Entre 1950 y 2010 la población urbana de Cúcuta, Villa del Rosario, San Cayetano, Puerto Santander y El Zulia, pasó de 100.000 a 1.000.000 de habitantes, es decir, se multiplicó por 10 en solo sesenta años. Este fenómeno trajo como consecuencia la expansión desordenada de la ciudad y de los núcleos urbanos periféricos y sobre todo, grandes demandas por tierra, vivienda, empleo y servicios públicos que desbordaron la capacidad de respuesta de los gobiernos locales y propiciaron graves problemas de violencia, pobreza y marginalidad.
La escasa oferta de terrenos urbanizables bien localizados y la carencia de soluciones habitacionales para familias de bajos ingresos, provocó el surgimiento de numerosos asentamientos espontáneos sobre las laderas de los cerros y a lo largo de las vías que conducen a Villa del Rosario, Pamplona y El Zulia, cuyos habitantes viven en la miseria y padecen la iniquidad de la segregación urbana. Hoy se estima que un poco más del 70% de las viviendas construidas en la micro-región metropolitana han surgido como resultado de procesos no planificados o invasión, determinando en última instancia la configuración de dos ciudades yuxtapuestas: de un lado la ciudad opulenta, y del otro la ciudad marginal. La evolución de este fenómeno ha culminado en la ciudad descuartizada y caótica que hoy tenemos.
Además del acelerado crecimiento demográfico y la expansión de la mancha urbana, Cúcuta durante los últimos cincuenta años, ha sufrido transformaciones sustanciales. A partir de 1960 y hasta 1983, debido a la capacidad adquisitiva del bolívar como moneda fuerte, la ciudad experimentó un auge comercial sin precedentes; este hecho, introdujo modificaciones en el centro histórico y movilizó los recursos para la modernización de la ciudad. El área de almacenes, comenzó a expandirse sobre las viviendas localizadas a lo largo de las avenidas 5,6,7 y 8 y las calles 9 y 10 presionando a sus habitantes a trasladarse a los terrenos contiguos al centro, localizados entre la Avenida 0 y el río Pamplonita y al este del Estadio General Santander.
Así se erigieron los barrios Latino, Blanco, Quinta Vélez, Libertadores, Caobos, Rosal y La Riviera. Posteriormente, siguiendo la tendencia de estos desarrollos, se erigieron también al otro lado del río, los Conjuntos Residenciales Rinconada, Floresta y Bellavista y más recientemente Acuarela, San Isidro y Rivers Country.
En las últimas décadas del siglo pasado, el Instituto de Crédito Territorial contribuyó de manera significativa en el desarrollo urbanístico de la ciudad, con la construcción de más de 4.000 viviendas en los barrios Pescadero, Guaimaral, Zulima, La Merced, Juana Rangel de Cuéllar, Torcoroma, San Martín, San Eduardo y Juan Atalaya, alrededor de los cuales se edificaron innumerables unidades habitacionales para familias de medianos y escasos ingresos.
Con el abandono de las viviendas por parte de sus dueños, el centro de la ciudad inició un proceso de deterioro paulatino. En los sectores de la Central de Transporte, la Cárcel Modelo y el Mercado de La Sexta, las antiguas casas fueron transformadas en cantinas, inquilinatos, pensiones, bodegas y prostíbulos. Simultáneamente con este proceso empezaron a aparecer los problemas de tránsito, seguridad y apropiación y uso indebido del espacio público por el comercio informal.
Con la construcción del Centro Comercial Bolívar se inició la ruptura de la estructura monocéntrica de mediados del siglo pasado. Infortunadamente, como consecuencia de la crisis económica de 1983 se cerraron los almacenes y en su lugar se abrieron casas de juego, tabernas, cantinas y discotecas, con lo cual perdió su importancia como polo generador de desarrollo para convertirse en el centro de la rumba.
A pesar de los embates de la modernidad y del deterioro que lo acosa, la ciudad metropolitana continúa girando entorno al centro histórico de Cúcuta y su plaza principal. Hoy la ciudad es distinta a la de hace cincuenta años, pero las huellas del pasado quedan aún grabadas en el trazado de las calles y en las intervenciones efectuadas a los Palacios de la Gobernación y la Alcaldía, la Torre del Reloj, la antigua sede del Hospital San Juan de Dios que alberga la Biblioteca Pública, las oficinas del Diario La Opinión y los andenes del Centro Comercial a Cielo Abierto.
Un hecho importantísimo en el proceso de Desarrollo Urbano de Cúcuta y particularmente de la expansión del centro principal fue la creación de la Corporación para la Recuperación y el Mantenimiento de la Avenida Cero, Corpocero, formada por los vecinos. Gracias a esta iniciativa, la Avenida Cero es hoy la calle bonita de la ciudad y el eje estructurante del más moderno paseo comercial de la capital metropolitana.
Sobresale también El Malecón. Concebido como un parque lineal que se extiende paralelo al río Pamplonita por cerca de tres kilómetros en su ribera urbana es el lugar de encuentro de los cucuteños y el espacio por excelencia para la recreación.
Las bajas densidades ocupacionales y el limitado cubrimiento de los servicios de acueducto y alcantarillado han aumentado el costo de los escasos terrenos disponibles dentro del perímetro e introducido la renovación urbana en los sectores habitados por familias de mayores ingresos. Es así como, en los barrios Caobos, Riviera y Colsag, las empresas constructoras han comenzado ha demoler las viviendas existentes y emprendido la construcción de nuevos edificios sobre los predios recuperados. Esta modalidad de tratamiento permite la utilización racional de la infraestructura existente, evitando mediante la densificación de los solares, la expansión de la actividad residencial y el alargamiento costoso de las vías y las redes de servicios públicos.
La construcción de Condominios en altura dotados de estacionamiento, zonas verdes y servicio de seguridad han contribuido al mejoramiento y modernización de la ciudad, sobre todo en la última década en que los inversionistas privados y la administración municipal han emprendido la recuperación del espacio público, la edificación de planteles educativos, centros comerciales, pasos elevados e intercambiadores viales que siguen transformando positivamente la ciudad y embelleciendo el paisaje urbano.
No obstante lo anterior y tras medio siglo de profundas transformaciones, Cúcuta se encuentra frente a un nuevo desafío en el que encarar el deterioro de la vida urbana a nivel social, económico, físico, espacial y ambiental es un asunto prioritario. Paradójicamente, el esfuerzo de las autoridades locales por institucionalizar la planeación física a través de los Planes de Desarrollo Urbano elaborados por los arquitectos Ritter y Mejía en 1.953, Luis Raúl Rodríguez Lamus y Juan José Yánez en 1.962, Julio Moré Polanía en 1.975, Julián Velasco Arboleda en 1.983, David Bonells Rovira y Hernando Rúan Guerrero en 1.991 y María Consuelo Mendoza en 2.000, no se vio compensado con un crecimiento coherente de la ciudad, sino por el contrario, con un desenvolvimiento caótico y desarticulado que deja nuestros planes relegados al anaquel de las referencias históricas y los estudios bien intencionados.
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