Deicy Sifontes (La Opinión)
“El que no se haya tomado una foto con nosotros, no es cucuteño o no ha venido a Cúcuta”, dice Álvaro Rincón, uno de los seis fotógrafos que aún permanece activo en el parque Santander, para fotografiar a niños, familias, parejas y amigos que, en medio de las palomas y el tradicional caballito de juguete, buscan guardar el recuerdo de uno de los lugares más representativos de la ciudad.
Como Rincón, los fotógrafos del parque Santander son hombres que han forjado su profesión con el pasar de los años y quienes dejarán una huella imborrable para este sitio, pues durante más de medio siglo han sido los protagonistas del escenario donde sobresale el gran hombre de las leyes, Francisco de Paula Santander.
Óscar Rangel Bastidas es uno de los fotógrafos con mayor tiempo en este oficio. Este cucuteño de 65 años jamás imaginó dedicarse a esta labor, la cual inició en Popayán y le permitió recorrer distintas ciudades del país, para regresar nuevamente a su ciudad natal, de donde no ha vuelto a salir.
“Yo salía al centro y vi a un muchacho tomando fotos, pero yo no sabía qué era fotografía. Estaba mirando y me llamó la atención. Entonces, le pregunté a un señor que si allá no necesitaban a alguien para tomar fotos y me preguntó si era fotógrafo, le dije que sí, sin saber”, recordó Bastidas.
Arriesgándose y sin tener idea a qué se enfrentaría, Óscar fue contratado por una agencia de fotos en Popayán, en donde le entregaron una cámara más un rollo fotográfico que tenía capacidad para capturar 80 imágenes.
“Da la casualidad que la persona que me llevó la cámara para trabajar, como que captó y me fue explicando. Me decía que el diafragma y yo no sabía qué era eso. Tomé el primer rollo y luego ya me soltaban de a cinco rollos y ahí si ya fui aprendiendo”, dijo Bastidas.
Regresó a Cúcuta en 1971. Con la experiencia adquirida y su buena actitud llegó al parque Santander, en donde había espacio para todos, pues ya trabajaban allí otros fotógrafos, quienes se distribuían también por la avenida quinta, buscando clientes que quisieran tener un recuerdo en medio de las palomas, la catedral de San José o el caballo de juguete para los más pequeños.
“Me iba también para las iglesias, los matrimonios o los bautizos. Uno se tomaba hasta dos rollos de 36 fotos cada uno. En las noches nos íbamos a los sitios nocturnos. Se tomaban las fotos y nosotros a las personas les entregábamos un recibo para que fueran al Ley a reclamarlas, eran como los espacios de agencias”, contó Rangel.
Olympus, Leica, Diana, Yashica, Pentax, Telescopio y Polaroid fueron las principales cámaras que estos profesionales utilizaron durante los años 50, 60, 70, 80 y 90. En la actualidad, las cámaras digitales son su principal instrumento de trabajo.
Las fotografías que antes se tenían que mandar a revelar en agencias y que podían tardar entre uno o dos días, hoy se entregan de manera inmediata. Esto, gracias a la impresora portátil que mantienen en su lugar de trabajo y que, en menos de 15 minutos, inmortaliza los mejores momentos.
Tiempos de bonanza
Los fotógrafos recuerdan que una de las mejores épocas fue los años 80 y 90, ya que la zona de frontera se mantenía activa y cientos de venezolanos llegaban a Cúcuta como turistas. Transitar por el parque Santander era inevitable, pues este es el corazón de la capital nortesantandereana.
“Eran tiempos de bonanza. Los venezolanos eran los clientes más rentables y había trabajo de domingo a domingo. Fue una buena época de la fotografía, porque se trabajaba con la cámara del telescopio y eso cogió mucha fuerza”, asegura Seudiel Ramírez, presidente de Asonorsafosim (Asociación Nortesantandereana de Fotógrafos Profesionales y Similares).
Ramírez, malagueño de nacimiento y cucuteño de corazón, ejerce la profesión desde 1982. Al igual que Rangel Bastidas, no sabía nada sobre la fotografía, pero gracias a un amigo que se dedicaba a esta labor logró aprender.
“Me indujo,
me fue explicando y le agarré el gusto. Él mismo me prestó una cámara y luego
yo tenía la mía”, dice.
Seudiel recuerda que la tradición se mantiene desde los años 50. Anteriormente una fotografía llegaba a costar entre 2 y 5 pesos. En la actualidad, esta tiene un valor de $7.000.
“Llevamos como 15 años a la deriva. Ya no es lo mismo, pero nosotros tratamos de mantener la tradición en el parque. Este oficio nos ha dado de comer por muchos años. De más de 35 fotógrafos hoy solo estamos nosotros. Queremos que la gente no nos olvide”, manifiesta el presidente del sindicato de fotógrafos.
Las nuevas tecnologías debilitaron su profesión
Álvaro Rincón, un profesional con 55 años de experiencia en el mundo de la fotografía, relata que el gusto por esta labor nació de manera empírica y luego la fue perfeccionando por medio de cursos sobre “tomas, conocimiento de luz, lentes y la práctica en el laboratorio, haciendo fotos donde me gané la tarjeta profesional”.
Rincón dice que, aunque vivió los mejores tiempos, la era de las nuevas tecnologías ha provocado que su oficio pierda valor, ya que hoy en día las personas prefieren usar sus celulares de última tecnología para fotografiar cualquier instante, desde cualquier parte del mundo y sin ningún costo.
“A uno lo contrataban para bautizos, en almacenes y otros eventos, pero con la llegada de los celulares el trabajo se ha perdido en más de un 50 por ciento. Si bien es cierto que a algunas personas les gusta tener la foto impresa, la mayoría prefiere tener todo digital”, lamenta el fotógrafo del parque Santander.
No obstante, reconoce que, a pesar de las dificultades, este ha sido el trabajo que le ha permitido llevar el sustento a su hogar y mientras tenga vida y salud, seguirá recorriendo las calles del parque Santander, con la intención de no dejar morir esta gran tradición de la capital nortesantandereana.
Las cámaras se apagaron por más de 7 meses
En el 2020 la pandemia ocasionada por la COVID-19 también provocó una crisis para todos los fotógrafos. Debido a la cuarentena estricta y a todas las medidas establecidas por el Gobierno Nacional y la administración municipal para evitar la propagación del virus, estos profesionales tuvieron que quedarse en casa por casi siete meses.
Las cámaras estuvieron guardadas y mientras tanto, gracias a algunas ayudas que les entregó la Gobernación de Norte de Santander, la Alcaldía de Cúcuta y el apoyo de sus familias, lograron sobrevivir durante este tiempo difícil.
Su actitud frente a las circunstancias ha sido siempre de perseverancia. Han pasado momentos difíciles, pero gracias al amor por su profesión y a los lazos de amistad que han forjado, hoy se mantienen en el corazón de Cúcuta: el gran parque Santander. El mismo que durante más de medio siglo les ha permitido retratar la historia y salir adelante.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
Una linda crónica de un oficio que más que un trabajo es un arte ... y los fotógrafos unos artistas ... gracias por recordarlos
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