Teodosio Cabezas Quiñones se reconoce como un romántico que atesora recuerdos, de los cuales extrae suficiente material para recrear sucesos personales que terminan entrelazados con la historia de Cúcuta.
Su charla es amena, su tono es pausado y su mirada se fija en el horizonte, tal vez, buscando revivir en la mente instantes de la infancia y la primera juventud en Silos (Norte de Santander), de donde es oriundo.
Fue precisamente en la finca familiar y por los paseos montando caballo que formó un espíritu libre, ese que aún lo caracteriza y que le impide vivir en lugares pequeños donde no corran la luz y el aire.
Llegó a Bogotá impulsado por un fuerte interés en la vida militar. En ese entonces, alternó dos años de Derecho en la Universidad Nacional con uno en la Escuela Superior de Cadetes, la cual abandonó y regresó a la Universidad con el objetivo de ganar el título en leyes para finalmente dedicarse al ejército por ocho años.
El trabajo como teniente lo llevó a conocer diversos rincones del territorio nacional, estableciéndose por largos periodos en Cundinamarca y Tolima, por esta causa solo visitaba en las vacaciones a su querido municipio.
El primero, motivado por la galantería que inspira un hombre con uniforme; además por el trabajo como cadete de una Señorita Colombia y de una Señorita Tolima. Sonríe y señala que por asignaciones como esas fue un consentido de los generales.
En otra oportunidad ocupó de nuevo ese cargo, cuando había terminado la actividad militar. Luego, fue juez, aspiró a la Alcaldía de Cúcuta sin éxito y optó por ser Representante a la Cámara por el Partido Conservador, elección que perdió por 112 votos.
Aun consciente de lo anterior su vocación siempre ha sido el servicio y compaginó algunas actividades para fundar un pequeño periódico en Pamplona, lugar al que se mudó parte de la familia durante los 60.
En esa relación hubo estabilidad, nació su única hija y fortaleció la vocación como periodista. Durante 22 años dirigió ese medio de comunicación.
“Ese desconocimiento es lo que condena al departamento a vivir atascado en el atraso”.
Según la solapa de su libro, el hombre fue Teniente del ejército, Jefe de guarnición, Secretario privado de la gobernación de Boyacá, Secretario de Gobierno, de Agricultura y de Hacienda de Norte de Santander en donde llegó a ser hasta Gobernador encargado, Diputado a la Asamblea del departamento, organismo del que fue presidente.
Abogado de la Universidad Gran Colombia, se desempeñó también como Asesor jurídico de la Procuraduría general de las Fuerzas Militares, Ayudante de jefatura del Estado Mayor conjunto, Juez penal militar, Fiscal general de la Sexta Brigada, Comandante de la P.M. en Chaparral, Director de Justicia en Norte de Santander, Fiscal tercero superior en Cúcuta, Gerente de la Caja de Previsión Social del departamento, Presidente del Concejo de Pamplona, Concejal de Silos, Cónsul de la Escuela militar de cadetes en Cúcuta, fundador y presidente de la Asociación de militares retirados (Acore) en Norte de Santander. Además de Miembro de otras instituciones, clubes y academias.
Como si fuera poco, tiene en su hoja de servicios el haber sido edecán de reinas de belleza, tal vez por su pinta, por su gracia, por su buen genio o por su don de gentes, pero lo cierto es que pocos militares de nuestra tierra han logrado ponerle el brazo a alguna reina, para que se sujeten de él.
Le fue tan bien en la experiencia real, que unió su vida a la de una matrona, que fue toda una reina en belleza, elegancia y señorío, la pamplonesa Ligia Echeverría.
Lo único que le faltaba a Teodosio era ser escritor, aunque ya había sido columnista, periodista y director de periódico. Como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, se le midió a la no fácil tarea de monografiar a su Santo Domingo de Silos. Y a fe, que lo logró con méritos sobrados.
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