Celmira Figueroa (La Opinión)
Desde los cuatro años escuchaba el sonido del clarinete y las melodías extraídas del piano. Vivía día a día los ensayos en la casa de su abuelo paterno, Manuel Alvarado. “Mi corazón irradiaba ese amor por la música y a los cinco años mi abuelo se convirtió en mi primer maestro”.
Oscar Alvarado recita con emoción esos momentos y regresa el tiempo para exaltar a un sin número de nombres que “tocaría escribir un libro para que nadie se me escape”. Recuerda en especial a Néstor Maravilla porque “se reía de mi cuando yo mandaba a parar la orquesta en los ensayos y corregía a los cantantes porque se equivocaban en las letras. Apenas tenía cinco años”.
Y sentía felicidad cada vez que llegaba una nueva semana y esperaba el ensayo. “Lloraba también porque fui creciendo y mi abuelo se iba de gira toda la semana. Mis padres y mis tíos, quienes también tienen ese ADN, lo acompañaban”.
Con 10 años de edad le dijo a su papá y a su abuelo que lo llevaran a las próximas presentaciones. “Se reían. Creo que maduré muy rápido. Y en San Cristóbal, Táchira, fue la oportunidad. Fui a ver un mano a mano con la orquesta Los Melódicos, en el círculo militar. Mi tío Oscar estudiaba medicina en Mérida y en el último set se tuvo que ir porque estaba por graduarse. Me le acerqué a mi abuelo y le dije que, si podía tocar el piano, remplazar a mi tío.
La cara de todos era de asombro, pero mi abuelo me concedió el privilegio de hacerlo. Creyó en mí. Y abrimos la tanda con un mosaico del maestro Billo. Había partituras muy extensas y las logré. Los aplausos iban y venían. Fui la sensación de la noche. Era un niño. Esa noche marcó mi vida por completo”.
Osquitar, como se conoce en el mundo artístico, empezó estudios en el colegio Calasanz donde se vinculó a todos los grupos musicales. Después pasó al Salesiano y de la mano del maestro Rafael Suárez conformó una agrupación musical. Pero salió bachiller del colegio San Juan de la Cruz.
A los 13 años empezó hacer arreglos musicales para grupos pequeños y grandes. Su abuelo Manuel Alvarado fue su mentor y Osquitar evoca de inmediato también a su bisabuelo clarinetista Anselmo Alvarado. “Y como no hablar de mi familia materna Moneta de descendencia italiana”.
Viajó muchísimo. No solo con la orquesta de su abuelo sino también con otros grupos que creyeron en su talento como los Dodgers de Colombia y Los Anónimos.
Se matriculó en la Universidad de Pamplona a estudiar música y educación artística con énfasis en música. Dos carreras a la vez. Y guarda gratos recuerdos del decano Tristlán Arbeláez “quien me recibió con los brazos abiertos y de la maestra de piano Beatriz Acevedo, quien me pulió con técnica”.
Viajó a Bogotá donde trabajó con grandes orquestas y agrupaciones, bares, cine, televisión, durante cinco años y después se fue para Nueva York y Miami acompañando a varios artistas. También trabajó en bares, con el gran salsero José Alberto ‘El canario’, quien le dio la oportunidad de acompañarlo en varias ocasiones.
Hace 12 años regresó a Bogotá y se casó con Claudia Arévalo, con quien tiene dos hijas: Manuela y Luciana, de 12 y 2 años.
Pero hace 12 años, precisamente, conoció también al maestro Amable Frómeta, a quien considera su segundo padre. Amable, es el hijo menor de Billo Frómeta, el fundador de la orquesta. El cucuteño es, desde entonces, el arreglista, productor y pianista de la orquesta que dirige junto a Jairo Muñoz.
Osquitar Alvarado ha sacado tiempo en esta época de pandemia para meterse a la cocina, arte que también le fascina.
Dice que
extraña a Cúcuta, este valle que lo vio nacer rodeado de músicos, de
una dinastía que se ha prolongado de generación en generación.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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