La constitución del Club se concretó en tres asambleas, reunidas en las oficinas de Cristóbal Rodríguez en la antigua sede de la Cervecería Santander, en la calle 14 entre avenidas quinta y sexta; 25 personas nombraron una junta provisional con el anfitrión de presidente y don José Saieh como vicepresidente; Don Luis A. Contreras fue elegido vocal principal. Durante los próximos días estuvieron reuniéndose para acordar la elaboración de los estatutos, la comisión compuesta por Luis A. Contreras, Luis Eduardo Ramírez, Pedro L. Durán e Hipólito Aguilar; ese mismo día se aprobó la recolección de una cuota voluntaria entre los asistentes para sufragar los gastos de constitución y se recolectaron $173 y a las 8:50 p.m. de ese 3 de agosto de 1940 quedó oficialmente constituido el Club de Cazadores de Cúcuta.
Junto con sus cuñados y primos, igualmente aficionados al deporte de la caza, los hermanos Jaimes Hernández, Alfonso, Luis Francisco y José María (Chepe) conformaron el grupo que impulsó la consolidación del Club; de hecho, el primer baile oficial celebrado por el naciente club, el 27 de septiembre de 1940, se llevó a cabo en los entonces lujosos salones de la casa de habitación de don Luis A. Contreras, recién inaugurada, en uno de los nuevos barrios que se abrían al sur de la ciudad, contigua a la vía del tren-tranvía y relativamente cerca de la estación Sur del Ferrocarril de Cúcuta y que se le había asignado el nombre de Barrio Blanco por el color característicos de las nuevas construcciones.
Las reuniones venían cumpliéndose en las oficinas del presidente que a su vez era representante de la Chevrolet en la ciudad y a quien el Club le había comprado una camioneta que utilizaban los socios en sus desplazamientos de cacería y en la cual, no sólo se trasportaban las personas sino sus infaltables compañeros, los perros rastreadores.
Los canes tuvieron un lugar preponderante en las etapas iniciales del Club, eran el alma de la cacería y compañeros inseparables de los cazadores, al punto que su compañía resultaba más importante que las personas; incluso en los primeros años no se elegían reina, princesa o señora club sino mascota club, distinción que recayó en un perro gozque de fino olfato que llevaba por nombre “Nacional” y que se había destacado en las largas jornadas como el más habilidoso y eficaz detector de venados de la comarca. Baste decir que a su muerte, siendo presidente don Luis A. Contreras en 1943, el día del entierro narró a sus colegas a manera de epitafio la siguiente reflexión, registrada en las actas de la época, “fue para nosotros tristísimo tener que enterrar a la mascota del Club, perro que nos hizo pasar ratos inolvidables por su nobleza y maestría en la cacería”.
Trasladado don Cristóbal Rodríguez a la ciudad de Barranquilla, de donde era oriundo, las asambleas dejaron de reunirse en su oficina, razón por la cual tuvieron que trasladarse a los salones de la biblioteca departamental que entonces estaba situada en la calle 10 entre avenidas 7 y 8.
Hasta entonces, el club no tenía sede propia, como dijimos, las asambleas se reunían en la Biblioteca y los eventos sociales, léase bailes, en la casa de Luis A. Contreras, sin embargo, los anteriores presidentes se habían dado a la tarea de conseguir un lote de terreno para la construcción de la sede, sin llegar a una negociación posible.
En 1944 bajo la presidencia de Rafael Moreno y en compañía de Luis A. Contreras sirvieron de garantes de un préstamo bancario para la compra del primer lote. Aunque en el lote en mención no se estableció la sede social sirvió para permutar otro a la Fundación Virgilio Barco, contigua a sus instalaciones, sobre la avenida Grancolombia que en ese entonces no era más que la vía a la frontera o carretera antigua a San Antonio, no existía todavía la Diagonal Santander. Solamente en la presidencia de José María Ramírez Parada se inició y concluyó la construcción física de la sede, lo que hoy es la casona y la piscina. Inaugurada la sede social, el Club de Cazadores se convirtió en el eje de las más importantes reuniones y celebraciones locales, las cuales prometo contarles en próximas crónicas.
Fue así como se hizo realidad “una tradición social y deportiva que hacía parte de la ciudad”. De inmediato se nombró una junta directiva provisional presidida por Cristóbal Rodríguez; José Saich, como vicepresidente; Hugo Marcucci fue encargado de la tesorería y los vocales: Luis Contreras, Miguel Peña, Hipólito Aguilar y Mariano Estévez.
La administradora del Club de Cazadores es Erika Ramírez, quien no quiso dejar pasar inadvertida esta histórica fecha que se celebró todo el resto de mes de manera virtual.
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