Se intentó algo parecido con el Primer Festival de la Frontera a comienzos de la década de los sesenta pero solamente se realizaron algunos festejos principalmente en los clubes sociales de la época, de los cuales se destacaron, el Club Comercio, en la esquina de la avenida cuarta con once que montó una caseta interna que se llamó Cúcuta por Pereira y era atendida por los propietarios de los almacenes representativos de la Perla del Otún quienes fungían de meseros y cantineros, dentro del más cordial de los ambientes; el Cazadores que no se quedó atrás pero con menos entusiasmo programó algunas actividades con las orquestas más reconocidas del momento entre las cuales se destacaba el cucuteño Manuel Alvarado y el Club Tennis que de igual forma se sumó a los festejos con sus acostumbrados bailes del tipo “beer party” que era lo que se acostumbrada por entonces en esa sede social.
A mediados de 1967, Cúcuta logró por segunda vez la sede del Congreso Nacional de Comerciantes y desde el mismo instante de su designación la Junta Directiva de Fenalco se propuso impulsar su viejo anhelo de llevar a cabo la Feria Internacional de la Frontera. La Junta en pleno, encabezada por su presidente Carlos A. Rangel y el director ejecutivo Elías Jaimes Castillo, comenzaron las aproximaciones con los gobernantes y líderes locales para conseguir el sitio adecuado para la realización de la máxima exposición industrial y comercial que mostrara las realidades del pujante empresariado colombiano y venezolano.
La construcción del recinto ferial se realizó en tiempo récord, pues la intención de mostrar lo mejor de la región y del país fue prioridad para el alcalde Eustorgio Colmenares y el gobernador Gustavo Lozano Cárdenas. Mientras, la Junta de los Comerciantes programaba la serie de eventos que se desarrollarían y que finalmente resultó todo un éxito.
El gobierno colombiano autorizó la entrada de mercancías y artículos venezolanos por la suma de 500.000 dólares de los cuales sólo alcanzaron a traer la mitad, debido principalmente a la carencia de productos para exhibir y porque, debemos decirlo, el nuestro no era un mercado importante para los productos de ese país, además de su baja producción, su interés estaba centrado en otros productos y otros países, especialmente el norteamericano.
La feria se proyectó para realizarse durante dos semanas del 15 al 30 de junio, con espectáculos y programaciones que más adelante les contaré, pues hubo demostraciones de toda clase y eventos de la más variada índole desde académicos hasta deportivos, sin olvidar los concursos que se dieron para mostrar las cualidades del bello género pero sin competir con los reinados por todos conocidos.
Muchas y muy interesantes eventos fueron programados durante las dos semanas que duró la feria. Había un bohío especial con los indios motilones, bajo la conducción y orientación de la comunidad religiosa de la Madre Laura y quienes realizaban demostraciones sobre su habilidad para elaborar los implementos que utilizaban para su supervivencia, arcos, flechas y cerbatanas con las que cazaban y pescaban. Al comienzo y durante los primeros días se presentaron problemas eléctricos que rápidamente fueron solucionados por los ingenieros de Centrales Eléctricas Camilo Avendaño y Alberto Rizo. Los refuerzos en seguridad fueron ampliamente controlados por un contingente solicitado por el comandante de la Policía el coronel Fabio Londoño Cárdenas compuesto por tres oficiales, cuatro suboficiales y 39 agentes enviados de la capital de la república. El único lunar que se le atribuyó a la feria y que duró mientras mantuvo abierta sus puertas fue la invasión de fritangas y ventas ambulantes que se ubicaron en el exterior del Bosque Popular y a lo largo de toda la Diagonal Santander.
El programa que más popularidad tuvo y que congregaba multitudes durante las primeras horas de la noche fue el CONCURSO 2000. Se trataba de un concurso de la cara y las piernas más bellas, claro está, entre el bello género. Durante los días 28, 29 y 30 de junio, 29 hermosas candidatas incluidas tres señoras casadas se diputaban los honores. Quienes concursaban por las piernas más bellas desfilaban encapuchadas pues se trataba de evaluar solamente las extremidades y no el resto de la humanidad. Entre las hermosas de la época se destacaron y perdonen las omisiones, Melaní Canal, Amparo Gil, Bertha Cote, las hermanas Hartmann, Marinita Rodríguez, Gloria Bernal, Susana Suárez, Zenaida Capacho, Claudia García-Herreros, Martha Rincón, María Mercedes Pacheco, Olga Sandoval, entre otras. No les cuento detalles del certamen ni quién lo ganó para evitar recriminaciones, como las que me llegaron cuando narré lo sucedido durante la elección de la señorita Norte de Santander del año 57.
También se programaron actividades deportivas diversas como la Maratón de la Feria que se realizó el viernes 28 de junio y un torneo de boxeo. Varios encuentros boxeriles se pactaron entre los púgiles locales para seleccionar los representantes del Departamento al torneo Guantes de Oro que se realizaría en la ciudad de Bogotá a finales de ese año.
Talvez la prueba deportiva más esperada fue la ciclística. El circuito FIF organizado por la Liga del Norte de Santander que presidía el abogado Nicolás Bitar Yidi con la colaboración de FENALCO y el patrocinio de la Campaña Nacional del Deporte “Contamos Contigo”, trajo equipos de cinco departamentos de Colombia y uno del Estado Táchira con Fernando Fontes a la cabeza, reciente ganador de la Vuelta al Táchira, la más famosa de las competencias del ramo en Venezuela, El circuito de corrió en redondo por la carretera antigua a San Antonio y la Autopista internacional, en un circuito a 10 vueltas para un total de 149.6 kilómetros. Todos los corredores de “élite” colombianos estuvieron presentes en la carrera que finalmente fue ganada por Martín Emilio “Cochise” Rodríguez con el segundo lugar del santandereano Severo Hernández; los venezolanos se “fundieron” en la mitad de la carrera y sólo Fontes terminó en un honroso quinto puesto.
En lo cultural se presentaron los conjuntos sinfónicos de la Universidad Nacional de Colombia con una serie de conciertos nunca antes escuchados en la ciudad y la Escuela de Teatro de San Cristóbal se hizo presente con una obra de teatro nuevo llamada Mágico 68.
Se calcula que la feria tuvo 270 mil visitantes y millonarios negocios hicieron los comerciantes e industriales que exhibieron sus productos, especialmente las grandes empresas colombianas, las más interesadas en promover sus artículos directamente con empresarios del vecino país. Finalmente, el domingo 30 de junio se apagaron las luces que durante quince días mantuvieron prendido el espíritu festivo de los habitantes de la frontera.
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