Y en el trabajo (donde además de hacer lo que a uno le gusta, fuera de eso le pagan bien y cumplidamente), ocurre lo mismo que con la mujer amada: entrega total, sin límites ni condiciones. El tiempo pasa muy rápido -¡como exhalación!-, porque se está a gusto con la persona ideal, con el alma gemela. En todas partes y a todas horas se piensa en ella de manera incansable. Es poco todo lo que se hace por complacerla y demostrarle amor y felicidad. Nunca se dice “no se puede”, porque todo es posible de hacer y en forma inmediata. Es la más bella, culta, educada, inteligente, sensual y encantadora mujer y no tiene defecto alguno, porque en ella todo es perfecto. La espontaneidad y generosidad priman en todas las actuaciones y siempre se busca complacer y nada se hace con sacrificio por ser gratificante y motivador.
Cuando hace 25 años, de manera sorpresiva y rápida fui nombrado director regional del Sena (“lo que es para uno, nadie se lo quita”, decía mamá) por el magnífico colombiano y extraordinario ser humano como lo fue Enrique Low Murtra (q.e.p.d.), nunca imaginé que me brindaría la mejor oportunidad de la vida en cuanto a desarrollo personal y profesional; de trabajar con un excelente y calificado grupo humano de compañeros y amigos que luego nos convertiríamos en familia solidaria y entrañable, comprometidos al máximo en la causa única de la formación profesional, así como la de servirle a todo nortesantandereano que quisiera capacitarse en múltiples especialidades u oficios, sin distinción de raza, religión, credo político, lugar de residencia ni condición económica o social, continuando la exitosa y muy valiosa gestión de mis antecesores Alberto Borda Roldán (q.e.p.d.), Mario Villamizar Suárez, Rodolfo Villamizar Rey, Saúl Ojeda Gómez (q.e.p.d.), Miguel Andrade Yáñez, Julia Elena Méndez Camacho y Jairo Arbeláez Mendoza (q.e.p.d.), hoy bajo la acertada dirección de José Antonio Lizarazo Sarmiento y la subdirección de Fabio García Gómez.
Con unidad de criterio y de acción, basados en las políticas institucionales y en los requerimientos de la comunidad acorde al diagnóstico regional, siempre actuamos con la mayor mística y compromiso personal e institucional, interactuando con los gobernantes, comunidades y líderes comunitarios, agricultores y trabajadores, indígenas, gremios y empresarios, así como con las entidades públicas afines a la gestión institucional.
El trabajo en equipo con los miembros del Consejo Regional, directivos, supervisores, instructores, administrativos y contratistas realizado con la mayor responsabilidad, honestidad, tolerancia, respeto mutuo y entusiasmo fue siempre nuestra constante, partiendo de la base que con el ejemplo se enseña. Todos los funcionarios y aquellas personas vinculadas por contrato laboral, siempre nos consideramos miembros de una sola familia e integrantes activos de la mejor entidad pública nacional.
La actualización profesional y la disponibilidad de los mejores elementos de trabajo, en el óptimo ambiente laboral posible, fueron normas que guiaron nuestro trabajo conjunto.
Con los sucesores de Enrique Low como Directores Generales, con quienes tuve la feliz oportunidad de trabajar bajo su acertada dirección, como fueron Clara Elsa Villalba de Sandoval (por quien siempre guardo afecto, gratitud y reconocimiento imperecederos) y Hernando Arango Monedero, siempre recibimos el permanente y requerido apoyo institucional para lograr los resultados obtenidos con todos los integrantes de la regional, que nos enorgullecerán toda la vida y serán motivo de nostálgico recuerdo. Mención especial también para Julio César del Valle Bayona, quien en su condición de Subdirector de Formación Profesional en la Dirección General, siempre nos brindó permanente y valioso respaldo, convirtiéndose en nuestro principal guía y gestor en la labor realizada, por lo cual siempre le reiteraremos nuestra gratitud y aprecio sinceros.
¡Por eso, cuando - después de cinco años de inolvidable y gratificante gestión-, en 1992 renuncié para asumir el cargo de Asistente Ejecutivo de la Presidenta de Telecom, Clara Elsa de Sandoval, con orgullo y con la satisfacción del deber cumplido, reconozco –sin pena alguna- que lloré al dejar mi inolvidable Sena, como debe ser con la persona amada, por ser única, irremplazable e irrepetible!
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