Precisamente hoy se cumplen cuarenta años del nefasto día en que comenzó la hecatombe de la economía de nuestro vecino. Transcurridos estos años, podemos analizar, de manera simplista y sin entrar en profundas disquisiciones económicas, acerca de lo cual, ríos de tinta se han escrito para encontrarle el origen y los antecedentes, algo que no pretendemos en esta crónica. El fin, como ha sido lo esencial de estas narraciones, es mostrar la historia y el contenido de los sucesos involucrados en el hecho referido, sin realizar análisis crítico alguno, ni juzgar sus autores o involucrados directos ni indirectos.
En mi modesta opinión, ese 18 de febrero dio inició a la primera de las dos etapas que se distinguen, hoy en día, de la crisis venezolana. Bien me identifico con un titular de este diario, hace ya un largo tiempo cuando publicaba, en grandes letras: “Y hemos sobrevivido”. Es más, no sólo hemos sobrevivido, sino que hemos progresado mucho más de lo que hubiéramos podido hacerlo si esta situación no se hubiese presentado.
Bien decía que durante este periodo de los últimos cuarenta años se han presentado dos etapas de la crisis económica y social, bien diferenciadas: la primera, desde febrero de 1983 hasta febrero de 1999, que se caracterizó por sus problemas cambiarios, y la segunda desde el inicio de la presidencia de Hugo Rafael Chávez hasta nuestros días (febrero de 2023, fecha de la publicación de esta crónica), caracterizada por la serie de problemas políticos, económicos y sociales con una clara incidencia en los efectos inflacionarios que llevaron a ese rico país a un lamentable estado de pobreza extrema.
Un breve recuento de los sucesos que precedieron la primera etapa crítica, justo antes del viernes negro de febrero 18 cuando se presentó una repentina devaluación que se sabía ocurriría pero que todo el mundo se negaba aceptar.
La crisis cambiaria tuvo fuertes repercusiones en la economía regional, principalmente en el comercio y los servicios al público, superados luego de varios años de incertidumbre; lo único positivo para la ciudad, debido al descenso de los precios en la frontera, fue la disminución del costo de vida.
Durante los diez años siguientes las actividades económicas de la ciudad y la región se vieron afectadas, tanto positiva como negativamente por factores que se conocen hoy como de economía pendular, la que había llamado años atrás en mis crónicas, como teoría del “balancín” para mostrar que los indicadores económicos se movían al ritmo de los puntos fronterizos, en unos momentos arriba económicamente positivos de un lado, mientras que en el otro punto opuesto diametralmente lo contrario, como sucede por lo general, en la mayoría de las fronteras de países con economías tan disímiles como las nuestras.
En esos diez años se vieron surgir algunos proyectos prometedores como la construcción del oleoducto Caño Limón – Coveñas y la puesta en operación de la Central térmica de Termo-tasajero que generó una demanda de carbón de 300 mil toneladas anuales para una capacidad instalada de generación de 150 mil kilovatios hora.
En la mitad del periodo considerado, el gobierno venezolano adoptó unas medidas en las que algunos productos venezolanos perdieron competitividad haciendo que se revirtiera el flujo comercial fronterizo, trayendo consigo una reactivación, pese a la pérdida de la capacidad de compra de la población. En el año 90, como consecuencia de las nuevas políticas económicas y las reformas, financiera, tributaria, cambiaria y de comercio exterior, comenzaron a registrarse comportamientos positivos.
En los años siguientes se evidenció una nueva bonanza relativa y por paradojas de la economía, el poder adquisitivo de los asalariados locales se elevó frente al promedio regional, colocando a Cúcuta como una de las ciudades más baratas del país, hasta que llegó al poder en Venezuela el presidente Chávez, momento a partir del cual el horizonte económico de la frontera adquiere otra dimensión.
La segunda etapa de esta crisis, que lleva ya 40 años, vamos a ilustrarla de una manera descriptiva, utilizando como ejemplo, el comportamiento de su moneda emblemática, el bolívar, y de la inflación a lo largo del tiempo que comenzó con la llegada al poder del presidente Chávez, hasta nuestros días.
Durante este periodo, la evolución del bolívar ha sufrido, tal cantidad de alteraciones, modificaciones, ampliaciones, reconversiones y eliminaciones que es digno de un récord Guiness, así como el comportamiento de la inflación que ha sido, según los expertos, resultado de las políticas erradas, la corrupción y el mal gobierno.
Ahora bien, veamos cómo ha sido el trasegar de la moneda y la inflación durante los últimos años: asumida la presidencia, el coronel Chávez empieza por modificar los símbolos icónicos de la república, enfatizando la figura del prócer Simón Bolívar y modificando íntegramente la terminología característica del gobierno, en todos sus niveles, endiosando la figura del Libertador y fusionándola con la ideología del nuevo siglo que le dio por llamar Socialismo del siglo XXI, término que finalmente decretó su prematuro rechazo y final desaparición.
Después de las desastrosas primeras decisiones sociales y económicas, en 2002 hizo la primera ampliación emitiendo los nuevos billetes de 5, 10, 20 y 50 mil bolívares con la inclusión del nombre República Bolivariana.
En esos primeros años, la inflación acumulada fue del 30,8%. En el 2008, aparece la primera reconversión, el bolívar fuerte; se eliminan los primeros tres ceros y una nueva familia de 2, 5, 10, 20, 50 y 100 Bs.F, que permanecen hasta el 2016, en la era Maduro.
Durante esos 16 años, la inflación registró el 4.953.1%. En ese año, hizo su primera ampliación emitiendo 6 nuevos billetes de 500 Bs. y 1, 2, 5, 10 y 20 mil Bs. y en 2017, una nueva ampliación al emitir un nuevo billete de 100 mil Bs. en ese año la inflación fue del 254,9%.
Un año más tarde, tuvo que hacer la siguiente reconversión y una nueva denominación: el bolívar soberano, eliminó 5 ceros y aparecieron 8 nuevos billetes de 2, 5, 10, 20, 50, 100 y 200 Bs.S., maniobra que duró hasta 2021 cuando se produjo una tercera reconversión, esta vez con la eliminación de seis ceros y la denominación de bolívar digital.
En esos tres años, la cifra de inflación es tan exageradamente grande, que da pena escribirla: 385.738.671,5%, y eso que la aparición de esta nueva moneda, tenía como fin, estabilizar y cambiar la vida monetaria y financiera del país, de manera radical, según palabras del mandatario.
A la fecha de hoy (2023) durante los últimos 2 años la inflación registra 93.523,8%, cifra sin comentarios. El hecho es tan diciente que la pérdida de valor de la moneda del vecino es tal, que en la ciudad se vende por kilos, como se evidencia en el artículo publicado en este mismo diario en el que se compra a $5 mil el kilo de billetes para hacer figuras artísticas que luego se venden a $50 mil.
Ironías y vueltas que da la vida. Antes éramos nosotros los pobres.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
Excelente realidad de la ilusión "promesera" del cambio, ya no cambian bolívares por peso si no pesos por bolívares...
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