Jorge Augusto Gamboa M.
Ferrocarril de Cúcuta
en ruta hacia Puerto Santander
La mejor manera de comprender la historia de la capital
del Norte de Santander es considerando su situación fronteriza y su vocación
comercial.
Cúcuta ha sido una frontera en múltiples sentidos:
geográficos, políticos y culturales. Se sitúa donde termina la zona montañosa y
empieza el valle cálido del río Zulia, que luego forma la gran cuenca del Lago
de Maracaibo.
Gentes de climas fríos y culturas andinas se han
encontrado desde hace miles de años en este lugar con gentes de tierras
calientes y selváticas.
El desarrollo de la colonización española en el siglo XVI
convirtió la región en el límite político-administrativo de lo que más tarde
serían las repúblicas de Colombia y Venezuela y a la ciudad en un puerto seco
de entrada y salida de mercancías que fue determinante en el desarrollo de su historia.
Cúcuta ha sido prácticamente desde sus inicios un lugar
para el comercio y un cruce de caminos.
LOS HABITANTES PREHISPÁNICOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA
Sabemos que el valle de Cúcuta fue habitado desde hace
por lo menos unos 16.000 años por grupos de cazadores y recolectores que vivían
de cazar grandes animales hoy extintos como el mamut o el mastodonte. Eran sociedades
pequeñas, unidas por lazos de parentesco, que manejaban grandes territorios por
los cuales se desplazaban cíclicamente, al ritmo de las migraciones de los
animales y de las cosechas de las plantas que recolectaban.
Después de algunos miles de años, adoptaron un modo de vida
más sedentario y se dedicaron a la agricultura intensiva. Formaron pequeñas
aldeas que con el paso del tiempo fueron creciendo y su organización social se
transformó en sociedades tribales y cacicazgos, donde aparecen jefes, consejos
de ancianos y otras formas de jerarquización.
Fue precisamente este tipo de sociedades lo que los
españoles encontraron cuando llegaron a la zona en la primera mitad del siglo
XVI.
En la tradición local se ha dicho siempre que los
indígenas que poblaban la región en los tiempos de la Conquista eran los
llamados “motilones”, que se hicieron famosos por su belicosidad. Incluso es un
nombre que se utiliza actualmente como sinónimo de cucuteño. Pero esto no es
correcto. Los españoles llamaron así a unos grupos que vivían en las tierras
selváticas de la cuenca de los ríos Zulia y Catatumbo, que habitaban mucho más
al norte. Los habitantes del valle de Cúcuta tenían poco que ver con ellos.
Además, bajo el sobrenombre de “motilones” se agruparon
varias etnias cuyo nombre verdadero era diferente. Realmente, las gentes del
valle de Cúcuta fueron considerados por los españoles un poco más afines a los
cacicazgos de la zona montañosa del Norte de Santander que también llamaron incorrectamente
“chitareros”. Pero es probable que tampoco estén muy emparentados con ellos. Lo
más correcto, dados nuestros conocimientos actuales, es considerar que el valle
de Cúcuta en el momento de la llegada de los conquistadores estaba habitado por
sociedades tribales y cacicazgos dedicados a la agricultura y a otras
actividades, que probablemente hablaban una lengua de la familia chibcha y
compartían con los llamados “chitareros” algunos rasgos culturales.
Había varios asentamientos y el más grande fue el que le
dio su nombre al lugar, aunque existieron otros como los táchiras, tamocos,
camaracos, etc.
Las primeras expediciones españolas recorrieron la zona a
comienzos de la década de 1530 provenientes desde el Lago de Maracaibo. Sin
embargo no se establecieron ni lograron una colonización efectiva.
Se sabe que un grupo al mando del conquistador alemán
Ambrosio Alfinger llegó hasta el valle de Chinácota donde perdió la vida a
manos de los indios hacia 1532. Eso sirvió para que se creara la fama de
belicosos que los acompañó en las décadas posteriores.
En la década siguiente hubo otros intentos de
colonización, pero fue la expedición comandada por Pedro de Ursúa y Ortún
Velasco que partió desde Tunja a finales de 1549, la que logró un control más o
menos efectivo de la región.
Ursúa y Velasco fundaron ese año la ciudad de Pamplona,
en la zona fría y montañosa y enviaron hombres a explorar hacia hacia el norte, encontrando el
valle de Cúcuta. Luego de varios años de guerras y negociaciones, los indígenas
se sometieron a la Corona y fueron entregados en encomienda a varios vecinos de
Pamplona. A partir de entonces empezaron a darles tributos y a trabajar para
ellos en diversas labores agrícolas, ganaderas y mineras.
Pero la zona se mantuvo como una
región de frontera con poca presencia española.
Los indios de Cúcuta daban pocos
tributos y estaban muy lejos de las minas de oro y plata de la región. Por lo
tanto no tuvieron que sufrir este penoso trabajo, pero sí fueron empleados en
las canoas que empezaron a utilizarse por el río río Zulia.
Esta se convirtió en una arteria fluvial
muy importante que comunicaba al Nuevo Reino de Granada con el Lago de
Maracaibo, desde donde se establecía la conexión con Europa.
El régimen de la encomienda y las
enfermedades de origen europeo para las cuales no tenía defensas generaron pronto
una gran disminución de la población nativa en toda la provincia de Pamplona y
en el valle de Cúcuta en particular.
Hacia 1560 las encomiendas de
Cúcuta podían tener unos 700 hombres en edad productiva, pero ochenta años
después, hacia 1640 la encomienda que tenía por aquel entonces Cristóbal de Araque,
descendiente de los primeros conquistadores, tan sólo tenía 54 hombres aptos
para el trabajo, entre cúcutas, tamocos, camaracos, cabricaes y cacaderos. La disminución
había sido entonces superior al 90%.
Pero la crisis demográfica se
había atenuado en las primeras décadas del siglo XVII con las medidas que
empezó a tomar la Corona para proteger a la población nativa de toda América.
Se mejoraron sus condiciones
laborales, se controlaron los abusos de los encomenderos, se intensificó la
evangelización y se procuró proteger la propiedad de la tierra de los nativos
dándoles resguardos para que hicieran sus cultivos y organizándolos en pueblos
al estilo español.
Este fue el origen de la primera
fundación hispánica de Cúcuta.
Por el año de 1622, el visitador
Juan de Villabona y Zubiaurre recorrió la provincia de Pamplona llevando a cabo
este programa de reformas. Dictó una serie de medidas que transformaron la vida
de las comunidades indígenas de toda la región, incluyendo a las de Cúcuta.
En 1623 ordenó que los indios del
valle se congregaran en un pueblo y les asignó un resguardo. Ese es el origen
del que sería llamado luego San Luis de Cúcuta, que fue el primer poblado
fundado en el valle. Probablemente quedaba en la margen oriental del río
Táchira, donde hoy en día es el barrio San Luis.
DE PUEBLO DE INDIOS A VILLA DE
MESTIZOS EN EL SIGLO XVIII
San Luis era una pequeña aldea
cercana a las tierras del resguardo que poco a poco fue creciendo. Sus
habitantes estaban dedicados a la agricultura, la ganadería y el transporte fluvial.
Algunos blancos y mestizos
empezaron también a establecerse en el valle, con lo cual la población se
estabilizó.
En las primeras décadas del siglo
XVIII se introdujo el cultivo del cacao en toda la región y empezó un periodo de
bonanza. El cacao era exportado hacia Europa y las otras colonias americanas
por la vía del Lago de Maracaibo y muchas personas empezaron a formar haciendas
cacaoteras cercanas a los ríos que permitían el transporte del producto.
Llegaron algunos vecinos de
Pamplona, varios mestizos pobres en busca de trabajo y una gran cantidad de
esclavos negros para las haciendas y la conducción de canoas. Ellos fueron el
origen del segundo asentamiento hispánico del valle.
La población blanca y mestiza que
vivía en las márgenes y al interior del resguardo de Cúcuta quiso
independizarse tanto en lo civil como en lo religioso del pueblo de indios y
logró que se autorizara la fundación de una parroquia hacia 1733.
Se dice que una matrona vecina de
Pamplona llamada Juana Rangel de Cuéllar, descendiente de los primeros
conquistadores, donó unos terrenos en su hacienda llamada Guasimales para que
allí se hiciera la fundación. El sitio exacto al parecer se llamaba Tonchalá,
en el margen occidental del río Táchira, a uno o dos kilómetros de San Luis.
La parroquia fue llamada San José
de Guasimales o San José de Cúcuta.
El auge del cacao y del comercio
hacia la capitanía de Venezuela hizo que llegaran más gentes y la población empezara
a crecer. Poco a poco se formaron otros asentamientos un poco más al sur que
también quisieron ser parroquias y villas.
Así nació el tercer poblado del
valle, unos kilómetros al suroriente. Fue El Rosario, que por aquel entonces
era un sitio más poblado que San José y San Luis. En 1773 se organizó como
parroquia a partir de una donación de Ascensión Rodríguez. Recibió en 1780 el título de villa y una década
más tarde, hacia 1792, San José sería elevada al mismo rango.
Las dos nuevas villas y el pueblo
de indios de Cúcuta quedaron subordinados a Pamplona que siguió siendo la
capital de la provincia durante varias décadas.
EL FINAL DE LA COLONIA Y LA INDEPENDENCIA
Al comenzar el siglo XIX el
comercio por los puertos sobre el río Zulia se diversificó, se intensificó y
las villas siguieron creciendo.
Hacia 1808 los productos más importantes
eran el cacao, el añil y el café.
El corregidor Joaquín Camacho comentó
ese año que la prosperidad de Pamplona ya se debía a las haciendas de cacao de
sus vecinos en el valle de Cúcuta y al comercio que desarrollaban por el puerto
de Los Cachos, en el sitio de Limoncito, sobre el río Zulia hacia lugares como
Barinas, las islas del Caribe y Europa.
Eso había atraído también algunos
inmigrantes europeos y destacó la colonia catalana establecida en San José. Sin
embargo un gran obstáculo para el desarrollo de la villa era el mal estado de
los caminos.
Panorámica de Cúcuta actual
Afortunadamente los ríos eran
fácilmente navegables. Camacho calculó la población de las dos villas en unos
2150 habitantes y en el pueblo de Cúcuta todavía se contaban unos 660 indios.
Esta era la situación en la
víspera del rompimiento con España. Dos años más tarde, la crisis política en la
metrópoli y las guerras napoleónicas precipitaron la ruptura de las colonias
americanas con su madre patria y la región se vio afectada por los movimientos de
formación de juntas de gobierno que se dieron por toda la América española.
El 4 de julio de 1810 la élite pamplonesa
se levantó contra el gobernador español y lo depuso. A finales del mismo mes se
organizó una junta que gobernó a nombre de Fernando VII, tal como se hizo en
las demás provincias del imperio.
San José y El Rosario mostraron
su apoyo a estos movimientos. La región mantuvo su lealtad a la Corona, pero en
1813 se declaró la independencia formalmente. La lucha entre los ejércitos
patriotas y españoles que empezó a continuación afectó a las villas de San José
y El Rosario notablemente.
Las tradiciones locales hablan de
algunos personajes que se destacaron en esta coyuntura. Entre los más
importantes está doña Mercedes Abrego de Reyes, una costurera que se dice que
le cosió una casaca al coronel Bolívar cuando sus tropas pasaron por San José.
Cuando las tropas realistas retomaron la villa en octubre de 1813 fue condenada
a muerte por su ayuda a los rebeldes.
También se destacan los hermanos
Ambrosio y Vicente Almeida que formaron guerrillas patriotas que operaron
durante la reconquista española, entre 1813 y 1817.
Luego huyeron a los Llanos
Orientales donde se unieron al Ejército Libertador y participaron en las
batallas más importantes. Después de la victoria obtenida en Boyacá entraron
con los vencedores en Santafé en agosto de 1819 y se establecieron en esa
ciudad.
La Villa del Rosario se ha hecho
famosa por haber sido la cuna del general Francisco de Paula Santander (1792),
quien era hijo de un hacendado del cacao y se convirtió luego en uno de los
máximos dirigentes patriotas, llegando a ser varias veces presidente de la
naciente república y uno de sus organizadores institucionales.
El Rosario también fue elegida
como sede para la realización del Congreso de 1821 que inició labores el 6 de
mayo con la presencia de diputados de Cundinamarca y Venezuela, con el fin de
crear un Estado independiente llamado la Gran Colombia, conformado por la
capitanía de Venezuela y el virreinato de la Nueva Granada.
El Congreso fue presidido por Antonio
Nariño y sesionó en la iglesia de la villa, lugar que aún se conserva aunque en
ruinas por haber sido destruida en el terremoto de 1875.
El proyecto de la Gran Colombia,
sin embargo, tuvo una corta duración porque en 1830 se rompió la unión y se formaron
las actuales repúblicas de Colombia (que incluía Panamá), Venezuela y Ecuador.
SIGLOS XIX Y XX
El fi n de la guerra y la
formación de la república significaron un nuevo aire para el comercio, en
especial para la villa de San José, la mejor situada geográficamente para servir
de puerto seco.
El fin del monopolio español
permitió la participación abierta de otras naciones como Inglaterra y Francia
en el intercambio comercial y esto trajo nuevas oportunidades.
Se establecieron más colonias extranjeras
y nuevos productos se empezaron a transportar para abastecer los mercados
internacionales.
El cacao, el café y el añil
siguieron siendo importantes, pero se agregaron la panela, el tabaco, y la
quina, entre otros. También los famosos sombreros de jipijapa elaborados por
los artesanos de las regiones aledañas. El aumento en la actividad comercial
llevó a un mayor desarrollo de la villa de San José, que empezó a predominar
sobre los demás asentamientos del valle.
El pueblo de San Luis terminó
siendo absorbido por San José y la Villa del Rosario se estancó en su
crecimiento.
Hacia 1850 se creó la Provincia
de Santander y San José de Cúcuta se designó como su capital. Fue un
reconocimiento a su desarrollo. Luego, en 1859 fue la capital del Departamento
de Cúcuta, perteneciente al Estado Soberano de Santander.
Estos cambios significaron su
independencia de Pamplona, que hasta ese entonces había sido la ciudad
dominante de la región.
En términos demográficos, hacia
mediados de la década de 1860, Cúcuta superó a Pamplona en número de
habitantes. Mientras la antigua capital de provincia se estancaba, Cúcuta florecía.
Desde 1854 aparecieron los
primeros periódicos como La Prensa, luego hubo otros como La Dulcinea y El
Comercio. El primero que funcionó diariamente lo hizo desde 1871 y fue el “Diario
del Comercio”, dirigido por don Francisco de Paula Andrade. Desde 1874 se
estableció el telégrafo.
Por aquel entonces la ciudad
tenía unos 12 barrios, con 2 plazas, unas 3 iglesias, el consulado de comercio,
137 establecimientos comerciales, 72 industriales, un colegio, 2 teatros y otra
serie de instituciones que dan una idea de su desarrollo. La población ya
llegaba a unas 8000 almas.
Pero la pujante ciudad sufrió un
duro golpe de la naturaleza que frenó un poco su desarrollo. En la mañana del
18 de mayo de 1875 un fuerte movimiento sísmico acabó con la mayoría de las
poblaciones del valle de Cúcuta. La ciudad fue prácticamente destruida y se
calcula que hubo cerca de 500 muertos.
Sin embargo, la ayuda del gobierno
y de los particulares llegó pronto y se emprendió la reconstrucción en el mismo
emplazamiento que tenía, con un trazado urbano más moderno. La fisonomía actual
del centro de Cúcuta se debe a este plan de reconstrucción, que se hizo
pensando en una ciudad de unos 25.000 habitantes, pero a comienzos del siglo XX
esta cifra fue ampliamente rebasada.
La ciudad renació en los años siguientes
y siguió con sus planes de desarrollo. Se construyó el tranvía, se abrieron
varios caminos hacia el río Zulia y hacia Venezuela y se empezó la construcción
del Ferrocarril de Cúcuta.
Este fue el proyecto más
importante para la ciudad a finales del siglo XIX y comienzos del XX, ya que
impulsó el comercio de una forma nunca vista.
Desde 1865 se venía mejorando el
camino que unía a la ciudad con el puerto de San Buenaventura, sobre el Zulia y
en 1876 se firmó el contrato para construir una vía férrea. Las obras empezaron
en 1879 y en junio de 1888 los rieles llegaron a los suburbios del norte de la
ciudad.
Se construyeron tres líneas. La
primera hacia el norte para alcanzar el río Zulia. La segunda al sur para
enlazar con el interior del país y la tercera al oriente para unirse con
Venezuela.
Cúcuta también sufrió durante la
Guerra de los Mil Días (1899-1902) porque fue escenario de algunas acciones
bélicas. Fue sede de un gobierno revolucionario liberal. Después de la batalla
de Palonegro (10-25 de mayo de 1900) algunos batallones liberales se refugiaron
en la ciudad que fue sitiada por los conservadores desde el 11 de junio. Al
cabo de 35 días de asedio la plaza fue tomada.
Después de la guerra, las
actividades comerciales se reanudaron y Cúcuta continuó con su expansión.
Desde 1910 se creó el actual
Departamento del Norte de Santander y Cúcuta fue elegida como su capital. El ferrocarril
siguió funcionando y vivió su momento de mayor actividad en la década de 1920.
Sin embargo, a mediados de la década de 1930 empezó a decaer. La línea de la
frontera dejó de funcionar en 1933. Tres años después lo hizo la línea del sur.
La del norte sobrevivió hasta
1960 cuando detuvo sus actividades definitivamente. El ferrocarril había dejado
de ser el medio de transporte preferido para la actividad comercial y fue reemplazado
por los automóviles y camiones que aprovecharon el mejoramiento de las vías y
el bajo costo de la gasolina.
Desde entonces este ha sido el
medio predominante, desplazando la tradicional ruta fluvial por el río Zulia y
el ferrocarril que dependía de ella.
La segunda mitad del siglo XX ha
significado para Cúcuta un desarrollo vertiginoso. Su destino económico y
cultural está fuertemente atado a su situación fronteriza. Lo que sucede en
Venezuela repercute ampliamente en la ciudad, que ha visto épocas de crisis y
bonanza en sintonía con lo que sucede en el vecino país.
Grandes empresas se han
establecido en la ciudad, se han emprendido obras públicas de gran magnitud,
como el Aeropuerto Internacional Camilo Daza, que funciona desde la década de
1970.
Más recientemente se han
construido centros comerciales y se han adecuado muchas vías. Si se observan
las cifras de población se puede apreciar que desde la década de 1950 la ciudad
ha multiplicado varias veces su tamaño, pasando de unos 100.000 habitantes a
unos 600.000, que superan el millón si se tiene en cuenta toda su área metropolitana.
A pesar de que se viven tiempos
de crisis económica e incertidumbre, la historia de Cúcuta ha demostrado que
sus habitantes han sabido sortear las dificultades y salir fortalecidos de las
adversidades. En este caso, esperamos que la historia siempre se repita.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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