PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

TERREMOTERO -Reconocimiento, enero 2018-

Apasionantes laberintos con inspiraciones intentan hallar rutas y permiten ubicarnos en medio de inagotables cascadas, son fuentes formadas por sudores de ancestros. Seguimos las huellas, buscamos encontrar cimientos para enarbolar desprevenidos reconocimientos en los tiempos. Siempre el ayer aparece incrustado en profundos sentimientos.

Corría finales del año 2008, Gastón Bermúdez sin advertir y sin proponerlo, inicia por designios del destino la creación del portal CRONICAS DE CUCUTA. Parecen haberse alineado inspiraciones surgidas por nostalgias. Gran cúmulo de vivencias, anécdotas, costumbres y añoranzas, fueron plasmadas en lecturas distintas.

Ya jubilado de la industria petrolera venezolana, recibió mensaje que expresaba una reunión de amigos en Cúcuta. Tenía más de cuatro décadas ya establecido de forma permanente, primero en la ciudad del puente sobre el Lago y después en la cuna del Libertador. Viajó ilusionado, acudió puntual a la cita desde Caracas. Encontró un grupo contemporáneo, conformado por amigos ex-jugadores de baloncesto y ex-alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús.

La tierra cucuteña levantada desde primeras raíces plantadas, siempre acompañó todos los hijos ausentes. Cuando encontramos distantes los afectos, creemos separarnos de recuerdos. Nos llevamos al hombro baúles de abuelos, cargamos con amigos del ayer, empacamos en maleta la infancia y juventud. Muchas veces una fotografía antigua, atrapa y confirma que nunca pudimos alzar vuelo.

Entonces por aquellos días apareció publicado ´La ciudad de antaño´, parido desde generosa pluma con sentido de identidad comprometida, fue el mártir periodista Eustorgio Colmenares Baptista dejando plasmados recuerdos de finales de los 50 y años 60. Sin querer, esas letras fueron presentación inaugural de CRONICAS DE CUCUTA. Los Inolvidables sentires viajaron al modesto grupo de amigos y abrieron compuertas para afianzar arraigos de infancia. Don Eustorgio culmina la crónica con frases retumbando las memorias: “Había muchos menos avances tecnológicos a disposición de la comunidad, pero vivíamos como si nada nos faltara. Nos bastaba con vivir en Cúcuta”.

Sentires intactos, ahora plasman recuerdos en calles transitadas por niños que fuimos. Nuevamente los arraigos hacen despejar las avenidas a los rieles del antiguo ferrocarril. Nos bastaba con vivir en Cúcuta. Asoman madrugadas entre indetenibles remembranzas y añoranzas.

Sin planificar nada, Gastón compartía vía internet las crónicas del Diario La Opinión aparecidas cada ocho días en lecturas dominicales. Sin saber, creció el portal CRONICAS DE CUCUTA. Cada acontecimiento recopilado se convertía en homenaje In Memoriam para hombres y mujeres que dejaron muy alto el Valle de Guasimales. Igualmente, exalta la dignidad con reconocimiento a grandes glorias del ámbito artístico, cívico, periodístico, religioso, deportivo, cultural, social y político.

Oficialmente se convierte en PORTAL WEB el 7 de octubre 2010. En forma admirable acumula ya 1.329 recopilaciones tipo crónicas, casi todas extractadas de periódicos y publicaciones locales, libros populares, escritos nacidos de historiadores, periodistas, inéditos autores y muchos escritores del Norte de Santander. El portal permite hallar el original ADN ancestral y ubica el sentido innato de pertenencia cucuteña. Llegó un día a la vida de todos los internautas, igual como aparecen las buenas nuevas, sin avisar, sigilosamente introduciéndose en las cortezas que somos y las venas que siempre fuimos. Su creador, nunca imaginó un buscador que tocara el alma y menos tallar imborrables despertares en ávidos ojos de lectura.

Aparece ahora como paso determinante para navegar en referencias de Cúcuta. Asegura a nuevas generaciones herramientas para afianzar valores jamás perdidos. La perspectiva futura para ámbitos históricos, culturales, sociales y deportivos, harán necesario considerar el Portal como insigne buscador de consulta e informativo. Importante archivo tecnológico para infantes en colegios y escuelas. Podrá acceder directamente cualquiera a profundos arraigos allí recopilados. Casi imperativo considerarlo como salvaguarda del sentido de identidad y pertenencia.

CRONICAS DE CUCUTA se convirtió en sugestivo repaso de acontecer histórico, recopilado en 19 capítulos o clasificaciones. Portal libre, siempre abierto a todo aquel deseoso por descubrir datos históricos, biografías, nombres de grandes personajes, fechas emblemáticas, sucesos de vida social, cultural, deportiva, religiosa, artística y política. Formidable vía adentrándose en acontecimientos del siglo XVIII hasta nuestros días. Todo expedicionario oriundo se encontrará representado en cada letra, apellido, dato, foto y fecha. Todos volverán a observar las luces de la gran ciudad en medio de rutas por hallar orígenes.

CRONICAS DE CUCUTA no debe tener como destino el olvido, deberá asegurar a nietos de nuestros nietos, inquebrantables lazos surgidos de nostalgias, recuerdos y añoranzas. CRONICAS DE CUCUTA es herramienta tecnológica para demarcar el hilo conductor entre hoy y ayer. Parece luz encontrada en días oscuros, nos abre el entendimiento. Pulsar la tecla nos lleva a destinos con encuentros pasados. Valiosa información contenida en páginas adornadas con sentimientos profundos.

CRONICAS DE CUCUTA garantiza el resurgir de valores originarios que parecían adormecidos por culpa del avasallante mundo moderno. CRONICAS DE CUCUTA llegó para quedarse, igual que mares inundados por recuerdos. CRONICAS DE CUCUTA confirmó la premisa donde las nostalgias se convierten en vehículos para transportar la historia. Una enciclopedia virtual presentada por nuestras gentes con sencillo lenguaje.

Anclados quedarán por siempre nuestros sentires, intactos los arraigos, despiertas las añoranzas y vivas las costumbres intactas. Ahora aseguramos el reguardo de raíces que retoñan desde cenizas del ayer. Dios jamás declaró desértico el Valle Arcilloso, siempre fue bendecido, tampoco declarado deshabitado para la vida del hombre.

Fueron creciendo raíces en medio de cenizas y milagrosamente reverdecieron los gigantescos árboles frondosos. CRONICAS DE CUCUTA reafirma lo que somos. Seguiremos siendo aquello que siempre fuimos, nada cambió, solo algunos pañetes y varios techos distintos.

Todo estará por volver, todo por crecer y todo por llegar. Nunca estaremos solos. Cada generación hará brotar nostalgias por siempre convertidas en historias llenas de arraigos.

Nos bastaba con vivir en Cúcuta…

jueves, 13 de noviembre de 2025

2702.- TEODORO GUTIERREZ CALDERON

Gustavo Forero (fragmentos)

Numa Teodoro Gutiérrez Calderón (San Antonio del Táchira, 1890-Bogotá, 1968)

Teodoro Gutiérrez Calderón, llamado Teo por sus contemporáneos, fue un poeta que inició su labor vinculada con la política tradicional de conservadores y liberales, pero poco a poco se alejó de ella, alcanzó su autonomía ideológica y sufrió las consecuencias. En tal sentido es uno de los personajes poetas de la novela El Innombrable.

Siempre me ha sorprendido la peculiar relación que existe entre poesía y política, y más en Colombia, un país de poetas presidentes (Rafael Núñez, Miguel Antonio Caro, José Manuel Marroquín, Marco Fidel Suárez, Guillermo León Valencia, Belisario Betancur…), poetas con ansia de serlo (Guillermo Valencia, Julio Arboleda, Eduardo Castillo, Jorge Zalamea, Julio Flórez, Eduardo Cote Lamus...), poetas que quieren ascender socialmente o poetas que por vivir al margen de esos asuntos públicos son olvidados, sufren una condición marginal, deben exiliarse por sus ideas o sufrir por ellas.

En este país los poetas han llegado a ser, por un lado, políticos sin vergüenza alguna, “influencers”, como se dice hoy a los oportunistas de ocasión, o por el otro, críticos y hasta enemigos del régimen olvidados por la historia literaria. Sus voces han sido escuchadas por el pueblo, vencido en las urnas o acalladas en la guerra o en la vida.

Varios han tomado partido en los enfrentamientos entre los dos bandos tradicionales, los conservadores y los liberales, algunos han buscado mantenerse al margen y otros han luchado por cambios sociales y han tenido que exiliarse para conservar su vida.

Los poetas vivieron a su modo la Guerra de los Mil días, la tensión de los años cuarenta que terminó en El Bogotazo o el acuerdo en 1957 en Benidorm, donde los líderes de ambos partidos decidieron dividirse el poder en un excluyente “Frente Nacional”. Para pocos la pureza de su pluma se superpuso a sus ansias de poder y figuración.

Por su parte, en El Innombrable (2021) de mi autoría recreé la experiencia vital de otros cuatro poetas que describen un arco iris de opciones vitales que van de peor a pasable. Son ellos Lucio Pabón Núñez (1914-1988), llamado Pavor Núñez por sanguinario, quien hizo sus pinitos en el arte poético y por eso y por más llegó a ser miembro, además, ¡de la Academia Colombiana de la Lengua!; Eduardo Cote Lamus (1928-1964), astuto diplomático y congresista, quien hizo de su don una estrategia y logró gracias a su verbo distintos cargos en la administración pública; Jorge Gaitán Durán (1924-1962), nieto de Justo L. Durán caudillo de la Guerra de los Mil días, quien, entre otras cosas, apoyó la candidatura de su tocayo, Jorge Eliécer Gaitán, y buscó la probidad de la literatura en la política pero en lugares donde resultaba muy difícil encontrarla; y el último, Numa Teodoro Gutiérrez Calderón (1890-1968), sutil poeta que obtuvo diversos cargos públicos pero tuvo que huir a Venezuela, retornar a Colombia y morir en el olvido.

A este último le quiero dedicar mi atención aquí por ser personaje fundamental de mi novela. Famoso sobre todo por ser el autor del “Himno del Norte”, himno oficial del departamento de Norte Santander-Colombia, musicalizado por José Rozo Contreras, en efecto este poeta me atañe literaria y personalmente.

Teodoro Gutiérrez Calderón nacido el 9 de noviembre de 1890 y registrado como “hijo natural” por el sacerdote Lucio Martínez en San Antonio de Táchira-Venezuela, Numa Teodoro Gutiérrez ha sido considerado –incluso por él mismo y con orgullo— colombiano: “mi pueblo” llama a San Cayetano –en “El San Pedro de mi parroquia”—, pueblo del departamento de Norte Santander.

La cuestión del origen preciso del poeta ha sido un misterio, lo que ha dado pie a que Venezuela y Colombia se disputen su nacimiento. No obstante, este es el documento que prueba parte de la realidad:


Partida de bautismo suscrita por Lucio Martínez, "cura interino", el 10 de noviembre de 1890. Informa que el niño Numa Teodoro nació el 9 de noviembre anterior, es "hijo natural de Brígida Gutiérrez" y sus padrinos son Daniel Jaimes y Matilde Jaimes.

Lo claro aquí es que el poeta fue bautizado Numa Teodoro Gutiérrez en San Antonio del Táchira, el 10 de noviembre de 1890, un día después de su nacimiento, el 9, aunque no se establezca con exactitud el lugar de este nacimiento.

El documento puede ser tomado como un indicio de que nació en esa ciudad venezolana y justificaría el hecho de que lo tomaran por venezolano. No obstante, a pesar de la evidencia, el lugar preciso de nacimiento queda en el misterio. Probablemente la madre, Brígida Gutiérrez, hizo, como hacían entonces las mujeres de la época en circunstancias como las suyas: dio a luz en una ciudad distinta pero cercana a su domicilio, que pudo ser San Cayetano, lugar donde residía la familia Calderón Jaimes, a la que pertenecía o acaso servía, y donde resultó embarazada. Quizá —otra conjetura—, así lo hizo para seguir cerca del padre de la criatura, por voluntad de este o de los padres de la familia Calderón, que acogerían desde entonces al niño. En todo caso, es un hecho que estaba en San Antonio del Táchira el 10 de noviembre de 1890 y probablemente mientras daba a luz, y tal vez, mientras se apaciguaban los incómodos efectos de un evidente escándalo social. El padre del niño, hijo de la encumbrada familia Calderón, aún viviría con sus padres en el pueblo y las murmuraciones respecto de su responsabilidad en el hecho no debieron faltar. Incluso hoy la situación no sería nada fácil.

Muchas cosas más pueden deducirse de ese documento. Llama la atención, por ejemplo, que los padrinos del niño hubieran sido de apellido Jaimes —Daniel y Matilde—, probablemente parientes del padre que no lo reconoció. Incluso puede ser —pero es menos posible—, que esos Jaimes fuesen también familiares de la madre y la estuviesen acompañando en el impase. Brígida Gutiérrez, de posible origen antioqueño, y la familia Calderón Jaimes pudieron ser ellos mismos familiares y, por esta razón, hasta cierto punto ella pudo ser protegida tanto por la pareja de padrinos como por los Calderón de San Cayetano.

De hecho, poco después del misterioso nacimiento, el hijo de los Calderón Jaimes, el padre secreto de la criatura, partiría para allá, a hacer sus estudios religiosos, y luego, el propio poeta, Teodoro Gutiérrez, estudiaría allí, en el colegio Provincial San José de Pamplona, y viviría y trabajaría en la ciudad en distintas áreas.

Por si lo anterior fuera poco, el documento “curial” debe contrastarse con el registro civil (número 124) que suscribió, el mismo día —10 de noviembre de 1890—, Teodoro Jaimes, “primera autoridad civil de la parroquia de San Antonio, cabecera del Distrito Bolívar”, con motivo del mismo nacimiento. Dada la solemnidad de ambos documentos, puede inferirse la doble formalidad exigible en estos casos de nacimiento en Venezuela.


Gutiérrez Calderón era medio hermano de mi abuela materna, Ramona Zoraida Fuentes Calderón (1905-1983), y de su hermana, mi tía abuela Julia Otilia Fuentes Calderón (1894-1942), ambas profesoras de la Normal de Pamplona y revolucionarias para su época.

Numa Teodoro Gutiérrez Calderón hacía parte del grupo de tantos hijos del mismo progenitor, “hijos naturales”, como a la sazón llamaban a los hijos de padre desconocido o que no accedía a reconocerlos.

Fotografía (retocada) del presbítero Numa Julián Calderón Jaimes, obsequio de Eulogio J. Cabrales (Cúcuta, 1932) al Asilo Sagrada Familia Brighton de Pamplona.

Por muchos años el nombre del sacerdote que servía de vínculo entre mi familia materna y la del poeta Gutiérrez Calderón se guardó en secreto: Numa Julián Calderón Jaimes (1864-1911), presbítero de la “Santa Iglesia Catedral de Nueva Pamplona”, no era un personaje como para endilgarle hijos naturales. Este sacerdote era el padre de Numa Teodoro (de ahí su primer nombre) y Alejandro Gutiérrez, hijos de Brígida Gutiérrez, y de mi abuela, Ramona Zoraida, y Julia Fuentes, su hermana, hijas de María Margarita de las Nieves Fuentes (1862-1958). También, de varios “hijos naturales” más, de apellidos Osuna, Espinel… Incluso el reconocido compositor Manuel Espinel Calderón (1897-1970) era otro de sus hijos. Del secreto de la paternidad de Numa Julián no se podía hablar ni en casa de sus madres ni en el pueblo, sobre todo en tiempos en que unos, los azules, defendían hasta el paroxismo al clero, y otros, los rojos, lo atacaban sin descanso.

En tiempos de guerras intestinas y, en particular, de la guerra de los Mil Días (1899-1902) que azotó la región de Norte de Santander, cayeron muchos hombres, otros no volvieron o no respondieron más por sus familias, y los sacerdotes cumplieron papeles domésticos que excedían sus votos. El presbítero Calderón Jaimes tenía esos y otros devaneos, incluidos los líricos y musicales –escribía también poesía y cantaba canciones populares acompañado del piano—, cosa que debió ayudarle en esas lides.

Los dos hijos de Brígida Gutiérrez, el poeta Numa Teodoro Gutiérrez Calderón y su hermano Alejandro Gutiérrez Calderón (1895-1978) —pronto aprendiz de ingeniero en La Guaira Harbour Corporation Limited de Venezuela e “Individuo de número del Centro de Historia de Norte de Santander” en su madurez—, fueron abandonados por su padre, pero vivieron con sus abuelos, Elías Calderón (1849-1915), quien los autorizó a usar el apellido, y Eufrasia Jaimes, mis propios tatarabuelos. A falta de responsabilidad del presbítero Calderón Jaimes, esos abuelos y otros integrantes de la familia Calderón se hicieron cargo de ellos ofreciéndoles un hogar y educación, y eventualmente, cuando pudieron o el destino los obligó, ayudaron a los demás descendientes del prolífico sacerdote.

La enseñanza, la vida intelectual y, sobre todo, la literatura y las ideas políticas constituyeron un campo de encuentro para los cuatro jóvenes rechazados por su origen. Incluso, en su época de estudiante y luego, en 1920, Numa Teodoro vivió en Pamplona, en casa de María Margarita de las Nieves Fuentes, mi bisabuela, o pasaría algunos días allí cada vez que iba a la ciudad, por lo menos hasta que su señora madre, Brígida Gutiérrez, se fue a vivir definitivamente a Pamplona. De lo anterior queda constancia en cartas que mi familia guardó escrupulosamente en un baúl por años y que sirvieron de base este texto y para mis novelas.

Fotografía del poeta, incluida en Monografía de Salazar de las Palmas,
donde se incluye un poema dedicado a la ciudad de 1934.

Teo, como se le conoció al primogénito del presbítero Numa Julián Calderón Jaimes, estudió en el colegio Provincial San José de Pamplona, ingresó en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y luego en la carrera de Jurisprudencia de la Universidad Nacional en Bogotá.

En “La balada de los estudiantes” menciona algo de su situación y la situación de los estudiantes de la capital por allá por los primeros años del siglo XX:

“Estudiantes nacidos en provincia / y que, con o sin plata, / fuman buen cigarrillo, van a cine, y enamoran solteras o casadas. / Hijos de sacristán, nietos del jefe/ civil o militar de la comarca, o sobrinos del cura, cobran giros / por quince dólares cada dos semanas. […] En una misma pieza viven cuatro, / juntos, como sardinas en lata. / Y –comunistas como Marx lo mismo/ les da dormir en una que otra cama” (Frontera lírica, 20).

Exalumnos del Colegio Provincial de San José de Pamplona entre los que se encuentra, en el centro, Teodoro Gutiérrez Calderón. La instrucción pública del plantel tenía carácter universitario e impartía estudios de jurisprudencia, matemáticas, ingeniería, filosofía y Letras.

Sobre una época de pobreza, amores efímeros y marxismo, resulta interesante una carta del poeta —del 5 de junio de 1918— dirigida a su hermana Julia Fuentes: “No olvides recomendarme mucho a Dios en tus oraciones para que salga bien en mis clases, en mis exámenes finales, pudiendo seguir mis estudios adelante y con provecho notorio; lo mismo dile a Ramoncita [Ramona Zoraida fuentes, mi abuela], para que rece por mí y sobre todo para que no me vaya a dar el tifo, que está muy en boga, porque es un malecito del que puede uno salir mal librado, dejando en la refriega hasta la vida misma; por todas estas cosas y por muchas otras más no me olviden nunca en sus plegarias, para que no se vaya a morir este hermanito que las quiere tanto. […] Te participo que estoy en retiros espirituales en el Colegio del Rosario y que esta semana será la Comunión, durante la cual elevaremos oraciones al cielo por ti.”

En medio de las dificultades de su condición, en efecto, el tifus, tifo​ o dotienenteria, era un conjunto de enfermedades infecciosas producidas por varias especies de bacteria del género Rickettsia,​ que no era del todo conocida en la época y menos en la ciudad de Bogotá donde la falta de higiene y atención producía numerosas víctimas. La ciudad vivía una verdadera pandemia que atemorizaba a todo el mundo, incluidos los jóvenes estudiantes que venían de la provincia:

“El 80% de la población bogotana enfermó de gripa, lo que, según proyecciones de población, representó 100.000 enfermos durante el mes de octubre y la primera mitad de noviembre de 1918”. […] “Las oficinas públicas, los colegios, la universidad, las chicherías, los teatros y las iglesias estaban vacías; los servicios urbanos se colapsaron; la policía, el tranvía, el tren y los correos se paralizaron, porque la mayoría de policías, operarios, curas, alumnos, profesores y empleados enfermaron: se suspendieron todos los espectáculos públicos, y las calles de la ciudad, especialmente en la noche estaban casi desiertas”, señala la investigación de Fred G. Manrique y otros.

Por si lo anterior fuera poco, por esos días el general y empresario Belisario Calderón Jaimes, que “le costeaba” al poeta los “estudios en Bogotá” fue “asesinado” (“Cita histórica”). Entonces Gutiérrez Calderón intenta por todos los medios continuar con sus estudios, recurriendo en última estancia al apoyo de otro de sus tíos, hermano también de su padre: el político ospinista Fructuoso Calderón. No obstante, lo anterior, entre una cosa y otra, Teodoro Gutiérrez Calderón no llegó a graduarse como abogado.

Paradójicamente la pobreza que siempre lo acechaba y la ayuda de sus familiares lo llevaron a hacerse a una vida en el marco del derecho y de las letras en su propio terruño, donde lo trataban de doctor. En efecto, Fructuoso Calderón, nombrado gobernador del departamento por el presidente Marco Fidel Suárez (1918-1922), le tendió al fin la mano; por solidaridad, acaso, por cierta responsabilidad moral o sencillamente por su insistencia. Así, lo nombró rector del colegio provincial San Luis Gonzaga de Chinácota (1919), la institución educativa más antigua del país en el sistema de enseñanza media (data de 1842), y, con treinta y tres alumnos a cargo, el poeta inicia lo que consideró su mayor vocación, la enseñanza.

Siguiendo esta ruta del magisterio, más tarde Gutiérrez Calderón fue rector del colegio laico Escuela de Gremios Unidos de Cúcuta (de 1922 a 1927), espacio de “enseñanza libre” de la Sociedad de Artesanos del Departamento, que por supuesto no era santo de devoción del clero y la feligresía conservadora que si antes había manifestado su negativa a apoyarlo durante esa época tampoco obtuvo de ellos lo justo para funcionar. Por esta razón, tal vez, desistió de seguir con la docencia, por lo menos en lo que a Colombia concernía.

A continuación, el poeta trabajó como fiscal del Juzgado Superior del Ministerio Público del Departamento de Norte de Santander en Cúcuta (1928), donde adquirió fama como buen penalista y orador. En 1930 el poeta Gutiérrez Calderón se casó en con Ida Rivera y poco después, en 1934, publicó su primer libro de versos Flores de almendro. De ahí en adelante, en pocos años ejerció, además, como fiscal del Tribunal Contencioso Administrativo de Cúcuta y secretario de Educación Pública del Departamento y fue cofundador del Centro de Historia del Norte de Santander (1934).

Como Porfirio Barba Jacob, Jorge Gaitán Durán o Biófilo Panclasta, en 1940 el poeta Gutiérrez Calderón debió exiliarse. A falta de medios, lo hizo en Venezuela, el vecino país, según él mismo afirma. El enfrentamiento entre liberales y conservadores iba en escalada y en la región azul no se aceptaba presencia roja, ni siquiera si no era beligerante.

Aunque al principio el poeta contó con el apoyo de los Calderón, para los años cuarenta del siglo XX era evidente que su espectro ideológico y político había cambiado hacia las toldas liberales más combativas y en tal sentido era objeto de rechazo y hasta de persecución por parte de los gobiernos conservadores. De contar con el apoyo de su tío ospinista, Teodoro Gutiérrez Calderón había cambiado y se consideraba a sí mismo rotundamente liberal, y dentro de esta doctrina, del ala radical y masónica, es decir, aquella que a la postre generaba todo tipo de suspicacias y aún era perseguida y eliminada.

Pronto el ala del liberalismo en que militaba el poeta Gutiérrez Calderón encontró vasos comunicantes con el socialismo y el comunismo, cuestión que aterraba a los conservadores tanto como a los liberales clásicos que satanizaron las fuerzas progresistas llamándolas rojas, ateas, socialistas y en últimas comunistas. Así pues, como Eduardo Santos Montejo, gobernador de Santander hacía unos años y presidente entonces, había suspendido las reformas liberales de su admirado líder López Pumarejo, para el poeta, como para muchos de sus colegas, lo mejor fue salir de Colombia

En Venezuela, Gutiérrez Calderón trabajó en el periódico Vanguardia de San Cristóbal (fundado por Rubén Corredor en 1936), luego como director del Instituto Civil Jáuregui en La Grita y más tarde como profesor de latín, griego, francés y castellano del Liceo Militar Jáuregui de la misma ciudad, donde escribió el Primer Himno del Pionero de los Liceos Militares de Venezuela. Allí vivió, desde donde pudo trabajar en su poesía y estrechar lazos con intelectuales que lo apoyarían en su carrera y le harían desistir, acaso, de relacionarse con los políticos colombianos o volver a su país.

A pesar de su exilio en Venezuela, el 29 de julio de 1946 se reporta la visita de Gutiérrez Calderón a Cúcuta para un recital en el marco de las Fiestas Julianas de la ciudad organizadas por la Dirección de Educación.

En este espacio, “el distinguido jurista y escritor (venezolano) Gregorio Vega Rangel leyó una hermosa página en la que hace un pormenorizado análisis de los tres poemas de nuestro cantor homenajeado del día y terminó su intervención recitando sus poesías, “El elogio de la ignorancia”, “Balada del caballero pobre”, “General Sandino”, “Suave leyenda”, “El lugar preferido”, “Los madrigales del amor” y “La mujer de las manos cortadas”, tal vez este último el que más ha trascendido de su extensa obra y que, dicho sea de paso, fue la obra que más impresionó a la concurrencia y cuyo entusiasmo fue subrayado por una larga y nutrida ovación. La velada terminó a las 10 y media de la noche y por invitación de don Manuel Guillermo Cabrera, el homenajeado, los artistas y algunos de los funcionarios, se dirigieron a su casa de habitación, situada a escasos metros del teatro, donde luego de unas disertaciones sobre temas de arte y sobre todo de política, al calor de unas copas de coñac terminaron una jornada nocturna plena de espirituales y sentidas emociones, como era la costumbre de antaño”.

No obstante, tal éxito, de nuevo la política intervino en la vida del poeta.

En 1958, Pérez Jiménez fue derrocado como presidente. Y por haber sido maestro del general fue mandado a botar del Liceo Militar. Se marchó con las nostalgias y su amor por la ciudad de sus ensueños. Ya era un anciano. Aún lo recuerdo. Aquella despedida, entre los albores de una lágrima y el inmenso mar de poesías, cuando el lujoso “Almacén Gato Negro” grababa los versos de amor de aquel poeta consagrado al lirismo y a la pureza de las letras. De allí, muy después, ingresó como redactor del Sagitario de Cúcuta.

Caricatura de Garefe (1964) obsequiada y dedicada por Teodoro Gutiérrez Calderón a Luis A Medina S. a raíz del reportaje que le hizo en el marco del homenaje al poeta el 5 de octubre de 1964 en el teatro Zulima de Cúcuta.

De tal modo, en 1960, de vuelta a Colombia, con Alberto Lleras Camargo como presidente y Miguel García-Herreros como gobernador del departamento de Norte Santander, Gutiérrez Calderón trató de retomar su vida en la ciudad de Cúcuta, donde permaneció por un corto periodo pues a falta de nuevas oportunidades laborales tuvo que abandonar. Así, poco después, en 1961, se instala en Bogotá y, junto con otras personalidades, entre otras actividades, asistió a varios de los eventos del Instituto Caro y Cuervo.

Aunque Gutiérrez Calderón había ido y venido a Cúcuta, y obtuvo un homenaje en 1966, durante estos años le resultó evidente que las cosas habían cambiado en Colombia y él mismo había cambiado. Al margen de la política, por un tiempo trabajó como profesor de historia de la música en el Conservatorio de Música de Cúcuta y, ya viudo, en sus últimos años se desplazó definitivamente a Bogotá.

“Y más tarde su hija Celina Estela vino, porque el poeta se volvía ciego, y lo llevó a vivir con ella en Bogotá. En la hermosa capital de Colombia asistía en las noches a tocar piano en un cabaret, entre el dolor de sus años y la virtud de su poesía. Un día 16 de octubre de 1968 falleció dejando un legado al amor por la verdad y la inmensidad de su poesía…” Está registrado el lugar de sepultura del cuerpo de Numa Teodoro Gutiérrez Calderón en la bóveda número 9302 del cementerio del Norte de Bogotá el día 16 de octubre de 1968.

Por ahora, desde mi punto de vista los poetas-políticos que de un modo u otro llegan a esos anales oficiales, los que no lo logran y muchos más, exigen su estudio. En particular, Numa Teodoro Gutiérrez Calderón, amerita un trabajo concienzudo que sintetice, además todo un contexto poético de gran valía.

Todos ellos representan los altibajos culturales de un país que tiende a exaltar la palabra de personajes consagrados al tiempo que les exige la acción política, en desmedro de su propia creación. En tal dinámica, por lo menos tres generaciones de poetas colombianos tuvieron que adecuarse de un modo u otro a los infames vaivenes de esa política y a menudo la experiencia no fue nada enriquecedora. Algunos se rindieron cómodamente a ella a fin de asegurar sus propósitos, algunos intentaron mantenerse al margen y otros se vieron impelidos a escoger caminos con efectos tristes como el ostracismo, el exilio o la muerte anónima.

Hoy la política colombiana parece abandonada por los poetas, o por lo menos por varios de ellos que sin duda prefieren la literatura al poder y la fama. Acaso estos se hayan retirado a sus torres de marfil y en unos años ni siquiera aparezcan en los anales de la literatura. Con suerte, existirán investigadores que, como ellos, privilegien la poesía por encima del oropel y se interesen por sus obras y logren difundirlas. Ojalá que así sea.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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