Para ese entonces, la ciudad quedó sumida en ruinas, desgracia, muerte y desolación. Más de tres mil personas fallecieron.
En la época, el caos se apoderó de los sobrevivientes. No tenían un hospital, no contaban con un hogar, todo estaba hecho ‘polvo’.
“Parece un sueño. Cúcuta, Rosario, San Antonio, San Cristóbal, San Cayetano, Táriba y muchos otros pueblos ya no existen. La mayor parte de sus habitantes sucumbieron el 18 del presente en pocos instantes. La bella, rica y floreciente Cúcuta guarda entre sus ruinas su riqueza y sus hijos queridos: quedan el luto, el terror y la desolación. Aquí (Pamplona), encuentra usted las casas abandonadas y las familias habitando en los potreros y cerritos inmediatos a la población, los edificios en su mayor parte listos para desplomarse al primer temblor que los mueva; los ánimos abatidos y el pensamiento divagando”, escribió el doctor Severo Olarte en una carta dirigida al gobierno nacional.
Ya dimensionando la situación vivida en esa época es importante resaltar que si en la actualidad se presentase un terremoto de la misma magnitud es probable que la tragedia fuera mayor. Hoy, la capital de Norte de Santander vive un proceso de metamorfosis, en construcción y arquitectura. Las edificaciones cada día crecen ya no de manera horizontal, sino se desarrollan en forma vertical.
“Las características geográficas y geológicas hacen de Norte de Santander una región tectónicamente activa. Cúcuta es una ciudad de valle, está enclavada en las estribaciones de la cordillera oriental en un valle del río Pamplonita. La ciudad de Cúcuta tiene unas fallas como son la Tasajero que se adosa con la falla Cúcuta. Fallas Boconó y Aguas calientes”, decribió Álvaro Orlando Pedroza Gómez, del departamento de Geotecnia y Minería de la Universidad Francisco de Paula Santander.
Cúcuta quedó sectorizada por áreas. Es una zona de fallas. Pero, aunque se han encontrado muchas huellas al respecto, aún no se puede asegurar que dichas fallas estén activas. Por lo tanto, es importante resaltar que un sismo respondería de manera diferente a otro, y va a ser más fuerte en unos sectores que en otros.
La Asociación Colombiana de Ingeniería Sísmica ubica a la ciudad en la categoría de amenaza sísmica alta. “Hay una serie de fallas internas que se han estudiado muy poco. Se ha hecho estudio de neo tectónica para determinar si han tenido una actividad reciente. Pero no hay un estudio completo que señale las longitudes que abarcan y los potenciales de destrucción”, afirma el director del departamento de construcciones civiles vías y transportes de la facultad de ingeniería de la UFPS, Carlos Flórez Góngora.
Es conocido que el problema no solo se centra en el terreno, sino en todo lo que se construye por encima de él. En 1984 surgió la norma de sismo resistencia (NSR), en donde se especifican 11 puntos para tener en cuenta a la hora de construir una edificación sismo resistente. “75% u 80% de la ciudad está en el valle, lo que significa que las especificaciones no obedecieron a unas orientaciones sismo resistentes”, mencionó Pedroza.
Debido a esto, se deben tomar acciones a la hora de construir, acopladas a lo estipulado en la NSR 10, que fue la última reforma que se le hizo a la norma de sismo resistencia en Colombia.
En la etapa de construcción el ciudadano debe asistirse por una persona capacitada, con experiencia y que se acople a los requisitos de la norma. El diseño y la construcción deben ir de la mano.
¿Será que las curadurías urbanas, encargadas de expedir las licencias de construcción regulan en su totalidad los proyectos que se construyen actualmente?
“A mí como Curadora Urbana me compete exigir que aporten el diseño y que esté firmado por profesionales facultados para tal fin. La etapa de construcción es una fase que concierne a la administración municipal, porque el control urbano en desarrollo de las obras es exclusivo del municipio, como lo señaló el Decreto 1463 del 2010 en su artículo 63”, explicó Marta Liliana Nieto Estévez, Curadora Urbana No. 1.
En el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) se evidenció la necesidad de hacer un estudio de microzonificación sísmica. Y está estipulado en la norma NSR 84 que en las ciudades con población superior a los 100.000 habitantes, que se encuentren en alto riesgo sísmico, las autoridades municipales deberán acometer los estudios de microzonificación sísmica para determinar ese grado de riesgo y establecer los códigos de destrucciones.
“Y en eso se han demorado la ciudad y el departamento. ¿Uno no entiende por qué?”, advirtió Flórez Góngora. Así que si no se ha comenzado ningún diagnóstico como estos, queda evidenciado que la ciudad está expuesta gravemente en caso de un desastre natural.
El proyecto de microzonificación sísmica tiene un costo de $4.000 millones y su desarrollo es a largo plazo, es decir, durante cerca de 3 años.
Desde hace cuatro años se elaboran estudios regionales, pero no han arrancado las evaluaciones locales. Por tal motivo no se concretan las acciones y el presupuesto estipulado para el proyecto. No obstante, avanzar en la microzonificación ha quedado en letra muerta por el alto costo.
“La comunidad en general debería exigirle al municipio, en cabeza del alcalde y el Concejo, que efectúe de manera seria y rigurosa el proyecto de microzonificación sísmica para Cúcuta porque es una herramienta que le va a permitir protegerse contra estas denominadas miserias de la naturaleza que son los terremotos o cualquier tipo de desastre natural”, recalcó Carlos Flórez.
Por la constante actividad, el país tiene tres categorías: alta, intermedia y baja. Terremotos como el de Popayán en 1983, el Eje cafetero en 1999 y el de Cúcuta en 1875, desencadenaron emergencias nacionales.
Específicamente, Cúcuta fue devastada por un sismo que hizo polvo la ciudad. En esa época las viviendas construidas de bahareque sucumbieron a la inclemencia de la naturaleza.
Antecedentes y estudios geológicos muestran de manera clara que Norte de Santander guarda en su historia sucesos sísmicos como los acontecidos en 1644, 1796, 1875, 1950 y 1952.
Álvaro Orlando Pedroza Gómez, docente de Geotecnia y Minería de la UFPS aseguró: “esa Cúcuta de ayer que colapsó frente al sismo de 1875 era una Cúcuta sin especificaciones en sus construcciones, eran artesanales con bahareque, y de pronto eso ayudó a que no resistieran”.
Aquí encontramos una serie de fallas que son el motivo de la inestabilidad del terreno que por cierto permanece en movimiento.
Una de estas es la de Boconó que comienza en el Caribe venezolano cruza Los Andes y llega a Aguascalientes. Otra es la de Bucaramanga-Santa Marta, la de Tasajero, la de Gramalote y Las Mercedes.
Lo anterior confirma que no solo es la ciudad, es el país el que se encuentra en riesgo. “Colombia está siendo accionado constantemente y está expuesto a sismos”, dijo Pedroza.
La ciudadela Juan Atalaya, Belén, La Libertad, Guaimaral y Loma de Bolívar son zonas cucuteñas cruzadas por fallas, que en caso de registrarse algún evento natural los efectos tendrían consecuencias de consideración para las comunidades que las habitan.
A esta situación se suman los efectos de la temporada de lluvias y las construcciones en zonas de riesgo -en su mayoría invasiones- que están propensas a deslizamientos de tierra por la ubicación en pendientes y la inestabilidad del suelo.
“La ola invernal lo que ha hecho es desnudar las carencias de la infraestructura nuestra y sobre todo en las comunidades que están desprotegidas y no tienen acceso a bienes y servicios tecnológicos de buena calidad”, concluyó el director del departamento de construcciones civiles vías y transportes de la facultad de ingeniería de la UFPS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario