Pocos años más tarde, don Alfonso Salas, en un gesto quijotesco se dispuso a plantearle a los “grandes” una competencia con su gaseosa Ping Pong, en su planta de la avenida primera entre novena y décima, además de su “kola Popular” que emulaba la ya conocida Kola Favorita que se fabricaba en Pamplona.
Con el crecimiento de la población y de la economía, la industria de las gaseosas se fue desarrollando hasta adquirir las dimensiones que hoy le conocemos; por esta razón me voy a permitir un breve recuento de la evolución presentada por este sector de la producción en Colombia.
Al parecer la introducción de las bebidas dulces a las que se le adicionaba gas por el método de Seltzer o de carbonación, empezó a verse en Colombia por la época de la Guerra de los Mil Días, es decir, a fines de 1800 y comienzos de 1900.
Las primeras bebidas de este tipo eran importadas de Inglaterra. Se recuerda la marca “Jewsbury & Brawn” y se dice que los fundadores de Postobón, Valerio Tobón y Gabriel Posada fueron los primeros quienes se dieron a la tarea de emular el producto.
A partir de entonces, la empresa se fue expandiendo hasta lo que conocemos de ella el día de hoy.
La empresa Kist estaba arraigada en el pensamiento de los cucuteños, que la consideraban como propia, toda vez que solamente circulaba en la ciudad y sus alrededores.
Uno de los primeros ejemplos de propaganda, buscaba crear la imagen de familiaridad con la marca y relacionaba al producto con el significado inglés de “beso”, por lo cual, quienes lo consumían o lo ofrecían, bien sea que se merecían el premio (el beso) por el generoso detalle de brindar con la Kist.
Cuando la empresa se decidió por la introducción del sabor a manzana de su nueva gaseosa, iniciaron una agresiva campaña para posicionarla, no solamente como refresco sino como mezclador; por esa razón, algunos avisos hacen esa referencia e invitan a degustarla acompañada de licores como el ron o los más tradicionales, whisky o brandy.
Como entonces no existían empresas fabricantes de hielo, las que llegarían posteriormente; los tenderos y en general, las cafeterías, bares y restaurantes, debían proveerse de ese, tan necesario producto, en una ciudad de clima tan caliente, con sus propios medios.
Eran muy pocos quienes tenían en sus casa o negocios, los refrigeradores, entonces importados por las casas de comercio alemanas o italianas, como la Casa Ríboli después Tito Abbo, así que una de sus primeras estrategias fue ofrecer enfriadores, que eran entregados en venta y pagados, como reza la misma propaganda, con el producto de la venta del hielo.
El precio de introducción fue de diez centavos la botella que tenía 300 c.c., era retornable y a los mayoristas se expendía en caja de 24 unidades.
Para terminar con esta crónica, es conveniente anotar que la gaseosa Kist no ha desaparecido del mercado, solamente ha migrado a otros países, donde embotelladores han continuado con la tradición.
En Colombia, ninguna de las empresas de refrescos se ha decidido por adquirir la licencia, de manera que quienes añoramos esta bebida seguiremos esperando que algún día tengamos la oportunidad de degustarla nuevamente.
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