En pocas décadas José Urbina logró construir un grupo empresarial que hoy controla el 25 por ciento del negocio del gas en Colombia, especialmente el propano. La historia de este hombre, que siempre ha manejado un bajísimo perfil, es la que los productores de Hollywood siempre buscan para mostrar que, más que dinero, pedigree y herencia, lo que los hombres necesitan para construir sus sueños es inteligencia, astucia y tesón.
El primer paso para construir su grupo de empresas lo dio en 1960, cuando montó en el centro del Cúcuta el Almacén Olímpico, donde vendía electrodomésticos; al igual que cocinas, calentadores, lámparas y hornos a gas; muebles, máquinas de coser y bicicletas. La mayoría de las ventas se hacían a crédito.
En esos años el país comenzaba a experimentar el primer gran auge del gas. Si bien la industria petrolera nacional había arrancado en la década de 1920, el gas propano, uno de los derivados de este producto, sólo era usado en las casas de los empleados norteamericanos.
Lentamente su uso fue impulsado por Ecopetrol, pero vendido a través de un complejo sistema. Esto hacía que el gas escaseara continuamente, a pesar de que al otro lado de la frontera, en Venezuela, había de sobra. No eran tiempos de integración económica.
Para poder viabilizar su negocio de gasodomésticos, José Urbina creó en 1962 Urbigás, una pequeña distribuidora de gas propano que básicamente buscaba atender a los compradores de equipos de su almacén Olímpico. Tres años después, Germán Gavassa, presidente de Gas del Norte, la empresa más grande de Cúcuta, llamó a Urbina y le dijo que la junta directiva había tomado la decisión de vender y que él tenía la primera opción. "Me entusiasmé, me emocioné y me asusté, y les dije: 'Me están mamando gallo', porque no tenía cómo pagarles". Entonces don Germán me dijo: "me la va a pagar como a usted le gusta: se la vamos a cambiar por corotos", es decir, por electrodomésticos, gasodomésticos y muebles.
Fue gracias a ese cambalache que Urbina, sin saber en ese momento, había tomado una decisión que cambiaría su vida, la de meterse de lleno en el complejo mundo del gas. La situación económica de Gas del Norte no era fácil, pero este hombre, de entonces 34 años, lector incansable, especialmente de biografías, se vio obligado a jugarse el todo por el todo. Allí demostró que era un gran administrador, imaginativo y un jugador duro y arriesgado en los negocios.
Como era una época de desabastecimiento, Urbina logró que el gobierno aprobara traer gas de Venezuela. Fue así como la imagen de Gas del Norte y Urbigás recibió el apoyo de la empresa venezolana Tropigas C.A., subsidiaría de la Tropical Oil de Venezuela.
En pocos años Urbina consolidó un liderazgo en el mercado, a pesar de la dura competencia y los problemas de abastecimiento. Como ha sido un hombre de uniones, de trabajar en equipo, en septiembre de 1967 este hombre lideró la consolidación de la primera gran sociedad anónima de Cúcuta y Norte de Santander. Logró convencer a seis de las siete empresas de crear una sola: Nortesantandereana de Gas S. A. (Norgás). Más que dinero, Multigás, Gas Cúcuta, Gas del Norte, Avigás, Copergás y Urbigás aportaron sus cupos de gas asignados por Ecopetrol, sus clientes y sus activos. Esto hizo que Urbina quedara con el control de la empresa.
Tras consolidar el mercado en Cúcuta y Norte de Santander, a comienzos de los 70 Urbina saltó a Bucaramanga. Primero compró una participación en Marchagás y después adquirió Gas de Santander (Gasán), de propiedad de Armando Puyana, y así, repitiendo el mismo esquema, entró a Bogotá (Bogotana de Gas), Cartagena (Cartagás) y Cali (Colgás), entre otros.
Unidos a este crecimiento, Urbina empezó otros negocios. Uno de los más destacados, y que hoy es una importante empresa, es Cinsa S. A., creada en 1973 para producir cilindros de gas. Antes, el acero para su producción era traído desde Japón. En vista de que Venezuela empezó a producir un metal de igual calidad, Urbina decidió meterse en este negocio que hoy, frente a la política que comenzó este gobierno de reemplazar los seis millones de cilindros que hay en el país, está en su mejor momento. Otro negocio que tuvo por más de 10 años fue la distribución de vehículos UAZ, traídos de la Unión Soviética, en pago por la venta de café. Él cree que vendió 15.000 de estos rústicos camperos en el país.
Estas y otras incursiones, como la de construir vivienda de interés social, nunca han desviado a Urbina del gas. Si bien Norgás se había extendido a algunas ciudades y regiones, la puerta de entrada para llegar a buena parte del país le llegó por azar. Durante la campaña presidencial de 1982, Ernesto Samper, quien era el jefe de campaña de Alfonso López Michelsen, estuvo en Cúcuta. Allí, Samper le propuso hacer un mal negocio: comprarle el 17 por ciento que su tío, Arturo Samper, tenía en Colombiana de Gas, una empresa mixta que había sido la pionera de este negocio en el país y que era de mayoría de Ecopetrol, pero que en ese momento andaba en crisis.
A los pocos días Urbina compró las acciones a crédito y en corto tiempo logró elevar su participación al 31 por ciento y pasar, de uno, a dos puestos en la junta directiva. Con esta operación, Urbina tendría la puerta de ingreso, especialmente después del apagón, al negocio del gas natural que se distribuye por gasoductos. Eso sí, sin perder nunca de vista lo que ha sido su vida: el gas propano.
La llegada de Norgás y de Urbina a Colombiana de Gas le dio un renacer a la empresa, que le permitió consolidar algunas de las compañías en la que era socia o crear unas nuevas, como Invercolsa.
Con esa experiencia y el conocimiento en el negocio del gas, unidos a una sólida base empresarial, Norgás y José Urbina lograron convertirse en un jugador importante en la masificación del gas. Durante toda su vida, Urbina ha sido un abanderado de llevar este combustible a los estratos más populares. En los últimos años, Norgás y las empresas en la que tiene participación pusieron más de 800.000 créditos, por una cifra cercana a los 200 millones de dólares, para financiar el acceso de personas de escasos recursos al gas. De hecho, en la actualidad Colombia es uno de los países que mayor cobertura de gas domiciliario tienen en Latinoamérica, lo que significa que millones de colombianos cambiaron el cocinol, el carbón y la leña como fuente energética para cocinar.
Urbina creó un grupo empresarial en la que es dueño de varias empresas o en las que tiene participaciones accionarias. Si se consolidaran todas en una sola, tendría un lugar importante dentro de las 1.000 empresas. Colgás de Occidente, una de sus empresas más importantes, tuvo ingresos brutos por 67.023 millones de pesos el año pasado.
A pesar de manejar hoy el 25 por ciento del negocio del gas propano en Colombia, que mueve unos 950.000 millones de pesos, de generar 1.500 empleos directos y 10.000 indirectos, más de 1.300 puntos y una compleja y extensa red, José Urbina vive una coyuntura compleja, similar a la que debió afrontar al comienzo de su negocio, hace 50 años. La proliferación de empresas y distribuidores, el contrabando del gas de Venezuela y la falta de reglas claras por parte del gobierno están haciendo que el sector gas viva un ambiente inestable.
El gas es el combustible del presente y el futuro del país, pero se requiere que en el propano se consolide un sector de pocas empresas, tal y como ocurre en el gas natural domiciliario, que permitan mejorar la calidad del servicio y su penetración en el campo y en los pueblos más alejados y pobres del país.
A sus 72 años, Urbina sigue pensando en cómo agrupar, tal y como lo hizo hace casi 40 años, las compañías de gas más importantes del país en una sola, para demostrar que los colombianos aún pueden crear y mantener las empresas insignes en su poder.
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