Gerardo Raynaud (La Opinión)
Subsistían aún los temores generados por el terrible sismo del siglo anterior que devastó la ciudad y buena parte de sus alrededores incluyendo las poblaciones limítrofes ubicadas en el territorio del vecino país.
A pesar de que en 1950 el sismo que asoló la región no tuvo la intensidad del anterior, es necesario precisar que no fue la ciudad de Cúcuta la que sufrió los mayores detrimentos, tal vez por la experiencia que se había acumulado durante los años posteriores y que se aplicó a las edificaciones que siguieron a la reconstrucción.
El temblor comenzó a manifestarse a las 9:36 de la mañana del jueves 14 de junio y cuentan las crónicas que “de modo sorpresivo Cúcuta fue sacudida con acentos de tragedia por el violento temblor que puso notas de pavor en todos sus habitantes, quienes inmediatamente se lanzaron a las calles ante el justo temor que se repitiera el terrorífico terremoto que la destruyera hace setenta y cinco años”. Aunque el temblor duró unos pocos segundos sin que se hubiese registrado ninguna tragedia de consideración, en algunas poblaciones del departamento las pérdidas humanas y materiales alcanzaron cifras y contornos verdaderamente macabros e inenarrables, al igual que las poblaciones cercanas a la frontera en la vecina Venezuela.
En la ciudad solamente se registraron dos hechos de escasa gravedad. En el hospital San Juan de Dios, algunos de los enfermos que habían sido operados recientemente, olvidaron sus dolencias y saltando de sus camas salieron corriendo intentando lanzarse a la calle dominados por el miedo de que el edificio se desplomara. La oportuna intervención de enfermeras, hermanitas de la caridad y de algunos médicos, pudo evitar que los enfermos ejecutaran su imprudente y grave propósito.
El segundo incidente se produjo en la recién inaugurada Cárcel Modelo, cuando para huir de las posibles consecuencias del temblor y aprovechando el caos, luego de destruir las puertas del dormitorio comunal, los más de cien presos salieron al patio de deportes intentando saltar las bardas pero allí fueron sorprendidos por varias descargas de fusil que les hicieron los guardianes que en ese momento prestaban su servicio reglamentario, con la creencia de que lo que pretendían era fugarse, lo cual no era del todo errado. En esta refriega dos reclusos alcanzaron a ser heridos, Jorge E. Cortés en la pierna derecha y Candelario Támara en la izquierda, lo que demuestra que los guardias sólo pretendían evitar la fuga.
En los informes que fueron llegando a la Gobernación, se relataba que las poblaciones más implacablemente castigadas por el sismo eran Salazar de las Palmas, Arboledas y Cucutilla, incluidas sus veredas y corregimientos, entre los cuales se hallan, San José de la Montaña, San José de Ávila y el Carmen de Nazareth.
También se conoció que se habían presentado gravísimos daños en los municipios de Pamplona, Pamplonita, Mutiscua, Toledo, Bochalema, Cáchira y el corregimiento de La Donjuana.
Como consecuencia del movimiento telúrico, muchas casas quedaron seria y gravemente averiadas y algunos habitantes, ante el temor de que ocurriera algo grave, abandonaron sus viviendas y levantaron toldas en los potreros aledaños.
En Salazar y sus veredas Quebradahonda, la Bucaramanga y Montecristo, se calcularon más de 25 muertos y alrededor de cien heridos que apenas pudieron ser atendidos en el hospital de Caridad de la cabecera municipal, también se tiene noticias de 28 casas derrumbadas.
En la población de Arboledas, las víctimas fatales fueron 28 y heridos 17, sin contar los damnificados de los tres corregimientos. En Cucutilla, se vinieron al suelo unas 400 casas urbanas y más de mil rurales según los reportes suministrados a las autoridades.
En total, unos trece mil damnificados. Los servicios telefónicos y de telégrafos fueron instalados en carpas en la plaza central y el servicio de salud procedió a una rigurosa y obligatoria vacunación contra la fiebre tifoidea, la tos ferina y la viruela. Se esperaba que llegaran otras vacunas que protegieran a la población contra las enfermedades catarrales y diarreicas tan comunes en estos casos.
Ante emergencias como esta y con el ánimo de tomar acciones directas que protegieran a todos los afectados, la Gobernación del Departamento y la Alcaldía de Cúcuta expidieron los decretos 538 y 149 respectivamente, por medio de los cuales “se lamentan los acontecimientos ocurridos en el departamento y se declara duelo en todo el territorio nortesantandereano”.
En ambos decretos se establece la conformación, en todos los municipios no afectados, de Juntas Pro-damnificados a cuyo cargo correrá la tarea de recolectar fondos y auxilios. Cada una de estas Juntas estaba integrada por el Párroco, el alcalde y tres vecinos designados por estos mismos. En el mismo decreto se establecía que para recolectar fondos en Cúcuta y coordinar la acción de las Juntas Municipales se debía constituir una Junta Departamental Pro-damnificados del Terremoto y que sería conformada por los párrocos Daniel Jordán, Guillermo Santamaría y Manuel Calderón, y por los señores Antonio Copello, Aziz Abrajim y José del Carmen Díaz.
Asimismo, se disponía que la Secretaría de Gobierno y la Dirección de Higiene despachara inmediatamente comisiones de auxilio, drogas, médicos, enfermeras y demás elementos de urgencia que se estimaran necesarios.
El decreto de la alcaldía era análogo al de la gobernación en cuanto a sus finalidades y su Junta quedó conformada por el presbítero Guillermo Santamaría, don Eduardo Sandoval, el doctor Luis F. Figueredo, don José del Carmen Díaz y don Guillermo Arámbula.
Miles de mensajes fueron recibidos y muchas propuestas de ayudas por parte de gremios y otras instituciones, en especial por algunos equipos de futbol dispuestos a realizar partidos de presentación para recaudar fondos.
El detalle anecdótico de la jornada corrió por cuenta de los señores Mario Canal y Eduardo Silva Carradini, cuando fueron detenidos por la Policía Nacional en la localidad de Salazar, pues según noticias del alcalde Puerto, los mencionados sujetos fueron acusados de pertenecer al servicio secreto de espionaje del líder comunista de Corea, Kim Jih Sung. Tuvo que intervenir el gobernador Pabón Núñez para que los soltaran, informándole al alcalde que no eran espías sino miembros de una de las comisiones de auxilio despachada a esa población.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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