Jorge Enrique Báez Vera/Constanza García-Hereros Ramírez
“…es que nos cuentan, los viejos/que conocieron la moza/ que Cúcuta generosa/fue espejo de mil espejos”. Teodoro Gutiérrez Calderón
La espejo de mil espejos “… la Perla del Norte, La Ciudad de los Almendros, y la que algún poeta en plena locura de enfermizo amor, la llamo la Amada Infiel,…”
La única en el mundo y en la historia, fundada por gran señora,”… en medio de un valle ubérrimo, de nombre Guasimales, al otro lado del asentamiento San Luís,.. “
La Muy Noble Valerosa y Leal Villa…Es mi Cúcuta…
La que por difíciles trances ha pasado…la que un 18 de mayo de 1875, se cubrió de escombros, ruinas, lágrimas, blasfemia y oración, en una porción de segundos…
La que de allí se levantó y que a través de los años, tras esa tragedia, puso en evidencia la recia voluntad de sus gentes, para sobreponerse a la destrucción, es la misma, que tras muchos ciclos, en la que no todas las rendijas se quedan sin luz, es la gran dama como su fundadora, que por todo lo que es y ha sido…
Es a decir de Laurita Villalobos de Álvarez…UN POEMA DE CONTRASTES.
Esa Cúcuta, asentada en perfecta cuadrícula, de ambiciosas calles, y pretenciosas avenidas, es en la que la arborización, más que un hecho natural, es un singular fenómeno humano.
Desde aquel funesto suceso natural del triste mayo, el cucuteño, ante la urgente necesidad de abrigo, empezó a rendir culto al árbol, único elemento natural que ese día no se vino contra él, sino que por el contrario, lo acogió bajo su sombra.
Todo aquel que conoce Cúcuta, se admira de la inmensa y frondosa alfombra verde, que se extiende por toda la ciudad, convirtiendo el árbol, en un protagonista más de la acogedora ciudad.
La arborización cucuteña es producto de un espontáneo sentimiento, que vale la pena seguir cultivando y que bien merece ser estimulado. Es de destacar como los habitantes de esta calurosa ciudad han logrado controlar las altas temperaturas meridianas, gracias a la frondosa vegetación que regula la humedad, evita la evaporación y disminuye la contaminación ambiental.
Es tal el amor del cucuteño, por el árbol, que sin proponérselo ha logrado trasmitirlo al inmigrante, que fácilmente se empapa de este sentimiento y se convierte en un defensor del árbol y sus ventajas.
Cúcuta, sin lugar a dudas es la ciudad mayor arborizada del país. Esta tradición cucuteña data de muchos años, y empezó, cuando apenas era un valle abatido por los fuertes vientos del sur y aliviado por el crujir de los coposos guácimos, árbol epónimo a la estancia Guasimales, donde hace 277 años, la gran dama de cabellos blancos, la fundara.
El verdadero reverdecer de la ciudad, la marcó paradójicamente, el terremoto de 1875, cuando la naturaleza, encrespo su furia contra el valle y lo arruinó en su totalidad.
Cuentan los cronistas de la época, que después del devastador sismo, se desató un torrencial aguacero que obligó a los desdichados habitantes sobrevivientes a refugiarse y pernoctar bajo las hojas de los árboles.
Así mismo, cuando el sol canicular extendía su imperio dorado sobre el silencioso valle, los moradores se protegían del furor de los rayos bajo los coposos árboles de la época.
Circunstancias como estas y otras derivadas de las características topográficas del terreno, despertaron en los habitantes de la ciudad, una extraña pasión hacia el árbol, trasmitida a sus actuales moradores, quienes la han convertido en una frondosa y verde ciudad, donde se le rinde culto al árbol.
Sin embargo debemos tener en cuenta lo que nos dice Constanza García-Hereros Ramírez en su artículo, Cúcuta, ciudad verde?
Llegar a Cúcuta por vía aérea es un bello espectáculo por su arborización; Su urbanización perfecta simula pañuelos con encaje verde rizado en su rededor. No fue en balde que en 1988 recibió el premio al mérito forestal “Roble de Oro”, y fue elegida Ciudad verde por el Inderena que dos años después le concedió el título de “Municipio verde de Colombia”.
Las costumbres populares del cucuteño en cualquier nivel social incluyen, dentro de sus primeras tareas al comprar un lote para construir su casa, plantar árboles que darán sombra y frescura al hogar, o en casos afortunados, construirlo en función de los existentes.
En 1991, la Alcaldía de Cúcuta, presidida por Jairo Slebi presentó el programa “Adopte un árbol”, con el que se proponía fomentar entre los cucuteños la consciencia de acrecentar la cultura arbórea en la ciudad, no solamente sembrando sino cuidando y protegiendo tanto los nuevos como los de larga vida.
Árboles tradicionales
Antiguamente la ciudad estaba plagada de mangos, mamones, nísperos y palmas reales, oriundas de la isla de Cuba; urapos, ceibas, samanes, acacios de flor amarilla y otros de flor roja, almendros y cujíes que además de su sombra y su frescor, regalaban al cucuteño sus frutos, o sus bellas flores, o propiedades medicinales, según el caso. Árboles que por siempre han embellecido las calles de estas tierras de días soleados, bajo un hermoso cielo azul.
En la transición de tierras de finca sembradas de estas especies nativas nombradas anteriormente a los espacios urbanizados de la actualidad, se han cometido numerosos “arboricidios”, no por necesarios dentro de la lógica del desarrollo, menos lamentables para los cucuteños raizales admiradores y amantes de nuestros árboles tradicionales.
Algunos, como los acacios amarillos enfermaron y fueron desapareciendo: otros fueron talados sin misericordia, de acuerdo con los caprichos o deseos de cambio de los dueños de los terrenos en que estaban asentados, sin considerar que la propiedad de un árbol va mucho más allá de lo personal, y la obligación de protegerlos debemos asumirla en beneficio de todos.
Árboles que reemplazaron los antiguos
Independientemente del crecimiento de la ciudad, como todo, la vegetación también ha cambiado, y con ella su paisaje. Estos tradicionales árboles fueron sustituidos por ficus, oitíes, neems, y chiminangos, altos, frondosos y de exuberante verdor que aportan al caminante asilo y protección de los implacables rayos del sol cucuteño.
Hoy es poco lo que queda de la vegetación anterior; no se han sustituido los árboles necesariamente sacrificados por otros de igual especie que definieron a Cúcuta como ciudad amable, verde y con flores, como es el caso de los urapos y los diferentes acacios. Podríamos nombrar como sobrevivientes entre otros, los bellísimos samanes protegidos y numerados de la urbanización Samanes de los Trapiches, las palmas reales plantadas en las urbanizaciones cercanas al Club Tenis, los urapos restantes por la carretera de Boconó, y la siembra de cujíes en el Anillo Vial, entre Santa Rosa de Lima y Los Patios.
El ciudadano común y corriente se pregunta: ¿dónde se han sembrado los árboles que obligatoriamente debían reponerse según las disposiciones reglamentarias? ¿Se fomentó la restitución de las mismas especies?
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
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