Estas salidas al campo, eran propuestas por lo general, por hombres jóvenes para lograr una más fácil aproximación con sus congéneres del sexo opuesto, ya que eran escasas las fórmulas que la sociedad establecía para definir espacios de reunión en los cuales pudieran presentarse oportunidades de interrelación, como las que existen en la actualidad, fruto del avance de la tecnología más que producto de la evolución de la humanidad.
Pues bien, a continuación voy a narrarles algunos de los paseos que hicieron historia a mediados del siglo pasado, más por la cantidad y variedad de los participantes que por el desarrollo mismo del evento.
El primero de ellos es el paseo a la finca Los Compadres, a orillas del rio Peralonso, justo en la zona donde hoy se presentan los deslizamientos que interrumpen el paso a buena parte de los pueblos del occidente del departamento. Este suceso fue programado por el más selecto grupo de solteros, profesionales algunos y en trance de serlo otros, entre los cuales estaban Eduardo Botero, Alfredo Yáñez, Guillermo Ruan, Alfredo Muñoz, Luis Carlos Rubio, Gonzalo Unda, Carlos Soto, Alfonso González, Giuseppe Martín y Ricardo García, entre los muchos que se reunieron ese fin de semana y quienes habían cursado invitación a las muchachas de entonces, quienes en su mayoría, por no decir en su totalidad, iban acompañadas de sus respectivas progenitoras, cuando no por alguna tía o parienta muy cercana y de mucha confianza con la familia. La historia no registra el nombre de las acompañantes, que eran seguidoras a la sombra de sus pupilas, así que me resignaré a mencionar los nombres que figuraban en las tarjetas de invitación. Entre las chicas que asistieron podemos mencionar a Gabriela Arango, Elizabeth Villa, las hermanas Elda, Gladys y Olga Guerrero, Beatriz Fossi y la más linda de todas, Leonor Duplat Sanjuán. Aquí haré un paréntesis para informar que en la época de esta crónica, Leonor era la Señorita Colombia, cuando esa dignidad no exigía los compromisos de hoy. Afortunadamente, pues a doña Tera o a don Raimundo, hoy les hubiera dado un “patatus” de solo saber que su digna representante, estaba, enfundada en un ”chingue” bañándose en las turbias aguas de un río desconocido en los confines de un remoto departamento sin mayor tradición en el reinado, reina que había sido impuesta, no sólo por su belleza sino además, por la presión gubernamental del momento. Quiero Aclarar que fueron muchas más, las y los participantes del paseo, pero que por cuestiones de espacio me he limitado a relacionar sólo algunas, así que mil excusas a quienes no figuran en la lista.
Otro sitio de mucha concurrencia y muy solicitado por las gentes de entonces, especialmente los jóvenes residentes de la ciudad, era la piscina La Chiracoca, de Bochalema. Esa Piscina, que era más bien un estanque, a la usanza antigua de aprovechar el cauce de las aguas para construir dentro de él, la pileta en la cual se bañaban las personas, fue durante mucho tiempo el destino preferido para disfrutar los domingos o feriados de una jornada de descanso familiar.
Fue precisamente durante un domingo del mes de mayo, que un grupo de damitas y caballeros de esta calurosa ciudad, programaron un paseo a esa piscina, sancocho incluido, para disfrutar de un día diferente. No hubo un motivo particular para divertirse, simplemente se trataba pasar un momento distinto, por esa razón, entre todos aportaron los recursos necesarios para el desarrollo del evento y el traslado se hizo en los vehículos particulares que cada grupo de participantes consiguió para ese fin. Claro que algunos de los asistentes tenían claras intenciones de formalizar sus relaciones, pues había varias parejas que venían en el proceso desde hacía algún tiempo. No voy a mencionar quienes, pero espero que vista la relación de participantes puedan deducir a quienes me refiero. Entre las damitas que fueron al paseo estaban Blanca Victoria Sanclemente, Raquel y Ligia Clavijo, Nohra Elvira Bustos y entre los caballeros, Jairo De Viveros, los ingenieros Camilo Avendaño y Alberto Estrada Vega, José Barajas, Carlos Bustamante y Mario Villamizar. Igualmente, mis excusas por las omisiones para unas y otros.
Y ya por hoy, el último paseo de esta crónica fue el más sonado y más comentado, pues generó expectativa desde el mismo comienzo de su programación. Las invitaciones que circulaban entre la joven población profesional de la época, ofrecía un paseo a Miami, que por supuesto, suscitaba toda clase de entusiasmos, sólo que al final se aclaraba que el viaje era a la Finca Miami, una hacienda muy famosa en las cercanías de la ciudad y que para celebrar la estancia, se había contratado la orquesta de Víctor Manuel Suárez, una de las dos más famosas de la ciudad junto con la de Manuel Alvarado. Esta vez, la concurrencia se motivó más, pues no era solamente el asado que se había presupuestado, sino que la atención era por todo lo alto, esta vez, sin tener que soplar la candela de la olla y mucho menos tirarse al rio enlodado.
El paseo, aunque no era de saco y corbata, no comportaba las incomodidades que podría haber figurado en cualquiera de los dos anteriores mencionados, así que enfundados en sus habituales atuendos, los invitados gozaron de la fiesta hasta el amanecer con las amenas notas de la orquesta. En esta ocasión, entre quienes asistieron podemos mencionar a Héctor Casas Molina, Germán García, Luis Alejandro Bustos, Manuel Buenahora, Fernando Mejía, Germán González y Antonio Mazuera. Algunas de las damitas que fueron invitadas, Elsa Castro, Mercedes Figueredo, Leonor Cote, Gloria Gómez, Rosaema Arenas, María Cristina Llach, Eleonora Barrera. Muchos más fueron los asistentes, así que nuevamente les solicito su venia por la omisión que en otra oportunidad será.
No hay comentarios:
Publicar un comentario