En Cúcuta se construyó, con dineros de Domingo Guzmán, el que se convertiría en el primer teatro, hecho en madera, casi en su totalidad. Se levantó en el sitio actual de la Avenida Sexta entre calles octava y novena. En un principio se llamó Teatro de Cúcuta. Posteriormente se le puso el nombre de Teatro Guzmán.
Allí, en 1898 tuvo lugar la primera proyección de imágenes en movimiento de la que se tiene registro en la historia de la ciudad. Se realizó con un Kinetoscopio, aparato que cinco años después de su invención (1893) fue traido por el general italiano J.A. Berti y por el ciudadano de origen alemán Don Enrique Hoffman. La exhibición eran cortas escenas de la vida diaria, similar a la que hicieran los hermanos Lumiére, en París, en 1895.
El Kinetoscopio causó gran sensación al igual que la Linterna Fría, otro aparato de animación de imágenes en el que unas bailarinas avanzaban sobre enormes bolas de madera.
Pocos años después, a principios del Siglo XX, el Teatro Guzmán fue demolido para dar paso a la construcción del que sería el más emblemático de los escenarios de Cúcuta: el Teatro Guzmán Berti.
La proliferación y gusto por la industria del cine, hizo que más de un teatro surgiera y dedicara espacio en sus programaciones a películas extranjeras, de géneros como la comedia, el drama, ficción y musicales.
Después de la iniciativa del Guzmán Berti se le unieron el Teatro Santander, Municipal, Astral, Aire Libre, Miraflores, Buenos Aires, Cine Séptima y el Parroquial de Sevilla.
Existían múltiples opciones de salas, pero las películas no eran abundantes, por ello cintas famosas de distintos lugares duraban en cartelera hasta 3 meses. “Uno no sabía si era porque no llegaban películas nuevas o porque gustaban mucho”, así lo cuenta Virmel Colmenares, asistente al teatro en esos momentos.
Una vez abierta la carta de alternativas de cintas, se abría la taquilla para recibir al público en las tres presentaciones habituales: Matinal (Desde las 10:00 de Mañana hasta la 1:00 de la tarde), Matinee (A partir de las 3:00 hasta las 6:00 de la tarde) y Vespertina (De 7:00 a 11:00 de la noche).
Cada cinema se convertía en el lugar de encuentro de chicos y padres en horario matinee, corrillos de jóvenes en el matinal, y en vespertina: empleados que salían de sus trabajos dispuestos a entretenerse un rato y, parejas enamoradas que aprovechaban la lobreguez de la sala para estar abrazados y demostrarse su amor sin ser observados por sus padres.
Ubicados todos en los asientos, incluso, el portero se ponía cómodo esperando el momento en el que la oscuridad embargara el lugar, giraban los carreteles con sus rollos continuos de película de 17 metros, proyectando el relato de 46 imágenes por segundo, que paralizaba la lengua y ponía en juego los demás sentidos para entender la trama de lo que veían los ojos.
Entre las carteleras de cine se podían apreciar películas de Fortino Mario A. Moreno Reyes “Cantinflas”, “El Látigo Negro del Zorro”, Laurel & Hardy, “El Gordo y el Flaco”, Rodolfo Guzmán Huerta como “Santo, el Enmascarado de Plata”; Moe Howard, Larry Fine y Curly Howard como “Los Tres Chiflados”. Películas italianas y francesas, encontrando en estas últimas los romances de enamorados. Filmes exitosos en los que participaban actores como Elenita Vargas, Luis Aguilar y Antonio Aguilar, Pedro Infante, Jorge Negrete, Libertad Lamarque y David Silva.
Todas estas cintas cinematográficas llegaban a la ciudad por medio del ferrocarril, medio internacional de transporte en aquellos tiempos. Rubén Cárdenas, empresario de la época, traía filmes para comercializarlos en la frontera, testigo de esto es el señor Horacio Niño, el cual presenciaba cuando probaban las películas en el solar de su casa antes de venderlas, pues su padre Antonio Niño Figueroa R. era quien las recibía y transportaba al ser el conductor del ferrocarril.
Los avances fueron llegando y el 13 de septiembre de 1932, con la exhibición del filme “Resurrección” basada en la obra inmortal del conde León Tolstoy, se inaugura el cine-hablado en el Teatro Santander. La producción en cinemascope y tecnicolor, vino 22 años después, el 17 de septiembre de 1954, con intervención de Víctor Mature y Jean Simmons, quienes proyectaron “El Manto Sagrado”, inaugurando así el Teatro Zulima.
Años dorados del cine nortesantanderano, marco que reunía a habitantes y visitantes de cualquier lado del mundo, de las zonas cercanas a la región y extranjeros que venían a conocer la plaza para traer su producto fílmico. Pero el brillo resplandeciente se volvió opaco y perdió fuerza cuando el pueblo cucuteño disminuyó su asistencia, decayendo notoriamente la rentabilidad para quienes estaban a la cabeza y dirección de espacios cinematográficos.
“Quienes seguían asistiendo a ver cine eran personas de malas costumbres, los viciosos que iban a hacer de las suyas”, comenta Bárbara Gutiérrez, amante del cine de época. Afirmación que comparte Horacio Niño, “La gente le tomó mala fama a los teatros, las personas decentes no iban porque quienes entraban era a fumar y aprovecharse de la soledad u oscuridad del cine”.
El cine fue perdiendo vigencia por distintos factores, entre ellos la escasez económica, sin existencia de dinero para traer buenas películas, la programación se volvió aburrida y monótona. Aunque el principal detonante que mató la vitalidad del cine fue la violencia, porque desde 1948 en adelante, la era de violencia se intensificó; al salir de la función eran sorprendidos por hombres armados que pedían papeles de identidad para ver si eran partidarios del grupo. La cédula de la gente mayor era una hoja de papel, y para distinguir quienes habían votado recibían un sello en la hoja, al no tener dicho distintivo la cédula, mataban a la persona por no ser partidaria de la tropa que lideraba la batalla violenta.
Pedro Roberto Maldonado, testigo de los hechos asegura que “después de las ocho de la noche nadie salía a la calle porque era un peligro que lo fueran a maltratar”.
Varias razones relegaron al cine, dejando atrás el papel cultural e histórico que jugó en nuestra ciudad, ya que nos brindó la posibilidad de culturizarnos a través de su “pantalla grande”, ver estilos de vida de otros lugares del mundo, ampliar las opciones de entretenimiento y distracción para los residentes y en el departamento.
Los teatros fueron los directos damnificados. No había cómo costear el mantenimiento y sostenimiento de estas joyas arquitectónicas, por eso fueron vendidos, demolidos y en su lugar se levantaron nuevas edificaciones comerciales:
- Teatro Guzmán Berti, hoy es el Centro Comercial Alejandría.
- Teatro Miraflores, hoy es un taller de mecánica.
- Teatro Buenos Aires, hoy es un supermercado
- Teatro Astral, hoy un estacionamiento privado.
- Teatro Santander, aún conserva intacto el segundo piso. No lo demolieron. En su primer piso se transformó en un parqueadero.
Aunque se sigue viendo cine, y las cadenas multinacionales de cine en general se han instalado en la ciudad, con salas acordes para gozar de funciones en distintos horarios y con nuevas tecnologías (tercera dimensión), nunca podrá compararse el fervor y entusiasmo del ingreso a los teatros de aquellos tiempos. “Es inigualable”, así lo expresan en común quienes pisaron más de un teatro apreciando ciclos de cine, recorriendo diferentes salas para vivir experiencias distintas y conocer su público asistente, ver cintas al aire libre, en recintos cerrados y apartados, en salas tan ambiguas como las del Cine Séptima que tenia cantina, billar y la platea para ver filmes, en jornada nocturna, con bancas similares a las de una iglesia.
“Mucha emoción, me entusiasmaba, pasar y ver a todas las personas haciendo cola daba ganas de entrar, es que hasta el sacerdote hacia fila para entrar. Había tantas cosas que salían de la pantalla, partes en las que uno aplaudía o brincaba de la alegría de ver cine”.
“Para uno de muchacho era emocionante estar en primera fila, por eso si llegaba tarde le invitaba la entrada a la persona que estuviese adelante para que me dejara meter y poder ocupar un buen lugar adentro. La entrada al teatro de cine valía $50 centavos, en ocasiones se veía la película al lado, en una bodega donde vendían cerveza y demás, ahí habían unos palos y si uno se sentaba en ellos podía apreciar toda la función, así que uno pagaba $20 centavos y se ahorraba el resto.”
“Al teatro asistía los domingos por la mañana y la tarde, películas como las de Pedro Infante y las de comedia mexicana, fueron las que me hicieron seguidor del cine.
Quizás ahora asistan mucho, pero no hay comparación con el tiempo de antes y el comportamiento, en otro tiempo el cine si se escuchaba en pleno silencio”.
“A las 6:00 de la tarde, al salir del trabajo se iba de prisa al teatro. Lo que más me gustaba es que cuando habían fiestas uno veía a los personajes proyectados en la pantalla, actuando y bailando, todo eso era maravilloso”.
“Cuando lo vi por primera vez , eso fue una atracción porque uno estaba acostumbrado a ver retratos. La belleza de ver retratos que no hablaban pero se movían y corrían, eso fue fascinante, después cuando ya hablaban, escuchar cantar de manera nítida, no como sonaba en vitrola. En matinal se pagaban $5 centavos para entrar a galerías, pero para conseguirlos era difícil así que hacíamos la picardía de volar nos le al portero y eran muchas las veces que teníamos éxito, pero cuando no, ‘Care gata’, como le llamábamos, nos agarraba a rejo”.
“El cine fue una consecuencia histórica. El cine fue un fenómeno y aún hoy lo sigue siendo. Gilles Deleuze, en sus escritos sobre cine y tiempo, sobre tiempo y espacio afirma que el cine fue una revolución total que impregnó todas las maneras de hacer arte. Lo que atrae del cine mudo es la expresión facial donde las actrices como Gloria Swanson con sólo una mirada podía decir muchas cosas, actrices que lograban recrear un sentimiento. El mundo actual se concibió como hoy gracias al cine, porque los grandes avances se dieron dentro de la imagen en movimiento, por ello hay que tomarlo completo desde el ayer como principio al hoy como continuación.”
“Cúcuta era una ciudad que pretendía ser culta de una manera distinta a lo que es hoy, entonces además del cine mudo, las compañías de zarzuela y teatro influyeron en un proyecto de una ciudad que alcanzó a ser en cierta medida cosmopolita. Norte de Santander tuvo otra vida en lo comercial y lo cultural. No cabe duda que el cine ocupó gran protagonismo. El cine en cuanto a manifestación de público sin distinción de género, ha sido un espectáculo de multitudes, de ahí el tamaño de los teatros, pero el cine con otras pretensiones como cine-arte, con fines formativos, de orientar las perspectivas criticas, no ha sido el gestado en nuestra región.”
“En ese entonces para proyectar cine era con carrete para envolver, con la luz apagada y a puro tacto, con una pequeña linterna en la boca guiándome para ver, teniendo en cuenta que eran películas que venían en 5 o 6 rollos grandes, era una sola máquina de proyección ”.
Ver cine mudo y/o silente, implica crear el acento y el tono de voz de los actores, lo cual resulta interesante porque cuando alguien hace una expresión de grito uno no sabe que tan fuerte esta gritando entonces eso depende de la intensidad que cada quien decida poner a la voz, pues practicameente se es dueño de las voces, siendo de esta manera co-autor del filme. El Cine Mudo no juega con las emociones auditivas del espectador, él es dueño de crear esos mundos sonoros desde su propia concepción.
Soy amante del cine, me emociono leer el pasado , tambien me impacto la violencia que se genero en 1948, yo vendia peliculas pitatas era el mejor pirata de edition de venezuela, para edotar pelivulas viejas y pasarlas en Dvd wasap+597029848
ResponderEliminarWasap +587029848 vuelanlasaguilas@gmail.com
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