"A todo hombre de familia ancestral cucuteña, quienes observaron desde una cancha de baloncesto el transcurrir de abuelos, padres, hijos, nietos, familiares, parentela y amigos entrañables"
No podrá existir un hombre cucuteño sin ancestro certificado, único ADN, requisito haber conocido algún pariente cercano o lejano que haya tocado un balón de baloncesto dentro de una cancha en el barrio, escuela, colegio o selección Norte de Santander.
El baloncesto originó la belleza de nuestras mujeres representadas en abuelas, madres, tías, hijas, primas, sobrinas, novias, cuñadas, amigas y esposas. El baloncesto cucuteño fue sinónimo de familia, matrimonio, hogar, esposa y embarazo.
Mi madre una costeña barranquillera de exquisito ´arroz con coco´ pero hija de padre cucuteño siempre me dijo ante la insistente pregunta:
Hoy, sí hoy, hay sentimientos entrelazados por la pérdida de mi madre y entrañables amigos de mi padre que vuelan al cielo.
Queridos abuelos y abuelas cucuteños y cucuteñas, por favor expliquen a sus nietos varones que habrá exterminio de nuestro ancestro, en caso que el baloncesto desaparezca de nuestro suelo.
Cuando Alfredo Díaz Calderón habla sobre la historia ancestral de Cúcuta, cada dato y cada archivo histórico tiene como raíz fundamental, el baloncesto. No importa si el personaje es de política, industria, comercio o cualquier profesión y/o cualquier otro deporte, siempre, pero siempre el arraigo, el ancestro, las costumbres del personaje, siempre don Alfredo las identifica por sus ancestros dentro del baloncesto cucuteño.
Mis largas conversaciones con mi padre intentando descifrar pistas sobre sus 400 cuadernos donde religiosamente cada día escribe y acumula el Diario de Cúcuta desde hace 60 años; siempre tienen como denominador para identificar cualquier personaje, la misma pregunta:
´El Pollo´ y ´Fosforito´, nos dejan, dejan a mi padre relatando recuerdos, me dejan la herencia de 400 cuadernos escritos, afloro el sentir por esa currambera que dijo:
Hoy también afloran relatos de la familia Dávila, de ellas las madres, abuelas, tías y grandes matronas, todas cucuteñas que con vientres convertidos en balón de baloncesto, dejaron huella.
Y yo pregunto a los cuatro vientos, ¿Y qué diría doña Matilde Dávila si escuchara decir:
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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