En los dos países del cono norte de Suramérica, se estableció una rivalidad que ha venido perdurando hasta nuestros días; incomprensible si se tiene en cuenta el origen común de las dos nacionalidades, además de sus coincidencias de lengua, costumbres y tradiciones. Aunque en las fronteras, la situación es diametralmente opuesta al concepto que se tiene en las capitales, todas las consecuencias se viven y se sienten con mayor fuerza en las zonas limítrofes que en el interior de cada país.
A medida que se fueron asentando y consolidando las políticas y las nuevas ideas sociales fueron tomando conciencia de las necesidades de mantener unas relaciones estables con sus vecinos, otros formulismos comenzaron a presentarse para mantener ese espíritu de compañerismo que debe primar en toda relación. Para ilustrar las fluctuantes relaciones colombo-venezolanas, vamos a realizar un paseo por la historia reciente.
Establecidos los gobiernos autónomos de cada país, lo primero que se definió o por lo menos, los primeros intentos fueron los relacionados con las delimitaciones de sus fronteras y en este sentido, Colombia no tuvo mayores tropiezos con su vecino a excepción de algunas áreas marinas que aún son tema de discusión en la región del caribe. De hecho, la frontera común, en esta zona del país, fue establecida y aceptada al tenor del Laudo Arbitral expedido por la Corona Española, en cabeza de la reina regente María Cristina, pues el rey Alfonso XIII, era menor de edad para entonces. En las secciones segunda, tercera y cuarta del citado Laudo están contenidas las que hoy podríamos llamar, las coordenadas que establecen los límites respectivos y cuyo litigio se sometió a la decisión de la antigua Madre Patria y determinadas definitivamente el día 16 de marzo de 1891, casi diez años después de la firma del Tratado de Caracas, mediante el cual se habían iniciado las conversaciones tendientes a la definición de la línea limítrofe común. Como un hecho anecdótico, en agradecimiento por los buenos oficios realizados por la Corona Española, el presidente Carlos Holguín, quien estaba al frente del gobierno de la República de Colombia, decidió obsequiarle el más importante hallazgo arqueológico del momento, el tesoro Quimbaya, un conjunto de piezas de orfebrería que había pertenecido al cacique indígena del mismo nombre, el cual fue descubierto por un grupo de antioqueños que emprendieron una migración hacia el sur, pocos días antes de la celebración del cuarto aniversario del Descubrimiento de América.
La tranquilidad que otorgaba el conocimiento de las fronteras fue propicia para el desarrollo de actividades comerciales y de intercambio. Con la construcción del Ferrocarril de Cúcuta y su correspondiente extensión hasta la población de Encontrados en Venezuela, para establecer allí la conexión con los barcos que iban y venían, por el Lago de Maracaibo y el río Catatumbo, la actividad comercial de importación y exportación, beneficiaba tanto a los colombianos de Cúcuta, como a los comerciantes del Táchira, pues, para cualquiera de estas actividades, la ruta más corta y por lo tanto, más económica era ésta. Sin embargo, la dicha no duró mucho, pues en 1897, el congreso de los Estados Unidos de Venezuela, mediante decreto legislativo, clausuró la aduana de San Antonio del Táchira, quedando de hecho, las importaciones de mercancías y sales, prohibida por la vía Cúcuta San Antonio; además, el decreto creaba unas exenciones y rebajas en los derechos arancelarios de las mercancías que se introdujeran al Táchira por la vía de Maracaibo. Como quien dice, se trataba de cerrar la puerta a todo aquello que viniera de Cúcuta, lo cual causó un daño tremendo al comercio de la ciudad, pues el fisco municipal tenía una fuente de ingresos considerable por concepto de los impuestos que el Concejo de Cúcuta había establecido sobre las mercancías en tránsito desde Maracaibo hasta el Táchira, por la vía de Puerto Villamizar. Todo indica que la norma expedida por el Congreso venezolano fue una retaliación por causa de los impuestos creados en Cúcuta sobre esta mercancía en tránsito.
A pesar de los inconvenientes generados por estas acciones centralistas, la frontera continuó su normal desenvolvimiento. Los gobiernos comenzaron a establecer consultas permanentes con parlamentarios y políticos de las regiones fronterizas que procuraran conciliar las diferencias, mientras que se fortalecía la economía subterránea cuando situaciones como la descrita se presenta. El aumento del contrabando era cada vez más visible y los poderes centrales no tenían las herramientas para combatirlo, todo lo cual generaba un desequilibrio que contravenía la economía regional en ambos lados. Los presidentes, Cipriano Castro en Venezuela y Marroquín en Colombia, ocupados en sus correspondientes problemas domésticos trataban de resolver, de la manera más ecuánime y justa, todos los inconvenientes generados por esta desagradable situación, que dicho sea de paso, no tenía la importancia de las demás dificultades, sin embargo, llevaban las circunstancias al punto de solución con la ayuda de países amigos, como lo fue en esta ocasión Chile con la intermediación del embajador de ese país, el señor Francisco José Herboso, quien como mediador logró ante la cancillería venezolana en Caracas que se reanudaran las relaciones de amistad y comercio entre las dos naciones.
Fue tal el impacto que generó la noticia en la ciudad que fueron declarados tres días cívicos. Lo primero que se hizo, en desarrollo del restablecimiento de las relaciones fue el nombramiento de los respectivos cónsules y con ello se logró a encauzar nuevamente la corriente comercial entre los dos países, lo cual traería como consecuencia una era de estable tranquilidad en las relaciones y un afianzamiento sincero y franco en esta nueva etapa del Tratado de Amistad Colombo Venezolano. Este Tratado se mantuvo inalterable por algunos años, mientras duró el gobierno del general Juan Vicente Gómez en Venezuela, toda vez que era oriundo de esta región, específicamente de San Antonio del Táchira, así que era conocedor como el que más de las particularidades de su terruño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario