Gerardo Raynaud (La Opinión)
Sólo en el atardecer de su vida se le reconoció a don Rudesindo Soto el gran aporte y las valiosas contribuciones a su ciudad. A pesar de no haber vivido por mucho tiempo en su ciudad natal, siempre la tuvo en su corazón y fue tal vez, por esta circunstancia que decidió pasar allí los últimos años de vida, rodeado de quienes fueran sus compañeros y amigos en los años de su juventud.
Había nacido en 1852 y amasado una fortuna, primero en Venezuela y luego, en los Estados Unidos, donde los grandes negocios permitían obtener las ganancias no disponibles en otros lugares del mundo, en una época de efervescencia económica que permitió la aparición de las notables fortunas que hicieron del capitalismo, la ideología progresista que permitía una vida con mejores y mayores estándares.
Desposó con la hermana del médico Erasmo Meoz; no tuvieron hijos a pesar de sus intentos que resultaron fallidos en momentos en que el avance de la ciencia no había logrado vencer estas limitaciones y tal vez, haya sido esta eventualidad la que impulsó a la pareja a la filantropía, antes que su fortuna se diluyera en las arcas del Estado.
El reconocimiento público llegó después de las múltiples y variadas donaciones que le hiciera a la ciudad, especialmente para mejorar la salud de sus conciudadanos y en esto influyó grandemente su cuñado, quien cada vez que podía le mostraba el triste panorama en el que se debatía el sector de la salud.
Solamente a manera de añoranza recordemos algunos de sus aportes: el pabellón Amelia del hospital San Juan de Dios, el dispensario antituberculoso de la Loma de Bolívar, conocido como el Hospital Amelia, así como el Reformatorio de Menores, todos desaparecidos en la actualidad; y otros que, por fortuna, todavía se mantienen, como el hospital mental que lleva su nombre y el asilo de ancianos que reconocemos al pasar frente al parque Colón.
En 1938, cuando comenzaron a manifestarse los achaques propios de la edad, y sin haber agotado aún su generosidad, las autoridades y la sociedad en particular, decidieron reconocerle a don Rudesindo su grandeza espiritual y material resolviendo otorgarle las condecoraciones que merecidamente se había hecho acreedor a lo largo de su vida.
Los promotores del homenaje local, fueron las directivas de la Sociedad de Artesanos- Gremios Unidos, en cabeza de su presidente, el doctor José Manuel Villalobos y del Instituto Gremios Unidos, dirigido por el maestro Fausto Barajas, quienes el día 3 de abril le expresaron, mediante la entrega de un pergamino de admiración y gratitud, sus complacencias por el apoyo y la colaboración que le había prestado a esa institución educativa, a la vez que lo felicitaba por la máxima condecoración que el Gobierno Nacional le había concedido al otorgarle la Cruz de Boyacá.
Las notas del título entregado, en algunos apartes rezaba:
“[…] cumplimos con el gratísimo deber de presentaros los sentimientos de su más intensa gratitud por el apoyo tan valioso y decidido que habéis prestado al colegio de la democracia, llevando a cabo por medio de generosa acción obras de gran importancia en el edificio del plantel.
La juventud que se educa en estos claustros gloriosos tendrá siempre en vos el más brillante ejemplo de filantropía, de patriotismo, de amor a la tierra nativa y de noble preocupación por cuanto significa el bien público y vuestro nombre estará permanentemente ligado a su admiración y a su cariño […] Aceptad, pues, vos, ilustre señor y vuestra gentil esposa, la sencilla pero sincera manifestación, en la cual hemos querido asociar al gobierno y al pueblo que ven en vos al ciudadano benemérito ejemplo perenne de la más claras virtudes cívicas y en vuestra nobilísima esposa, el timbre más legítimo de honor para la mujer nortesantandereana y aprovechamos esta oportunidad para congratularnos con vos de todas veras por el acto de justicia del Ejecutivo Nacional al colocar en vuestra pecho la condecoración de la Cruz de Boyacá, con la cual la patria exalta y premia a sus mejores hijos a quienes como vos han sabido servirla con eficacia y con un alto sentido de su grandeza”.
El pergamino le fue entregado en su casa de habitación situada a escasos metros del colegio, en la avenida cuarta entre calles trece y catorce. Un lujoso desfile se efectuó, encabezado por la Banda del Departamento y acompañados por representantes de la gobernación y la alcaldía, así como las comisiones designadas por el Concejo Municipal y la Federación de Empleados. Asistió un numeroso grupo de elementos del pueblo, en especial aquellos beneficiarios de sus numerosas donaciones.
El 21 de abril, el Concejo de Cúcuta expidió la Resolución No.2 mediante la cual se le otorgaba al distinguido ciudadano Rudesindo Soto la Medalla al Mérito Ciudadano, según le establecido en el Acuerdo No.9 de ese mismo año.
Establecidos los considerandos normativos, que me permito excluir por motivos de espacio, se resuelve:
Disponer que se imponga al ciudadano señor don Rudesindo Soto, la Medalla del Mérito Ciudadano, acto que se llevará a cabo en forma solemne por el Concejo en Corporación y en la propia habitación del señor Soto, el domingo 8 de mayo del corriente año a la hora de las diez de la mañana y 2. La imposición de la Medalla la hará el presidente del Concejo en persona. Con nota de estilo se comunicará la presente Resolución al señor Soto, la cual se publicará así mismo en la prensa de la ciudad.
La Medalla
del Mérito, estuvo expuesta en los salones de la alcaldía para que pudiera ser
admirada por los todos los ciudadanos, pues era una obra de arte digna de
contemplar.
Fue elaborada por el orfebre cucuteño Luis del Castillo, en oro martillado y ostentaba por una de sus caras la estatua de Mercedes Ábrego con una leyenda en la parte superior que decía: ‘Concejo Municipal – Al Mérito’; en la otra cara impreso el Escudo Nacional y la leyenda: San José de Cúcuta.
Finalmente, la fecha de la imposición se cumplió según lo establecido, pero a las cinco de tarde en la presencia de los dignatarios de todos los poderes de la ciudad y los representantes del gobierno nacional. Por su estado salud, en su nombre expresó sus agradecimientos don Manuel Guillermo Cabrera. Con una copa de champaña ofrecida por el homenajeado se dio por terminada la jornada.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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