En 1955 recibió una de las mejores noticias para un deportista dedicado al arbitraje: ser acreditado como juez FIBA (Federación Internacional de Baloncesto Amateur). Obtuvo el primero de los cuatro carnés que recibió el Colegio de Árbitros de Colombia y el número 53 en el mundo.
Recuerda que Carlos Ramírez París lo llamó para contarle de primera mano, la llegada del documento que le daría entrada libre a todas las plazas internacionales de baloncesto.
“El me dijo que sintonizara radio Guaimaral, que tenía algo importante que anunciar. La noticia era que: a Colombia había llegado uno de las primeras acreditaciones de jueces internacionales de baloncesto. Este era el mío”.
Moros se casó el 11 de agosto de 1949 con Celina Aracely Serrada, de origen turco y con quien tuvo nueve hijos.
Venezuela fue uno de los países que más solicitó su arbitraje por la perfección con la que aplicaba el reglamento.
Ahora se dedica a recordar, con gran precisión, un pedazo de su historia que también hizo parte de la época dorada del baloncesto nortesantandereano.
Sigue madrugando. Recorre las calles de la urbanización Colinas de Vista Hermosa donde vive en la actualidad. Está activo para la cotidianidad y cuenta con una pensión. No tiene pelos en la lengua para decir las cosas, que en la mayoría de veces lo hace en altavoz. Saluda al uno y al otro, en ese afán de entablar conversación, de poner al día al vecino de los hechos que sacuden a Cúcuta, a diario. A pesar de sus 84 años bien vividos dice que aún pita.
A los ocho años.
El subcampeonato en el nacional de intercolegiado desarrollado en Tunja (Boyacá) con el colegio Sagrado Corazón de Jesús, que para esa ocasión fue reforzado con algunos estudiantes del Provincial de Pamplona en 1939.
Jugaba como alero, lo que hoy en día se conoce como cuatro.
Esto fue en 1945, cuando asistí como jugador a un hexagonal en Mérida (Venezuela) en el que salimos campeones. Por esas cosas de la vida me pidieron que pitara un partido porque los jueces se la habían ‘pegado’ la noche anterior.
Ese día lo hice muy bien y me empezó a gustar. Dos años después me retiré como jugador y seguí en este oficio.
Luego de haber pitado en el Suramericano de baloncesto que se jugó en Cúcuta en 1955, el entrenador de la selección Colombia, Mister Smith, me recomendó con la Federación Internacional para hacer los cursos para ser árbitro FIBA en Bogotá y Lima (Perú). Días después recibí la acreditación.
Fui muy buen bailarín.
Los boleros de Agustín Lara, Pedro Vargas, Toña ‘La Negra’, entre otros.
Realmente fueron dos: el fútbol y el béisbol.
La diferencia es que ahora el juego es más rápido, debido a que los equipos profesionales están basando su juego en los tiros fuera del perímetro, evitando el contacto personal dentro de la zona del tablero.
Indudablemente ahora, porque en los esquemas de juegos de la mayoría de equipo no se plantea buscar la cesta cerca al tablero, entonces no se tiene que estar tan pendiente de los movimientos en esta zona.
Aparte de los buenos jugadores que se tenían en ese tiempo, la afición era lo que más se destacaba en los torneos nacionales.
Yo creo que volvió a mostrar el nivel de los años 40 y los dos últimos títulos lo demuestran.
Lo que se debe hacer es traer jugadores extranjeros para que además de jugar enseñen en colegios y en escuelas deportivas.
Desde el colegio me gustaba llevar apuntes de hechos relevantes en Cúcuta. Dentro de mis anotaciones tengo el nombre del primer Alcalde de Cúcuta y del Gobernador de Norte de Santander. Yo creo que hubiera sido un buen periodista. Me gusta investigar.
Pues era bastante admirado por las damas por mi físico y por mi forma de ser.
Claro, así fue como me enamoré de Celina.
Fue en una primera comunión, un 8 de diciembre de 1947. Ella fue con sus tías a buscarme, para que bailara con ellas. Su papá era un turco jodido, por eso, en esa noche tocó de lejitos.
Primero, para podernos ver, tocaba a escondidas o en las casas de las tías. En febrero de 1948 me decidí a pedir la mano frente a los familiares de Celina, a lo que él no se opuso, tal vez, porque ya lo sospechaba.
Aún sigo pitando (risas).
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