Ramsés Díaz León, corresponsal La Opinión en San Cristóbal
El antiguo puente ´Simón Bolívar´ que une a Villa del Rosario con San Antonio del Táchira.
Muchos de ellos se venían solos y les mandaban dinero a sus familias, hasta que lograban radicarlas en el país.
Porque además, la seguridad social era evidente. Salud, educación gratuita y facilidad para conseguir techo eran alicientes más que suficientes.
Del otro lado del río Táchira la situación, para la época, 1960, era de dificultades. Colombia, en general, afrontaba una dura crisis económica y los gobiernos debieron aplicar medidas drásticas para tratar de sacarla del estado de pobreza en que se encontraba.
El presidente Carlos Lleras Restrepo, uno de los grandes estadistas que gobernaron el país, debió aplicar restricciones severas para evitar las importaciones, debido a las precarias existencias de divisas internacionales.
La migración
La migración de colombianos a Venezuela, que era de vieja data, se acrecentó a raíz de los sucesos del 9 de abril de 1948 en Bogotá. Y ese grupo numeroso de colombianos que emigró se fue extendiendo dada la bonanza que existía en su nueva residencia.
Los colombianos que estuvieron al tanto de los éxitos de familiares y amigos fueron desplazándose a Venezuela en donde encontraban trabajo y buenas condiciones de vida. Para los años 60 la paridad cambiaria empezó a inclinarse a favor de los venezolanos y fue entonces cuando se produjo el llamado “asilo económico”.
Colombianos residentes en Venezuela y nativos de la patria de Bolívar, especialmente los ubicados en la frontera, tenían en Cúcuta la oportunidad de un mercado con excelentes productos y precios bastante favorables.
Indocumentados
Cuando se podía obtener la documentación legal sin mayores contratiempos, previa comprobación de los medios lícitos de vida, no había exigencias perentorias sobre los documentos y las personas se transportaban de un país a otro sin visas ni permisos. Más bien el temor que sentían los viajeros que se desplazaban del Táchira a Cúcuta, a hacer sus compras, era perder las mercancías que se habían adquirido, especialmente ropa y zapatos.
Los llamados “carritos por puesto” en los que se desplazaban los viajeros sabían en dónde tenían que detenerse, cerca de lo que hoy es La Parada, para cambiar sus ropas nuevas por las viejas, y así tratar de evadir el decomiso por parte de la Guardia Nacional. Era hasta divertido ver a niños y adultos ponerse varias prendas, una arriba de la otra. Las damas tenían más facilidades para camuflar el exceso.
Los guardias lo sabían pero se hacían los de la ‘vista gorda’.
Las zonas verdes
Siempre se presentó el contrabando entre los dos países. El café en grano se llevó a Venezuela en forma cuantiosa, para que se pudiera cumplir con la cuota internacional. De Colombia se traían comestibles y textiles que en Venezuela escaseaban y se llevaba harina de trigo y electrodomésticos que a Venezuela llegaban importados.
En el comercio formal, que en el 2009 alcanzó la mayor cifra (más de siete mil millones de dólares), las exportaciones venezolanas que representaron mayores ingresos fueron las derivadas del petróleo, acero y vehículos, mientras que de Colombia fueron los productos alimenticios y manufacturados.
El cierre del intercambio ha sido letal para las dos partes, pero quizás Venezuela ha necesitado más de los productos que se traían de Colombia. Las medidas venezolanas llevaron a la expropiación de algunas empresas con capital colombiano como Almacenes Éxito, Cada y el Central Azucarero de Ureña.
El viernes negro
Venezuela tenía una moneda fuerte que se cotizaba en las bolsas de Nueva York y Europa. Los venezolanos y los residentes viajaban con frecuencia al exterior y estaban acostumbrados a comprar, incluso, innecesariamente. No importaba mucho el valor del barril de petróleo, pues el dólar seguía comprándose a 4 bolívares con 30 centavos. No había límites ni restricciones de ninguna especie. La libre conversión de la moneda constituía un privilegio.
La inflación no se conocía en el país y ésta sólo llegó cuando el presidente Carlos Andrés Pérez llevó de 100 a 200 dólares el salario mínimo.
En febrero de 1983, el presidente Luis Herrera se vio precisado a decretar una devaluación que en principio no pareció tan fuerte, pero que en el intercambio con Colombia se iba a convertir en el gran desequilibrio. En ese mes antes del “viernes negro” se llegaron a dar más de 16 pesos por un bolívar, lo que permitía que la afluencia de compradores a Cúcuta fuera hasta compulsiva.
Fue el comienzo de una constante devaluación de la moneda venezolana, al extremo que, si antes se daban 16 pesos por un bolívar, hoy, 27 años después, es necesario dar cuatro bolívares por un peso. Es bueno recordar aquí que desde el año 2006 hasta el 2008, las famosas tarjetas Cadivi (Comisión Administradora de Divisas) permitieron volver a comprar barato en Cúcuta a los venezolanos.
El péndulo
La vida es como el péndulo de un reloj, nos decía un profesor de filosofía. Y en la situación de la frontera colombo venezolana encontramos la explicación práctica de la sentencia. Hoy la mano de obra calificada ya no se desplaza a Venezuela, sino que por el contrario, la que puede se regresa, porque no es negocio ganar bolívares.
Antes llegaban artesanos de todas las especialidades quienes sabían que iban a obtener un buen ingreso como pago de sus servicios. En el sector del agro los recolectores de café, labriegos, cuidadores de fincas, arrieros y ordeñadores se contaban por miles. Casi todos se devolvieron a su país de origen, Colombia. Muchos de ellos que obtuvieron sus ahorros adquirieron en sus lugares de origen parcelas para seguir en el campo disfrutando de una mejor vida.
Antes, en cualquier hogar de clase media tachirense, se encontraba una doméstica colombiana. Hoy es un verdadero lujo tener una servidora de estas porque en el más alto porcentaje se regresaron a su país.
En sentido inverso
Ahora bien, muchos jóvenes profesionales venezolanos, principalmente especialistas en minas, ante el éxodo producido por el cambio de vida, escogieron como destino Colombia, en donde hoy, por cierto, cumplen con una tarea de mejoramiento en la producción de los pozos de petróleo.
Claro que buena culpa de esta situación obedece a los cerca de 22 mil trabajadores que fueron despedidos de la empresa estatal Petróleos de Venezuela SA, PDVSA, luego de una huelga nacional en diciembre de 2002.
Ahora, son los venezolanos quienes se ven en la necesidad de ganar en dólares y enviar apoyo económico a sus familias, para subsistir en un país en donde el ingreso es muy bajo debido al deterioro del bolívar, el que por cierto fue modificado en su estructura al eliminársele tres ceros. Un bolívar de hoy equivale a mil bolívares de los anteriores.
No han visto a Dios
Si bien es cierto que Colombia y Venezuela estarán unidas por siempre, el Táchira y Norte de Santander son dos hermanos siameses: se necesitan para vivir el uno del otro.
La actividad comercial entre las dos regiones ha sido tal, que incluso se dice que es la frontera más viva o “más caliente” de América Latina. Y es que, realmente, nos necesitamos recíprocamente. Comida, vestido, calzado y servicios en general son, del lado tachirense, esenciales para su subsistencia y, para el Norte de Santander, resulta fundamental que los tachirenses los adquieran en Colombia.
Cuando el gobierno venezolano congeló las relaciones comerciales con Colombia, por desavenencias entre los dos presidentes, la frontera se deprimió. Escasearon los productos colombianos del lado venezolano y éstos ya no quisieron ir a comprarlos a territorio colombiano.
Creció el desempleo en el eje fronterizo de San Antonio y Ureña y muchos establecimientos comerciales, así como empresas industriales, cerraron o disminuyeron drásticamente su producción. Se hicieron grandes esfuerzos en territorio venezolano para tratar de convencer al gobierno de lo nefasto de la medida, pero otros intereses se impusieron a los clamores por la devolución de su verdadera identidad.
Esta zona ha sido siempre una moneda con dos caras. Los compradores venezolanos hacen lo imposible por comprar al otro lado de la frontera y no siempre es por las bondades que deja el cambio. Una de las razones fundamentales para esto es la calidad de la producción colombiana, reflejada desde los insumos para el agro, hasta la construcción de la más compleja pieza de repuesto para todo tipo de maquinarias. Hace un tiempo y, para tratar de significar la capacidad de los colombianos a la hora de producir, un joven ingeniero venezolano, a quien le hicieron una pieza para salvar un motor dijo: “los colombianos no han clonado a Dios porque no lo han visto”.
Compre venezolano
Recién apareció el Diario La Nación en el periodismo venezolano (1969) su Editor José Rafael Cortés, con el sano nacionalismo de lograr que los venezolanos compraran en San Cristóbal, adelantó una campaña en la que alertaba a sus lectores de los peligros de bajar a Cúcuta.
Fue tal la intensidad de la campaña que un grupo de colombianos notables, entre los que se destacaban empresarios, comerciantes, industriales y profesionales constituyó una asociación que se denominó “Comité Permanente de la Colonia Colombiana”, la cual instituyó una condecoración para imponer cada 20 de julio.
La distinción se dividió en dos: “Venezolano excelso amigo de Colombia” y “Colombiano que hace honor a su Patria”. Esta última en su primera entrega fue otorgada a Don Arquímedes Cortés, padre de José Rafael, un colombiano llegado al Táchira en la segunda década del siglo XX y que procedía de su nativa Pamplona.
La estrategia dio el resultado esperado y la campaña se acabó. Don Arquímedes fue un hombre muy apreciado en la sociedad tachirense y, como dato especial, nunca se naturalizó venezolano.
Un constante ir y venir
El tránsito entre San Cristóbal y Cúcuta, entre Norte de Santander y el estado Táchira ha sido permanente. Los tachirenses, así como venezolanos de otras regiones han ido siempre a recibir educación en Cúcuta, Pamplona y otras localidades del departamento y más allá de él.
Una de las tragedias que más conmovió a los cucuteños en el año de 1967 fue el accidente que sufrió un bus escolar que cayó de un pequeño puente en la carretera Cúcuta - Pamplona. Murió un grupo numeroso de niñas que estudiaban internas en Bochalema. La mayoría eran de nacionalidad venezolana.
Venezolanos con suficientes recursos económicos iban a Cúcuta al odontólogo y a otras especialidades médicas. Y de Cúcuta venía gente de limitados recursos en busca de atención médica a hospitales tachirenses donde se la suministraban gratuitamente.
Afluencia de compradores
Dijimos antes que en el tiempo de las “vacas gordas”, los venezolanos acudían masivamente a comprar bienes y servicios a Colombia. Hoy, la diferencia cambiaria ha establecido que las compras masivas las realicen los colombianos en el Táchira.
Con un bolívar tan barato, es negocio desplazarse a Venezuela por productos alimenticios, medicinas, electrodomésticos y otros bienes. Hubo un momento en que los cucuteños venían en grandes caravanas o en viajes chárter sólo para comprar, pasear y comer en restaurantes.
La afluencia bajó un poco cuando se dijo que había un “contrabando de extracción”, ya que se llevaban comestibles que estaban subsidiados por el gobierno venezolano. En no pocas ocasiones los anaqueles de los supermercados de San Cristóbal estaban desocupados, pero los sitios en donde se expenden productos de contrabando en Cúcuta, mantenían una elevada existencia
La gasolina
El alza petrolera estableció un nuevo mercado de contrabando y éste muy explosivo: la gasolina. En la frontera del lado colombiano apareció el gremio de los “pimpineros” que expenden el combustible, muy por debajo de los precios que tiene el mercado colombiano. Este contrabando ha ocasionado graves inconvenientes a los usuarios del Táchira que han visto mermada la entrega de gasolina por parte de PDVSA pero que sigue llenando las pimpinas de los comerciantes informales del producto. Todo el mundo sabe cómo pasa el contrabando hacia Colombia, pero nadie se atreve a hablar.
El mercado del combustible está tan arraigado, que cuando se extreman las medidas para evitar el paso que sigue siendo ilícito, el gobierno colombiano se ve precisado a fijar tarifas menores que en el resto del país para los dueños de automotores de Norte de Santander. Además, los ‘pimpineros’ que tienen el oficio como su sustento de vida han pedido la reubicación. Es, en definitiva, un problema social.
Intercambios
Los intercambios culturales y deportivos son permanentes en la frontera de los dos países. Ha habido gran influencia de Colombia en el quehacer de eventos y espectáculos. La Feria de San Sebastián es copia al carbón de la Feria de Cali. La Vuelta al Táchira nació como réplica de la Vuelta a Colombia. De hecho, los primeros ídolos en ese deporte en el Táchira fueron los colombianos Martín Emilio “Cochise” Rodríguez, Álvaro Pachón Morales y Miguel Samacá, entre otros.
La música ha tenido una penetración tal que el vallenato copó los gustos populares y desplazó a aires venezolanos o de otros países latinoamericanos. Con frecuencia los principales cantautores de este género llenan los sitios en donde son presentados.
Férrea amistad
Colombia y Venezuela han mantenido una gran amistad, con pequeños altibajos, a lo largo de la historia. Siempre ha existido el respeto y el afecto. Los presidentes colombianos, en su momento, visitaron a San Cristóbal y el Táchira. Alberto Lleras Camargo, Guillermo León valencia, Carlos Lleras Restrepo, Belisario Betancur Cuartas y César Gaviria Trujillo, estuvieron en San Cristóbal.
Hoy las relaciones han descendido al mínimo nivel, después que el Mandatario venezolano las congelara, lo que vino a convertirse en un bloqueo al fluido comercio, que creció hasta mediados de 2009.
Pero un día, ojalá más temprano que tarde, volverán a ser tan dinámicas como antes. Todo lo que hoy se vive en la frontera forma parte de los vaivenes que da la vida que son un ir y venir, como el péndulo del reloj.
Corolario
En los últimos cincuenta años, los cambios han sido drásticos y notorios, pero todos fundamentados en la parte económica.
Hechos Históricos
· Inauguración, por parte de los presidentes Alberto Lleras Camargo y Rómulo Betancourt, del puente Simón Bolívar sobre el río Táchira 24 de febrero de 1962
· Banquete en honor del presidente Guillermo León Valencia por el Presidente Betancourt en el hotel Tamá. Firman Acta de San Cristóbal 7 de agosto del 63.Varios acuerdos de cooperación
· Presencia del Ministro de Obras Públicas de Colombia, Virgilio Barco, en la inauguración del Viaducto de San Cristóbal 11 de octubre del 60
· Asistencia del Canciller colombiano Julio César Turbay al cuatricentenario de San Cristóbal 8 de abril del 61. Con el presidente Betancourt caminó más de un kilómetro desde la plaza Bolívar hasta la Redoma del Educador
· Los presidentes Carlos Lleras Restrepo y Raúl Leoni, se reúnen para la inauguración del Puente en El Amparo el 20 de septiembre del 67. Dentro de los acuerdos de cooperación que se firman hay uno que se relaciona con la defensa que deben asumir los dos países frente a la amenaza comunista de Cuba
· Inauguración del parque de la Confraternidad Colombo-venezolana por los presidentes Belisario Betancur y Luis Herrera 7 de julio del 83
· Los presidentes Betancur y Herrera inauguran el Museo de Arte Vial de San Antonio del Táchira y sostienen una reunión en el hotel Aguas Calientes 21 de enero 84
· Los presidentes César Gaviria y Carlos Andrés Pérez realizan la Cumbre en el hotel Tamá el 6 de agosto de 1991
· El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Felipe Herrera, preside una reunión colombo venezolana en el que los dos países firman un acuerdo de integración
La visita del presidente Rafael Caldera a Colombia se produce entre el 5 y el 8 de agosto, cuando el mandatario venezolano viaja a la conmemoración de la Batalla de Boyacá 7 de julio del 69
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
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