septiembre, en una primera etapa hasta Chinácota donde fueron recibidos como héroes por don Antonio Marcucci, Colector de Hacienda, quien les obsequió frutas y los acomodó en las instalaciones del Colegio San Luis Gonzaga, pues al día siguiente continuarían hasta Pamplona. Es conveniente anotar que el grupo de estudiantes iba acompañado del rector del colegio, don León García-Herreros y cinco profesores quienes se encargaban de velar por el buen comportamiento de sus pupilos.

En las cercanías de Pamplona, en el sitio denominado Corral de Piedra, una comisión de 20 jinetes recibió a los estudiantes para acompañarlos hasta la entrada del pueblo, donde una comitiva de automóviles que conducían, el gobernador, general Rafael Valencia, el prefecto de la provincia, general Pedro Eduardo Díaz, el Alcalde José Ángel Contreras y los sacerdotes Jesús Jaimes y José Rafael Faría, así como los representantes de las autoridades militares los esperaban para darles la bienvenida.

Definitivamente, era todo un lujo y un privilegio especial ostentar la condición de estudiante y en particular, la de futuro bachiller. Todas las manifestaciones que le brindaban, no sólo las autoridades sino el público en general, a un grupo de personas que por el hecho de tener una distinción que en ese momento era propia de una élite, no dejan de asombrarnos hoy; afortunadamente esa época fue sorteada con éxito y hoy gozamos de los beneficios que nos brinda el acceso a una educación gratuita y obligatoria para todos, aunque surjan algunas dudas al respecto.

A continuación les contaré las peripecias desarrolladas por nuestro grupo de jóvenes bachilleres del año 1925 en la fría ciudad mitrada.

Acompañados de tan ilustre comitiva a su llegada a Pamplona, los estudiantes cucuteños fueron alojados en la instalaciones del Colegio Provincial San José, regentado por los Hermanos Cristianos, en lo que podríamos vaticinar sería el anticipo que se esperaba de la participación de esta comunidad en la ciudad de Cúcuta y particularmente en la dirección del mismo colegio cuyos estudiantes estaban de visita con ocasión de la segunda Fiesta de Estudiante; festejo instaurado el año anterior por el Gobierno Nacional para incentivar la asistencia de la niñez y la juventud a los colegios y escuelas. Recordemos que eran 57 los estudiantes del Colegio Sagrado Corazón, los estaban de viaje a la fría Pamplona y que ese colegio cucuteño era una institución de carácter privado patrocinado y a la vez, subsidiado por el sector oficial, que por esa época tenía una asignación presupuestal que le permitía contribuir a los gastos que demandara la educación, cuando ésta era prestada por instituciones privadas.

A la entrada del colegio Provincial, los cansados estudiantes fueron recibidos con discurso incluido por parte del padre Faría al que respondió el rector León García-Herreros y cuando creían que la bienvenida había terminado, apareció la Banda Municipal para ofrecerles una retreta justo frente al edificio principal del colegio, de manera que tuvieron que soportar con estoicismo juvenil las notas que con gran entusiasmo les brindaba la orquesta dirigida por el maestro Celestino Villamizar, ilustre director de la organización musical. Imagínense ustedes al grupo de nuestros muchachos calentanos, con saco y corbata, tal vez prestados para muchos de ellos, en el gélido atardecer pamplonés, después de largas horas de viaje en un vehículo modelo de los años 20, posiblemente un modelo T de Ford, acondicionado como autobús, por la destapada carretera a Pamplona; afortunadamente el programa terminó con la retreta y con la acomodación en sus respectivos alojamientos para finalizar con una frugal cena que compartieron con sus colegas del colegio anfitrión. No hubo salidas ni “voladas”, en parte por el cansancio producido más por las manifestaciones de bienvenida, a la que no estaban acostumbrados que por las circunstancias propias del viaje.

El día siguiente no fue menos intenso. Después de la santa misa, que por entonces era de obligatoria asistencia diaria en los colegios de la congregación de los Hermanos Cristianos, incluidos feriados y dominicales a los que había que asistir con el uniforme de gala, la Alcaldía había organizado un desfile con carrozas alegóricas a las bellas Artes y otras actividades, cada una de ellas presidida por su musa respectiva. Así pues, la primera, encabezada por la bella Hortensia Camargo representaba la “Juventud espigando los campos de la Ciencia al amparo de la religión católica”, le seguían las carrozas alegóricas a las Bellas Artes así: la imaginación creadora presidida por la musa Margarita Gallardo, la música por la hermosa Victoria Leal, la poesía cuya musa estuvo representada por la agraciada Teodolinda Bueno, la pintura representada por la guapa Rosa Bautista y cerrando el cortejo, la musa de la escultura la no menos atractiva Josefina Torrado. El desfile se realizó desde el Provincial siguiendo la Calle Real hasta el Palacio Episcopal donde fueron recibidos por Monseñor Afanador y Cadena y a quien le ofrecieron la adhesión de la juventud estudiantil en alocución que le ofreciera el joven Pedro Antonio Prada a nombre de sus compañeros y en general, de todos los estudiantes. Ya entrada la noche, los estudiantes fueron trasladados a su lugar de residencia bajo la estricta vigilancia del personal de profesores que los acompañaban.

El miércoles 22 de septiembre se programó una jornada deportiva en las horas de la mañana. Se organizaron unos partidos de fútbol y básquetbol y finalizando la mañana realizaron una becerrada, durante la cual los más arriesgados mostraron sus dotes con el capote aunque varios recibieron más revolcones que aplausos.

Antes del almuerzo, se presentó una comisión del Concejo Municipal para saludar a los excursionistas y entregarles el Libro de Oro de la ciudad, en el cual se mostraba el registro fotográfico de los principales monumentos y los edificios más importantes. La entrega del documento fue formalizada por el presidente del Cabildo Francisco Lamus Lamus y respondida por los agasajados en la persona del profesor Luis Eduardo Romero. En las horas de la tarde visitaron el Museo Diocesano y fue el padre Rochereaux el encargado de explicar el significado de cada una de las especies allí exhibidas.

Seguidamente continuaron su periplo de conocimiento de las actividades industriales locales visitando la Fábrica de Hilados y Tejidos y la Cervecería Parra. A las cuatro de la tarde, sus compañeros del Colegio Militar San Tarcisio ofrecieron una Revista Militar en la plaza principal del pueblo.

Se despidieron el día 23, pues tenían programado entrar de visita a Bochalema en donde el alcalde Carlos Julio Cote se había comprometido a recibirlos y brindarles la alimentación, así mismo, consiguió alojarlos en casas particulares donde tuvieron la oportunidad de intercambiar vivencias con los residentes. Al día siguiente, el viernes 25 ya de regreso, cerca de Los Vados, en el puente Caldas, uno de los automotores se volcó y en el accidente resultó muerto el estudiante Juan Maldonado Romero y heridos otros cuatro sin mayores consecuencias, salvo que este acontecimiento enterró definitivamente la realización de excursiones y por ende, la celebración que tan exitosamente se había adelantado en el pasado. En los años siguientes, la Fiesta del Estudiante fue languideciendo al punto de desaparecer por completo de la agenda tanto oficial como de los colegios. Sólo con la modernización de la educación y la presión de la Comunidad de los Hermanos Cristianos se logró la oficialización del Día del Estudiante, el 15 de mayo, fecha en el santoral de la celebración de San Juan Bautista de la Salle, patrono de la Congregación.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

lunes, 13 de mayo de 2013

376.- CAMILO DAZA Y EL VUELO DE CUCUTA A PAMPLONA EN EL AVION BOLIVAR


La Opinión
                    


En la primera imagen aparece Camilo Daza en el atuendo militar para vuelo en condiciones de intemperie, característico durante la época de los aviones de cabina descubierta, 1927. La segunda imagen es la del avión “Bolívar” en el patio del Seminario Mayor de Pamplona, una vez reparado después del accidentado aterrizaje en esa ciudad. La tercera imagen corresponde a Camilo Daza.

Los destrozos ocasionados por la brisa salitrosa del lago de Maracaibo y la falta de repuestos genuinos para el acondicionamiento del Caudrón G-3 (el primer avión que piloteó) acortaron  la vida del aparato, y un día cualquiera, Camilo Daza lo declaró inservible. Se llamó Santander, en homenaje a la región.

Daza lo sustituyó por otro igual que bautizó como Bolívar. Le costó 13,000 dólares y unos estadounidenses se lo trajeron. Le cabían dos pasajeros.

En los planes de Daza no estaba el de permanecer en Cúcuta con el Bolívar realizando vuelos de recreación. Desde sus comienzos como piloto decidió desempeñar un papel de importancia en el desarrollo colombiano. “Yo no puedo vivir sin ser aviador... y el único porvenir de los transportes en Colombia es el aeroplano”, escribió en una famosa carta.

Su ambición era establecer el transporte aéreo entre ciudades, y Norte de Santander resultaba un medio reducido para este objetivo.

Así, el novel piloto optó por llevar a cabo un vuelo de crucero a su natal Pamplona.

Aquel vuelo de buena voluntad no registraba antecedentes. La ubicación de Pamplona, rodeada de montañas, constituía un riesgo. Pero Daza no se arredró. Conocía las condiciones de su solar, y sabía que debía satisfacer su ambición de llegar a casa en avión.

La prensa de Cúcuta se encargó de difundir a grandes titulares la noticia de lo que sería una proeza del arriesgado piloto. En el mundo, la aviación era una actividad tan nueva que en muchos países no se sabía de su existencia.

En Pamplona, las gentes se entusiasmaron hasta el delirio, y organizaron una recepción de héroe para alguien que por muy poco tiempo sería de los suyos.

En un paraje del sur urbano, cuadrillas de trabajadores voluntarios se dedicaron a la limpieza y nivelación del terreno donde caería el ídolo naciente.

Seguían al milímetro las instrucciones que Daza les impartió con anterioridad.

Era el único lugar apropiado para la maniobra, teniendo en cuenta que la ruta de aproximación sería por el cañón del río Pamplonita, siempre y cuando la neblina despejara lo necesario para permitir la visibilidad.

Y LLEGO EL DIA 16 DE MARZO DE 1923

En Cúcuta, en el campo de Cazadero se congregaron todas las autoridades, las corporaciones públicas, los periodistas, el clero y los establecimientos educativos, y numeroso público.

El resto de la ciudad estaba desolado, con las gentes camino a Cazadero.

Daza ocupó la cabina de mando del Bolívar. Eran las 10 de la mañana.

Minutos después de que sus auxiliares le ayudaran a prender el motor de su aeroplano de madera, hierros y lona, llevó la máquina hacia la cabecera de la pista.

Y despegó. Ya en el aire, evolucionó sobre el campo y premió a la concurrencia con una impecable demostración de acrobacia. Enrumbó luego al sur, en ascenso y en ruta a su destino, siguiendo la hoya del Pamplonita.

Cuarenta minutos más tarde el Bolívar se aproximaba a Pamplona, iluminada en esta ocasión feliz por un sol esplendoroso.

A la vista del avión los pamploneses enloquecieron de alborozo, asombrados ante la realidad que presenciaban.

En la intimidad, muchos consideraron el vuelo un imposible.

Como nunca antes Daza dio rienda suelta a toda su pericia de piloto y se enseñoreó del cielo de la ciudad de Ursúa, a título de maestro insuperable de la acrobacia aérea, hasta agotar prácticamente la reserva de combustible, y se enrumbó hacia la pista.

Quizás lo que vio lo paralizó: emocionados, sus paisanos habían invadido la franja de tierra preparada para el aterrizaje, en candorosa expresión de euforia de centenares de personas que querían ser las primeras en abrazar y felicitar al héroe.

En vano, Daza intentaba advertir que debían apartarse para despejar la entrada del avión, pues a cada pasada a baja altura respondían agitando los pañuelos y desplegando las banderas patrias.

Hubo un momento en que alguien comprendió lo que el piloto pretendía indicar y con la intervención de la policía obtuvo que la multitud diera vía libre al Bolívar.

Más, en el instante en que el aeroplano estaba a punto de tomar tierra, una nueva marejada humana se extendió sobre la pista. Daza sólo tuvo una salida: arborizar sobre un frondoso cerezo, que evitó lo que pudo ser una tragedia.

Como un gran pájaro herido, el avión quedó con la hélice y las alas destrozadas y el motor casi desprendido. El fuselaje y las ruedas quedaron para reparaciones importantes.

Luego de una corta incertidumbre, con algunas contusiones, de entre las ruinas del avión surgió Camilo Daza. Se le notaba preocupado por el avión, pero nada dijo.

Centenares de brazos que lo rodeaban lo impidieron.

La multitud izó en vilo a su héroe y en cortejo triunfal lo llevó al pueblo, donde comenzó una semana de celebraciones con viso de carnaval.

En medio de la fiesta, nada parecía importar el grave percance ocurrido al Bolívar. Pero en los bailes realizados en los clubes sociales, en las verbenas, en las funciones teatrales y hasta en las mismas iglesias, se recolectaron fondos destinados a la reparación del biplano accidentado.

Concluidas las festividades, como experto mecánico, Daza se apersonó de las reparaciones que la máquina demandaba y que coparían tres meses de intensa labor. Como en todo el territorio colombiano no existían accesorios adecuados, los repuestos en primer término se encargaron con carácter urgente a la fábrica Curtis de Estados Unidos. Costaron más de 3,000 dólares.

A los mejores carpinteros de pamplona se les encomendó la confección de los largueros estructurales para reponer los que habían quedado rotos.

Con yute fueron remplazadas las lonas desgarradas que cubrían los alerones y los planos. Cables del sistema de alumbrado se utilizaron para suplir los templetes reventados, y tacones de caucho sirvieron para acondicionar los amortiguadores del tren de aterrizaje.

Cuando los trabajos quedaron terminados, el Bolívar lucía tan reluciente como en sus mejores tiempos… pero más resistente y con 60 libras más de peso.

De aquella jornada, en el patio del Seminario Mayor de Pamplona quedó como testimonio la hélice semidestruida. Y el recuerdo de un vuelo histórico como pocos.

CAMILO DAZA

No son abundantes los biógrafos de Camilo Daza Álvarez, seguramente por su actividad. Pese a los méritos que tuvo por su hazaña profesional, pocos le prestaron atención.

Campesinos, mercaderes, comerciantes y algunos industriales conformaban la población activa y laboriosa de Pamplona, que se caracterizaba por sus nobles virtudes y acrisolada honradez, por el mutuo respeto a las personas y sus bienes, por la fe religiosa de la que eran fervientes practicantes y por aquel cierto orgullo regionalista que los impulsaba a la superación y el progreso.

En ese ambiente nació Camilo Daza, el 25 de junio de 1898, en el hogar formado por Antonio Daza y doña Elisa Álvarez.

Camilo Daza fue el primer colombiano que en el año 1919  pilotó un avión, y es considerado el precursor de la aviación colombiana, y es toda una historia de vicisitudes y de glorias, por la grandeza de un ideal soñado y ambicionado, la aviación.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.