En los últimos días de cada año parece como una costumbre inveterada hacer reflexiones y hasta formular promesas para el futuro. Llegadas las festividades de fin de año, nos asalta la nostalgia del pasado un tanto remoto, que en definitiva creemos fue mejor.
Y fue mejor porque tal parece que somos el resto de una generación que verdaderamente disfruto con las fiestas navideñas, gozó la alegría de la Navidad, vivió el fervor de la semana Santa, se zarandeó con los atropellos de los gobiernos de turno, gozó, oyó, cantó y bailó la buena música, estudió los clásicos antiguos, aprendió geografía e historia universal, participó con ardor en contiendas electorales de toda índole, sufrió con el amor, el candor y la feminidad de las damas, amó con pasión inocente a las inocentes nenas, le llevó románticas serenatas y les escribió poemas de amor.
Es una verdadera lástima, para mí una tragedia, que todo haya acabado: las buenas fiestas navideñas en casa, que se prolongaban hasta el otro día, con música de Guillermo Buitrago, tamales, buñuelos, pasteles, chicha, masato, chirrincho y tapetusa.
Y aquellas apuestas de aguinaldos, que se hacían con la amiga, la amigovia o con la novia o con la chica pretendida, a la pajita en boca, al si y al no, al dar y no recibir, al tiento con el grito de alerta "! Pao-pao!"; o, cuando la paloma ya caía, al beso robado y a que comiera más cabuya.
La puesta de aguinaldos era un juego navideño entre dos, en el que se apostaba un regalo.
Por ejemplo, a la Pajita en Boca consistía en tener una pajita en la boca cuando se apareciera por sorpresa el contendor y la solicitara.
Al Si y al No era una apuesta en que el contendor escogía el "si" y al otro el "no". El juego consistía en responder siempre "si" o "no", respectivamente, a cualquier cosa que preguntara la contraparte.
Al Dar y No Recibir consistía en no recibir nada al contendor.
Al Tiento era una apuesta que consistía en sorprender y darle una palmada al contendor por la espalda, al grito de "! Pao-pao!".
Al Beso Robado era o una apuesta que consistía en sorprender y besar en la cara o, si se dejaba o si se podía, en la boca a la contendora, que casi siempre se hacía la sorprendida. Juzguen ustedes quién ganaba y quien perdía.
Al que Coma Más Cabuya era una apuesta que se hacía con la novia o pretendida. Cada uno tomaba una punta de un hilo y empezaba a "comer" hasta quedar boca con boca y! zuaz!, el beso. En la práctica ganaba los dos porque era un motivo para besarse, en aquel mundo un tanto mojigato. Pero en la apuesta ganaba el que "comiera" más cabuya. Adivinen quien se esmeraba en comer más.
Ya nadie recuerda las novenas bailables en las casas de familia, que muchas veces se prolongaban hasta el amanecer para empatar con la misa de aguinaldos.
Ya no hay pesebres con musgo y lama traídos de la montaña, en un paseo que se organizaba para el 15 de diciembre, en el que no podía faltar la traída del chamizo de Navidad, que luego se adornaba con envoltorios de algodón, juguetitos de plástico recogidos en la piñata, cajitas que simulaban regalos y bolitas brillantes multicolores.
Ya no llaman las campanas a la misa de aguinaldo, ni se oyen los villancicos en las iglesias, ni se ven los pastores, ni los gitanos que con sus dulces y hasta adormiladas voces los interpretaban en aquellas misas.
Ya no se ven las comparsas de disfrazados con los Reyes Magos de los diablos con las vejigas de toro, con las que correteaban a las muchachas al grito de "! Diablo, diablo!".
Se acabó el bullicio de la pólvora, el colorido de las bengalas, las martinicas, los salta pericos, los triquitraques, el correr de las vacas de candela y el rodar de las bolas de candela, con las que jugábamos un fútbol extraño y atrevido por las calles de la ciudad, el noche de diciembre, después de la novena.
Ya no se ven la banda de música y los voladores que alegraba la fiesta cada día de la novena a las seis de la tarde, para llamar a la novena y a la procesión, y a las cuatro de la mañana, para llamar a la misa y a la hora suprema de la elevación.
Gracioso el espectáculo de cada día en este sublime momento de la elevación. La banda de música, ubicada en la puerta de la Iglesia, se disponía a interpretar el himno nacional. En ese momento se prendía fuego a la recámara de pólvora. Volaban totes por todos lados, los intérpretes de los instrumentos corrían, la gente se espantaba y, en el momento de mayor recogimiento, sólo del cura oficiante era el único que permanecía incólume con la hostia en alto mientras los demás corrían despavoridos en una estampida desbocada.
Se acabaron los amasijos de la abuela, las mantecadas, las colaciones, los tamales, las hayacas, los buñuelos, la natilla, el majarete, el dulce de lechosa, los pasteles y el masato, con ese sabor tan especial que él le ponía la nona para celebrar la Navidad.
Se acabaron los huevos chimbos y los dulces importados del Salón Blanco, el café aromático de la Araña de Oro, los remolinos de viento frente al almacén Tony, quien levantaba las faldas de rotonda de las chicas por aquellos diciembres, los adornos navideños de La Flecha Roja, los abarrotes decembrinos de la tienda El Tequendama.
¿Con todo ello, me van a decir que vivimos un mundo mejor? Ustedes, amigos lectores jóvenes y amigos lectores extranjeros de estas tierras, no conocieron lo que fueron la buena fiesta de Navidad que se pasaban en Cúcuta.
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
Muy bien gastón bermúdez; leer sus comentarios es transportarse al pasado así era mi Venezuela del ayer y es por eso que me gusta leer su forma tan particular y nostálgica en que lo comenta.
ResponderEliminarSaludos desde Venezuela! San Antonio del Tachira
Buenas tardes me pueden informar donde ubico un registro de nacimiento del año 1967
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