Gerardo
Raynaud D.
Teatro
Mercedes
Habíamos comentado en crónicas anteriores, las pocas
oportunidades de diversión que tenían los habitantes de la ciudad comenzando la
segunda mitad del siglo 20, por lo tanto, era de buen augurio, iniciar negocios
en el campo de la entretención y del ocio.
También les había comentado que
después de algunos años de prestación de servicios, se había acrecentado el
malestar ciudadano en contra de ciertos medios que las gentes consideraban,
para el momento, costosos y deficientes, desazón que se hizo manifiesta, cuando
un conato de incendio por poco acaba con el teatro Santander y que muchos, en
lugar de solidarizarse, se alegraron por la tragedia, argumentando que era el
castigo divino por los malos tratos que la empresa les infligía a sus usuarios.
Conocedor como debía ser, uno de los emprendedores de
la época, reconocido tanto por sus virtudes como por su capacidad empresarial,
se dio a la tarea de montarle competencia a los teatros del momento, que eran
tan solo tres, el Guzmán Berti, el Teatro Municipal y el Santander.
Esta
crónica, pretende no solamente narrarles el desarrollo de las acciones
tendientes al establecimiento del teatro, sino extender un reconocimiento a la
persona que logró culminar con éxito dicho proyecto.
Se trata de don Guillermo
Arámbula Omaña de quien me permitiré transcribir unas pocas líneas que fueron
escritas, en su oportunidad, por don Pedro Julio Vila. Pero ante todo, era uno
de los hijos predilectos de Cúcuta, de
singulares atributos, ponderado caballero y hombre de lucha por la conquista de
sus ideales, lo cual demostró con esa magnífica obra que legó para la
prosperidad.
Decía el redactor que ‘desde los albores de su
juventud se le vio luchando solo por abrirse paso y se consagró realizando
prósperas y fecundas actividades comerciales hasta conquistar una holgada
posición económica y situarse en el escenario de la vida, en palco de primera
clase, mirando con ojos benignos y cariñosos a la humanidad que lo circunda.
’Que no era un hombre de odios ni de pasiones insanas, que tenía un
temperamento profundamente humano y que nada en él era distinto al fiel
cumplimiento de sus deberes como esposo, padre y amigo incomparable.
Habiendo logrado escalar todas esas posiciones, a
punta de esfuerzo y tesón, fue llamado por primera a prestar su servicio civil,
que paradójicamente, algunos llamaban entonces, ‘obligatorio’ no porque lo
fuera como tal sino que constituía un compromiso ineludible para quien era nombrado,
prestarle a su ciudad la función para la cual había sido designado.
Su primer cargo oficial, al parecer también, el único,
fue la Secretaría de Obras Públicas Municipales en la cual marcó senderos de
progreso, al punto que terminada su misión en esa dependencia fue nombrado en
la gerencia del Ferrocarril de Cúcuta, la empresa privada más grande de la
región y una de las más grandes del país. Desafortunadamente, la empresa estaba
en sus postrimerías y prácticamente le tocó liquidarla, a pesar de haber sido
nombrado para tratar de salvarla de ese posible naufragio en la que concluiría
algunos años más tarde.
Hablemos entonces de su obra más preciada, la que le
produjo las mayores satisfacciones, el Teatro Las Mercedes, así como está
escrito pues era el teatro de sus preocupaciones, para él simbólico de
Mercedes, como un homenaje espiritual a su digna esposa, la cual, en la dura
brega de la vida, lo animaba y estimulaba para que no desmayara en la lucha.
Más de un año le tomó a don Guillermo la dura tarea de
reunir todos los recursos tendientes a construir el teatro más moderno de
ciudad y es que no era solamente el levantamiento de la estructura física del
edificio del cruce de la calle diez con avenida décima, esquina conocida como
‘La Cruz Roja’ sino que debía conseguir
todo el andamiaje técnico que caracterizaba un moderno teatro, con la
tecnología más avanzada que se tuviera en ese momento, cosa que no era fácil
para la época pero que no le fue difícil superar esos obstáculos.
Al parecer, fue fundamental la ayuda proporcionada por
don Tito Abbo, pues con sus contactos en Italia, particularmente en Turín,
logró hacerse a los mejores equipos de proyección, los Micron XX, los cuales
fueron exhibidos, uno, en el almacén de Tito Abbo, donde hoy queda el Éxito del
centro y el otro en el almacén de don Urbano Gil, en la avenida cuarta entre
nueve y diez.
Esos proyectores eran los mismos suministrados a los mejores
teatros del mundo entre ellos, los de Milán en Italia y de Caracas, en el
vecino país.
Así mismo, Tito Abbo se encargó de la importación de
los demás implementos necesarios para el buen funcionamiento del teatro como
fueron, el equipo de aire acondicionado, que fue el primero de la ciudad y la
planta eléctrica de emergencia para cuando fallara el suministro de energía por
parte de la empresa local, situación que se presentaba con bastante frecuencia.
Estos equipos eran de marca General Electric, la
compañía americana que había invadido el mercado latinoamericano de
electrodomésticos. La marquesina del frontis parecía un carrusel de luces
multicolores que parpadeaban, corrían y daban vueltas, la taquilla aislada y
por dentro era un verdadero exponente de belleza y ornato, sonido perfecto y
espléndida iluminación, silletería cómoda y bien dispuesta así como dos telones
de ‘boca’ que corren lentamente para dejar ver el lienzo sobre el cual se
proyectarán las películas y todo se remataba con un espacioso ‘hall’ y un bar
bien surtido y presentado.
El día de la inauguración fue programado para el 6 de
mayo, era el año 53 del siglo pasado; el teatro se afilió al Circuito CYVA,
que, digamos era la competencia de Cine Colombia.
La función inaugural era la
nocturna, es decir, la de las 9:15 p.m., pero en las primeras horas de la noche
se reunieron los directivos del teatro con los empresarios del Circuito CYVA,
sus familiares, asistentes y empleados para el acto inaugural oficial, durante
el cual se pronunciaron los discursos de rigor y se ejecutó un atractivo
programa musical con la orquesta del maestro Simón Maldonado, siendo el tema
central ‘Las Brisas del Pamplonita’.
Antes de darle entrada al público, se
procedió a la colocación de la estampa de la Virgen de las Mercedes en el
lienzo detrás del telón. Todo el programa fue transmitido por Radio Guaimaral y
la fiesta continuó en la residencia de don Guillermo, adyacente a su obra
recién estrenada.
La película de estreno fue una producción de MGM, en
suntuoso Technicolor, llamada ‘Amor Brasileño’ (Latin Lovers en inglés) con los
actores Lana Turner y Ricardo Montalbán; el precio de la boleta era de $2.
La
entrada al mercado local del teatro Mercedes, como se conoció entonces, hizo
que los teatros, los cuatro que ahora
había, se pusieran de acuerdo en ajustar los horarios para que sus funciones
comenzaran todos a la misma hora.
A partir de entonces, el teatro sirvió de referente
para las mejores películas del circuito al cual estuvo afiliado y de escenario
para otros eventos culturales, como las revistas musicales y presentación de
magos.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
hoy en dia que queda en ese lugar?
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