Tal vez, lo que nos produce mayores nostalgias son aquellos bienes, productos o marcas que alguna vez utilizamos, consumimos o disfrutamos, bien fuera que nos gustaran o por el contrario, las recordamos con desagrado, pues nos producían repulsión o disgustos por el solo hecho de mencionarlos. Claro que algunos de éstos han logrado subsistir hasta nuestros días, con las mejoras y las adaptaciones que la tecnología ha logrado introducir en ellos para felicidad de sus consumidores y usuarios.
Era de rigor y constituía un ritual, casi religioso, las purgas periódicas que debían realizarse en nuestras jóvenes humanidades para garantizar una vida sana y una vejez exenta de achaques y para ello nada mejor que un frasco de CITROMEL, tomado en ayunas después de una noche a punta de líquidos fueran éstos calientes o fríos, daba igual, pues de lo que se trataba era que limpiara el organismo “por dentro”. Cuando no se conseguía el dichoso purgante, el farmaceuta recomendaba LIMOLAC o en su defecto el VERMÍFUGO NACIONAL que era una especie de genérico como los que se expenden hoy, gracias a la reforma de la salud. Para aquellos casos extremos recordamos que “para el niño flaco y barrigón, dele PIPELÓN”. Y si la cosa no funcionaba con estos, pues a veces sucedía, las pastillas RUJAN y en el peor de los casos, ya como último remedio, quedaba el insustituible Aceite de Ricino y ahí sí, pare de contar. El proceso de salubridad juvenil continuaba con las dosis de fortalecimiento que le seguía a la purga, consistente en sus cucharadas de Emulsión de Scott, hoy dichosamente modernizado y acondicionado a los gustos más refinados, pues no tiene el sabor que debía quedarle al señor que cargaba el pescado al hombro, como viene en su etiqueta, sino que hoy los ofrece más variados y sofisticados, que se adaptan a los refinados paladares de los consumidores de la actualidad.
Afortunadamente hoy, desparasitamos a los muchachos a punta de pastillitas que no requieren mayores preámbulos y hasta se digieren a punta de Coca Cola. Y hablando de gaseosas y bebidas, recordamos que tomábamos gaseosas KIST de sabores como la naranja o la KOL KANA que ofrecía el chance de ganarse la bebida gratis con su promoción “Paga KOL KANA” si la tapa resultaba premiada.
Sin embargo, la presencia física no podía descuidarse y una alimentación balanceada debía ser un ingrediente que no podía faltar, por eso era necesario complementarla con FARINA, el alimento para los niños de Colombia, “si su niño no camina, caminará con FARINA” se leía en la propaganda que se hacía de lo que ahora viene a ser el antecesor de la BIENESTARINA.
Terminada la fase de alimentación se pasaba a la de presentación personal y ésta radicaba en el acicalamiento propio, después del baño respectivo, algunas veces con totuma y otras, aprovechando los aguas de las tomas públicas que circulaban y serpenteaban las calles de sur a norte de la ciudad y de cuyos vestigios, todavía percibimos. Para quienes no los conocen, mencionaré dos de ellos que pueden verificar fácilmente, pues las calles tienen una elevación producida por los puentes que hay debajo y que fueron dejados para darle paso a la pavimentación, sin tener que tumbarlos. En calle 11 entre primera y cero frente a la Escuela anexa a la Normal y en la calle 10 entre octava y novena diagonal a “El Campín” o frente a lo que fue el Teatro Astral.
La “pinta” requería del fijador LECHUGA o de GLOSTORA, de una loción como el BAY RUM o el AGUA FLORIDA DE MURRAY & LANMAN, que eran los productos más novedosos de la Empresa Licorera del Norte de Santander (¿la recuerdan?). Los mayorcitos, quienes se rasuraban los pocos vellos que les salían, se frotaban OLD SPICE de SHULTON o PINO SILVESTRE para después de la afeitada y con eso quedaban listos para el paseo. Los más “clasudos” usaban AGUA BRAVA o VETIVER para impresionar a las pocas “coca colas” que tenían oportunidad de encontrarse. Los infaltables “doble piso de CROYDON” eran prenda necesaria en la vestimenta y cuando los dolores o la gripa aparecían, CAFIASPIRINA o ANACIN, “que al dolor le pone fin”.
Y por no tomar VITACEREBINA FINLAY o ALICEBRAL RUIZ NEOVITA, mi memoria se ha quedado cortica, así que cuando recuerde más, se los comentaré.
Pasemos ahora sí a los recuerdos de las épocas pasadas y cuáles fueron los que más los marcaron. Varios son los almacenes que hicieron historia y quedaron enquistados en la memoria de los muchos que se marcharon, pero también de los que se quedaron y que éstos solamente recuerdan cuando se encuentran con sus amigos, en alguna reunión social donde se tocan todos los temas pero especialmente, aquellos que evocan nuestra vida pasada, que por extraños sortilegios parecieran nos retrocedieran en el tiempo, haciéndonos jóvenes nuevamente. Relata uno de mis corresponsales que el Almacén El Roble que quedaba en la calle once entre sexta y séptima (agrego, que era el punto de venta más grande que tenía la empresa de confecciones de Bucaramanga), era famoso por sus jeans para niños, de excelente calidad y que competían con los CARIBÚ, fabricados en Medellín, -por entonces la Meca de las confecciones en Colombia-, así como las camisas de vaquero (de cuadros), en la época de comenzar los colegios, a principios de febrero, cuando se congestionaba de venezolanos para comprar la ropa de los muchachos que iban a internar en los colegios de Pamplona.
Claro que debo hacer ciertas aclaraciones a quienes me remiten sus correos y por ello debo “editar” sus correspondencias, pues en algunos casos se presentan unas inconsistencias que no puedo más que achacarle la culpa a la memoria ya lejana de mis buenos amigos. En el caso anterior, quien escribe ubica en la ciudad Mitrada, los colegios de las hermanas Cortés, por ejemplo, lo cual es a todas luces, atrevido y desacertado.
Para continuar en la misma línea de los almacenes y las fábricas de confecciones, hubo un almacén de grata recordación, erigido por don Isaías Toscano Ferreira y su esposa doña Rosa Helena Fuentes, que se llamó CONFECCIONES ROYALTEX cuya publicidad resaltaba la calidad de sus productos “La marca de prestigio que destaca la elegancia natural de sus hijos”.
El golpe que tuvo que afrontar con este nuevo inconveniente, fue relevante, pues no logró superar las difíciles circunstancias que lo rodearon y adicionalmente, la competencia que se hacía cada vez más fuerte, en un momento en que la bonanza de compradores venezolanos parecía desbordarse, se fortalecía con la aparición de nuevos actores y con el crecimiento de los ya establecidos, los cuales comenzaron a desplazarlo como fueron las confecciones Sir Rudolf, Confecciones Lobo y una de menor impacto pero igualmente importante, Confecciones Peñate.
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