Alfredo Díaz Calderón y otras
fuentes
El diario El
Tiempo recordó los 15 años del siniestro aéreo y tituló: “El
Espartillo”. Valga la aclaración: allí, en ese cerro, no existe árbol ni planta
con ese nombre. Lo que hay por allí es mucho pardillo y, cuando algún forastero
pregunta “¿Qué árbol es éste?”, los lugareños le responden: “Es pardillo”, y
por eso desde siempre el cerro se llama “Espardillo”. (A.D.C.)
Era la 1 y 18 minutos de la tarde del jueves 17 de marzo de 1988 y en
la torre de control del aeropuerto Camilo Daza de la ciudad de Cúcuta, no había
ningún motivo de preocupación: el decolaje del avión Boeing
HK-1716 de Avianca había sido normal.
Cuatro minutos antes, a la 1 y 14 minutos, el avión Boeing 727-100, al mando
del capitán Francisco Ardila Series, había despegado del aeropuerto de Cúcuta
con destino a Cartagena, siguiendo los procedimientos normales en estos casos y
sin reportar ninguna falla o anomalía a bordo.
Las condiciones meteorológicas eran buenas, sin llegar a ser
las ideales: 28 grados centígrados de temperatura, una visibilidad de 8 mil
metros y cielo parcialmente cubierto por humo -el mínimo de visibilidad con que
opera ese terminal es de 3 mil metros-, vientos provenientes del norte con una
intensidad de 15 nudos -nada peligrosos para ese tipo de aeronave- y una
humedad relativa del 71 por ciento.
Con estos datos, el capitán Ardila decidió despegar con
procedimiento visual, maniobra que la torre de control autorizó. La aeronave
dejó el terminal de pasajeros y empezó a carretear hacia la cabecera de la
pista a la que llegó 4 minutos más tarde.
Una vez allí, el comandante le
imprimió el máximo de potencia a los motores, el avión aceleró a fondo por la
pista hasta elevarse y un minuto después el controlador aéreo Iván Robayo, en
su última comunicación con la nave, le informó al piloto que estaba en el aire
y que pasaría a manos del control de llegadas de Cúcuta -que también se encarga
de las salidas-, a lo que Ardila respondió indicando que se comunicaría al lograr
una altura de mil pies. "Chao" fue la última palabra que Robayo le
oyó pronunciar al piloto.
Segundos después, Ardila habló con su colega que
venía al mando del HK-727 de Avianca, que estaba llegando a Cúcuta procedente
de Bogotá y, supuestamente, le dijo que tenía el campo libre para su maniobra
de aterrizaje.
De ahí en adelante, nada se supo del HK-1716 hasta que, ya
entrada la tarde y luego de desechar posibilidades como la de un secuestro y de
comprobar que no se había comunicado con otros centros de control, Henry
Albarracín Flechas, un campesino de la región, llegó hasta la inspección de
Policía de Zulia, un municipio cercano a Cúcuta, y relató cómo el avión, que
venía volando muy bajo, primero rozó la copa de algunos árboles y, finalmente,
fue a estrellarse de frente contra el cerro de "El Espardillo".
Sus
tanques de combustible, que llevaban gasolina suficiente para tres horas de
vuelo, explotaron causando un fuerte desprendimiento de tierra que cubrió parte
de los restos del aparato. El saldo: 141 personas muertas.
A juicio del alto tribunal, el siniestro obedeció a una
falla en el servicio de la Aeronáutica Civil porque los controladores aéreos
autorizaron al piloto a despegar visualmente, es decir, sin el apoyo de
instrumentos, pese a que las condiciones atmosféricas eran difíciles.
Consideró también que la aerolínea resultó
solidariamente responsable, pues según las conclusiones de una investigación
hecha por la propia Aerocivil en el momento del accidente el comandante de la
nave estaba distraído atendiendo a personas ajenas en cabina (conversaba
con el colega y compañero Capitán Roberto de la Cruz Bermúdez quien iba de pasajero en la cabina de pilotos) y dejó todo el
control de la operación a cargo del copiloto.
En el accidente del avión que iba rumbo a Cartagena
murieron en forma instantánea todos los 141 ocupantes del avión.
Los datos
precisos de las víctimas de esta tragedia son 6 tripulantes, 72 pasajeros
viajeros algunos turistas que viajaban a La Heroica en busca de ¨playa, brisa y
mar¨, otros viajaban a hacer negocios y 63 deportistas que participarían en los
Juegos Interdistritos de Ecopetrol, que se iniciarían al día siguiente,
representando las delegaciones del Distrito Norte Tibú, Distrito Centro
Barranca y la del Distrito Cúcuta.
Los equipos de fútbol contaban con su propio
entrenador. El de Tibú era dirigido por Carlos Zunino y el de Cúcuta por Eloy
Ronquillo,
personas bastante conocidas en el ámbito deportivo en Cúcuta.
Zunino, nacido en Uruguay, había llegado a Cúcuta en febrero de 1950
con el primer grupo de futbolistas uruguayos que integraron nuestro equipo
profesional.
Ronquillo, nacido en Ecuador se radicó en Cúcuta desde octubre de
1941, después de jugar en Millonarios.
Los dos se casaron con cucuteñas y
crearon sus familias en nuestra ciudad. En ese momento pensaban en las
competencias que al día siguiente se iniciaban en Cartagena, y estaban
optimistas sobre el desempeño que tendrían sus equipos en ese torneo
interdistritos.
También viajaba un basquetbolista, César Gutiérrez
Rivera, excelente jugador en los campeonatos intercolegiados y universitarios,
departamentales y nacionales. Representó al Norte en un nacional juvenil.
En su
etapa estudiantil, a pesar de su juventud, fue monitor de baloncesto en
Coldeportes Norte.
Egresado como ingeniero Civil de la UFPS y se especializó
como ingeniero Hidráulico en Francia con las mejores calificaciones, formó su
hogar en nuestra ciudad con una prestante dama cucuteña, y dictaba cátedra como
profesor en la UFPS.
Otro de las
víctimas del siniestro fue el ingeniero Civil César Humberto Contreras Chaustre, cucuteño,
estudiante Lasallista graduado de bachillerato en el Sagrado Corazón en 1966, entusiasta participante como jugador en el colegio y la liga de baloncesto del Norte de Santander.
¨Aficionado al fútbol donde de manera amena siempre escogía la posición de
puntero izquierdo, para que siempre le dejaran jugar¨, le decía a su hijo.
Destacado
ingeniero civil de la Universidad del Cauca, empleado del Instituto Nacional de
Salud INAS, donde por muchos años se encargó del saneamiento básico y rural en
los municipios del Norte de Santander.
Su labor en la docencia a cargo de
materias básicas de Ingeniería Civil en la UFPS, estarán en la memoria de
cientos de alumnos que compartieron con él aulas.
Aparece César Humberto Contreras Chaustre (derecha) con Luis Fernando
Maldonado Guerrero (izquierda) y Alberto
D´Pablo Sepúlveda (centro) durante los retiro espirituales en Bucaramanga antes
de la graduación de bachilleres en 1966.
Por primera vez en
su historia el estadio General Santander, en menos de 16 horas, cambió
radicalmente su aspecto y cumplió dos funciones totalmente diferentes:
El jueves 17 de
marzo de 1988, a las 06:00 pm, se inició, ante más de 10.000 aficionados, el Clásico
del Oriente Colombiano que terminó empatado 0-0.
A pesar de la falta
de gol, el partido fue intenso y emocionante.
Antes de concluir el partido, una de las cadenas radiales suspendió
momentáneamente la transmisión del juego para dar un informe desde el cerro
“Espardillo”, en la voz de Esaú Jaramillo Montaño.
El informe detallaba que el avión HK 1716 había impactado cerca de allí y
que ya las comisiones de rescate estaban listas para iniciar, a primera hora
del día siguiente, su humanitaria labor. Y que también estaban allí periodistas y
reporteros gráficos en su trabajo profesional.
A las 10:00 pm
terminaba la fiesta deportiva en el estadio y los hinchas salían para sus casas
con sus gorras, camisas y cojines negri-rojos.
Pero a medida que
salían del estadio, los aficionados cucuteños se enteraban mejor de la tragedia
de El Espardillo, y entre llantos y gritos de rabia, pena y dolor empezaban a
comprender su verdadera magnitud.
El estadio General
Santander se utilizó, desde el viernes 18, para que los helicópteros
depositaran su carga fúnebre y allí mismo se procediera al reconocimiento
oficial de los cuerpos de las víctimas.
La recuperación de
los cuerpos fue muy penosa, por lo difícil y escabroso del sitio donde se
produjo el accidente.
Desde las 08:00 a.m.,
las puertas del estadio se congestionaban de personas deseosas de entrar para
ver a las víctimas del siniestro, que empezaban a ser traídas en los helicópteros
hasta el centro del escenario deportivo.
La mayoría de las
personas vestía de negro, porque ya sabían que no había sobrevivientes.
Las autoridades
acordonaron el escenario y únicamente permitían la entrada a los familiares con
el fin de evitar el desorden.
El día 19 de marzo, el periódico La Opinión causa
gran impacto con las crónicas del periodista Carlos Forero y las fotografías de
Manuel Infante desde el sitio de la tragedia.
El espectáculo allí, en “El Espardillo”, es desolador y los cucuteños entienden
la realidad del siniestro.
A las 6:00 p.m. hay honras fúnebres en la Catedral San José, con presencia
de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas.
El obispo de la Diócesis de Cúcuta, monseñor Alberto Giraldo Jaramillo, lee
las condolencias del papa Juan Pablo II a los familiares de las víctimas y al
pueblo cucuteño.
Y anunció que, de común
acuerdo con el gobernador Eduardo Assaf Elcure y el alcalde Carlos Rangel
Rodríguez, se declararía camposanto el sitio de la tragedia, debido a las
dificultades que representaba el rescate de tantos restos humanos esparcidos en
un diámetro de más de 3 kilómetros en terreno de difícil acceso.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
buen reportaje
ResponderEliminarYo estuve en el rescate de las victimas de ese siniestro. Tuvimos que esperar toda esa noche hasta que las autor permitieran el ascenso al espardilo al amanecer. Esa noche los dueños de la finca prepararon cena para todos los recastistas. Un hombre joven se me acercó y me dijo como iban vestidas su hija una niña de más o menos tres,años y su esposa. Ya arriba encontré debajo del ala pequeña en la o arte,de atrás a la niña que me habían descrito la noche anterior. Recuerdo que nos habían repartipo bolsas plásticas negras para recoger los cadaveres. Bajando la montaña rodé por un abismo junto con la bolsa ya que el peso de la misma hizo que perdiera el equilibrio. Caí en una saliente con varias magulladuras pero nada grave. Conmigo estaba freddy fuentes quien pude corroborar lo sucedido.
ResponderEliminarMe encantaría contactarte para saber de su experiencia para hacerle una entrevista.
EliminarAllí falleció la madre y la hermana de Raúl Gasca
ResponderEliminarHoy después de tantos años es duro recordar ésta tragedia
ResponderEliminarRecuerdos Dolorosos,compañeros de estudio,se fueron en los más grande de su vida laboral e intelectual,también se fue Pedro León Días Sanchez,delegado del Banci Mundial para en ese entonces la construcción del Acueducto de Cucuta,hijo de Don Carmelo Diaz,Gerente del Banco Popular.
ResponderEliminarEl cerro por más "común" y "corriente" que parezca, es el lugar de descanso de los restos de una nave que cargaba 141 pasajeros (allí murieron) y por ese hecho se debería de recordar con nombre própio. Hoy día, hasta los "duendes" de "Santa Claus" tienen nombre, si chocas con un poste, seguramente le llamas "el poste de la muerte" o algo. Dar respeto a las cosas que merecen respeto.
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