La respuesta es simple y contundente, vamos de mal a peor, y para comprobar este juicio, de muchos ciudadanos y mío, basta echar una ojeada a nuestros ríos en tiempos de verano y simplemente leer y comparar las mediciones realizadas por el IDEAM en las estaciones La Donjuana para el río Pamplonita y San Javier para el río Zulia, en los últimos cuarenta años. Vamos de mal a peor porque el tiempo ha pasado y pasa, y nada concreto y efectivo se ha hecho – solo estudios - para al menos conservar el “agua ecológica” de estas corrientes, a pesar de que las alarmas están encendidas desde el 13 de marzo de 1961, en el caso del río Pamplonita, cuando en un verano prolongado el ingeniero Damián Luna realizó un aforo, 2 km arriba de la bocatoma del acueducto de Cúcuta, midiendo 1800 litros por segundo.
Desde hace más de 40 años, las condiciones de las cuencas hidrográficas de nuestros ríos y del clima regional vienen cambiando en forma sustancial. Ahora los tiempos de verano son mucho más largos que los de invierno. Con el Fenómeno del Pacífico o “Niño” de 1998 el río Pamplonita registró el nivel más bajo de su historia, a la altura de la bocatoma, 1326 l/s. Y repito, entre los acueductos de Cúcuta, Los Patios y algunos particulares de esa ciudad, se le extrae en la actualidad, 2000 litros por segundo.
En un taller de planificación participativa que se realizó en esta ciudad por iniciativa de la Corporación Amigos del Río que dirige Sergio Montañés, los días 18 y 19 de noviembre de 2002, con diferentes actores institucionales y sociales de la región, se encontró que la variable súper crítica de la cuenca del río Pamplonita era la disminución de caudal y no la deforestación.
¿Qué nos muestra el análisis matemático de los registros de caudales medios y mínimos en los río Táchira, Pamplonita y Zulia a través del tiempo? Sencillamente que la probabilidad de que de los caudales medio y mínimo bajen en los años por venir, es más alta, en otras palabras, serán más críticos los caudales mínimos de los ríos cada año que pasa.
Así observamos atónitos y paralizados, cómo se deteriora y acelera el proceso de desertización de las cuencas de nuestros ríos con la deforestación y cambio en la vocación del suelo; cómo el clima es más cálido por efecto del calentamiento global, cómo se afecta la biodiversidad y cómo está afectada la producción alimentaria; como se nos mueren los ríos (ecosistemas) en nuestra propias “narices”.
La verdad es que poco nos acordamos de los ríos Pamplonita, Zulia y Táchira, a pesar de que todos los días subimos y bajamos al lado de sus lechos moribundos. Nos acordamos de ellos tal cual día: cuando abundan, cuando se desborda arrastrando consigo vidas humanas y cultivos, cuando están muy secos, cuando les cae petróleo, cuando se ahoga alguien, cuando cae a sus cauces algún carro tanque con sustancias químicas.
Nos acordamos de los ríos porque escasea el agua en el distrito de riego del Zulia, en los cultivos del valle del Pamplonita y Táchira, porque las empresas de acueducto de Villa del Rosario, Los Patios y Cúcuta racionan el agua para sus usuarios.
Y nos acordamos de los ríos que nos dan sus aguas para el sustento humano y la producción de alimentos, porque aparecen otra vez S.O.S. en los medios de comunicación social, despertándonos de la rutina de la noticias de la politiquería, el narcotráfico, los grupos armados ilegales, el secuestro, el sicariato, las masacres, menos de los problemas del diario vivir que se volvieron normales como la indigencia, la pobreza, el desempleo, el analfabetismo, la inseguridad en las calles y los barrios, bomberos sin equipos, escuelas sin maestros y sin alumnos, los NN que aparecen tirados en cualquier parte, la muerte de niños y adultos por hambre y sed …
Y nos acordamos porque los ríos huelen a feo, a cloaca, y otra vez hay mortandad de peces por falta de oxigeno disuelto y volvemos a ver bandadas de chulos disfrutando su banquete. La ciudad no puede olvidar el último grito de silencio del río Pamplonita, al borde de la muerte, entre octubre de 2002 y marzo de 2003, cuando perdió completamente su caudal y por debajo de los Puentes San Rafael, Elías M Soto, San Luís y García Herreros, solo bajaban las aguas negras de Los Patios y conexiones erradas de Cúcuta, donde vimos juntarse las hermosas garzas blancas y los buitres para comer peces muertos.
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