Gerardo Raynaud
El monopolio que ejercía “La Compañía”, como se le llamaba confianzudamente a la Colombian Petroleum Company, sobre todas las actividades, resultado de la economía de enclave que se había generado en torno a la explotación petrolera, más por las condiciones de aislamiento de la ubicación de los pozos, que por las características propias de las operaciones; resultaba asfixiante para muchos, pues el control afectaba prácticamente todos los aspectos de la vida cotidiana.
Aunque “La Compañía” cuidaba de todos sus trabajadores y les garantizaba un nivel de vida superior al de sus mortales vecinos y conciudadanos, algunas prácticas resultaban contrarias a las costumbres o por lo menos, a lo que muchas personas consideraban eran de uso común y frecuente entre ellos.
En todos los aspectos materiales, “La Compañía” había categorizado a sus trabajadores en tres grupos claramente diferenciados, obreros, técnicos y directivos.
Cuando decíamos en la crónica pasada que se había propiciado la construcción de barrios enteros en la ciudad, para el alojamiento y disfrute de los trabajadores de la empresa petrolera y mencionamos a los barrios Colsag y Colpet, también era necesario mencionar que bajo el concepto de esta agrupación se había definido el lugar que cada uno debía ocupar dentro de la estructura habitacional de sus hogares. Así pues, puede verse aún hoy en día, que el Colsag, por ejemplo, tiene dos zonas claramente diferenciadas, tanto por ubicación como por la calidad y el diseño de las viviendas.
Las casas situadas, digamos que más cercanas al centro de la ciudad, eran más grandes y espaciosas, de mejor diseño y con servicios acordes a la importancia de sus habitantes, pues eran las entregadas a los directivos. Más al oriente, es decir, más cerca del río, estaban las viviendas de los técnicos, más sobrias y pequeñas pero igualmente cómodas. Al principio, muchos de los técnicos eran extranjeros, principalmente norteamericanos, pero a medida que fue pasando el tiempo, mediante el entrenamiento y la capacitación que fueron adquiriendo los locales, sus labores se fueron transfiriendo al personal colombiano y éstos fueron reemplazándolos.
Por otra parte, el barrio Colpet era el sitio escogido para albergar a los obreros; las casas eran cómodas y lo suficientemente amplias para alojar, no sólo a los operarios sino a toda su familia, que por lo general era numerosa.
En los campamentos, los alojamientos y demás instalaciones tenían la misma “estratificación”, los había para cada uno de los tres grupos; las habitaciones, los baños y comedores tenían cada una sus características y condiciones de uso y ¡ay! de quien se atreviera a saltarse la norma. Aún hoy, en muchas empresas e instituciones esto sucede, hay lugares como comedores, baños y el general instalaciones para obreros y para directivos, para soldados, para suboficiales y para oficiales, para estudiantes y para profesores y así otros muchos etcéteras.
Era tan estricto el control que “La Compañía” ejercía, que incluso la alimentación era intervenida; para los obreros, la ración consistía casi invariablemente de carne y papa, mientras que los otros dos grupos tenían opciones más diversas, eso sí, todas de excelente calidad y en porciones generosas.
Los obreros, que por lo general, eran de extracción humilde y campesina consideraron que el arroz era indispensable en su dieta diaria, que les hacía falta y que en definitiva, una comida sin arroz no era comida; por esta razón, reclamaron. La protesta fue más por la discriminación que por la comida, pues en los otros campamentos, la de los técnicos y de los directivos no solo les daban arroz sino que les variaban el menú. Algo parecido recuerdo, sucedió con unos empleados de Ecopetrol en Barranca cuando protestaron, hace unos años porque no les dieron, en el desayuno… melocotones!!!
Pero siguiendo con la crónica, este hecho desencadenó la primera huelga de la región. Apenas comenzaba a conformarse el movimiento sindical en Colombia que había hecho su aparición en las huelgas de las bananeras en el Magdalena y logrado algunos triunfos en Barranca, cuando en el año 1933 los obreros de la Texas Petroleum Company reivindicaron algunos derechos que la compañía extranjera no quería reconocerles.
Ante el hecho de fuerza que los trabajadores presentaron, “La Compañía” reaccionó militarizando las instalaciones de los campamentos de Petrolea y suprimiendo la comida, ante lo cual, los trabajadores recurrieron a los colonos de la zona para abastecerse de los alimentos, hecho que fortaleció el movimiento puesto que “La Compañía” presumía que los trabajadores cederían sus pretensiones cuando se vieran sin el sustento necesario para resistir.
Los colonos colaboraron con los obreros pues tenían serios resentimientos contra la petrolera debido a las notorias diferencias por cuanto se aprovechaban de la presencia de los trabajadores para obtener recursos con la venta de sus productos, lo que no gustaba a “La Compañía” por la pérdida de poder que esto le generaba. Esta acción produjo como resultado, a instancias de los trabajadores petroleros, la conformación de la primera organización campesina del país, en 1934.
Aunque la “huelga del arroz” duró poco tiempo, sirvió de marco para el comienzo de los conflictos entre los trabajadores y la empresa petrolera que benefició y contribuyó significativamente a la formación del mercado local y al desarrollo de las áreas rurales de la comarca.
Constituido ya el sindicato de trabajadores petroleros o sindicato de la Colpet, como fue conocido, éste se dedicó a presionar por una equitativa distribución de los excedentes en la economía local y nacional, en lugar de transferirlos al exterior como hubiera sucedido a no ser por la coacción ejercida.
Hoy se reconoce que buena parte del desarrollo económico de la región se originó en la defensa que de los intereses nacionales se realizó, tanto por parte de “La Compañía” como de sus trabajadores.
Mientras esto sucedía, Tibú se erigía sobre las ruinas de los bohíos más importantes de los motilones, que habían sido destruidos para instalar en su lugar el campamento de la Colpet y el centro de operaciones de la construcción del oleoducto Tibú Coveñas y a su alrededor, no sin oposición, aún violenta de “La Compañía”, se fueron instalando colonos y comerciantes que permitió minar el monopolio que ejercía sobre el abastecimiento.
Tibú fue inicialmente, una tienda donde, además de mercancías, se vendían, desobedeciendo órdenes expresas de “La Compañía”, licores y música; posteriormente, como es lo usual en estos casos, aparecieron las mujeres y a su alrededor se fue formando el pueblo.
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
Hola, Gastón. Te felicito por este valioso espacio. Espero que sigas subiendo interesantes crónicas a este blog. Tengo una pregunta. ¿Esta nota apareció en algún medio periodístico de la región? ¿Me puedes dar más referencias sobre el petróleo en el Catatumbo? Gracias. Saludos!
ResponderEliminarEfectivamente esta crónica fue sacada de los artículos que publica Gerardo Raynaud los sábados en la sección Memorias del diario La Opinión de Cúcuta. En este blog puedes conseguir algo más sobre el petróleo del Catatumbo en las crónicas Nºs 217, 218, 219. Cordial saludo.
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