Arlene Urdaneta
Q.
(Tierras de los indios Motilones,
1754. Mapa de la zona comprendida entre la laguna de Maracaibo y la Provincia
de Santa Marta, en el que se señalan accidentes geográficos, los pueblos,
caminos y tierras de los indios comarcanos. Corresponde al proyecto para la
conquista de los motilones por don Bentura de Flota Sepúlveda. Archivo General
de la Nación, mapoteca 4, ref. 599A Bis.)
La ocupación y fundaciones españolas, durante el siglo XVI, en el
oriente colombiano limítrofe con el Zulia y el Táchira en Venezuela tuvo, entre
otros móviles, la finalidad de garantizar una ruta que aprovechando el cauce de
los ríos Zulia-Catatumbo y el Lago de Maracaibo diera salida más cómoda y
segura que por el río Magdalena a los productos de la provincia de Pamplona.
Por esta ciudad y a través de Ocaña y su Puerto Nuevo de Orozco en el
Magdalena, los poblados vecinos de Salazar de las Palmas, San Cristóbal y La
Grita, se comunicaban con el Atlántico. Las características topográficas de la
ruta y su mal estado, a lo largo de los doscientos cincuenta kilómetros de
recorrido desde Pamplona hasta Ocaña; hacían que el transporte fuera lento e
inseguro, el riesgo era tanto para las recuas de mulas como para los arrieros.
Una detallada descripción del siglo XIX nos ilustra sobre todas las
vicisitudes que acompañaban aún esta aventura, M. Ancízar en Peregrinación de
Alpha relata su viaje desde Ocaña hasta Salazar de las Palmas a través del
afanoso camino de los callejones.
La necesidad de probar otra ruta era evidente. Los pobladores de
Pamplona, Mérida y Tunja presionaron para que se activara la comunicación ya
explorada por los ríos Zulia-Catatumbo; pero la hostilidad de los
indios quiriquires no permitió que se regularizara este tráfico. La formación en torno a Pamplona de
un cierto circuito comercial interno por los vínculos desarrollados con Tunja,
Santa Fe,
Salazar de las Palmas, San Cristóbal y hasta La
Grita, obligó desde el siglo XVII a un uso más frecuente de esta vía e impulsó
la búsqueda de un sitio adecuado en las proximidades del Zulia para el embarque
hacia Maracaibo.
Fue primero San Faustino o Puerto Viejo, ubicado sobre el bajo
Pamplonita, quien cumplió esa función hacia 1662.
Un siglo después, ante los inconvenientes de la navegación por el
Pamplonita pues carecía de caudal suficiente durante el verano, sufrían sus
alrededores continuos ataques indígenas y eran frecuentes las epidemias de
fiebres, se trasladó a San Cayeteno el centro de este comercio, en las
cabeceras del Zulia.
Este pueblo prosperó en detrimento del anterior y se constituyó además
en importante localidad agrícola por la explotación de sus fértiles tierras.
En el valle de Cúcuta, en torno a la red fluvial del
Zulia-Pamplona-Pamplonita, existían otros poblados. Entre ellos destacaba un
caserío llamado Cúcuta al margen derecho del río Pamplonita cuyo origen se
remontaba al período de conquista.
Cúcuta fue fundado por habitantes de San Cristóbal y Pamplona que al
establecerse dieron origen a extensos y ricos hatos y haciendas que producían
para su propio consumo y para el comercio.
Sin embargo, se veían seriamente afectados por el desbordamiento del río
Pamplonita en invierno que arrasaba las cosechas, obstaculizaba la movilización
de los propietarios y de los trabajadores que en su mayoría residían en este
poblado, impedían la asistencia regular a los servicios religiosos y el
comercio.
La necesidad de un mejor sitio de asentamiento y la búsqueda de un
adecuado puerto que le permitiera el comercio por el Zulia fueron dos valiosas
razones que impulsaron la fundación de San José de Guasimales en 1733 y del Puerto de Los Cachos en 1759. Para este momento -ya existían
en el valle riquísimas estancias en donde se cultivaba el cacao, el maíz, la
yuca y toda suerte de legumbres.
Se criaban mulas y caballos que lograron aceptación y fama en la propia
capital del Virreinato. Y vacunos de magnífico rendimiento. La región era
generosa en frutas.
Figuraban diez estancias: Tonchalá y Guasimales cuya dueña era Juana de Cuéllar,
quien había donado parte de la primera para la fundación del pueblo de San
José; La Garita, de Juan Lara Jovel; una ubicada en el sitio del Pescadero, de
Bernardo de Leiva y Juan J. Colmenares; otra en la Vega [hoy llamada El
Resumen) de Francisco Rangel de Cuéllar; en San Isidro, de Manuel Ramírez de Arellano;
en el Rodeo de Francisco Díaz de Mendoza; en Morante de Andrés Rangel; a
orillas del río Zulia de Javier de Abrego, Juan Orozco y Tomás Rodríguez: y en
el Volador, de Luisa Orozco, Gaspar Zambrano, Ignacio Rivera y Nicolás Rangel. Para el momento, según la
misma fuente residían en el poblado treinta y dos vecinos.
Así describía Luis Buenahora la casa de una de estas estancias en su
artículo La fundación de Cúcuta. La casa Tonchalá era amplia rodeada de
ventilados corredores defendidos por barandas de madera. Hecho de tapias,
madera y teja, se destacaba muy blanca en medio de la verdura circulante. Como
todas las residencias de campo de aquella época, disponía de adjuntos corrales,
cercados de piedras, pesebreras, horno para amasar pan; grandes depósitos para
aguas de lluvias, y los demás servicios que eran necesarios para la administración
de una hacienda.
El comercio originado por la actividad productiva en los valles de
Cúcuta, se fue desplazando de San Cayetano a San José de Guasimales y Los Cachos
por encontrarse mejor ubicado y más resguardados de los ataques indígenas, que
fueron poco a poco cediendo en el siglo XVIII. La riqueza de estos valles
concentrada en este nuevo y pujante centro poblado y la alta demanda de cacao y
cueros, hicieron que para 1792 se
erigiera en Villa la anterior Parroquia y de la administración colonial.
San José de Guasimales cambia su nombre por San José de Cúcuta dado su origen
y se constituyó en el eje de la actividad económica del valle.
David Johnson en sus notas sobre Los Santandereanos en Venezuela en el siglo
XIX, resume las características socio-económicas del norte de Santander y Táchira
durante el período colonial:
¨En parte a causa de la topografía, pero también debido a la reducida población
indígena que desapareció rápidamente y a la ausencia de metales preciosos, esta
región no es representativa del desarrollo colonial hispánico general.
Haciendas, plantaciones, esclavitud y trabajo forzado, estuvieron casi
totalmente ausentes a lo largo de la colonia.
En lugar de ello, encontramos lo que se ha llamado una sociedad 'posada'
de pequeños propietarios que eran capaces de satisfacer sus propias necesidades
y las de aquellos viajeros que iban o venían de Mérida, Pamplona y Bogotá. La
mayoría de ellos poseían su propia tierra y vivían libres de servidumbre.
Existían desigualdades de riqueza pero no en las proporciones que estas
alcanzan en Caracas y Bogotá. Aunque dedicados básicamente a una agricultura
volcaron su interés en el cacao, el algodón, el azúcar y el tabaco, al igual
que la industria artesanal, con el fin de incrementar sus ingresos"
La fundación de San José de Cúcuta a mediados del siglo XVIII y su
crecimiento e importancia durante el XIX obedeció, principalmente, a los
siguientes factores: la necesidad de dar salida a la producción proveniente de
las jurisdicciones del sur de la provincia de Mérida (San Cristóbal, La Grita,
Lobatera, San Antonio) mal comunicadas con el Lago de Maracaibo por territorio
venezolano, y a la amplia área neogranadina donde sobresalían las poblaciones
de Pamplona, Bucaramanga, Tunja y la capital Bogotá, urgidas también de una vía
alterna más rápida y segura por el río Magdalena; y en segundo término, la
presencia en el puerto de Maracaibo de un activo sector de comerciantes
venezolanos y extranjeros que impulsaron las relaciones mercantiles de Cúcuta
con el exterior.
Una vez erigida en Villa San José de Cúcuta, comenzaron los
enfrentamientos por su control administrativo entre San Cristóbal y Pamplona. El interés repentino por esta área, hasta entonces poco tomada en
cuenta, se explica por su rápido progreso comercial. San Cristóbal alegó que
anteriormente se había encargado de los asuntos civiles, militares y de Real
Hacienda de San José; pero por no estar ubicada en su jurisdicción, se le
reconoció a Pamplona sus derechos sobre la nueva villa. Pamplona, ante los
intentos autonómicos de Cúcuta y pretensiones de San Cristóbal, se vio forzada
a instalar uno de sus dos alcaldes mayores en el ayuntamiento de Cúcuta.
Maracaibo también manifestó interés en Cúcuta y su valle. En 1793, según
documentos localizados en el Archivo de Indias en Sevilla, el gobierno de
Maracaibo y los vecinos de Cúcuta enviaron al Rey un memorial en el cual pedían
que se declarara a Maracaibo puerto menor, la exención de algunos impuestos y
la agregación a la Provincia de Maracaibo de las jurisdicciones de Pamplona,
Salazar de las Palmas, San Faustino y el valle de Cúcuta, ante el estado
decadente de la población, agricultura y comercio.
El declarar a Maracaibo puerto menor le permitiría comerciar con otros
puertos, sin pasar por Cartagena; la exención de impuestos atraería la
producción de la Nueva Granada y la agregación de las jurisdicciones le
garantizaría su control sobre aquella importante zona productiva.
El Rey concedió la declaración de puerto menor, y también la exención de
algunos impuestos, y el que pagaran los productos neogranadinos solo un 2 % del 5 % establecido. En cuanto a la
agregación se solicitaron informes sobre su conveniencia.
La respuesta de los ayuntamientos y cabildos neogranadinos fue negativa,
aunque hicieron énfasis en que se mantuvieran las exenciones y rebajas de
impuestos.
Los alegatos giraron en torno a las dificultades de estar en contacto y bajo
la administración de Caracas, de la que en última instancia dependía la
Provincia de Maracaibo.
Respecto a la propia Maracaibo, no agradaba la idea de estar sometido a
su gobierno por estar más atrasada que el Virreinato.
Finalmente, en 1794, el Rey decidió la no agregación; pero en 1798 el
gobierno de Maracaibo insistió y envió nueva documentación. Alegaron entonces,
entre otras razones: la cercanía de estas jurisdicciones del valle de Cúcuta,
que sacaban sus productos a través del río Zulia, en territorio marabino; más
de las tres cuartas partes del cacao y demás productos que se sacaban de
Maracaibo provenían de esa zona; San José, Pamplona y San Faustino pertenecían
en lo religioso al Obispado de Maracaibo.
Esta ciudad ejercía sobre los valles de Cúcuta un protectorado militar; el
comercio de cacao con Cúcuta le había originado grandes beneficios.
Al pagar el cacao de Cúcuta sólo un 2 % de impuesto, competía favorablemente con la producción de cacaos de
otras regiones de la provincia de Maracaibo; Cúcuta había sido repoblada a partir de San Cristóbal, primero con retiro
de ganado y luego con haciendas y poblados, muchas de las personas de la
provincia de Maracaibo se trasladaban a Cúcuta para beneficiarse con las
exenciones en los impuestos.
En 1799, se aprobó la agregación; pero poco después fue revocada la
decisión a solicitud del fiscal del Rey con el propósito de recabar nuevos
informes.
En 1808, el gobierno de Santa Fe insistió en los inconvenientes de que
pasaran las jurisdicciones al gobierno de Venezuela. Finalmente la agregación
no se dio. A pesar de que los intereses comerciales de Cúcuta y Maracaibo las
vinculaba estrechamente, Cúcuta no apoyó la agregación ya que una vez que se le
concedía la exención y rebajas en los impuestos no necesitaba del control de
Maracaibo y se evitaba los inconvenientes de depender de la desconocida y
lejana Caracas.
Cúcuta a principios del siglo XIX, era ya un centro comercial de
bastante actividad y estaba controlado por comerciantes catalanes, quienes,
según Febres Cordero en su obra Del Antiguo Cúcuta, le daban una marcada
fisonomía mercantil e influían a la política. Sus intereses se vieron seriamente afectados por las guerras de
Independencia.
El triunfo en Cúcuta de las fuerzas patriotas, según este autor fue una
sorpresa absolutamente inesperada para la localidad en general e ingratísima
para el gremio de comerciantes catalanes los más de ellos, en particular.
Desatinados y perplejos, buscaron inmediatamente tranquilo escondite, ninguno
pensó en salvar sus intereses, cada cual procuraba atender sólo a la seguridad
de su persona. La ciudad quedó puede decirse, desamparada de sus habitantes.
Al decretar en 1821 el Congreso de la República
la expulsión de los desafectos a la Independencia, los catalanes residentes en
Cúcuta se vieron forzados a salir a través de Maracaibo, donde algunos de ellos
lograron quedarse.
En general, Cúcuta estuvo bajo el protectorado militar de Maracaibo.
Así, cuando el movimiento de los comuneros, Maracaibo envió tropas por petición
del propio gobernador de Cúcuta. Una vez erigida la Junta Común y ante las
amenazas de invadir al Táchira, en 1781, fueron sometidos por el gobierno de Maracaibo.
Del mismo modo, al triunfar en Cúcuta las fuerzas patrióticas, Maracaibo
envió a uno de sus grandes jefes militares, Ramón Correa y Guevara, comandante
de las tropas veteranas de la provincia, quien posteriormente llegó a ocupar el
cargo de Capitán general de las provincias venezolanas.
En 1812, Ramón Correa se enfrentó a
las fuerzas patriotas en Salazar de las Palmas, luego en Cayetano y finalmente ocupó
Cúcuta, donde se estableció sin incursionar hacia el interior de Nueva Granada.
Parece evidente que los intereses de Correa y del gobierno que representaba no
se extendían más allá del valle.
En 1813 es derrotado por Bolívar, quien
al emprender la campaña de Bogotá, deja al joven Francisco de Paula Santander la
defensa de tan importante espacio.
El mismo año Maracaibo envía a Bartolomé Lizón con el regimiento Puerto
Rico, quienes ocupan Cúcuta, San Faustino, la Mulata, La Grita, San Antonio y
la Villa del Rosario para ejercer a continuación en Cúcuta y sus vecindades un
despótico régimen de terror hasta finales de enero de 1814.
Al igual que durante los años de la independencia, a lo largo del siglo
XIX la suerte política de Cúcuta y en general de la Nueva Granada fue de vital
importancia.
En un periódico marabino, de 1840 al 41, se puede observar el amplio
espacio que ocuparon las noticias provenientes de la Nueva Granada. En la
mayoría de los casos éstas llenaron por meses la primeras página y algunas
columnas de la segunda, como al producirse los movimientos rebeldes de José
María Obando y Francisco Carmona.
A medida que avanzó el siglo XIX, la actividad comercial de Cúcuta fue
en aumento, y con ella su importancia como centro urbano. El vacío originado
por la expulsión de los comerciantes catalanes fue llenado por ingleses,
italianos y franceses, emparentados con los comerciantes de Maracaibo, y en
ocasiones los mismos, quienes operaban indistintamente en una y otra localidad.
Según Febres Cordero, a mediados del siglo XIX los comerciantes ingleses
en Cúcuta eran: Guillermo Greenhope, Santiago Fraser, Enrique Weir, Guillermo
Baland, Carlos Lolley, Jorge MacGregor, Miguel Johnson y Jacobo Mills; los
franceses: Juan y José Soulez y Francisco Bousquet, los italianos: José María
Antomarchi, Minos Santi, Juan Antonio Epanochia, Blas Pocaterra, Emilio y
Elbano Massey, Agustín y Andrés Berti, Guiseppe y Benedicto Anselmi, David y
Benedicto Bruno, Esteban Piambino, Antonio Murzi, Sebastián Querubini y César
Martelli.
En el registro de pasaportes otorgados por el gobierno de la Provincia
de Maracaibo a las personas que llegaron del exterior, entre 1831 y 1842, se puede
comprobar que fueron los italianos quienes movilizaban este comercio hacia el
Caribe, fundamentalmente Santo Tomás a Curazao.
En este siglo Cúcuta se fortalece como centro de acopio tanto de su área
productiva como de los cantones sur de la Provincia de Mérida (San Cristóbal, San
Antonio, La Grita, Lobatera, Bailadores) y aún de lejanos puntos de la Nueva Granada
como lo evidencian los testimonios que ahora se citan.
En 1831, Roberto Mackap, Cónsul inglés en Maracaibo, señalaba como para ese
año se había incrementado el comercio del puerto de Maracaibo con la Gran Bretaña
pues los comerciantes bogotanos habían decidido importar y exportar por
Maracaibo, ante las difíciles e inseguras comunicaciones por el Magdalena; en esta ruta Cúcuta era paso
obligado ya que se valía de la red fluvial del Zulia para tener acceso al Lago
de Maracaibo.
Sus ventajas ya habían sido señaladas durante los siglos XVI y XVII.
Ahora, a comienzos del siglo XIX, las dificultades por el río Magdalena
persistían; y a favor de un más tranquilo tránsito por la red del Zulia-Catatumbo
estaba el hecho del definitivo sometimiento y pacificación de los grupos
indígenas.
Dos años antes de las observaciones de Mackay sobre el incremento del
comercio bogotano por Maracaibo, su predecesor en el consulado, Roberto
Sutherland, produjo un minucioso informe sobre las dos posibles rutas: desde
Santa Marta a Bogotá, siguiendo el curso del Magdalena y desde Maracaibo a
Bogotá a través del Lago y los ríos Zulia-Catatumbo, con indicación exacta de
los pueblos intermedios, sus climas, distancias, tiempo de recorrido y costo de
los fletes en uno y otro caso.
A los treinta y cinco días empleados en recorrer la distancia entre
Maracaibo y Bogotá, indica el informe de Sutherland que debían añadirse otros
cinco de descanso en las localidades intermedias señaladas, para un total de
cuarenta días; y a los 51 días de la ruta Santa Marta a Bogotá se sumaban 15
más, un total de 66 días, haciéndose notar que en la localidad de Mompox los
viajeros debían permanecer ocho días por requerirla así el trasbordo de la
mercancía.
Por una y otra ruta el costo del flete a pagar por la carga transportada
por cada mula era de 20 pesos aproximadamente.
A las ventajas de un recorrido más corto en menos tiempo -según se
infiere del informe de Sutherlan- la ruta a Bogotá desde Maracaibo presentaba
el aliciente de un viaje que en más de la mitad de su recorrido se hacía por
tierras de clima templado, y por pueblos en sus costumbres y modos de vida
similares a los de la sabana de Bogotá, en los cuales los comerciantes podían
ir vendiendo sus productos a buen precio y adquiriendo otros como el café,
cacao, añil para exportar y también se indica en el informe que los habitantes
del valle de Cúcuta y Pamplona están siempre deseosos de favorecer este
comercio.
A juicio de Sutherlan se aprecia fácilmente la ventaja que esta ruta
tiene en comparación con la del Magdalena.
La mayor seguridad en el transporte de la mercancía en menor tiempo el cual se
efectúa a través de climas más benignos y los mejores bienes a obtener.
Además, informa que toda la producción del interior de Nueva Granada era
exportada a través del Lago desde 1805 hasta 1810 cuando la guerra de
Independencia comenzó y los españoles se apoderaron del valle de Cúcuta.
Durante este largo proceso, la inestabilidad política había obligado a
los comerciantes a asegurar su comercio a través del Magdalena.
Otros testimonios permiten evidenciar la importancia del comercio a
través de Cúcuta, su relación con el interior neogranadino y con el puerto de
Maracaibo.
Febres Cordero reseña cómo la exportación de los sombreros de Jipijapa
fabricados en Bucaramanga, Girón, Piedecuestas, Zapotecas y otras localidades
del sur de Santander, una de las principales mercancías exportadas entre 1830 y
1852, salían por Cúcuta y Maracaibo, dirigiéndose hacia Santo Tomás.
Agustín Codazzi, en su Geografía Física y política de la Nueva
Granada relata que Cúcuta comerciaba con Maracaibo, provincia de Mérida,
Pamplona, Soto, Socorro y Tundama.
Este comercio se vio favorecido en 1832 al ser declarado Maracaibo por
el Ejecutivo Nacional puerto de tránsito o depósito lo que implicaba que todas
las mercancías introducidas por su puerto pagarían los derechos al llegar a la
Nueva Granada; aumentó así la actividad en Cúcuta aunque con las lógicas
protestas de los comerciantes marabinos.
Además debió de enfrentar Cúcuta y su comercio, la oposición de otras
regiones de la Nueva Granada como Cartagena, Santa Marta, Mompóx, Tamalameque, Tenerife,
Honda, Ocaña, etc. y sus contínuos reclamos ante el gobierno colombiano, por
las facilidades que se les concedía, del mismo modo debía resistir y superar
todas las imposiciones del gobierno venezolano, más los contínuos problemas
políticos internos y conflictos de frontera.
Lo cual evidencia que este comercio fue necesario e importante para un
sector significativo tanto de la Nueva Granada como de Venezuela.
Para 1873-1874 Cúcuta se ubica entre las principales aduanas de Colombia
por el monto de sus exportaciones, según el Anuario Estadístico de Colombia 1875:
ADUANAS
|
BULTOS
|
KGRS.
|
Sabanilla
|
367.532
|
17.315.192
|
Cartagena
|
163.690
|
12.673.441
|
Cúcuta
|
137.102
|
8.058.194
|
Tumanaco
|
78.085
|
1.1 92.675
|
Río Hacha
|
71.249
|
3.808.281
|
Santa Marta
|
32.572
|
2.206.048
|
Buenaventura
|
29.283
|
1.704.1 65
|
De los 8.058.194 kg. exportados por la aduana de Cúcuta 7.847.0016 kg.
fueron de café, 94.216 kg. de cueros de todas clases, 60.528 kg. de quina p
20.600 kg. de sacos de fique, que representaron más del 90 % del total. Todos productos de gran
demanda en la época.
Las importaciones alcanzaron 1.383.008 kg. de los cuales las principales
fueron: bebidas alcohólicas; caldeadores, harina de trigo, prensas de hierro y
sal. Otros productos importados eran artículos suntuarios como perfumes,
alfombras, espejos, guantes, jabón, loza, lámparas, pañuelos, relojes,
paragüas, etc. Telas, trajes, herramientas de todo tipo, maquinaria, hierro,
etc.
Ya para mediados del siglo XIX, la población de Cúcuta fue tomando
características de ciudad y sus habitantes las costumbres y refinamientos de la
Europa contemporánea. En 1853 M. Ancízar
lo describió.
En la segunda mitad del siglo XIX, se trataron de mejorar las
condiciones de este comercio que debió enfrentar el mal estado de los caminos,
sobre todo el de Cúcuta al Puerto de los Cachos.
En 1865, se fundó la compañía del camino de San Buenaventura (hoy puerto
Villamizar) para que construyera una vía carretera o férrea, según lo
conveniente, respaldada en lo económico por el impuesto recaudado en el Puerto
de los Cachos. Las acciones estaban repartidas entre el Ayuntamiento de Cúcuta
y Joaquín Estrada, lldefonso Urquinaona, Felipe Arocha, Domingo Días, Andrés
Berti, Juan Aranguren, Jsime Fossi, Carlos Irwin; la mayoría comerciantes
marabinos.
Ante los adelantos de este camino, se fundó en 1871 la compañía del
camino de San José al río Magdalena, que según Febres Cordero fracasa ante las
rivalidades de las dos compañías que por entonces se disputaban la extracción
comercial de Cúcuta.
En 1876 se firmó la concesión de privilegios para el ferrocarril de
Cúcuta a Puerto Villamizar. Este ferrocarril, para 1886, ya dejó una ganancia
de 26.0010 pesos mensuales (unos 312.010 pesos anuales).
Para 1917 transportaba 112.340 pasajeros, cantidad significativa en
cuanto al movimiento comercial si se tiene presente que para el momento
Maracaibo tenía una población aproximada de 50.000 habitantes y Cúcuta de
24.000.
El ferrocarril sustituyó la tradicional ruta del Zulia-Catatumbo hacia
el Lago y se constituyó en un elemento de progreso ante las exigencias de un
más rápido y efectivo transporte.
En 1917 se declaró en Colombia de urgencia nacional al ferrocarril de
Cúcuta al Magdalena un intento más del gobierno para controlar tan importante
comercio.
Sin embargo fracasó según señala P. L. Bell en su informe Colombia: A comercial
and industrial Handbook, de 1921, porque la vía a través del Zulia y Maracaibo era
la más rentable, y porque la otra alternativa exigía altos costos de
construcción por las condiciones del terreno, agravado por escasez de población
y producción.
Contemporáneamente a estas
tentativas, es de señalar cómo el gobierno venezolano construyó un ferrocarril
que enlazaba al Táchira con el puerto de Encontrados, a las orillas del
Zulia-Catatumbo, para evitar que la producción andina venezolana tuviera que
desviarse por Cúcuta y estar exenta de las inseguridades del control
fronterizo.
Desde 1869 hasta las primeras décadas del siglo XX, los alemanes
controlaron el comercio de Cúcuta.
Al igual que la primera migración de extranjeros, penetraron a través de
Maracaibo y se mantuvieron estrechamente vinculados a las firmas alemanas que
operaban con base en Maracaibo. Según Febres Cordero, estas firmas alemanas
era: A. Schmilinski, Gilberto Van Dissel, Enrique Thies, Roberto Minlos,
Augusto Link y Carlos Feuner.
A este propósito, todavía en 1921, Bell señalaba cómo el comercio
cucuteño estaba en manos de cuatro firmas alemanas, estrechamente relacionadas
con las marabinas.
José María Rivas en El Comercio
de Maracaibo de 1912, señalaba que una de las razones que contribuyen a la
importancia comercial de la plaza de Maracaibo es la de ser su puerto el más
inmediato y el más económico para verificar las importaciones y exportaciones
con una rica extensión de Colombia, de la cual es centro comercial la muy
importante plaza de San José de Cúcuta.
Añadía que se veía este comercio seriamente afectado por problemas
diplomáticos entre ambos países que secan temporalmente aquella fuente de
riqueza.
Además señalaba que Maracaibo ostenta en 1910, sólo por derecho de
tránsito de productos de la Nueva Granada 87.000 dólares; y para 1912 unos
110.000 dólares, siendo los principales productos de exportación el café y los
cueros.
Para 1918, estimó Bell el movimiento mercantil de Cúcuta en 210.819
dólares la importación y 842.000 dólares la exportación.
Estas cifras le permitieron afirmar que aislada del resto de la
república por la barrera de la cordillera oriental, y la distancia al río
Magdalena, Cúcuta es políticamente parte de Colombia, pero depende actualmente
de Venezuela, en razón de su acceso a los mercados extranjeros.
De ahí que no dudara, en su ensayo paralelo sobre el comercio
venezolano, editado un año después en 1822, en incluir a Cúcuta en el Distrito
Comercial de Maracaibo.
Estos dos centros, Maracaibo y Cúcuta estuvieron constantemente
presionados por los acontecimientos políticos de ambos países. Favorecidos por
el aislamiento de sus respectivas capitales, Bogotá y Caracas, se convirtieron
en asilo habitual de los exilados políticos de uno y otro país.
En circunstancias como las citadas de 1840, Maracaibo acogió a Carmona y
sus rebeldes, les dio asilo, y los asimiló temporalmente a la milicia
venezolana, llegando a compartir con ella techo y rancho.
Así posteriormente, a fines del XIX, Cúcuta dio refugio a los políticos
tachirenses que se preparaban para asaltar el poder central, en Caracas:
Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez; en muchos de estos casos el asilo se
facilitaba y complicaba por el hecho de que tenían estrechos lazos familiares
con vecinos de Cúcuta, además de compartidos intereses económicos.
A otros niveles, la población que huía de la guerra, depresión económica
o de la recluta encontraba fácil refugio en ambos lados de la frontera.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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