David Ararat Mafla (La Opinión 60 Años)
Cerámica Italia es inaugurada el 17 de junio de 1983 pero su historia comienza un par de años antes, como seguro comenzaron las demás industrias de nuestra región buscando oportunidades con los recursos locales, en este caso la arcilla que ya tenía varios casos de éxito y además con mucho renombre no solo en el país sino también en Venezuela, con el famoso tablón Cúcuta.
Creo que fue un acierto usar el reconocimiento que ya se tenía, casi como una denominación de origen, y ahora crear una oferta de mayor valor, pero centrada en algo que ya conocían nuestros futuros mercados como era la arcilla de Cúcuta.
La nueva oferta de valor consiste en tomar ese activo tan difícil de lograr como el reconocimiento del origen de nuestra arcilla y sumar mucha tecnología, la mejor del mundo en ese momento acompañado por compañías italianas para producir revestimientos cerámicos, pero esmaltados.
La tecnología, a pesar de ser fácil de comprar, claro con un esfuerzo financiero importante y muchas veces riesgoso, tiene otras dificultades.
Las competencias que teníamos los cucuteños hace casi 40 años para abrazar este tipo de proyectos de industrialización no eran las mejores porque a pesar de hacer productos de arcilla el manejo de la tecnología implicaría ahora conocimiento de automatismo, reología, termodinámica, diseño, capacidades de laboratorio y de diagnóstico de patologías cerámicas.
Ese ha sido realmente el crecimiento de nuestra región en lo que a nuestra historia se refiere, pues la capacidad de nuestra gente para abordar todos estos temas tecnológicos ha crecido.
Eso realmente no se muestra en ninguna estadística macroeconómica de la región, pero créanme que los tenemos y ese es realmente el gran capital que hemos desarrollado en estos últimos 40 años y en el cual necesitamos seguir invirtiendo.
Las eficiencias en producción no solo se logran con tecnología, se logran con conocimiento que nos permita mejorar y evolucionar la tecnología que usamos.
Hace 40 años sabíamos que teníamos una buena materia prima, nuestra arcilla, pero no la conocíamos mucho. El desarrollo de este conocimiento ha sido fundamental para mantener nuestra competitividad. En esto nos ha acompañado la Universidad Francisco de Paula Santander (UFPS) desde el principio, desarrollando competencia de laboratorio que no son válidas solo para una empresa sino para toda una región con la creación del Centro de Investigación de Materiales Cerámicos (Cimac).
Este centro cerámico hoy nos ha permitido conocer mucho más nuestra arcilla, para desarrollar proceso y productos más eficientes. No es posible recorrer el camino solos. Y solos quiero decir ni para las empresas ni para las universidades. El papel de formación de las universidades, creo que ya está totalmente desvirtuado como función principal.
Hace algunos años, por iniciativa de la Universidad Libre, se constituyó el Comité Universidad Empresa Estado, conocido como CUEE, con el objetivo de articular los esfuerzos del sector empresarial, las universidades y el Estado.
Esto fue otro paso histórico en nuestra región, por primera vez teníamos un punto de encuentro para dar notoriedad a nuestras capacidades y que se encontraran con nuestras necesidades empresariales, con periodicidad mensual y de libre acceso a todo el público.
Históricamente nuestra región ha limitado mucho sus capacidades industriales por sus bajos niveles de conectividad y su poco confiable suministro de energía térmica, temas que si bien han mejorado, todavía está distante de ser equitativos con otras regiones de país.
Esta situación no puede ser excusa para quedarnos quietos y efectivamente no lo fue para un tejido empresarial que se ha sabido acomodar a eventos tan grandes como el cierre de nuestras actividades comerciales hacia Venezuela.
Como en todas las batallas hay bajas, las empresas pueden ir y venir, pero las competencias de nuestros colaboradores quedan y hay que utilizarlas para resurgir como sociedad. Creo que producto de este entendimiento y después de la crisis inicial del comercio binacional se crea el capítulo de la ANDI en Norte de Santander que debe tener esa labor de buscar la equidad para nuestra región, equidad que nos permita competir en igualdad de condiciones y avanzar como el resto del país.
Todos estos cambios de los últimos 40 años están enmarcados en una revolución industrial del siglo pasado que llegó a su fin. Ahora tenemos que prepararnos para la cuarta revolución industrial y la cual la debemos acoger con mucho optimismo porque creo que es una oportunidad para lograr la equidad necesaria para todas las sociedades.
Creo eso, porque esta revolución industrial no está basada en el capital y no está basada en la tierra, está basada en el conocimiento y en la información. Con esto no solo me refiero a compañías de tecnología, sino a nivel general.
El mercadeo de nuestras industrias históricamente basado en publicidad está siendo reemplazado por un mercadeo basado en información, si yo tengo un alto conocimiento de mis clientes o posibles clientes y puedo hacer ofertas de valor muy personalizadas, no tiene sentido hacer publicidad masiva. Aquí es donde viene el concepto por el cual creo yo que esta cuarta revolución nos da más oportunidades.
Muy probablemente nosotros no tenemos la capacidad de la empresa más grande del mundo en producción de cerámica, ni tendremos los recursos de la misma magnitud de la empresa más grande del mundo para hacer publicidad tradicional y llegar a más clientes, pero me pregunto que me impide tener la base de datos más completa del mundo que me permita entender qué necesitan mis clientes, que me deje ver cuál puede ser la oferta de valor que necesitan.
Creo que la brecha con la compañía más grande del mundo y una compañía en Cúcuta es mucho menor, a pesar de todo nuestro entorno.
Esta cuarta revolución también necesita inversión en tecnología y competencias nuevas, pero creo que está más cerca de alcanzar la equidad que una basada en capital o en tierras.
Esta revolución no se limita a temas de mercadeo, ventas o distribución, sino que está permeando todas las estructuras de la cadena productiva y ahí es donde debemos adaptar las competencias de nuestros colaboradores, y adaptar las culturas de nuestras empresas.
Realmente lo que nos va dejar competir no es solo productos diferenciados sino culturas empresariales diferenciadas, donde la innovación no debe estar en cabeza de un gerente o en cabeza de un emprendedor, debe estar inmersa en la totalidad de los colaboradores de la organización. Los productos se pueden copiar, la cultura de una organización difícilmente.
Muchos cambios, muchos cambios, cada vez
que esto pasa en la historia cambian los jugadores; la pandemia de la COVID-19 solo los aceleró a velocidades
casi fantásticas, eran los mismos que ya venían en camino. De la calculadora al
Excel y ahora al DAX. Es una gran oportunidad para nuestras juventudes, se
puede construir un mejor porvenir para los próximos 60 años.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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