Al señor Carlos Valdivieso Guerrero a quien le tenían el remoquete de ‘el tuerto’, empezaron a denunciarlo públicamente por haberse asignado un sueldo exorbitante de dos mil pesos mensuales, pero como si fuera poco, incluyó en el mismo paquete de medidas, a su secretario, el señor Ramírez Berti, con un sueldo de mil pesos mensuales, decisión que fue apelada ante la Superintendencia de Sociedades Anónimas, ya que era la entidad fiscalizadora y de cuya decisión se esperaba, fuera revocada.
Para tener un punto de referencia con relación a los sueldos de entonces, se les hacía inconcebible que el señor Valdivieso devengara mucho más que el gerente general del Instituto Nacional Eléctrico, el organismo regulador de la actividad a nivel nacional, cuyo salario era de tan solo $1.500.
La empresa en mención, era una sociedad mixta, en la cual el municipio de Cúcuta, tenía una participación representativa, se le solicitaba al alcalde o en su defecto al Personero, que era miembro de la Junta, que intervinieran para proteger los recursos públicos y evitar su detrimento.
Sin embargo, ahora se le había sumado otro ingrediente, pues la prensa vinculó al agente representante de la firma que pactó la adquisición del motor y aquí cito textualmente la información publicada, que para la época era de común usanza pero hoy inadmisible por su lenguaje denigrante y poco refinado:
“… se trata también, de otra de las vagabunderías del técnico alemán, que como todo Cúcuta lo sabe, es un extranjero indeseable por muchas razones, entre ellas la de ser responsable de la ruina de la Planta Thermoeléctrica, ruina que ha venido provocando sistemáticamente para provocar (sic) la compra, con aprovechamiento personal y con carácter de urgencia, de los elementos mencionados.”
Terminaba la presentación de estos argumentos, solicitándole al gerente se le informara a la opinión pública si la compra –que finalmente se concretó- “se realizó en pesos colombianos en el interior del país con los sobrecostos de los agentes intermediarios y utilidades de la casa vendedora en Bogotá o si por el contrario, se compró en dólares, puesto en fábrica o en puerto de destino, con licencia de importación acreditada por las Centrales, como cuando se hace cuando se trata de comprar con sentido de honradez y con criterio de economía en favor de la entidad de la cual se deriva un sueldo.”
Como puede apreciarse, la prensa de entonces, era especialmente agresiva con quienes consideraban se aprovechaban de sus cargos para realizar operaciones consideradas ‘non sanctas’.
Aun así, la nueva Junta Administradora, se desentendió de los inconvenientes suscitados por cuanto argumentaron que los procesos habían sido iniciados y estaban a punto de culminar, era la fórmula diplomática de evadir las responsabilidades del caso.
De todas formas y a pesar de las advertencias, la prensa mantenía temores ocultos y manifestaban abiertamente que esperaban retaliaciones por parte de la empresa del servicio de energía, al argumentar que no sería extraño que les ‘suspendieran los servicios y paralizaran sus máquinas’, pero que esta solicitud al ministro era ‘un deber social’ que expresaba n en favor de las clases más pobres de la ciudad.
No fueron tanto los nombramientos, a pesar que éstos tuvieron tintes políticos, sino nuevamente las asignaciones salariales las que causaron escozor entre la prensa y la opinión.
Parece que el nombramiento de un señor de apellido Flórez despertó indignación, pues el célebre personaje, según decían, tenía pésimos antecedentes, ya que había sido vinculado a unos actos criminales sucedidos en la ciudad de Pamplona que fueron conocidos como ‘el crimen de la esquina del doctor Mora’, razón por la cual tuvo que exiliarse en Venezuela, donde dicen se hacía pasar por víctima del régimen conservador.
Además, se había desempeñado en otros cargos públicos, en la misma ciudad, todos con procederes que parece no fueron satisfactorios, por lo menos en cuanto a las cuentas que se esperaban de ello. Nuevamente, sale a relucir el sueldo con que fue vinculado que era de mil pesos, así como el de su secretaria, una linda chica de apellido Trujillo quien ganada la no despreciable suma de $500.
Claro que lo peor no era la remuneración sino la filiación de los nuevos vinculados, pues era bien visto, en ese momento, que fueron identificados como ‘liberales’ una ideología que reñía con la política del momento y aún más grave, que al señor Flórez le habían conocido que cuando estuvo en Venezuela decía pertenecer al partido comunista, lo cual era ilegal y ameritaba detención.
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