Camila Rojas, Gerson Correa, Karina Judex, Marina Ramírez, Juan Pablo Cohen y Jorge Gutierrez (La Opinión)
Misterio, arte e historia se esconden entre lo que a simple vista no son más que caminos rodeados de panteones, con los restos de seres que dejaron el mundo terrenal para habitar “la ciudad de los muertos” en Cúcuta.
La historia de los cementerios en Cúcuta
En el Cementerio Central reposa historia de Cúcuta. Se trata de un lugar en el que es fácil perderse entre la cantidad de tumbas que hacen parte de las cuatro hectáreas de terreno que ocupa y que además ha sido testigo de despedidas, llantos y el recuerdo de quienes hace más de un siglo habitaron la Perla del Norte.
Construido en 1884, el Cementerio Central se convirtió en el lugar de reposo para importantes personajes que escribieron las primeras páginas de la ciudad, pero también de anécdotas de miedo que encienden los nervios de más de un ciudadano, y un importante valor histórico, en el que las esculturas y la construcción de las tumbas se transforman en un museo a cielo abierto y dan cuenta que la manera de enterrar los muertos, también estuvo ligada a la modernidad.
Para conocer la historia de este representativo lugar, declarado Bien de Interés Patrimonial de ámbito municipal en el Plan de Ordenamiento Territorial del 2001, es necesario comprender que no fue el primero ni el único cementerio que ha funcionado en la capital del departamento.
Antes de que Juana Rangel de Cuellar donara los terrenos para la construcción de la ciudad, se dice que el pueblo indígena Motilón tenía su propio cementerio en lo que hoy se conoce como el barrio San Luis, bajo sus propios ritos y tradiciones.
Cuenta el historiador, Gustavo Gómez Ardila, que este primer cementerio estuvo ubicado a la margen oriental del río Pamplonita. Luego, con la llegada de los colonos, la tribu se tuvo que ir de allí dejando abandonado todo lo que tenían, incluídos sus muertos.
“Por eso se dice que Cúcuta nació en San Luis, el primer cementerio del que se tiene noticia estaría entre los años 1.500 a 1.700. Luego los colonos hicieron su propio cementerio, hasta que sucedió el terremoto de 1875, que destruyó gran parte de este”, aseguró el Gómez Ardila.
Aquel 18 de mayo de 1875 según los registros históricos, los muertos también salieron de las tumbas, sacudidos por la magnitud de la tragedia que afectó a Cúcuta, Villa del Rosario y parte de la frontera con Venezuela, que además dejó entre 800 y 1.500 personas fallecidas.
Luego, los sobrevivientes de aquel fatal evento se trasladaron hacia el sector La Vega, hoy conocido como el corregimiento de San Pedro, a donde también fueron sepultados aquellos cuerpos que abandonaron el plano físico.
“Dos años después los habitantes de La Vega vinieron a Cúcuta y se hizo la reconstrucción. El ingeniero Francisco de Paula Andrade trazó la nueva ciudad con calles anchas y arboladas, hubo un asentamiento, lógicamente se hizo un cementerio, lo que se conoció como el cementerio de Carora y otro en lo que hoy es el barrio El Llano”, agregó el historiador.
El actual Cementerio Central nació con la llegada de la fiebre amarilla a Cúcuta hace más de un siglo, una enfermedad sin precedentes que dejó sin vida a quienes habitaron la ciudad luego del terremoto.
“En ese entonces, el cementerio de Cúcuta quedaba en el barrio Carora, en donde está la cancha, pero ante la emergencia lo cerraron y nació el Cementerio Central”, contó el periodista Beto Rodríguez.
Fue así, como el 20 de mayo de 1884, una comisión nombrada por el Concejo y compuesta por el entonces alcalde, Santiago Jordán, escogió el sitio para la creación del cementerio de los cucuteños, y que actualmente corresponde a la calle 15 con avenida 17, en el barrio San José.
Entre marzo de 2020 y junio de 2021, en el Cementerio Central fueron atendidas 2.512 inhumaciones, de las cuales 722 correspondieron a fallecidos a causa de la COVID-19.
Cementerio en el que hoy está enterrada la historia de Cúcuta, construido por el maestro Pedro Tobías Vega, y que por muchos años se convirtió en el sitio donde los cucuteños raizales sepultaron a sus familiares.
Con un plano elaborado por el reconocido Francisco de Paula Andrade, el Cementerio Central se estableció en 1885.
Los terrenos fueron elegidos por una comisión asignada por el Concejo de Cúcuta en 1884, quienes se quedaron con una planicie al occidente de la ciudad, que hoy corresponde a la calle 15 con avenida 17, límite de los barrios San José y El Contento.
Dicha comisión estaba compuesta por: el alcalde de la época Santiago Jordán, los señores Domingo Díaz, Arístides García-Herreros, Rafael Antonio Ramírez y Félix Hernández.
Dirección: Avenida 17 N°17-35 Barrio San José
Dar una mirada al Cementerio Central, en funcionamiento desde 1890, es viajar al pasado de Cúcuta, la ciudad que a diario les abre las puertas a habitantes de los otros 39 municipios del departamento y que también ha estado influenciada por la frontera con Venezuela.
En un recorrido de tres horas, marcado por el fuerte sol que a diario resplandece en la capital nortesantandereana, junto a la docente de Historia e investigadora de la Universidad Francisco de Paula Santander, Yannette Díaz Umaña, se pudo conocer de primera mano que la manera en que los cucuteños entierran a los muertos está ligada a la memoria social, las creencias, las costumbres e historias de los cucuteños.
Díaz resalta que hubo un tiempo en que se estimó una norma para que los cementerios estuvieran fuera del casco urbano, a unos kilómetros de la última casa de la ciudad, lo que hizo que la sociedad no acudiera a estos lugares con gran facilidad.
Esto se debe a que, en América a finales del siglo XVIII, fueron de carácter obligatorio las disposiciones de Carlos III para construir cementerios ubicados en las afueras de las ciudades por razones de salubridad. Pero la comunidad fue renuente a enterrar a sus muertos en lugares ajenos a los templos.
“El Cementerio Central de Cúcuta está estructurado como un cementerio decimónico, es decir, que su estructura es casi igual a una urbana, es una ciudad de los muertos con unas calles principales divididas en manzanas. Su arquitectura se proyecta con una fuerte expresividad artística, de estética romancista y con un sentido de organización jerárquico que era aprovechado por las familias más adineradas”, agregó.
Caminando por los pasillos del cementerio, se identificaron varios tipos de construcción funeraria, que no son más que el reflejo de cada momento de la historia en la que se sepultaban los muertos.
Hay tumbas en inhumación en tierra que no tienen construcción alguna, allí reposan los restos de las personas que fueron enterradas directamente bajo tierra, aunque en algunos casos suelen presentar variaciones.
Al tener más de cien años de funcionamiento, el cementerio ha sido testigo de cambios en las construcciones funerarias, tanto así que algunas tienen elementos mixtos de diferentes estilos de la historia.
Las investigaciones de arquitectura funeraria no son nuevas. En Latinoamérica se consolida la Red Iberoamericana de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales, con más de 800 estudios, posicionando estos lugares por su valor material e inmaterial.
Pese a esto, la mayor parte del patrimonio funerario del siglo XIX y XX aún continúa sin la atención adecuada que busque el reconocimiento de la historia social, artística, arquitectónica, urbana y antropológica. Es así como los cucuteños cuentan con un Cementerio Central centenario, que aún tiene mucha historia por contar.
En 2019, un grupo de investigadores pertenecientes a un semillero de la Universidad de Pamplona, desarrolló un proyecto para describir el encanto y el valor arquitectónico de este lugar.
En el transcurso del tiempo, el cementerio ha acogido los cuerpos de personalidades que hicieron historia y aún son leyenda en la región nortesantandereana. Pero hubo otros que murieron lejos de su tierra como: Franciusco de Paula Santander (1792 -1840), Gral. Leonardo Canal González (1822 - 1894), Virgilio Barco Vargas (1921 - 1997), José Eusebio Caro (1817 -1853), Pbro. Rafael García-Herreros Unda (1909 - 1992), Arnulfo Briceño Contreras (1938 -1989), Antonio José ‘Toto’ Hernández (1919 - 1943), Camilo Daza (1898 - 1975), Olinto Federico Marcucci Ramírez (1896 - 1982) y Leonor Duplat Sanjuán (1945 -1970).
Al continuar con el recorrido por el Cementerio Central se encuentran tumbas de tipo pedestal, como si se tratara de monumentos sepulcrales que en una época fueron impuestos por los griegos y que se extendieron por diferentes países, hasta llegar a Cúcuta. Este es el caso como las de Jorge Gaitán Durán, familia Canal Sorzano y Enrique Raffo, quien es recordado por traer el primer carro a Cúcuta y el cierre del sistema férreo antes de su partida.
El tipo de tumba tipo nicho se encuentra con mayor frecuencia en el Cementerio Central de Cúcuta. Se trata de una estructura sencilla que permite varias tumbas en un mismo lugar. Fue una construcción popular después de la revolución industrial, por el aumento de la población y el encarecimiento de los suelos. Es por eso que se convirtió en una práctica funeraria económica.
Historias Paranormales
Hay historias de quiénes han oído lamentos, quejidos o se han dejado deslumbrar al ver luces o sombras cerca a este lugar, no son más que secretos que se transmiten a baja voz cerca al cementerio.
Con una sensación de misterio y nerviosismo al hablar sobre este tema, un pequeño número de ciudadanos se atrevió a contar aquellas experiencias que han vivido y que en ese momento les pusieron los nervios de punta.
“No hay que creer en brujas, pero de que las hay, las hay”. “Se debe tener miedo a los vivos y no a los muertos”. “Así como existe el bien, existe el mal”; son las palabras que más escuchan los vendedores de flores, lápidas o comerciantes de pequeñas tiendas de comida, que a diario conversan con quienes llegan a visitar a sus muertos y terminan “echando cuentos”.
-“Dónde estaba la lápida no hay muerto”
Con gran intriga Vicente Vásquez Yáñez, quien fue administrador del Cementerio Central en el periodo 1987-1990 recuerda que por esa época, una familia de Toledo llegaba todos los fines de mes a visitar a un hombre que allí había sido sepultado.
Según cuenta, entre sus visitas le manifestaron el deseo de sacar el cuerpo para llevárselo a su pueblo, porque como quien dice “uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra”.
Es por eso, que al escuchar su profundo deseo de trasladarlo, les ayudó con el trámite para que fueran a recoger los restos al siguiente mes. Sin embargo, cuando llegó el día, recuerda que un obrero se disponía a abrir la tumba para cumplir con lo acordado, hasta que los presentes se llevaron la gran sorpresa de descubrir que en el lugar donde por mucho tiempo habían llevado flores y elevado sus oraciones por aquella alma, no había muerto. Tan solo estaba la lápida, ¿Qué pasó?
-“Presumo que lo enterraron vivo”
Otra de las anécdotas que recuerda este antiguo administrador, es la de una familia raizal cucuteña conformada por una mujer y sus hijos que vivían en Bogotá, pero que tenían los restos de su padre en uno de los panteones del Cementerio Central.
Al cumplirse el tiempo estimado de los restos en la tumba, cuenta que a la hora de hacer la exhumación, descubrieron que el cuerpo se encontraba boca abajo. Es así como con temor, se atrevieron a pensar que había sido enterrado con vida, quizá al sufrir de catalepsia, un estado biológico en que la persona se encuentra en aparente muerte y sin signos vitales, pero en realidad, sigue vivo.
-“Una sombra salió del cementerio, justo encima de la capilla”
Cada mañana, Martha Leal se encomienda a Dios antes de salir de su casa, aunque no le tiene miedo a los muertos, si le tiene un profundo respeto al cementerio, pues asegura que es un lugar de descanso. En Semana Santa, una de las temporadas altas para la venta de flores, se encontraba cumpliendo su labor con normalidad, hasta que unos gritos provenientes de su esposo la desconcertaron. Él le pasó su celular y con la voz entrecortada le señalaba algo en específico; al observar, sus ojos vieron una escena que hasta el día de hoy, no la ha podido olvidar.
Se trataba de una figura oscura, como si fuera una sombra, que se posaba sobre una nube justo en el mismo lugar donde se ubica la capilla del cementerio, como si se tratara de un guardián del campo santo.
Al alzar su mirada, no vio nada en las alturas, esa figura que logró erizarla ya no estaba allí, desapareció sin dejar ningún rastro, pero su presencia sí quedó registrada en aquella fotografía que logró tomar su pareja. En ese momento, los curiosos se acercaron a fisgonear la imagen y muchas fueron las teorías que se escucharon: algunos aseguraban que se trataba de uno de los jinetes del apocalipsis, otros, que sería la mismísima muerte y unos pocos, se atrevieron a hablar de brujas y demonios, pero nadie jamás supo en sí, lo que pasó aquel día.
Aquella imagen no sobrevivió durante mucho tiempo, pues Martha mencionó que a su esposo no le gustaba tener el recuerdo en su teléfono y prefirió borrar la imagen que lo asustó durante varias noches en sus sueños. Entre los rumores que aún persisten, se asegura que todo esto se trató de una presencia del más allá, las redes sociales nunca presenciaron lo que quizás, provenía de otro mundo.
Tumbas milagrosas
Antonio Yáñez y 'Mico' Isaza: Difuntos milagrosos del Cementerio Central. A las tumbas de Antonio Yáñez y Fabio, conocido como ‘El mico Isaza’, les dejan ofrendas como muestra de agradecimiento por favores recibidos. Ambos panteones, son algunos de los más visitados.
Otra de las tumbas milagrosas es la de Georgina Crespo, una niña que falleció hace 130 años, el 24 de abril de 1893. Su sepultura es una de las más antiguas en el cementerio y a la que fieles creyentes elevan sus oraciones para que les haga favores. Su pedestal está rodeada de regalos, flores y placas por los favores recibidos.
Elías García, quien durante más de 50 años trabajó como sepulturero en el Cementerio Central, sin ambigüedades asegura que hay que temerles a los vivos porque los muertos no salen de sus tumbas.
Sin embargo, reconoce que hay maldad entre aquellos que no respetan la última morada de los que ya no están entre nosotros y esperan la complicidad de la noche para adentrarse en un mundo turbio como el de la magia negra.
Recuerda que en el pasado, junto con otros compañeros, tuvo la tarea de mantener a raya a personas que solían entrar a practicar ritos satánicos, especialmente en octubre, cuando se celebra el mes de las brujas.
Por otro lado, hay quienes aseguran que en las noches oscuras han visto luces que se pasean por entre los pasillos en los que se alinean las bóvedas. La explicación a nivel científico en este tipo de situación se trataría de un caso de fuego fatuo, fenómeno que tiene lugar en los cementerios, cuando se aprecian luces pálidas como consecuencia de la inflamación de materias como el fósforo que se elevan de las sustancias animales o vegetales en putrefacción, formando pequeñas llamas que se ven andar por el aire a poca distancia de la superficie.
Cementerio Central de noche
Está prohibido toda exhumación y reubicación de Cadáveres No Identificados (CNI) e Identificados No Reclamados (CINR) que reposan en el Cementerio Central de Cúcuta, salvo sea ordenado por una autoridad competente. Está prohibido nuevas inhumaciones en los pabellones o áreas donde reposan o puedan reposar CNI o CINR o sus restos, ya sean sepulturas en tierra, bóvedas u osarios comunes.
Los periodistas de La Opinión fueron testigos de diferentes elementos que no encajan entre los ritos de aquellas personas que aún lloran y lamentan la pérdida de sus seres amados, objetos que van desde botellas de cervezas llenas de cucarachas, pasando por cigarros y prendas de vestir, hasta llegar a velas negras y tumbas deterioradas, algo muy común debido al abandono y falta de mantenimiento de algunas bóvedas que aún guardan en el olvido los recuerdos de una vida efímera.
El ‘Ánima Sola’ se sonrió conmigo
"Tenía brazos cruzados, piernas cruzadas, vestida de blanco y con un turbante", relató un taxista. Los taxistas que integran la llamada mancha amarilla cuentan sus propias historias, hechos que no tienen ningún tipo de relación con la lógica pero que de alguna u otra forma, se han forjado como una realidad entre los integrantes de este gremio.
Uno de estos hechos sucedió a principios de los 2000, cuando a un conductor de servicio público le ocurrió algo fuera de lo normal, aunque no recuerda la fecha exacta, si el día y la hora: un viernes a las 2 de la mañana. En aquel momento, Gabriel Duque tenía 49 años y manejaba para una empresa de la ciudad y a esa hora iba a recoger un servicio en el barrio Gaitán, cuando al pasar frente al cementerio, vio al otro lado de la pared perimetral, justo sobre la bóveda más alta que sobresale, una extraña figura que levitaba como a unos 40 centímetros de la estructura, sentada con los brazos y piernas cruzadas, además de estar vestida de blanco.
“Al ver esa aparición bajé la marcha y casi al frente de ella le dije ¡ah! , con qué asustando a los pendejos y como respuesta ‘me peló las muelas’, entonces fue cuando vi que era una calavera, sentí que el pelo se paraba y la cabeza empezó a zumbarme al punto de quererme desmayar del miedo que me invadió, acelerando el carro de manera instintiva para alejarme de aquel espanto que se reía de mí”, relató Duque.
Al llegar a su destino y recoger al pasajero que iba rumbo a la Terminal de Transporte, decidió tomar la misma ruta, sin importar el miedo que le habría causado aquella figura fantasmal. “En ese momento detallé que de las cuencas de los ojos brotaban dos llamas, aprecié igualmente el hueco donde alguna vez existió la nariz y la dentadura blanca con una leve sonrisa que le daban un aspecto aterrador”, dijo.
En varias ocasiones, Guillermo González Amarilla, quien por 30 años fue el administrador del Central, le comentó a más de una persona varios casos de otros taxistas que amanecieron desmayados y con el carro chocado por el encuentro con el Ánima Sola, que espantaba más que todo por los días de Semana Santa, por eso muchos preferían evitar pasar por el cementerio.
La muerte genera infinidad de oportunidades para muchas personas y alrededor de ella hay una industria funeraria creciente y dinámica. Sin embargo, hay oficios que se niegan a morir y reclaman un pedazo, así sea pequeño, de ese buen negocio de la muerte.
Detrás de la muerte también florece la vida, y esto muy bien lo saben todos aquellos vendedores de flores en las afueras del cementerio, que con el pasar de los años, vieron como la costumbre de llevar una flor a los difuntos se fue consolidando hasta convertirse en un negocio el cual día a día ayuda a decenas de familias cucuteñas a conseguir su sustento diario.
En el Cementerio Central de Cúcuta, la mayoría de vendedores lleva más de 40 años en el negocio, una de ellas es María del Carmen Monsalve, quien desde su niñez, se dedicó de lleno al oficio.
Sin embargo, la vendedora de flores asegura que hace aproximadamente 5 años, los fines de semana se podrían encontrar alrededor de hasta 20 vendedores ambulantes, el panorama hoy es desalentador, pues tan solo sobreviven un par de personas. Aunque se sabe de memoria los apodos de todos sus compañeros de oficio, señala que con el pasar de los años, las dinámicas fueron cambiando y poco a poco han ido desapareciendo del radar.
Para ellos, los domingos y lunes eran los días más concurridos en este camposanto, pues la gente considera los lunes como el día de las ánimas y el domingo muchos asisten en familia por ser día de descanso, María Monsalve explica que con las remodelaciones que sufrió su espacio de trabajo (hoy Parque de la Vida) y todo lo que se generó a partir del virus de la COVID-19 hace 3 años, el cementerio dio un giro de 180 grados.
En caso de requerirse nuevas inhumaciones de CNI o CINR, realizarlas en bóveda individuales, en este o en otro cementerio de la ciudad, con la inscripción de los registros correspondientes. Y es que en este camposanto “ya no hay tumbas para tanta gente” debido a que la capacidad del lugar llegó a su límite, una realidad que se dio a conocer en el 2020 y que se agravó a raíz de los cerca de 1.500 cuerpos que fueron enterrados, producto de las defunciones ocasionadas por la pandemia.
La muerte se esculpe en mármol
Otro de los oficios que paradójicamente, sobrevive gracias a la muerte, es el de aquellos que se dedican a esculpir las lápidas que yacen en la tumba de quienes han partido a la eternidad.
Un lunes cualquiera, cuando se encontraba tallando lápidas, John Jairo Castro Bautista atendió a un cliente que pagó por su propia lápida y dictó el epitafio con el que quería ser recordado.El artista dijo a La Opinión que tenía unos 50 años, usaba buena ropa, prendas de oro y se bajó de un carro nuevo y costoso, manifestando que quería algo especial, bonito, sin escatimar en el precio.
“Esta semana vienen a traerle los datos de la fecha del fallecimiento, pero no le va a cambiar nada de lo que dicté”, sentenció antes de irse y pagar los $400.000 que John Jairo le cobró al hombre por el trabajo. Pocos días después llegaron dos mujeres vestidas de negro y con recibo en mano a reclamar la lápida, destinada a la tumba de quien hacía poco había llegado lleno de vida a encargarla. El hombre se suicidó, según le explicaron.
Tumbas tipo nicho.
La muerte es un misterio
Para Gustavo Gómez Ardila hay quienes se valen de este suceso para hacer súplicas a las almas de los que ya no están en el mundo terrenal. Y esto, no es más que una muestra de la devoción de los cucuteños por las ánimas, por lo que al recorrer el Cementerio Central es frecuente encontrar pequeñas placas talladas con frases de agradecimiento por favores recibidos.
“Como no se sabe qué hay después de la muerte, los católicos creemos que hay un cielo y un infierno, pero nos da por pensar que las ánimas hacen favores. Se ven cantidades de veladoras, pero yo creo que no es el muerto en sí, es la fe de las personas que van, piden ayuda y de alguna manera el universo satisface su fe”, afirma el historiador.
La otra cara de la moneda, se ve cuando los ciudadanos intentan tener un contacto con las ánimas para hacer el mal a través de actividades como la hechicería.
El turismo oscuro
Aunque el Cementerio Central de Cúcuta podría funcionar como un museo a cielo abierto e incluso convertirse en promotor del necroturismo (actividad que se hace para conocer la historia y el patrimonio a través de los cementerios), solo se trata de una idea que no ha tomado fuerza en el departamento. Desde conocer las tumbas de reconocidos personajes como el poeta Jorge Gaitán Durán o el músico Elías M. Soto podría resultar una apuesta atractiva para los amantes de la historia y el patrimonio.
En 2019, esta idea se materializó por un momento a través de un proyecto que fue liderado por la Fundación de Estudios Superiores Comfanorte (Fesc) en el que el turismo oscuro o tanatoturismo fue protagonista. Una tendencia en donde las principales atracciones turísticas son aquellos lugares donde han ocurrido desastres naturales o alguna situación de dolor.
El 11 de febrero de 2014 un grupo de coreanos visitó el panteón de los soldados cucuteños
que murieron en la guerra civil de su país en 1951
En ese momento, quien dio una nueva mirada al turismo en Cúcuta, fue la docente y coautora del proyecto, Liana Ovalles, a través de un plan turístico basado en la identificación de los sitios con mayor potencial para esta actividad, incluido el Cementerio Central. Allí se desarrollaron rutas guiadas por las tumbas que guardan un valor patrimonial, en compañía de música de misterio y un considerable grupo de personas que se atrevió a visitar el cementerio durante la noche.
“Nació como un ejercicio experimental. El turismo en el cementerio fue uno de los más significativos debido al contenido histórico que tiene y el impacto que puede generar en Cúcuta”, dijo Ovalles. La docente contó que desde el 2019 no se continuó haciendo este tipo de actividad, que se convirtió en un atractivo para los cucuteños. Y recordó que en ese mismo año para la Feria de Cúcuta, se incorporó en la programación un recorrido previsto para 35 personas y al que sorpresivamente 150 ciudadanos se inscribieron, haciendo un total de cuatro recorridos en una sola noche.
Los cementerios comúnmente son lugares asociados a la tristeza que produce la despedida de quienes dejan el “mundo de los vivos”. Existen otros lugares que a diferencia de Cúcuta, se han dedicado a resaltar el valor patrimonial e histórico que estos sitios representan. Tal es el caso del Museo Cementerio San Pedro de Medellín, que fue construido en 1842 y nombrado como museo en 1998. Allí las personas pueden hacer recorridos por las tumbas de personajes que han pasado a la historia como Mariano Ospina Rodríguez, fundador del Partido Conservador y hasta un monumento funerario a Carlos Gardel, quién permaneció allí sepultado durante seis meses.
Otra es la mirada a los cementerios a nivel internacional, que también se han convertido en toda una atracción turística como el Père-Lachaise, uno de los más importantes de París y considerado el más visitado en el mundo, donde se encuentran restos como el del dramaturgo Oscar Wilde y el cantante Jim Morrison.
Después de haber sido el sitio de entierro de los personajes más importantes de Cúcuta y de aquellos ciudadanos que con su poder económico y trabajo duro se destacaron en la ciudad, hoy en día el Cementerio Central se ha convertido en el lugar donde familias, en su mayoría de escasos recursos, acuden para despedir a sus seres queridos.
Con el paso del tiempo, el cementerio ha vivido el deterioro, pues como se dice comúnmente “los años no llegan solos”, por lo que hoy es frecuente ver tumbas que parecieran abandonadas y estructuras con falta de embellecimiento. Esto, sumado a las medidas cautelares emitidas por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que fueron decretadas en 2021 al cementerio, al ser también la morada de aquellos que murieron a causa del conflicto armado en Norte de Santander.
Las víctimas de desaparición forzada que ha dejado la violencia en Norte de Santander, pusieron al Cementerio Central en la lupa de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD), pues los investigadores deben entregar a los familiares los respectivos cuerpos de los que permanecen como N.N., y verificar si hacen parte de las personas dadas por desaparecidas. En total, la JEP identificó 22 sitios de interés forense en este cementerio y en los que se adelantan pruebas patológicas y de ADN.
Las labores de búsqueda de personas dadas por desaparecidas en la región iniciaron en agosto de 2023, con la meta de identificar una cifra estimada de 887 desaparecidos, debido a que un importante número de cuerpos de víctimas de Meta, Magdalena, Córdoba, Casanare, Arauca, Cundinamarca, Valle del Cauca, Montería y Norte de Santander, podrían haber sido trasladados hasta el Cementerio Central.
Es importante recalcar, que la UBPD tiene la misión de revisar cada cadáver que hay en los cementerios de todos los municipios del país, para ver qué falta para identificarlos, haciendo una matriz de análisis de información con más de 300 variables, y en Cúcuta y Pasto es donde se arrancaron esos pilotos, en 2019.
"Algo que hemos visto en el Cementerio Central es que otros planes regionales de búsqueda en el país y otras solicitudes que se tienen de otras zonas, llevan a buscar cuerpos de personas que vinieron del sur del país hacia Cúcuta y que posiblemente estén en este lugar, por dinámicas del conflicto y el actor armado, como reclutamiento o enlistamiento de personas, que terminaron migrando entre frentes de la guerrilla o de las extintas AUC”, sostuvo Carlos Andrés Ariza Castillo, antropólogo de la Unidad de Búsqueda.
Ese mismo mes también se hizo una audiencia pública como seguimiento a las medidas cautelares que se notificaron en su momento al alcalde Jairo Yáñez y el gobernador Silvano Serrano, pues al parecer no se estaba cumpliendo con lo pactado por la JEP. En dicha diligencia judicial se dejó en claro que el Cementerio Central no cuenta con espacio para inhumaciones, y que los cuerpos que se encuentran enterrados no tienen un orden establecido, perjudicando las labores de búsqueda.
Además, la información recopialda demuestra que las cifras manejadas por entidades como Medicina Legal, Fiscalía y demás autoridades; en cuanto a personas desaparecidas, no coinciden y las que se tienen registradas no reflejan la realidad de la violencia en el departamento.
Ariza aseguró que "en 2019 se revisaron 1.500 expedientes de necropsia en Cúcuta y encontramos que en el Cementerio Central, entre 1985 y 2016, habría 657 cuerpos no identificados que murieron de forma violenta y que pasaron por Medicina Legal, pero también confirmaron otras fuentes de información que ese número podía subir a los 887 cadáveres sin identificar".
En octubre de 2023, la UBPD emprendió la cuarta fase de intervención del cementerio, en el marco del Plan Regional de Búsqueda en Cúcuta, el área metropolitana y la frontera. En las primeras tres fases cumplidas se han entregado cerca de 50 cuerpos a Medicina Legal.
La Opinión conversó con la secretaria de Gobierno de la Alcaldía de Jairo Yáñez, Hidela Benítez, para conocer cuál es el actual balance que se tiene del Cementerio Central, y lo que han dejado momentos críticos como la pandemia.
“El Cementerio Central en este momento y desde el año 2018, tiene una fase de desfinanciación en la cual no se recaudan recursos y hace tremendamente compleja la operación del mantenimiento en el sitio, lo que hemos querido hacer es poder garantizar esa fase solicitando recursos en el nuevo presupuesto”, dijo la secretaria.
Según Benítez, también se encuentran en la búsqueda de un nuevo cementerio para garantizar las inhumaciones y exhumaciones a las personas más vulnerables, ya que desde hace mucho tiempo es de conocimiento público que no hay espacio para sepultar más muertos.
“La pandemia impactó enormemente a la ciudad teniendo en cuenta que el Cementerio Central fue el blanco de todas las inhumaciones. Desafortunadamente muchas personas no lograron sobrevivir al COVID- 19, lo que hizo que se convirtiera en el cementerio de todos los nortesantandereanos, porque aquí desafortunadamente quedaron personas de muchos municipios”, agregó.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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