Ahora nos anuncian vigilancia de policías en bicicleta, en el Malecón, con motivo de la temporada navideña. Otra cosa buena. Porque las bicicletas se mueven en todo terreno.
De manera que hay motivos para hacer un elogio de este aparato, inventado, según algunos por un tal Sivrac, francés, y según otros, por un alemán de apellido Draysi. No faltan, sin embargo, los que dicen que la cosa ya venía desde los egipcios y los chinos, y algunos aseguran que la idea fue de Leonardo da Vinci, un italiano que le jalaba a todo.
Los que ya están calvos o canosos y los que nos estamos quedando sin pelo, recordamos las primeras vueltas a Colombia y evocamos nombres famosos como Ramón Hoyos, Cochise Rodríguez, el Ñato Suárez, Rafael Niño y el inolvidable Lucho Herrera, entre muchos otros, que le dieron gloria a Colombia, montados en sus ‘caballitos de acero’.
Pero debo recordar, de igual manera, al maestro Juan Francisco Vila, ocañero, quien llevó la primera bicicleta a Las Mercedes. Por Vila supimos los muchachos de entonces que, además del caballo, la mula y el burro, había otros medios de trasporte humano. Llevó la bicicleta desarmada, a lomo de mula, y los domingos premiaba a los mejores alumnos de la semana, montándolos en bicicleta por las calles empedradas del pueblo.
Es hora también de recordar a Cristina Ballén Spannochia, educadora e historiadora quien, siendo apenas una adolescente, alquilaba ciclas, los domingos, por los lados de la Plazuela Almeyda, en Pamplona. Precisamente, Gustavo Rojas fue uno de sus clientes dominicales. Y recordar también a Patrocinio Ararat, que se crió en Cúcuta, vendiendo bicicletas en el almacén de su papá.
Cuando vean por la calle, montando en su bicicleta a un hombre alto, de ojos verdes, de piel blanca y mono como los gringos, salúdenlo con reverencia. Es Timoteo Ánderson, excelente persona, intelectual, predicador, académico de la Historia y sencillo como el que más, que nunca monta en taxi ni en buseta. Viaja siempre en bicicleta. Tal es su modestia. Y su preocupación por no contaminar al mundo. Ojalá muchos siguiéramos su ejemplo.
Y si ven, también en cicla, a otro caballero, ni rubio, ni de piel blanca, ni de acento extranjero, pero que fuma tabaco y dice palabrotas, es Beto Rodríguez, columnista de La Opinión. Andariego, escritor y amante de la bicicleta.
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