Aquella palabra me animó a soñar con servir en el ministerio.
En 1975 decidí emprender
el viaje para Colombia. Tenía 27 años, una esposa de mi misma edad y 3 hijos.
La economía brasileña atravesaba una crisis y el gobierno prohibía la salida de
divisas, por ello las iglesias no pudieron ayudarnos. Salimos de todas nuestras
posesiones, trace la ruta atravesando la selva e iniciamos la travesía. Fueron
días largos, calurosos acompañados del canto de los pájaros, guacamayas y
loros; inmensos ceibos, árboles de caucho, volúmenes de madera que oscurecían
la luz del día; peligros como serpientes y cocodrilos, viajando en avioneta,
destartalados buses y una gran parte a pie.
Esta revelación, en la que pudo ver con absoluta claridad que Dios lo llamaba a ejercer su ministerio en Colombia, fue tan real, que como él mismo lo afirma una y otra vez, apenas despertó del sueño en el que Dios le habló, en su boca aún quedaban “partículas de pan, queso y sabor a café”.
Sin embargo, hay algo que llama poderosamente la atención en este relato. En dos testimonios ofrecidos por el pastor Satirio, uno a la página web www.avanzapormas.com y otro al Centro Cristiano en un video que aparece colgado en YouTube, la fecha en la que semejante revelación tuvo lugar, no coinciden.
En el video, Satirio aparece diciendo que la revelación tuvo lugar a mediados de enero de 1974. En el relato, escrito en primera persona para la página ‘avanza por más’, esta misma revelación tuvo lugar en marzo.
¿Cómo es posible que el pastor Satirio no recuerde con exactitud la fecha en la que Dios le encomendó la misión que lo trajo a Colombia y lo convirtió en el líder espiritual de más de 20.000 personas que asisten a su iglesia?
Una de las personas que más conoce al pastor es Álvaro Jaimes, un hombre bajo de estatura, cuerpo delgado y hábil al hablar. Sastre de profesión, renunció a su oficio para dedicarse a predicar la palabra de Dios.
Con 83 años, afirma ser pensionado de la iglesia que ayudó a fundar junto a Satirio, por allá en 1975, cuando el hoy líder del Centro Cristiano de las Asambleas de Dios llegó proveniente de Brasil luego de haber sorteado, por 43 días, la espesa selva amazónica.
De boca de este pastor jubilado la historia de Satirio adquiere vida a través de incontables anécdotas de quien lo ha acompañado desde el inicio de su obra en la ciudad. A Jaimes, Satirio le debe el primer grupo de personas que lo escucharon en aquella casa del barrio Guaimaral a donde llegó con su esposa y sus tres hijos.
En Guaimaral, y a escasas cuadras de donde se había instalado Satirio, Jaimes vivía con su familia. En su casa, Jaimes recibía a un grupo de 12 personas que eran acompañadas por el pastor José Ignacio Vicente Díaz, de la iglesia La Alianza.
“Yo había tenido problemas de alcoholismo graves y en esta iglesia había encontrado la cura para mi adicción”, recuerda Jaimes en su casa de Chinácota, adonde se retiró a vivir luego de predicar por más de 30 años.
En 1975, el pastor Satirio, que ya era conocido por la comunidad debido a su condición de extranjero, fue invitado a una reunión en la casa de la familia Rojas, adonde La Alianza se había ido a encontrar aquél día.
“El anfitrión de las reuniones, Francisco Rojas, nos dijo que había llegado un pastor brasilero al barrio. Cuando él dijo eso yo le dije que lo invitáramos a las reuniones para saber ‘qué talla de pastor era’. En ese entonces éramos como 12 personas no más”.
Ese día, Satirio fue a la reunión y les contó toda la historia de su viaje desde Brasil hasta Colombia, con todo lo que este había implicado, hasta llegar a Cúcuta, una ciudad que ni siquiera aparecía en los mapas que él había consultado en su país antes de venirse.
“Él nos contó que cuando habló en su iglesia de Brasil de la misión que sentía debía venir a realizar a Colombia, no le creyeron, a pesar de que era un líder fuertísimo. ‘Está loco’, es lo que le repetían una y otra vez”, sostuvo Jaimes.
Al llegar a Cúcuta, la situación del pastor Satirio era difícil, pues venía con su esposa y tres hijos.
Por aquella época, su única fuente de subsistencia eran 100 dólares que le enviaban desde Brasil mensualmente y que el sastre, convertido en pastor, le reclamaba en el Banco de la República.
“En esa época él pasaba muchas necesidades pero no nos contaba”.
Por aquellos días, llegó a su casa un asistente a la iglesia La Alianza que era ingeniero.
Enterado de las necesidades que estaba pasando el pastor Satirio, este propuso que le recogieran una ofrenda y se la entregaran. En total, le fueron dados al predicador brasilero $300 que empleó en la compra de alimentos para su familia.
“Los dos hicimos el primer culto el 5 de mayo de 1975 con la gente que yo tenía reunida en mi casa. Ahí nació todo”.
Con el tiempo y la acogida que tenía entre los fieles la prédica del pastor Satirio, el lugar donde se reunían se empezó a quedar pequeño.
Por esta razón, Satirio tuvo la iniciativa de acercarse hasta donde Asís Abrajim, quien poseía unos terrenos cercanos a la casa donde se reunía el grupo de primeros seguidores de la iglesia que posteriormente pasaría a llamarse Centro Cristiano de las Asambleas de Dios.
Don Asís, sabiendo que Satirio buscaba un terreno para un templo evangélico, se negó a recibirlo.
“El pastor no se desanimó y dijo que había que esperar. Tiempo después volvió y para ese entonces el señor Abrajim estaba muy enfermo. Cuando le dijeron que había vuelto el pastor, dio la orden de que le vendieran el terreno que él quisiera. Vieron un lote por Guaimaral que no lo convenció mucho y finalmente llegaron al de Los Pinos, donde actualmente queda el templo. Inmediatamente supo que había encontrado el lugar donde debía edificar su iglesia”.
Con la construcción del templo, Jaimes se dedicó de tiempo completo a la predicación, recibiendo como misión atender una iglesia en Ciénaga (Magdalena) entre 1980 y 1984.
“Allá prediqué el mismo testimonio que le había escuchado al pastor Satirio cuando llegó de Brasil.
De eso, hoy queda poco. Desde que volvió de Ciénaga, en 1984, las cosas han cambiado.
Al volver a Cúcuta, en 1984, llegué a vivir a San Mateo, detrás de la Policía. Ahí me encomendaron una iglesia en el barrio San Martín, por el sector de Las Chiveras. Después abrí 4 congregaciones más, en La Libertad, San Luis, Prados del Este y Las Margaritas”.
“Ahora las mujeres van como quieren a la iglesia. Van con pantalones cortos, pintadas como papagayos; se sientan en las sillas y se les ve la ropa interior, lo que distrae al hermano que está detrás tratando de escuchar la palabra de Dios”, sostiene Jaimes, quien atribuye esto a que el discurso de los pastores se ha hecho más flexible en la interpretación de la Biblia.
“Todo esto se debe a una falta de enseñanza por parte del pastor Satirio y de los demás”, recalca este cucuteño con cierto dejo de nostalgia por lo que fue el papel de su iglesia hace ya casi 40 años.
Incluso, va más allá, al punto de afirmar que la laxitud en la predicación puede obedecer a otros factores.
“Hay algo sobre lo cual he reflexionado mucho y así se lo he hecho saber a varios pastores, pero ellos ya no me prestan atención. Antes, nosotros salíamos a predicar y nos tiraban piedras, nos gritaban palabras obscenas. Hoy, el mal ha cambiado su método, que le ha dado más resultado: se metió a la iglesia. Y estas nuevas formas de prédica no pueden ser interpretadas como una adaptación de la iglesia a los nuevos tiempos porque la Biblia no ha cambiado”, enfatizó.
De aquél pastor radical que abandonó Brasil hace 39 años, hoy sus antiguos seguidores ven muy poco. Para algunos de ellos, el pastor Satirio va en contravía de lo que predicó hace un tiempo.
“He hablado con personas que vienen acompañándonos en la iglesia desde sus inicios y me dicen “el pastor Satirio predica muy lindo, pero no me puedo olvidar del pasado”. Así ahora vaya más gente al templo, el mensaje no es el mismo”, comentó uno de los primeros fieles que escuchó al pastor Satirio en Guaimaral.
Jaimes, cuyo mensaje sigue siendo el mismo que le escuchó al pastor en 1975, ya no es bienvenido en las iglesias del Centro Cristiano.
“A mí no me dejan predicar en muchas iglesias, ni siquiera me invitan. A pesar de que soy de los fundadores, no me invitan a predicar porque mi mensaje es cortante, es puro conocimiento de la Biblia para las personas sobre lo que se debe y no hacer. Este mensaje ya no lo quieren en la iglesia. Les gusta más el que hay ahora que no les exige nada. El pastor (Satirio) sabe que esto no está bien, pero no hace nada porque sabe que no le daría resultado; con la prédica de ahora tiene más gente, pero, ¿para qué?”, se pregunta, finalmente, con resignación.
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