PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

PORTAL CRONICAS DE CUCUTA: Estandarte cultural de historias, recuerdos y añoranzas cucuteñas…

TERREMOTERO -Reconocimiento, enero 2018-

Apasionantes laberintos con inspiraciones intentan hallar rutas y permiten ubicarnos en medio de inagotables cascadas, son fuentes formadas por sudores de ancestros. Seguimos las huellas, buscamos encontrar cimientos para enarbolar desprevenidos reconocimientos en los tiempos. Siempre el ayer aparece incrustado en profundos sentimientos.

Corría finales del año 2008, Gastón Bermúdez sin advertir y sin proponerlo, inicia por designios del destino la creación del portal CRONICAS DE CUCUTA. Parecen haberse alineado inspiraciones surgidas por nostalgias. Gran cúmulo de vivencias, anécdotas, costumbres y añoranzas, fueron plasmadas en lecturas distintas.

Ya jubilado de la industria petrolera venezolana, recibió mensaje que expresaba una reunión de amigos en Cúcuta. Tenía más de cuatro décadas ya establecido de forma permanente, primero en la ciudad del puente sobre el Lago y después en la cuna del Libertador. Viajó ilusionado, acudió puntual a la cita desde Caracas. Encontró un grupo contemporáneo, conformado por amigos ex-jugadores de baloncesto y ex-alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús.

La tierra cucuteña levantada desde primeras raíces plantadas, siempre acompañó todos los hijos ausentes. Cuando encontramos distantes los afectos, creemos separarnos de recuerdos. Nos llevamos al hombro baúles de abuelos, cargamos con amigos del ayer, empacamos en maleta la infancia y juventud. Muchas veces una fotografía antigua, atrapa y confirma que nunca pudimos alzar vuelo.

Entonces por aquellos días apareció publicado ´La ciudad de antaño´, parido desde generosa pluma con sentido de identidad comprometida, fue el mártir periodista Eustorgio Colmenares Baptista dejando plasmados recuerdos de finales de los 50 y años 60. Sin querer, esas letras fueron presentación inaugural de CRONICAS DE CUCUTA. Los Inolvidables sentires viajaron al modesto grupo de amigos y abrieron compuertas para afianzar arraigos de infancia. Don Eustorgio culmina la crónica con frases retumbando las memorias: “Había muchos menos avances tecnológicos a disposición de la comunidad, pero vivíamos como si nada nos faltara. Nos bastaba con vivir en Cúcuta”.

Sentires intactos, ahora plasman recuerdos en calles transitadas por niños que fuimos. Nuevamente los arraigos hacen despejar las avenidas a los rieles del antiguo ferrocarril. Nos bastaba con vivir en Cúcuta. Asoman madrugadas entre indetenibles remembranzas y añoranzas.

Sin planificar nada, Gastón compartía vía internet las crónicas del Diario La Opinión aparecidas cada ocho días en lecturas dominicales. Sin saber, creció el portal CRONICAS DE CUCUTA. Cada acontecimiento recopilado se convertía en homenaje In Memoriam para hombres y mujeres que dejaron muy alto el Valle de Guasimales. Igualmente, exalta la dignidad con reconocimiento a grandes glorias del ámbito artístico, cívico, periodístico, religioso, deportivo, cultural, social y político.

Oficialmente se convierte en PORTAL WEB el 7 de octubre 2010. En forma admirable acumula ya 1.329 recopilaciones tipo crónicas, casi todas extractadas de periódicos y publicaciones locales, libros populares, escritos nacidos de historiadores, periodistas, inéditos autores y muchos escritores del Norte de Santander. El portal permite hallar el original ADN ancestral y ubica el sentido innato de pertenencia cucuteña. Llegó un día a la vida de todos los internautas, igual como aparecen las buenas nuevas, sin avisar, sigilosamente introduciéndose en las cortezas que somos y las venas que siempre fuimos. Su creador, nunca imaginó un buscador que tocara el alma y menos tallar imborrables despertares en ávidos ojos de lectura.

Aparece ahora como paso determinante para navegar en referencias de Cúcuta. Asegura a nuevas generaciones herramientas para afianzar valores jamás perdidos. La perspectiva futura para ámbitos históricos, culturales, sociales y deportivos, harán necesario considerar el Portal como insigne buscador de consulta e informativo. Importante archivo tecnológico para infantes en colegios y escuelas. Podrá acceder directamente cualquiera a profundos arraigos allí recopilados. Casi imperativo considerarlo como salvaguarda del sentido de identidad y pertenencia.

CRONICAS DE CUCUTA se convirtió en sugestivo repaso de acontecer histórico, recopilado en 19 capítulos o clasificaciones. Portal libre, siempre abierto a todo aquel deseoso por descubrir datos históricos, biografías, nombres de grandes personajes, fechas emblemáticas, sucesos de vida social, cultural, deportiva, religiosa, artística y política. Formidable vía adentrándose en acontecimientos del siglo XVIII hasta nuestros días. Todo expedicionario oriundo se encontrará representado en cada letra, apellido, dato, foto y fecha. Todos volverán a observar las luces de la gran ciudad en medio de rutas por hallar orígenes.

CRONICAS DE CUCUTA no debe tener como destino el olvido, deberá asegurar a nietos de nuestros nietos, inquebrantables lazos surgidos de nostalgias, recuerdos y añoranzas. CRONICAS DE CUCUTA es herramienta tecnológica para demarcar el hilo conductor entre hoy y ayer. Parece luz encontrada en días oscuros, nos abre el entendimiento. Pulsar la tecla nos lleva a destinos con encuentros pasados. Valiosa información contenida en páginas adornadas con sentimientos profundos.

CRONICAS DE CUCUTA garantiza el resurgir de valores originarios que parecían adormecidos por culpa del avasallante mundo moderno. CRONICAS DE CUCUTA llegó para quedarse, igual que mares inundados por recuerdos. CRONICAS DE CUCUTA confirmó la premisa donde las nostalgias se convierten en vehículos para transportar la historia. Una enciclopedia virtual presentada por nuestras gentes con sencillo lenguaje.

Anclados quedarán por siempre nuestros sentires, intactos los arraigos, despiertas las añoranzas y vivas las costumbres intactas. Ahora aseguramos el reguardo de raíces que retoñan desde cenizas del ayer. Dios jamás declaró desértico el Valle Arcilloso, siempre fue bendecido, tampoco declarado deshabitado para la vida del hombre.

Fueron creciendo raíces en medio de cenizas y milagrosamente reverdecieron los gigantescos árboles frondosos. CRONICAS DE CUCUTA reafirma lo que somos. Seguiremos siendo aquello que siempre fuimos, nada cambió, solo algunos pañetes y varios techos distintos.

Todo estará por volver, todo por crecer y todo por llegar. Nunca estaremos solos. Cada generación hará brotar nostalgias por siempre convertidas en historias llenas de arraigos.

Nos bastaba con vivir en Cúcuta…

miércoles, 22 de octubre de 2014

652.- CENTRO CRISTIANO INTERNACIONAL



Portal centrocristianointernacional.org /La Opinión


Soy José Satirio Dos Santos, natural de Brasil y misionero en Colombia desde 1975. Nací el 6 de octubre de 1946 en Maceio estado de Alagoas y fui el primero de nueve hijos de Julio Satirio Dos Santos y Noemí Rocha Dos Santos. Desde muy niño ayudaba a mi padre que era panadero, a repartir el pan.

Cierta mañana mientras tiraba mi carrito me detuve frente a la playa y observando mis pies descalzos y vestimenta pobre, pregunte a Dios si ésta era clase de vida que me esperaba, entonces escuche su respuesta: “Tú serás lo que quieras ser”.

Aquella palabra me animó a soñar con servir en el ministerio. 

Un hecho milagroso acentúo mi anhelo de consagrarme al Señor. Cuando cumplí 13 años nació mi hermana Helena con una parálisis total, yo sufría viéndola en esa condición y sintiendo la angustia de mis padres. Un día tome a la pequeña en mis brazos y le pedí al Señor con todo mi corazón que la sanara. Él me escuchó y el milagro se produjo inmediatamente. 

Cumplidos los 15 años recibí un llamamiento profundo del Señor, me bautice y comencé mi ministerio en la iglesia de las Asambleas de Dios de la localidad. En dos años Dios me permitió fundar cerca de 20 congregaciones y encaminar a unos 750 jóvenes a Cristo. Las plazas se convirtieron en mi púlpito al que acudía solo o acompañado con 2 ó 3 amigos, “¡Tengo un mensaje, necesito que me escuchen!” proclamaba. Paralelamente me preparé en la Escuela de Formación Teológica Cicero Canuto de Lima en Sao Paulo (Brasil), donde obtuve el título en Teología. A los 19 años decidí contraer matrimonio con Nair Andrade, una hermosa joven de la iglesia, quien ha sido mi fiel compañera de ministerio. Fruto de nuestra unión nacieron tres hijos: Sulamita, Eliseo y José Jr. 

En marzo de 1974, un domingo después del culto, llegué a casa, charlé con mi esposa y jugué con los niños y antes de acostarme tomé tiempo para mi oración nocturna. En segundos sentí que había sido arrebatado y llevado a un lugar desconocido. Me encontré en el cruce de una avenida con una calle, y allí vi seis personas inclinadas, ellas levantaron sus rostros y me dijeron:“Bienvenido a Colombia hermano José”  y uno de ellos puso su mano en mi hombro y me dijo:“Quiero mostrarle la ciudad”. Me llevó a un cerro y caminamos por un largo tiempo hasta llegar a una casa, él entró a la sala y una niña nos sirvió café, mantequilla, pan y queso. 

Mi acompañante oró y empezamos a comer ¡Si lo volviera a ver lo reconocería!, ¡Jamás olvidaré su rostro!, yo creo que era un ángel del Señor. De pronto se abrió la pared que tenía frente y quedó al fondo un pergamino con letras grandes y luminosas que decía en Español: “Dios, yo he visto una tierra feliz, Colombia”. Observé asombrado pero no entendía porque no era mi idioma natal; la niña me dijo: “Hermano, ¿entiende?” y me repitió la frase en portugués. 

Al sonido de Colombia me desperté, al mirar el reloj observe que había pasado una hora. De repente noté algo extraño, aún tenía migas de pan y sabor de café  en mi boca, me asuste mucho porque entendí que estaba frente a algo sobrenatural. Entonces el Espíritu Santo me hizo entender que había vivido una experiencia similar a la del evangelista Felipe (Hechos 8:26:39); inmediatamente fui a la biblioteca y conseguí un Atlas para ubicar a COLOMBIA. Pasé cinco meses buscando datos sobre este país y sintiendo como cada día se acrecentaba el amor por él y me desprendía de mi tierra. Concluido este tiempo le comuniqué a mi esposa Nair el llamado que había recibido y ella tomando mi mano me contestó: “José, los niños y yo iremos contigo donde nos mande Dios”. 


En 1975 decidí emprender el viaje para Colombia. Tenía 27 años, una esposa de mi misma edad y 3 hijos. La economía brasileña atravesaba una crisis y el gobierno prohibía la salida de divisas, por ello las iglesias no pudieron ayudarnos. Salimos de todas nuestras posesiones, trace la ruta atravesando la selva e iniciamos la travesía. Fueron días largos, calurosos acompañados del canto de los pájaros, guacamayas y loros; inmensos ceibos, árboles de caucho, volúmenes de madera que oscurecían la luz del día; peligros como serpientes y cocodrilos, viajando en avioneta, destartalados buses y una gran parte a pie. 


Los niños algunas veces reían y otras lloraban, Nair y yo en todo instante orábamos entregando a Dios nuestras pesadas cargas. Las noches las pasábamos en chozas o casas mal construidas, durmiendo en hamacas, en esteras, expuestos a las mil plagas de mosquitos. Fue un tiempo de caminos trillados, de trochas, de ríos caudalosos que atravesábamos en balsas o lanchas pequeñas. En medio de la selva, encontramos pastores y hermanos que nos dieron hospedaje y al final de los cultos colocaban una ofrenda de amor en nuestras manos.

Después de 43 días llegamos a la frontera de Brasil con Colombia. El 31 de marzo tomamos un avión en Leticia hacia Bogotá, donde aterrizamos al despuntar el alba del 1 de abril. Al querer tramitar las visas encontré que el país tenía restricción para religiosos y me negaron la entrada. Una gran agonía se apoderó de mí, le manifesté al Señor mi tristeza pues pensaba que si me había equivocado no podría regresar avergonzado habiendo comprometido el nombre de Dios. Después de mi clamor fui a la cama como a las 12 de la noche y en fracción de segundos, se abrió la puerta; un hombre blanco, alto se dirigió a mí sonriendo, me miró con sus ojos dulces, se sentó a la orilla de la cama y me dijo: “José, no temas porque estoy contigo, descansa y cuando amanezca vete a Cúcuta y allí comienza mi obra”. Entendí que era el Señor Jesucristo.

Después de la visión de aquella noche, mi corazón fue reconfortado y al día siguiente averiguamos donde estaba situada esta ciudad. El 19 de abril de 1975, pisamos tierra cucuteña, nos hospedamos en un hotel y pasados seis días durante los cuales recorrí la ciudad tratando de encontrar una señal del Señor para la obra.

El día sexto de mi llegada, guiado por el Espíritu Santo, encontré la casa que había visitado en visión un año atrás. Poder ver como se materializaba esta visión fue una emoción muy intensa. La casa había estado deshabitada por más de un año, la mano de Dios hizo que las puertas se abrieran y milagrosamente me la alquilaron. El 24 de abril estaba ocupándola, inicie los cultos al aire libre el día 28, y el 5 mayo las personas convertidas en las calles se reunieron en el salón del garaje de la casa, dando así origen a lo que es hoy el Centro Cristiano de las Asambleas de Dios en Cúcuta Colombia.

Los cultos continuaron regularmente y cada día se convertían a Cristo más personas. Al mes inicie el trabajo de abrir congregaciones visitando algunos barrios de la ciudad. En mis horas libres recorría incansablemente las calles llorando, sentía un increíble afán por salvar almas. Fruto de este trabajo muchas personas de diferentes estratos sociales comenzaron a conocer de Jesucristo, y sus vidas cambiadas fueron testimonio a la ciudad de la labor desarrollada por la iglesia. 

Sin embargo, no faltaron los obstáculos. Cúcuta tenía muy arraigada su tradición religiosa, yo era un extraño y cuando se enteraron que era predicador evangélico, el desprecio, las burlas y una lluvia de ataques físicos y verbales cayó sobre mí. También era difícil asimilar la cultura pues ni el idioma conocíamos bien y no teníamos quien nos interpretara. 

Los recursos económicos empezaron a escasear pues cuando llegué, con lo que me quedaba compré una mesa de comedor, una cama, una estufa de kerosen y algunas tablas para hacer las bancas de la iglesia. Las distancias eran largas pero no podía tomar bus porque carecía de dinero. Mi esposa me zurcía las camisas, volteaba los cuellos gastados y colocaba cartones por dentro de mis zapatos rotos. 

Un domingo después del culto, mi esposa nos llamó a la mesa, de pronto los niños comenzaron a llorar; cuando pregunté por qué lo hacían, Nair contestó que la comida estaba sin sal, ni aceite y ellos no soportaban comerla. Fue un momento de terrible prueba, la tensión se apoderó de mí, recordé la promesa de que el Señor es nuestro Pastor y nada nos faltará y comprendí que el pan nuestro de cada día, no era tener comida en exceso, sino comer lo que nos tocaba, sentirnos satisfechos y dar gracias a Dios. En ese momento alguien llamó a la puerta, limpie las lágrimas de mis ojos y salí, era un hermano de la iglesia que me dijo: “Yo estaba almorzando y de pronto sentí la necesidad de traerles esto” y me entregó un papelito doblado con $300, mucho dinero para mí en ese momento. Se me hizo un nudo de alegría en la garganta, le conté a mi esposa y rápidamente fui al mercado a comprar alimentos, este comienzo fue de constante lucha y privaciones, mas la fe, el amor por Jesús y la certeza de estar en su obra, nos confortaba.

Los años han transcurrido y Dios me ha permitido ver su mano obrando de manera prodigiosa.

Primero, los miles de personas y familias que han sido transformadas por el poder del evangelio, luego la adquisición del terreno donde ahora se encuentra la iglesia y la construcción del templo a la par de la fundación de congregaciones en toda la región y varias instituciones que bendicen no sólo a los miembros de la iglesia sino a la comunidad en general. 

DE PASTOR RADICAL A EMPRESARIO DE LA FE

Testimonio



José Satirio dos Santos pasó de vivir de las humildes ofrendas que un reducido grupo de personas le daban en 1975 cuando llegó a Cúcuta, a ser una de las personas más influyentes de la región, con un templo al que asisten más de 20.000 fieles y una serie de negocios que se soportan en la fe de sus seguidores.

El pastor José Satirio dos Santos ha cimentado toda su misión en Cúcuta a partir de una revelación que tuvo en 1974, cuando aún vivía en Brasil, su tierra natal.

Esta revelación, en la que pudo ver con absoluta claridad que Dios lo llamaba a ejercer su ministerio en Colombia, fue tan real, que como él mismo lo afirma una y otra vez, apenas despertó del sueño en el que Dios le habló, en su boca aún quedaban “partículas de pan, queso y sabor a café”.

Sin embargo, hay algo que llama poderosamente la atención en este relato. En dos testimonios ofrecidos por el pastor Satirio, uno a la página web www.avanzapormas.com y otro al Centro Cristiano en un video que aparece colgado en YouTube, la fecha en la que semejante revelación tuvo lugar, no coinciden.

En el video, Satirio aparece diciendo que la revelación tuvo lugar a mediados de enero de 1974. En el relato, escrito en primera persona para la página ‘avanza por más’, esta misma revelación tuvo lugar en marzo.

¿Cómo es posible que el pastor Satirio no recuerde con exactitud la fecha en la que Dios le encomendó la misión que lo trajo a Colombia y lo convirtió en el líder espiritual de más de 20.000 personas que asisten a su iglesia?

Una de las personas que más conoce al pastor es Álvaro Jaimes, un hombre bajo de estatura, cuerpo delgado y hábil al hablar. Sastre de profesión, renunció a su oficio para dedicarse a predicar la palabra de Dios.

Con 83 años, afirma ser pensionado de la iglesia que ayudó a fundar junto a Satirio, por allá en 1975, cuando el hoy líder del Centro Cristiano de las Asambleas de Dios llegó proveniente de Brasil luego de haber sorteado, por 43 días, la espesa selva amazónica.

De boca de este pastor jubilado la historia de Satirio adquiere vida a través de incontables anécdotas de quien lo ha acompañado desde el inicio de su obra en la ciudad. A Jaimes, Satirio le debe el primer grupo de personas que lo escucharon en aquella casa del barrio Guaimaral a donde llegó con su esposa y sus tres hijos.

En Guaimaral, y a escasas cuadras de donde se había instalado Satirio, Jaimes vivía con su familia. En su casa, Jaimes recibía a un grupo de 12 personas que eran acompañadas por el pastor José Ignacio Vicente Díaz, de la iglesia La Alianza.

“Yo había tenido problemas de alcoholismo graves y en esta iglesia había encontrado la cura para mi adicción”, recuerda Jaimes en su casa de Chinácota, adonde se retiró a vivir luego de predicar por más de 30 años.

En 1975, el pastor Satirio, que ya era conocido por la comunidad debido a su condición de extranjero, fue invitado a una reunión en la casa de la familia Rojas, adonde La Alianza se había ido a encontrar aquél día.

“El anfitrión de las reuniones, Francisco Rojas, nos dijo que había llegado un pastor brasilero al barrio. Cuando él dijo eso yo le dije que lo invitáramos a las reuniones para saber ‘qué talla de pastor era’. En ese entonces éramos como 12 personas no más”.

Ese día, Satirio fue a la reunión y les contó toda la historia de su viaje desde Brasil hasta Colombia, con todo lo que este había implicado, hasta llegar a Cúcuta, una ciudad que ni siquiera aparecía en los mapas que él había consultado en su país antes de venirse.

“Él nos contó que cuando habló en su iglesia de Brasil de la misión que sentía debía venir a realizar a Colombia, no le creyeron, a pesar de que era un líder fuertísimo. ‘Está loco’, es lo que le repetían una y otra vez”, sostuvo Jaimes.

Al llegar a Cúcuta, la situación del pastor Satirio era difícil, pues venía con su esposa y tres hijos.

Remesas para la fe

Por aquella época, su única fuente de subsistencia eran 100 dólares que le enviaban desde Brasil mensualmente y que el sastre, convertido en pastor, le reclamaba en el Banco de la República.

“En esa época él pasaba muchas necesidades pero no nos contaba”.

Por aquellos días, llegó a su casa un asistente a la iglesia La Alianza que era ingeniero.

Enterado de las necesidades que estaba pasando el pastor Satirio, este propuso que le recogieran una ofrenda y se la entregaran. En total, le fueron dados al predicador brasilero $300 que empleó en la compra de alimentos para su familia.

“Los dos hicimos el primer culto el 5 de mayo de 1975 con la gente que yo tenía reunida en mi casa. Ahí nació todo”.

Con el tiempo y la acogida que tenía entre los fieles la prédica del pastor Satirio, el lugar donde se reunían se empezó a quedar pequeño.

Por esta razón, Satirio tuvo la iniciativa de acercarse hasta donde Asís Abrajim, quien poseía unos terrenos cercanos a la casa donde se reunía el grupo de primeros seguidores de la iglesia que posteriormente pasaría a llamarse Centro Cristiano de las Asambleas de Dios.

Don Asís, sabiendo que Satirio buscaba un terreno para un templo evangélico, se negó a recibirlo.

“El pastor no se desanimó y dijo que había que esperar. Tiempo después volvió y para ese entonces el señor Abrajim estaba muy enfermo. Cuando le dijeron que había vuelto el pastor, dio la orden de que le vendieran el terreno que él quisiera. Vieron un lote por Guaimaral que no lo convenció mucho y finalmente llegaron al de Los Pinos, donde actualmente queda el templo. Inmediatamente supo que había encontrado el lugar donde debía edificar su iglesia”.

Con la construcción del templo, Jaimes se dedicó de tiempo completo a la predicación, recibiendo como misión atender una iglesia en Ciénaga (Magdalena) entre 1980 y 1984.

“Allá prediqué el mismo testimonio que le había escuchado al pastor Satirio cuando llegó de Brasil.

Era una doctrina muy fuerte. Las mujeres no podían pintarse las uñas, no podían usar aretes ni collares, tampoco podían cortarse el pelo y, mucho menos, usar pantalones. Eran una cantidad de cosas que estaban en la Biblia y que nosotros implementamos en la iglesia.

De eso, hoy queda poco. Desde que volvió de Ciénaga, en 1984, las cosas han cambiado.

Al volver a Cúcuta, en 1984, llegué a vivir a San Mateo, detrás de la Policía. Ahí me encomendaron una iglesia en el barrio San Martín, por el sector de Las Chiveras. Después abrí 4 congregaciones más, en La Libertad, San Luis, Prados del Este y Las Margaritas”.

¿Giro en la prédica?

Desde entonces, la iglesia empezó a cambiar. No solo para Jaimes, sino para muchos de los primeros fieles de la iglesia fundada por Satirio, quienes hoy ven que el testimonio de este último ha cambiado.

“Ahora las mujeres van como quieren a la iglesia. Van con pantalones cortos, pintadas como papagayos; se sientan en las sillas y se les ve la ropa interior, lo que distrae al hermano que está detrás tratando de escuchar la palabra de Dios”, sostiene Jaimes, quien atribuye esto a que el discurso de los pastores se ha  hecho más flexible en la interpretación de la Biblia.

“Todo esto se debe a una falta de enseñanza por parte del pastor Satirio y de los demás”, recalca este cucuteño con cierto dejo de nostalgia por lo que fue el papel de su iglesia hace ya casi 40 años.

Incluso, va más allá, al punto de afirmar que la laxitud en la predicación puede obedecer a otros factores.

“Hay algo sobre lo cual he reflexionado mucho y así se lo he hecho saber a varios pastores, pero ellos ya no me prestan atención. Antes, nosotros salíamos a predicar y nos tiraban piedras, nos gritaban palabras obscenas. Hoy, el mal ha cambiado su método, que le ha dado más resultado: se metió a la iglesia. Y estas nuevas formas de prédica no pueden ser interpretadas como una adaptación de la iglesia a los nuevos tiempos porque la Biblia no ha cambiado”, enfatizó.

De aquél pastor radical que abandonó Brasil hace 39 años, hoy sus antiguos seguidores ven muy poco. Para algunos de ellos, el pastor Satirio va en contravía de lo que predicó hace un tiempo.

“He hablado con personas que vienen acompañándonos en la iglesia desde sus inicios y me dicen “el pastor Satirio predica muy lindo, pero no me puedo olvidar del pasado”. Así ahora vaya más gente al templo, el mensaje no es el mismo”, comentó uno de los primeros fieles que escuchó al pastor Satirio en Guaimaral.

Jaimes, cuyo mensaje sigue siendo el mismo que le escuchó al pastor en 1975, ya no es bienvenido en las iglesias del Centro Cristiano.

“A mí no me dejan predicar en muchas iglesias, ni siquiera me invitan. A pesar de que soy de los fundadores, no me invitan a predicar porque mi mensaje es cortante, es puro conocimiento de la Biblia para las personas sobre lo que se debe y no hacer. Este mensaje ya no lo quieren en la iglesia. Les gusta más el que hay ahora que no les exige nada. El pastor (Satirio) sabe que esto no está bien, pero no hace nada porque sabe que no le daría resultado; con la prédica de ahora tiene más gente, pero, ¿para qué?”, se pregunta, finalmente, con resignación.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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