Así pues, terminado el reinado del Colegio Santa Teresa, a finales de 1950, y en vista del éxito arrollador de su candidata ganadora, Miryam Alvarado Omaña, los deportistas de la ciudad, pero especialmente los de los deportes de mayor significación, el basquetbol y el futbol, que dicho sea de paso, eran los únicos que de verdad se practicaban en la ciudad, les sonó la idea de continuar con la fiesta de los reinados, en vista del entusiasmo que había despertado en el público, el evento realizado en el colegio de las monjas de la Presentación, en la celebración del día de su onomástico.
Fue, como decían los medios de entonces, una verdadera batalla campal la que se armó entre los seguidores y simpatizantes de las candidatas, en esta ocasión, un lindo ramillete de hermosas chicas, todas ellas dignas de la “millonaria corona de la admiración cucuteña”, como bien lo señalaba una publicación de ese tiempo.
Habíamos comentado, que los basquetbolistas, entusiasmados por el éxito de Myriam Alvarado, le propusieron la representación de su deporte, en el certamen que se llevaría a cabo para elegir la soberana del deporte regional y ella, gustosa aceptó.
Así que comenzó su actividad proselitista recorriendo los sitios de reunión más frecuentados de la época, empezando por el Café Rialto, para dar a conocer su programa de campaña, con tan mala suerte que fue víctima de un brote de grosería por un patán que la humilló, pero que la “patanada”, gracias al apoyo de los demás asistentes fue sorteada sin mayores inconvenientes. Además de la presentación de sus actividades, para convencer a su electorado de escogerla como la Reina del Deporte, venía promocionando un espectáculo deportivo novedoso que la Liga de Fútbol y la Federación del ramo estaban dispuestas a impulsar, tanto en la ciudad como a nivel nacional y era la masificación del deporte del balón entre las damas. El fútbol femenino o la rama femenina del balompié, estaba comenzando a promocionarse en el mundo entero y por ello era importante aprovechar la coyuntura del reinado para mostrar los aspectos positivos que este deporte tendría entre las damas. Realmente, el futbol femenino venía tomando auge en las otras ciudades del país y este era el momento adecuado para conformar los equipos que nos representarían en las justas deportivas de este deporte. Aunque no sabemos qué sucedió después del partido que les narraré, lo evidente es que el deporte femenino, en esta especialidad, no surgió en la ciudad ni en el país, pues a pesar de los últimos intentos de las chicas que asistieron al pasado mundial del ramo, no se avizora un futuro claro ni contundente en este contexto.
Parece que todas las circunstancias se confabularon en favor del espectáculo ese día. El partido profesional que debía jugarse el domingo entre el Deportes Caldas y el Cúcuta Deportivo no se pudo realizar por falta de acuerdo entre las directivas de ambos clubes y fue esa la oportunidad perfecta para programar el encuentro de futbol femenino, el primero que se efectuaría en el Estadio Santander, como se le denominaba entonces.
La jornada futbolera histórica permitió a la afición cucuteña no solamente admirar la primera demostración de las veintidós chicas del futbol femenino local, sino que disfrutaron de un preliminar muy particular, en partido entre los trabajadores de la radiodifusión, que habían bautizado su equipo como “Los Radiolocos” y un equipo de profesionales del Derecho que llamaron “Los Abogados”.
Los equipos femeninos fueron el Deportivo Santander y el Atlético. El partido contó con todas las garantías que ofrecían las autoridades deportivas y durante el encuentro no se presentaron inconvenientes ni problemas de ninguna índole y puede decirse que se desarrolló dentro de la más genuina “caballerosidad” o más bien, dentro de la más fervorosa “femenidad”.
Las alineaciones fueron las siguientes: El Deportivo Santander tenía en el arco a Inés Dueñez, la defensa estaba integrada por Francisca Ramírez y Ani Dueñez, el medio campo por Ana Elvira Briceño, Celina Pérez y Rosa Petitt y la delantera, Chepa Duque, Mery Vivas, Tabina Sandoval, Marina Maldonado y Ruth Sandoval.
El Atlético lo conformaban, en la portería, Ignacia Rodríguez, en la zona defensiva Berta Nova y Celina Díaz, las mediocampistas eran Marina Cuéllar, Ana Petitt y Chinca Maldonado mientras que adelante, buscando las oportunidades de gol, estaban Laura Ruiz, Matilde Cárdenas, Inés Chacón y las hermanas Irma y Ángela Cárdenas.
En el banco de las suplentes estaban, por el Deportivo Santander Nelly Alvarado y Rosa Inés Briceño y en el Atlético, Emilce Alvarado y Nelly Guerrero.
Las tres candidatas, que competían por la corona de la Reina del Deporte, acudieron con sus comitivas y el numeroso público asistente las aplaudió frenéticamente. Dicen las noticias de la época que el encuentro resultó “simpatiquísimo y relativamente interesante” y que en el próximo encuentro a realizarse el domingo siguiente “jugarán mejor y poco a poco, las niñas se irán desenchipando”. El marcador del partido no se abrió, no metieron goles en ese primer partido y aun así, la taquilla fue bastante generosa, pues se calcula que fue de unos cuatro mil pesos, centavos más, centavos menos, a juzgar por el lleno total que presentaron las localidades del estadio.
Al día siguiente, los comentarios fueron de las más variadas especies. Unos las veían proyectadas profesionalmente, de manera que prometían llevarlas a competir, primero con equipos de Bucaramanga y luego de Bogotá, mientras que otros, con espíritu menos deportivo, conceptuaban que les faltaba entrenamiento, que había que desarrollar más la conciencia de juego, inculcándoselo, pues carecían de él. Que no se trataba de explotarlas y que de las entradas del juego del domingo debían darle a cada muchacha, por lo menos cincuenta pesos para no “matar la gallina de los huevos de oro”.
A raíz de estas circunstancias, en reunión de comitivas, evaluaron las posibilidades que tenían de continuar o bien, terminar dejando un camino recorrido que se perdería sin beneficios, todo lo cual sería injusto, tanto para las candidatas como para quienes venían apoyándolas, de manera que en una decisión unánime, se decidió continuar con las labores sociales y enfocar los resultados a la ayuda de las instituciones que se dedicaban a la caridad pública, razón por la cual desaparecería el actual reinado y se relanzaría un nuevo certamen, el Reinado de la Caridad, cuyo objetivo primordial sería el de apoyar el mantenimiento de las instituciones anteriormente mencionadas y que particularmente fueron, el Reformatorio de Menores, La Casita, el Asilo Andressen, el Asilo de Ancianos y el Amparo de Niños.
La contienda continuaría con las mismas personas que habían venido desempeñándose en las campañas del Reinado del Deporte, sin embargo, por alguna razón que no he podido desentrañar en la información de esa época, una de las candidatas, no volvió a ser mencionada ni aparece en los diferentes recuentos, razón por la cual, solicito a mis lectores me ayuden a conocer las posibles causas de la deserción o el abandono o retiro de la candidata Blanca Viccini Ramírez a quien, en la última reunión de la Junta Directiva de la Liga de Futbol la declaran y aclaman como Princesa de Honor del Futbol Nortesantandereano, transcripción que le hicieron en nota de estilo y que además, le comunicaron a la prensa hablada y escrita y al Cúcuta Deportivo S.A.
Llama la atención de esta última comunicación, dos razones: la primera, el Cúcuta Deportivo en 1950, tuvo una crisis en que tuvieron que salir a su rescate, como lo decía el anuncio de entonces, “200 cucuteños” que compraran las acciones del equipo (eran a $10) y la segunda, que el equipo era entonces, una sociedad anónima, como lo dice hoy, la nueva Ley del Deporte.
Parece que toda la maraña tejida en torno a las recaudaciones para facilitar el desplazamiento de los deportistas y sus delegaciones a la ciudad de Cali para participar del campeonato nacional de basquetbol fue resuelto satisfactoriamente por el gobernador, quien firmó el decreto correspondiente a la financiación de la delegación por la suma de dos mil pesos y que sumados a los veinte mil pesos adicionales que se habían logrado mediante las contribuciones de las campañas de las candidatas, se tenía suficiente dinero para que el viaje fuera tan holgado que les permitiría viajar, ida y vuelta, en una “fortaleza del aire” que era la denominación que se le daba entonces a los aviones más modernos y alojarse un mes entero en el Alférez Real, el hotel mas lujoso de Cali.
Esta fue la coyuntura que hizo aparecer el ahora Reinado de la Caridad, pues hizo carrera entre el público que no tenía lógica, que mientras esto ocurría, “los muchachitos del Amparo de Niños, los viejitos del Asilo, las niñas de La Casita y todos los menesterosos de pan y abrigo, sufrirían de desnudez y de hambre”.
Sin embargo, lo que al parecer exaltó los ánimos del público, fue la imposición de la reina, no puedo asegurar por quién, pues las notas de la época no son claras, pero al final se impuso el sentido común y aun más, la solidaridad. Se recordaba el desarrollo de los primeros eventos de esta misma clase, en la ciudad y se preguntaban a sí mismos, cuáles eran las normas o los protocolos para la escogencia de las reinas, si eran designadas por aclamación o por elección, inclusive se llegó a rememorar los antiguos carnavales decembrinos que se decían “pletóricos de emociones, de jolgorio y de feliz entusiasmo” y se remitían a las comparaciones, odiosas por cierto, de establecer que no hubo “pugilato de insulsas votaciones” a la hora de imponer las corona a las bellas de la época, como Elisa Ramírez, Teresa Duplat, Alix Villamizar Moller o Carmen León Mendoza, de cuyos reinados se dice “dieron a la ciudad y a sus hijos, épocas navideñas de intenso y trepidante gozo”. Incluso se trajo a colación, la elección o designación del rey del Carnaval, a quien llamaron el “Gran Rey ‘Cuca’ con su cetro humorístico y su graciosa y nunca olvidada monarquía que aún se recuerda como hombre poseedor de un bondadoso corazón y servidor de los pobres”
De todas maneras, pasado el alboroto originado en torno a las candidatas y su objetivo final, el concurso, ahora llamado de la Caridad, continuó su curso ya no con ‘reinas’ sino con ‘princesas’. Quedaron dos representantes, Carmen Teresa Bustamante y Miryam Alvarado Omaña, quien como dijimos en anteriores crónicas había sido elegida Reina de la Simpatía del Colegio Santa Teresa.
Finalmente, en una reñida contienda Teresa Primera, fue aclamada Reina de la Caridad y le fue impuesta la corona y el cetro, el día 22 de diciembre, a las ocho de la noche, en las instalaciones del Teatro Municipal, durante la cual intervino la afamada artista María Esperanza Vargas quien amenizó la velada. El baile de honor, se cumplió en el Club Colsag y hasta el sol de hoy este tipo de reinados quedó, salvo contadas excepciones, como las de los dos primeros Festivales de la Frontera, reducido al olvido.
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