Gerardo Raynaud
En 1951 se construye la Iglesia de la Candelaria y fue inaugurada en
febrero de 1952
Con
varios detalles interesantes, merece la pena comenzar esta crónica que pretende
mostrar las similitudes y diferencias que se han ido presentando a lo largo de
estos últimos años, todo con el ánimo de entender la evolución que ha sufrido
nuestra querida Perla del Norte.
Empezaremos
pues, por informar que el precio del bolívar comenzando el año se cotizaba a
$4.15 y se auguraba estabilidad en la cotización toda vez que llevaba dos
semanas con el mismo precio y ya desde entonces se decía que era un ‘bolívar fuerte’.
Qué paradoja nos deja
la historia, era fuerte entonces sin necesidad de endilgárselo al nombre que
hoy tiene pero que de eso no existe hoy el menor asomo de verdad.
Como
era comienzo de año, las estadísticas del año anterior y los proyectos
venideros eran materia de discusión y análisis de los medios y del público en
general, que los debatían en clubes y cafés.
Claro que cuando las cifras
llamaban la atención de los periodistas, las calificaban de ‘curiosidades’ como
fue el caso de la noticia sobre el consumo mensual de carne por parte de los
cucuteños, durante el recién pasado año, pues se asombraban que sólo se hubiera
consumido 2.020 reses mensuales.
Claro que lo interesante del dato es que se incluía
toda la variedad de animales así, ganado mayor, el cual discriminaban en machos
y hembras, en cantidad de 1.856 unidades; ‘cerditos’
(así llamaban a los porcinos de hoy), 560; con los caprinos eran igualmente
indulgentes, pues los clasificaban como ‘chivitos’,
263; y corderos 11 cabezas. Agregaban además que, ‘la carne de oveja no contaba con mucha hinchada en los paladares del
poblado’.
Otro
dato de interés eran los números referentes a las estadísticas demográficas,
pero de estas había una que llamaba la atención. La noticia iba básicamente
dirigida a las señoritas y decía algo así como lo siguiente: ’las cifras estadísticas se pueden
humanizar; muchos de sus datos inspiran alguna tristeza como por ejemplo
aquellos que corresponden a la mortalidad infantil; pero otros que provocan
cierta amargura como los que enseguida daremos…’
Decía el periodista de
turno que durante el mes de septiembre del año anterior, murieron 30 hombres
solteros y sólo 18 mujeres ídem, cuyas edades oscilaban entre los 18 y 90 años…
y agregaba que ‘no dejaron ni un recuerdo
de sus vidas desiertas’.
En
relación con la actividad económica, el sector inmobiliario registraba,
finalizando el año, un bajón en sus ingresos y lo atribuían a las alzas en los
arrendamientos que empezaban a ser notorios debido a la restricción de los
créditos bancarios que se hicieron manifiestos desde mediados del año anterior,
debido en buena parte a lo que llamaban entonces, ‘la irrupción de la crisis en ciertas operaciones comerciales´.
La
apreciación previa era el resultado del análisis de la información suministrada
por las dos notarías existentes en la ciudad sobre la cantidad de operaciones
mensuales realizadas en materia de compraventa, hipotecas y remates que en
total sumaban 354 operaciones por un valor de un poco más de 668 mil pesos que
representaban una disminución de más del 28% con relación al mes anterior.
Pasando
a otro tema, de los que no podían faltar, eran los escándalos del sector
público.
Esta vez, no se trataba de un desfalco o un asalto al erario, sino de la
clausura del Teatro Municipal por parte del alcalde Manuel Jordán.
En
un principio se argumentó que había sido motivada por las condiciones
antihigiénicas en que funcionaba el teatro, así como el resto de los locales,
que según decían, estaban en peores condiciones de sanidad.
Sin embargo, se
supo posteriormente que cuando se consultó al Director Municipal de Higiene,
este manifestó que las condiciones de salubridad del inmueble había sido una
sola de las razones por las cuales se produjo el cierre.
Ante
esta eventualidad, los acuciosos periodistas se fueron a entrevistar al alcalde
para que les aclara la verdadera situación y esto fue lo que dedujeron de las
respuestas del burgomaestre: ‘La medida
se apoya en la conveniencia pública y en la necesidad de defender los intereses
del municipio de Cúcuta.’
Mejor dicho, las condiciones insalubres que
encontraron no fueron otras que la excusa perfecta para recuperar un bien que
había sido entregado ilegalmente a un tercero para su beneficio.
Pero
veamos cómo es el cuento completo.
Dijo el alcalde que por el teatro, la
empresa arrendataria venía pagando un canon de $150 pesos mensuales; irrisoria
suma que se consideraba exigua y que no le proporcionaba ningún beneficio al
municipio; para completar, hizo un pormenorizado análisis retrospectivo de la
situación, explicando que ‘que no existe
ni había existido contrato de arrendamiento alguno.’
Al parecer todo se
originó cuatro años atrás, cuando el alcalde de turno, sin autorización del Concejo
y de motu proprio resolvió entregar a
una empresa particular, con el compromiso de exhibir ‘material de alta calidad artística’, obligación que nunca se
cumplió y por esa razón, el actual alcalde decidió rescindir dicho contrato
verbal, vía resolución de cierre por razones sanitarias.
Agrega
el alcalde, que en los próximos días saldrá una licitación pública ofreciendo
las instalaciones sobre la base de un canon de $20.000 anuales y que si no
consiguen proponentes, la administración municipal tomará directamente su
administración.
Para
terminar, una historia que le hará reverdecer la memoria a uno de mis amigos.
Para ello es necesario recordar que la situación económica del país y del mundo
en general, a mediados del siglo pasado era bastante precaria, en razón de la
reconstrucción que tuvo que realizarse terminada la guerra, que asoló al
llamado primer mundo pero que afectó a todos los países.
Era una característica
general, el desabastecimiento con sus correspondientes controles, que las
autoridades ejercían con gran celo.
Así
pues en una de esas tantas visitas que se realizaban al comercio, el Jefe de la
oficina de Control de Precios, Sergio Aristizábal, elaboró una resolución
mediante la cual se multaba con la suma de $500 al señor Alfredo Cabrera,
agente en Cúcuta de la Distribuidora de Grasas.
La
noticia se regó como pólvora y como es lógico, el primero en revirar fue el
propio Cabrera, quien se fue lanza en ristre contra el periódico que hizo la
publicación y que según cuentan, perdió los estribos y solicitó, a través de
otros medios, la rectificación inmediata de tal comunicado.
La
razón de la providencia era sencilla; el argumento del funcionario era que se
había dispuesto la salida de 480 latas de manteca al almacén de uno de sus
clientes, Gutiérrez & Jaimes Ltda. lo cual violaba, según la interpretación
de la Oficina de Control de Precios, la autorización dada por Icograsas S.A.
que no permitía el almacenamiento en un lugar diferente al de su distribuidor,
pues ello configuraba una infracción de acaparamiento, que era la que se estaba
castigando con la multa.
Parece que la situación se resolvió favorablemente
con la intervención del señor Jaimes, al aclarar que no se trataba de un
almacenamiento sino de una compra.
Lo que no pude saber al
final del cuento es si la multa fue pagada o no, lo cual espero que mi amigo,
el de comienzo de la crónica me resuelva.
Hasta acá
hemos avanzado un buen trayecto del año,
pero varios detallitos se quedaron en el tintero y por tal motivo decidí
extenderme un poco más para redondear las actividades sucedidas durante el año
en mención.
Les había
comentado que pasado el medio siglo la ciudad comenzó a modernizarse y las
empresas nacionales cada día se entusiasmaban más, razón por la cual, empezaron
a promover sus servicios y a ofrecer sus últimas variedades, cuyos clientes
eran en realidad los vecinos que a partir de entonces comenzaron a vivir sus
épocas de gloria, que en realidad poco les duró debido al manejo desacertado de
su economía hasta el entierro final que les propinó el comandante Chávez.
La ciudad,
que desde la Colonia se ha distinguido como el cruce de caminos entre Bogotá y
Caracas, paso obligado para quienes todavía hoy transitan por esa ruta, ha
visto desfilar por su vecindario, los más diversos personajes, buenos y malos,
en todas las épocas, muchos de los cuales no quedan registros que puedan
certificar la veracidad de esta afirmación.
Sin embargo,
para los años de mitad de siglo, algunas referencias hemos podido obtener de
estos sucesos, pues registros periodísticos, afortunadamente nos lo confirman y
por ello, paso a contarles un hecho aparentemente banal pero que habida cuenta
de la fama actual de los protagonistas, merece la pena comentarlo.
Despuntaba
el día de uno de los primeros meses del 52, era un jueves, día tranquilo y
soleado; el lugar, la esquina nororiental de la calle once con cuarta, diagonal
al Club del Comercio, cuando un grupo de gentes se agolpó alrededor de unas
personas, que estaban admirando el paisaje, pero especialmente el hermoso
edificio construido metros más abajo, era el teatro Santander.
Uno de ellos tenía
una cámara fotográfica que disparaba en dirección al teatro y los demás
cuidaban los instrumentos musicales –las guitarras-.
Los
curiosos, rápidamente los identificaron, era el ya famoso Trío Los Panchos,
quienes habían llegado el día anterior y se disponían a viajar al vecino país a
cumplir con sus compromisos artísticos.
Estaban allí, dispuestos a salir para
San Antonio, cuando una linda chica cucuteña se les acercó con uno de sus
discos en la mano para que se los autografiara, lo cual fue para ellos, un
verdadero solaz a sus ojos, pues se dice que era ‘una joven de belleza
embrujadora, fresca como un jardín en primavera, alegre con alegría de triunfo
y una sonrisa de corazones robadora’ y así, Alfredo “el Güero” Gil, Chucho
Navarro y Hernando Avilés, los primeros tres famosos integrantes de Los
Panchos, estamparon su rúbrica en la carátula de uno de sus iniciales LP y
salieron presurosos a su cita con el destino, en el vecino país.
Y en otros
menesteres propios de la ciudad, un grupo de periodistas celebraba con gran
entusiasmo la llegada a su edición 100, el Diario de la Frontera.
Dicho suceso
concretaba el reconocimiento de los esfuerzos de todos los trabajadores de ese
periódico y en especial de su director, el doctor Luis Parra Bolívar, cuando era
admitido que el periodismo seguía tropezando con las dificultades que se le
presentaban desde hacía muchos años y que, hacer un diario que apareciera
regularmente y con vida asegurada, demandaba una gran voluntad y una férrea
constancia.
Decía ‘El
Siglo’, que esas cien ediciones eran la muestra que el periódico ‘se había
constituido en vocero de las necesidades e intérprete de los problemas de una
de las ciudades más florecientes del país y que por su situación geográfica, en
una avanzada de la patria.’
Para
celebrar el acontecimiento y otorgarle a sus lectores, mejores alternativas
informativas y de esparcimiento, contrataron con la acreditada casa americana
Editor Press, las tiras cómicas más divertidas y atractivas del momento,
‘Benitín y Eneas’; le comunicaban a sus lectores que adicionalmente habían
obtenido licencia para publicar el reconocido “Pozo de la Dicha”, un
rompecabezas numérico que traía un mensaje diario, una especie de horóscopo
‘que deletreará su fortuna’ de acuerdo con las letras de su nombre y que hoy ha
desaparecido de la mayoría de los diarios del mundo.
Al final, la
nota informativa remataba con el agradecimiento por la cordial y generosa
acogida que le han dispensado hasta ese momento y esperaban con estas nuevas
propuestas corresponder a dichos reconocimientos.
Siguiendo en la línea periodística pero esta vez en otro medio, las tres
emisoras de Cúcuta se peleaban con tesón la audiencia y para ello buscaban
fórmulas innovadoras.
La entrada de Radio Guaimaral, había sacudido el ambiente
radiofónico de la ciudad, aletargado por la inercia y la falta de incentivos,
lo que hizo que comenzaran a pensar en nuevos programas que motivaran a sus
oyentes a preferirlos.
Por
entonces, lo más atractivo de las emisoras eran los programas desarrollados en
la radio-teatros, funciones que se popularizaron en las capitales como Bogotá y
sobre todo en Medellín; fue cuando por iniciativa del periodista Julio Palacios
Pérez que le propuso a la Voz de Cúcuta, un programa que despertara el interés
de los cucuteños y los motivara a asistir y participar de las actividades de la
emisora.
El programa
se llamó ‘Preguntas y Respuestas’, se emitía las días miércoles y viernes en el
horario de las 7:30 p.m. el cual dirigía y animaba; como quien dice ‘le tocaba hacer
todo’.
El programa resultó un éxito durante los primeros meses pero a medida
que avanzaba el tiempo y los interrogantes se iban resolviendo, el público fue
dejando de asistir hasta que desafortunadamente, desapareció por sustracción de
materia.
Finalmente y ya para cerrar esta crónica, unas noticias sociales que dieron de
qué hablar por esos días.
Se
inauguraba la iglesia de la Candelaria en el Barrio Sevilla y el obispo de la
diócesis de Nueva Pamplona se encontraba en la ciudad para impartir su beneplácito
a la nueva parroquia.
Había
llegado de la capital de la república al aeropuerto Cazadero y habían ido a
recibirlo los muy ilustres comerciantes Luis Francisco y José María Jaimes
Hernández quienes eran, al decir de la prensa, los ricos oligarcas de la ciudad,
pues se habían desplazado a esa terminal en su lujoso convertible para que
monseñor pudiera apreciar en todo su esplendor la bella construcción de la
nueva iglesia.
El padre Clavijo había sido nombrado su primer párroco y la misa
de inauguración sería concelebrada por todos los sacerdotes de las demás
parroquias existentes.
De plácemes,
como se dice en el lenguaje periodístico, se hallaban las dos familias de los
distinguidos profesionales que habían obtenido su diploma profesional, uno en
Medicina y el otro en Derecho; se trata de los jóvenes Sergio Lamus Guerrero
quien recibió ‘lúcidamente’ el título de Médico y Cirujano de la Universidad
Nacional y de uno de ‘los jóvenes más meritorios e inteligentes de las nuevas
generaciones’ quien obtuvo su grado de Doctor en Derecho y Ciencias Políticas,
Gustavo Sánchez Chacón; la prensa consignaba jubilosamente la noticia y les
anhelaban los más seguros éxitos en sus carreras profesionales.
Recopilado por Gastón Bermúdez V.
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