Mario Villamizar Suárez (Imágenes)
El doctor José Ignacio de Márquez, último presidente del Congreso, le dio asiento a su derecha, Bolívar prestó el juramento de cumplir la Constitución y leyes de la República:
“Yo quiero ser ciudadano para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque este emana de la guerra y aquel emana de la paz. Cambiadme, señor todos mis dictados por el de buen ciudadano”.
“El juramento que acabo de prestar en calidad de Presidente de Colombia es para mí un pacto de conciencia que multiplica mis deberes de sumisión a la ley y a la patria. Sólo un profundo respeto por la voluntad soberana me obligaría a someterme al formidable peso de la suprema magistratura.
La gratitud que debo a los representantes del pueblo, me impone además la agradable obligación de continuar mis servicios por defender, con mis bienes, con mi sangre y aun con mi honor, esta constitución que encierra los derechos de los pueblos humanos, ligados por la libertad, por el bien y por la gloria.
La constitución de Colombia será junto con la independencia el ara santa, en la cual haré los sacrificios. Por ella marcharé a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a convidarlos con Colombia, después de hacerlos libres.
Señor, espero que me autoricéis para unir con los
vínculos de la beneficencia a los pueblos que la naturaleza y el cielo nos han
dado por hermanos. Completada esta obra de vuestra sabiduría y de mi celo, nada
más que la paz nos puede faltar para dar a Colombia todo, dicha, reposo y
gloria.
Villa del Rosario, 1821- Grabado de la época. 1)-Plaza
del Congreso, 2)-Templo Histórico
(destruido en 1875), 3) Casa Cural, 4) Casa familia Navas, 5)-Casa del General
Fortoul,
Palacio de Gobierno en 1821, 6)-Casa de los Piedri, 7)-Casa donde se hospedó y
falleció el
Dr. Juan Germán Roscio, 8) Solares, Santa Ana. (10 y 11) Vías de acceso a San
Antonio.
Entonces, Señor, yo ruego ardientemente, no os mostréis sordo al clamor de mi conciencia y de mi honor que me piden a grandes gritos que no sea más que ciudadano. Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la República, al que el pueblo señale como al jefe de su corazón.
Yo soy el hijo de la guerra; el hombre que los combates han elevado a la magistratura: la fortuna me ha sostenido en este rango y la victoria lo ha confirmado. Pero no son éstos los títulos consagrados por la justicia, por la dicha, y por la voluntad nacional. La espada que ha gobernado a Colombia no es la balanza de Astrea, es un azote del genio del mal que algunas veces el cielo deja caer a la tierra para el castigo de los tiranos y escarmiento de los pueblos.
Esta espada no puede servir de nada el día de paz, y este debe ser el último de mi poder; porque así lo he jurado para mí, porque lo he prometido a Colombia, y porque no puede haber república donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias facultades.
Un hombre como yo, es un ciudadano peligroso en un gobierno popular; es una amenaza inmediata a la soberanía nacional.
Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquel emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano”.
Hubo vivas al Libertador, a la Patria y a la Constitución; Bolívar reafirmó su adhesión al Cuerpo Soberano, y se despidió en medio de manifestaciones de público regocijo.
El general Santander con un pensamiento nítido, difícil de apreciar en todo su valor, llegó al Congreso después de haber obtenido del presidente Márquez el asentimiento para que renunciara a la Vicepresidencia, si a bien lo tenía.
Era mediodía. Prestó el juramento constitucional, y en su discurso dijo:
“Señor: Jamás pensé tener la honra de presentarme en este augusto lugar como segundo Magistrado de Colombia.
La obediencia, el celo, el amor a la patria, que desde mi más tierna juventud han formado la esencia de mi espíritu y existencia… ¿Qué será cuando Colombia entera repose sobre mis hombros?
Señor: Vuestra confianza es menos grande que mi esperanza; me habéis encargado del timón de una nave que, aunque al abrigo de tempestades civiles, está aún fluctuando entre los escollos de la guerra y de la política.
Siendo la ley el origen de todo bien, y mi obediencia el instrumento de su más estricto cumplimiento, puede contar la Nación con que el espíritu del Congreso penetrará todo mi ser, y yo no obraré sino para hacerlo obrar”.
El Congreso en su clausura, en el acta firmada por el Diputado Secretario Antonio José Caro (esposo de Doña Nicolasa Ibáñez) y otros Secretarios como el Dr. Francisco Soto Montes de Oca, se refirió a la labor de los Representantes:
“…han puesto
una confianza ilimitada en las leyes, porque ellas son las que aseguran la
equidad entre todos y cada uno y son también el apoyo a la dignidad del
colombiano, la fuente de la libertad, el alma y consejo de la República...”.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
No hay comentarios:
Publicar un comentario