Cúcuta tenía 100 mil habitantes y llegaba hasta el hotel Tonchalá y el que se iba a casar o bautizar tenía que ir hasta la catedral de San Antonio. A Jorge Muñoz y Amelia Ayala le llevó las arras el día del matrimonio. Pedro Rafael Sayago Rojas tenía solo cuatro años.
Allí vivió hasta 1960 con su padre Pedro Sayago Mora, su mamá Beatriz Rojas y sus hermanos ocho hermanos: Flor, Rodrigo, Carlos, José, Rosa, Beatriz, Luz María y Álvaro.
Se mudó para la avenida 3 con calle 6 donde funcionó el consulado de Venezuela en Cúcuta.
La primaria la inició en el Domingo Savio y pasó al Calasanz donde salió bachiller en 1967. Hizo muchos amigos y por medio del baloncesto y ciclismo los cultivó.
Después sus padres se trasladaron al barrio Latino y se topó de vecinos a la familia Cabrera, Pabón Hernández y Gereda.
Se consideraba estudioso, aplicado, más no cuadriculado. Acompañaba a su padre a la finca que quedaba en Boconó. Se sentaba en la tienda de la esquina de la calle sexta a departir con sus amigos y partió a Bogotá a estudiar economía porque en ese entonces la naciente Universidad Francisco de Paula Santander carecía de la carrera. Se matriculó en la Jorge Tadeo Lozano y se graduó de 20 años, pero por no tener cédula de ciudadanía casi que no le entregan el título de economista. Sin embargo, sus amigos le ayudaron a sacar la cédula antes de ser mayor de edad.
Regresó como profesional y se vinculó a Acopi (Asociación Colombiana de Pequeños Industriales).
Al año Sergio Entrena lo llama para que lo acompañe en la Cámara de Comercio en la oficina de promoción y desarrollo. Se inicia el proceso de consolidación a finales de los 80. Entrena se retira de la dirección de la Cámara de Comercio y la junta directiva lo nombre su reemplazo. La crisis toca la frontera en 1983 a raíz del desplome del bolívar.
A Pedro Sayago Rojas lo encargan de empezar a trabajar con Juan Santaella, José Neira Rey, Pedro Entrena un programa que se bautizó ley de fronteras. Se constituyó la comisión fronteriza y se crean mecanismos mediante la ley 10 de 1983.
Hoy se siente orgulloso de ese logro porque a partir de ahí “nos dieron nombre y apellido, en el sentido que las zonas de frontera somos unidades territoriales, porque somos colindante con un país vecino`.
En 1984 el entonces alcalde Luis Vicente Serrano Silva le propuso gerenciar las Empresas Públicas Municipales que estaba en plena crisis. Logró gestionar un crédito con el Banco Mundial para invertirlo en la traída del agua del río Zulia. Suscribió el crédito siendo testigo el inmolado Álvaro Gómez Hurtado, quien era embajador de Colombia en Estados Unidos.
Lideró la conexión del río Zulia para complementarlo con El Pórtico, actual acueducto. En esa época gerenciaba no solo acueducto sino alcantarillado, matadero, aseo. Es decir, seis empresas en una y se inicia la separación de cada una.
Cuando llega el primer millón de dólares se acuerda dejarlo depositado en el Banco de la República de Cúcuta, por algunos inconvenientes de revaluación del peso, para iniciar con el proceso de licitación y contratación.
La presión fue muy fuerte. Y decide retirarse de las EPM. Había logrado su objetivo: conseguir ese dinero, que después se convirtió en su propia arma enemiga.
Trabajó en Corponor y después en Comfaoriente, como subdirector, donde consolida el proyecto de Villa Silvania.
Siendo gobernador Antonio José Lizarazo Ocampo lo llama para que sea el secretario de planeación. En 1991 acepta el reto. Crea la idea del Área Metropolitana de Cúcuta que posteriormente la consolida el alcalde Manuel Guillermo Mora.
Estando en ese proceso revive la crisis en la frontera y es el mismo Lizarazo quien le sugiere que regrese a la Cámara de Comercio donde sería más útil. Reemplaza a Alberto Santaella, julio 2004, en la dirección ejecutiva hasta septiembre 30 de 2010.
Reconoce que se cometieron errores, pero también éxitos. El principal error: el `divorcio` entre el sector privado y público porque cada uno va por un lado distinto. Sin embargo, con el gobernador Juan Santaella se armó un plan para crear estímulos para la región. “Si crecía el comercio, también repercutaba en el ganadero, agropecuario, vivienda, construcción”.
Hace cinco años a raíz del esquema del nuevo planteamiento de desarrollo del país con el plan regional de exportación “nos obligó a pensar más allá de la inmediatez. A proyectarnos a diez años en ese proceso se consolidó el sector de las confecciones con la Gobernación, Alcaldía, Proexport, Cámara de Comercio, Sena y empresarios.
Se está en la tarea de recuperar el mercado nacional porque siempre se ha consentido es al vecino Venezuela.
Pedro Sayago Rojas nunca se dejó tentar por el poder. Ni siquiera político. Entrena López a quien consideraba su amigo, formado en Cámara de Comercio, se distanció y rompió relaciones. “Olvidando que la Cámara de Comercio es un vaso comunicante y un soporte para la gobernación”.
Su aspiración no pasó de servirle a Cúcuta. En lo político lo reconsideró porque en la gerencia de las Empresas Municipales vivió una negra experiencia. “Personas que los consideraba muy amigos desde la Cámara de Comercio, de un momento a otro cambiaron de camiseta y eso me desconcertó muchísimo. Las EPM era muy política.”
Su padre le advirtió: sigue en el sector privado porque el público es muy desagradecido. Sin embargo, “le sostuve a él que quería correr el riesgo y vivir la experiencia. La viví en menos de un año”. Y decidió alejarse.
De la universidad regresó en 1974 y Jaime Pérez López, quien era el presidente de la Cámara de Comercio lo invita a dictar cátedra en la naciente Universidad Libre. Siempre había sido monitor en las clases.
También dictó clases en un tiempo en la Universidad Francisco de Paula Santander, pero los horarios le impidieron continuar. Fue durante cinco años profesor de posgrado en la Udes.
Siempre se preparó para ese día. Siempre quiso ganarle tiempo al tiempo y hacer las cosas más rápido posible.
¿Nostalgia? El no lograr consolidar una nueva infraestructura física para la Cámara de Comercio.
Primero le apuntó al proyecto Bavaria, que desafortunadamente se le cambió la orientación. Se le había propuesto al gobierno municipal que tomara las dos torres de la Cámara para que reuniera todas las secretarías que están regadas en la ciudad. Y la Cámara consolidara en el nuevo edificio un museo para Cúcuta.
Después surgió la otra alternativa: la de comprar el edificio Rosetal. Le llamaba la atención la ubicación y por considerarlo icono arquitectónico. Tenía soñado abrir un auditorio con capacidad para 700 personas y pasillo para exposiciones de pintura y escultura.
Sin embargo, no se siente del todo frustrado. Logró que la Cámara de Comercio fuera entidad líder, que tuviera una fortaleza institucional, que coincida la visión y la misión de la institución con lo que piensa el sector privado.
En estos momentos la Cámara de Comercio es líder, después de la de Bogotá, en registros virtuales.
Investigar y estudiar es una inclinación natural. Por eso se ha vuelto en el consultor obligado de propios y extraños. Al comportamiento del bolívar no le pierde el rastro.
Siendo estudiante de primer semestre hizo la remodelación de la planta a pastas alimenticias Fama y se ganó $5 mil. Hizo, también el ejercicio del montaje del matadero de Cúcuta en compañía de dos pastusas y un antioqueño.
Su obsesión es la ciudad, la región y todo lo estudiado y aprendido lo aplica en pro de esta zona.
Dejó a un lado la práctica del deporte porque tomaba los fines de semanas para investigar, estudiar y escribir. En la Cámara de Comercio no le quedaba tiempo porque tenía que escuchar a todo el que llegaba. Dice que es “la rockola del oyente, siempre complaciendo peticiones” para referirse a las quejas que llevaban los usuarios.
Escribió un libro donde hace una retrospectiva del desarrollo de la región. Será una especie de incunable.
Sigue en la cátedra, viajando y de consultor.
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